sábado, 25 de abril de 2015

Bajo el microscopio: Los abrazos vacíos

Los pensamientos son como el agua cuando se desliza por una pendiente. Uno parece tener claro hacia donde se dirigen, el mapa no parece dejar lugar a dudas acerca de su origen ni de su destino. Sin embargo, para nadie es una sorpresa comprobar como cualquier accidente geográfico, por minúsculo que sea, hace que su trayectoria cambie irremediable y definitivamente, que vuelva del revés su cartografía. 

A veces es divertido dejar la mente vagar y contemplar entre risueño y perezoso como la mente juega al teléfono estropeado. En otras por el contrario, la modificación del itinerario, nos hace adentrarnos en zonas inexploradas, llenas de oscuridad y ceniza y en no es complicado toparse con aterradoras sombras que resultan ser las que uno mismo proyecta. El breve relato que hoy les presento es fruto de esos extraños vericuetos que el pensamiento es capaz de urdir y que son capaces de convertir lo hermoso en trágico, lo azul en negro, la presencia en ausencia. Espero que les guste. Alegrarles el día, ya imagino que no.

Los abrazos vacíos


Sigue viniendo a pesar de todo. Lo veo en el mismo banco de entonces, cada mañana, a la misma hora. La mirada perdida, del mismo modo que antes. Los brazos, en cruz,  extendidos sobre el respaldo, intentando abarcarlo todo, en un círculo infinito y hueco, como si, de este modo, fuera posible cerrar el espacio y con él, el tiempo, un abrazo vacío, terrible reflejo del otro, el que proporcionaba entonces a los dos y con el que inútilmente intentaba protegerlos de todo. En un costado, bajo una de sus ramas, la que fue y tuvo tiempo de estar. En el otro, su faro, su luz, su camino, el que apenas fue, la sombra sepultada, la vela que brevemente prendió. Entre ambos, la nada, el que nunca volverá a ser ni a estar.

Dedicado a los que resisten, a quienes intentan lo imposible.

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