sábado, 28 de noviembre de 2009

"Solo" de cámara


Los planos secuencia son al cine lo que los "solos" instrumentales a la música: exhibiciones de virtuosismo por parte del intérprete (el director de turno, en el caso cinematográfico) que si bien, suelen ser gratuitos e innecesarios para el mejor desarrollo de la historia, gozan de enorme estima y agradecimiento por parte del público, el cual suele recibir este tipo de secuencias con gran satisfacción y entusiasmo, hipnotizado por el principio del "más dificil todavia" que suele presidir estos momentos antológicos.

Planos secuencias se han rodado muchos en la historia del cine. Orson Welles, con el impecable arranque de "Sed de mal" al que ya hice referencia hace unos meses aquí o Alfred Hitchcock , en ese plano secuencia de hora y media que es "La soga" son dos de los maestros que deslumbraron la platea con este virtuoso recurso que hoy en día produce diarreas en los amantes de los montajes anfetamínicos que proliferan en las películas de los últimos años. Afortunadamente, hay excepciones y en este mismo escenario cinematográficos de montajes a ritmo de tecno, resplandecen con mayor o menor fortuna, artesanos que dominan esta técnica con frescura y que son capaces de lograr que los amantes de este recurso cinematográfico podamos pasar unos minutos (muchos, en ocasiones) con la boca abierta y expectantes por ver hasta donde ha sido el director capaz de llegar. Los siguientes son algunos ejemplos.


EL JUEGO DE HOLLYWOOD, DE ROBERT ALTMAN (1991): El director de "M.A.S.H" y "El largo adios" resucitó en 1991 tras una gris etapa con este corrosivo retrato de Hollywood cuyo guión, obra de Michael Tolkin, permite lucirse a un Tim Robbins desatado en la piel de un implacable ejecutivo cuya labor es descartar guiones y que sufre en sus carnes las luchas de poder en el estudio y las iras de los despechados escritores que han visto rechazadas sus obras sin contemplaciones. La película, cínica, cruel y sin rastro de moraleja políticamente correcta, fue curiosamente, objeto de toda suerte de alabanzas y atesoró premios y nominaciones variadas para su sexagenario director, que no dudó un segundo en dar inicio a la película con un virtuoso plano de más de ocho minutos que no solo sirve para introducir a los principales personajes sino, sobre todo, para describir el ambiente acartonado, falso y servil que se vive en un gran estudio en el que los grandes jerifaltes desgranan sus absurdos comentarios a cuanto subordinado queda a su alcance y los guionistas se arrastran para conseguir un breve comentario admirativo del ejecutivo de turno. Impagable (Ver escena)

HIJOS DE LOS HOMBRES, DE ALFONSO CUARON (2006): La novela de P.D.James, convenientemente adaptada por el propio Cuaron es una de las mejores películas de ciencia ficción de los últimos años. Hasta el hierático Clive Owen (¿para cuando un cambio de rictus, compañero?) mantiene el tipo y evita quedar sepultado bajo el talento de, entre otros, Michael Caine o Julianne Moore, en este deprimente retrato de nuestro futuro inmediato en el que la última mujer embarazada de la Tierra se convierte en blanco y objeto de protección de facciones encontradas en un planeta yermo y dominado por la violencia. Titánico esfuerzo de su director por no pasar desapercibido, "Hijos de los hombres" dispone de dos planos secuencia que pueden calificarse, sencillamente, como portentosos. El primero tiene lugar en el interior de un coche en marcha y no detallo los hechos que acontecen en el mismo por no destripar una de las sorpresas del argumento. El segundo se produce durante una escaramuza militar en una ciudad devastada por las bombas y quita la respiración por su crudeza y su maestría técnica, hciendo preguntarse al espectador si está asistiendo a una película o, si, simplemente, la secuencia fue filmada durante una guerra real. (Ver escena)

SENTENCIA DE MUERTE, DE JAMES WAN (2007): El artífice de "Saw" homenajea las películas de los setenta en las que Charles Bronson reventaba a escopetazos a todos los maleantes de la ciudad en esta violentísima y entretenida nadería en la que Kevin Bacon despanzurra criminales a manos llenas para vengar el asesinato de su hijo mayor a manos de una panda de delincuentes juveniles. La cinta no es más que una excusa para mostrar tiroteos a mansalva y un vehículo para demostrar que Bacon sigue siendo una de las presencias más perturbadoras que existen en una pantalla. Pero, a mitad de metraje, asistimos a una adrenalítica persecución con un tramo rodado en plano secuencia en la que perseguido y perseguidores juegan al gato y al raton en las entrañas de un aparcamiento y que es, sencillamente deslumbrante. La pelea entre Bacon y uno de los delincuentes dentro de un vehículo aparcado pone el espectacular colofón a una de las mejores secuencias de acción de los últimos años que incluyo completa. (Ver escena)

EXPIACIÓN, DE JOE WRIGHT (2007):
Siempre he tenido debilidad por esta impecable adaptación del libro homínimo del británico Ian McEwan. Privada injustamente de un merecido Oscar a la mejor película de aquel año a costa de la cojitranca "No es país para viejos" de los hermanos Cohen, la historia de "Expiación", vertebradada sobre las funestas consecuencias que una mentira desencadena sobre una pareja de amantes durante la Segunda Guerra Mundial, es un verdadero catálogo de registros de su director, Joe Wright. Muy diestro a la hora de sacar el jugo a sus actores (Keira Knightley y James McAvoy nunca han estado mejor), Wright se descubre además como un director valiente y habilidoso, dejando para el recuerdo un deslumbrante y desolador plano secuencia que recorre la playa de Dunquerke durante el desarrollo de la operación Dinamo, en la que miles de soldados franceses y britanicos huyeron a Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial. Todo ello bajo las notas de la solemne y sobrecogedora partitura de Dario Marianelli, esta sí, merecidamente premiada como la mejor del año 2007. (Ver escena)

EL SECRETO DE SUS OJOS, DE JUAN JOSE CAMPANELLA (2009): La cámara se situa cientos de metros por encima del estadio de un equipo de futbol argentino. Poco a poco, la cámara se acerca al estadio, entra de lleno en el campo y recorre las gradas hasta encontrar el rostro de Ricardo Darin. A estas alturas, el espectador lleva un rato con la boca abierta ante la exhibición del director de "El hijo de la novia" y no es consciente de que el plano, apenas ha empezado a desarrollarse y aun quedan varios minutos electrizantes en los que la cámara sube y baja escaleras, se eleva por encima de una muchedumbre febril y pasea majestuosa por los laberínticos pasillos del estadio. Es tal vez el momento más impresionante de una cinta plagada de instantes para el recuerdo, una obra sin fisuras que mezcla con justa medida, el thriller, político, la historia de amor, el relato costumbrista, el humor y la sensiblidad. Sin duda, la mejor película del año. (Ver secuencia)

martes, 17 de noviembre de 2009

Punto y final: Andrew Anthony


Uno de los debates más intensos y apasionados que han tenido lugar en el ladrillo se produjo hace ya varios meses y tuvo como detonante la entrada "El que calla y observa", dedicada a la agresión llevada a cabo por un tuercebotas desnutrido en el metro de Barcelona que fue captada por las cámaras de seguridad del vagón, convirtiéndose en combustible informativo durante varios días. En la mencionada entrada, además de condenar el comportamiento del bípedo descerebrado, se criticaba con severidad el de quienes compartían el vagón con víctima y agresor, permaneciendo ajenos a todo cuanto ocurría a pocos metros de sus asientos en un descomunal ejercicio de cobardía y falta de civismo.

Hubo quienes opinaron que la propia seguridad es prioritaria en situaciones de similar corte y hubo otros que manteníamos la imposibilidad de permanecer al margen cuando hechos como los ocurridos entonces se producían en nuestro entorno más cercano. Hubo quien apeló al espíritu heróico y quien apoyó firmemente aquello de que un cobarde es un tipo con el instinto de conservación intacto. Como suele ocurrir con aquellos debates verdaderamente intensos, ningún grupo gano adeptos entre las filas contrarias.

El debate no ha perdido, desgraciadamente, actualidad y, día sí, día también los medios de comunicación vuelven a procurarnos datos que nos confirman que hechos como aquel que generó la entrada, lejos de diluirse, se tiñen de una pátina de normalidad que amenaza con volverlos invisibles y a quienes convivimos con ellos, en mudos y ciegos espectadores, amodorrados en la condescendencia.

Como considero que esa apatía social es una de las mayores lacras que sufre nuestra confortable existencia, no me resisto a volver a sacar el tema. Y para ello, utilizo la radiografía más exacta que he leído sobre el asunto en cuestión, cortesía del periodista británico Andrew Anthony, que en su muy recomendable obra "The fallout: How a guilty liberal lost his innocence" ("El desencanto. El despertar de un izquierdista de toda la vida" Ed. Planeta. 2009) desmenuza éste y otros asuntos de actualidad con un tino y un sentido común al que es difícil no rendirse. Una obra especialmente dedicada a aquéllos que, como un servidor, nacieron a la política por la izquierda y, a fuerza de sectarismo y demagogia, han terminado escorándose más allá del centro con la desagradable sensación de haber perdido lastimosamente el tiempo.


"Aunque la no intervención pueda evitar lesiones físicas al ciudadano, también tiene un efecto sicológico. El ciudadano acepta su impotencia y eso no suele ser una experiencia alentadora. La violencia consentida tiene un efecto invisible pero aplastante sobre el ánimo del individio y de la comunidad en general. Y dejar que la policía responda a cualquier amenaza (...) convierte el espacio público en un campo de batalla entre los elementos antisociales y criminales y la ley, en el cual, los primeros gozan de las ventajas de ser más y de utilizar el efecto sorpresa. Efectivamente, cede las calles a los violentos, porque sin una disuasión colectiva fuerte, los violentos se vuelven más confiados, más intimidadores y más violentos. Finalmente, la pasividad del grupo hace que el contrato social de una comunidad sea algo irrisorio."


sábado, 14 de noviembre de 2009

Sangre en la nieve


Una prolongada exposición a las novelas de Agatha Christie durante el lejano verano de hace quince años (ocho novelas en menos de tres semanas) me inoculó una consistente aversión hacia las historias con detectives aficionados o venerable inspectores con olfato sobredimensionado para descubrir al culpable, según el caso. Por ello, nunca le presté mucha atención a las novelas del sueco Henning Mankell, dedicadas a glosar las proezas deductivas del inspector Kurt Wallander, pero, mucho me temo que no tendré más remedio que darle una oportunidad y acercarme al personaje, una vez que he comprobado las (abundantes y estimulantes) cualidades literarias de Mankell a través de "El chino", su penúltima obra y mi primer acercamiento al mundo del sexagenario escritor sueco.

La historia arranca con el brutal asesinato de todos los ancianos de un pequeño pueblo perdido en las montañas suecas. Birgitta Roslin, antigua simpatizante comunista, mujer con grave crisis de identidad y juez en decadencia profesional, encuentra el rastro de un familiar entre los nombres de las víctimas publicados en los periódicos e inicia una investigación paralela a la policial que le lleva recuperar el aliento rebelde de su juventud y a enredarse en una oscura trama de venganza y odio cuyos orígenes se pierden en la China del siglo XIX pero cuyas consecuencias explotan en la actualidad y en escenarios tan dispares como Estados Unidos, Gran Bretaña, China y Zimbawe.

Aunque el fallecido Stieg Larsson con su trilogía "Millenium" es quien ha dado la puntilla a esa imagen generalizada de Suecia, como país de bellezas rubias, civilizadas costumbres y bienestar general, Mankell lleva años preparando el terreno a través de la exposición más gráfica de las interioridades de su país, homogeneizándolo con quienes lo rodean y en el que al igual que en los demás, la diversidad es la única regla.

En este sentido, Mankell utiliza la (absorbente) trama criminal de "El chino", para ajustar las cuentas con aquellos rebeldes de los sesenta y setenta que hoy en día, languidecen en sus despachos, incapaces de lograr encontrar esa llama que alumbró sus primeros y combativos pasos en la política, la justicia y el compromiso social. La obra ahonda en esos sentimientos de fracaso y aburguesamiento que rodean a aquellos que, como Roslin, tanto han apostado por una idea o un concepto vital para descubrir que, en realidad, ni poseen el carácter suficiente para consumar el ideario asumido más por inercia que por convencimiento, ni merece la pena hacerlo tras comprobar que el mito no es en realidad más que un globo pinchado que se pierde en el aire.

Pero "El chino" no es un retrato generacional ni un catálogo de idealismo político. "El chino" es, sobre todo, una trama policíaca deslumbrante que Mankell maneja con ritmo y habilidad y a la que, incluso se permite dotar de un aura de fantasía y política ficción apuntando la existencia de un plan a gran escala cuyo objetivo es renovar los principios fundadores del colonialismo. Excentricidades aparte, la maestría con la que el escritor sueco construye la investigación de la abnegada juez Roslin es asombrosa y crea una continua sensación de anticipación que logra en muchas ocasiones que el lector pierda el ángulo correcto y, pese a disponer de más información que la protagonista, comparta con Roslin el asombro que generan sus descubrimientos. Además, los saltos geográficos de la trama permiten a Mankell escribir varias novelas en una, tornándose frío y oscuro en su Suecia natal, ardiente y peligroso en los valles africanos y sencillamente escalofriante en la laberíntica y letal China de nuestros días. El descubrimiento del origen de una cinta roja hallada en el lugar del crimen, la escena en el hotel con la cámara de vídeo y el trepidante epílogo en Londres son sólo tres de las múltiples pruebas del virtuosismo narrativo de Mankell.

Tras esta primera toma de contacto, "Asesinos sin rostro", la primera de las novelas protagonizadas por el Inspector Wallander aguarda su turno para que pueda comprobar si los aciertos de Mankell pueden purgar el veneno que circula por mi organismo desde aquel verano de hace quince años. A la vista de lo presentado en "El chino", me temo que la recaída es inminente.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Diálogos Platoneros. Volumen I.


- Hola, señora, buenos días. Perdone que la moleste. Estaba buscando la consulta de la Doctora Elena Nito del Bosque, la endocrina que tiene consulta aquí, en el edificio. Me dijeron que era en esta planta, pero no veo ninguna placa en la puerta.

- ¡Uy, hijo! La doctora cerró la consulta hace ya un mes.

- ¿Un mes? Y eso, ¿por qué? Hace poco la visitó una amiga y me dijo que tenía la sala de espera como si regalaran jamones. ¿Enfermó o algo así?

- No, joven, no. Pero, ¿en que mundo vive? ¿No ha oido usted lo de la nueva dieta? Casi todos los endocrinos del país han tenido que cerrar sus consultas por culpa de los cereales.

- Pues sí que debo haber hibernado. ¿Los cereales, dice usted? ¿Qué es eso de los cereales? Todo eso me parece un poco raro. Oiga, no será esto un programa de cámara oculta, ¿verdad?

- ¿Cámara oculta? ¿Lleva usted una cámara oculta? ¿Oculta en dónde, caballero?

- ¿Ehhh? No.... oiga... en fin... olvide lo de la cámara. ¿Qué es esa historia de los cereales?

- El Plan 15 días Special K, joven, que está usted alelado. Sobrándole, como le sobran unos pocos muchos kilos, debería estar más al tanto de este tipo de cosas y dejarse de espiar a indefensas mujeres con cámara oculta.

- Sin faltar, señora y deje ya lo de la cámara que cualquiera que le oiga va a pensar lo que no es. Sigo sin pillar una del plan ese del que me habla.

- Le cuento, pero apague la cámara...

- Señora, por favor...

- Bueno, haga lo que quiera. El Plan 15 días Special K es un experimento científico, joven, científico de verdad, que garantiza que 7 de cada 10 personas que lo sigan, bajará sensiblemente de peso en un par de semanas..... y sin apenas esfuerzos. Lo patrocina una marca americana de cereales que se llama Kellogg's.

- ¿Siete de cada diez? No me diga, señora esto empieza a interesarme.

- Y a mí cada vez me importa menos lo de la cámara, joven. ¿Sabe que tiene usted muy buen cuerpo a pesar del sobrepeso? Si siguiera usted el Plan....

- No se anime, señora, no se anime. Cuéntemente más de esta historia.

- Pues mire. Por la mañana, se toma usted 30 gramos de cereales Special K, de la marca Kelloggs....

- ¿Solo 30 gramos? Ni que fuera venenoso. Por cierto, ¿no es esa la marca que patrocina el estudio? Creo que ya veo por donde van los tiros. Me recuerda a esos estudios que patrocina Durex en los que se demuestra que hacemos poco el amor.

- No sé qué es eso de Durex, pero lo de hacer el amor suena estimulante, muchachote.... Bueno, a lo que vamos.. Pues sí, como le decía, solo 30 gramos, pero no se preocupe, puede tomar 125 mililitros de leche desnatada, un zumito de naranja y un café. Por la noche, puede usted subir la dosis hasta los 60 gramos, tomar un poquito más de leche e, incluso, puede tomar un par de piezas de frutas o una ensalada. En cuanto a la comida......

- Más vale que sea contundente porque si no, a la hora de la cena podría comerme un borrico por las patas.

- Pues lo cierto es que no lo especifica. Simplemente requieren que el almuerzo sea equilibrado.

- ¿Equilibrado? ¿Qué significa eso?¿Misma cantidad de cordero a la menta que de cochinillo asado?

- Hijo, no sé, equilibrado, lo que todo el mundo entiende por equilibrado, no sea picajoso. Para ser tan guapo y varonil, gasta usted una suspicacia que.......

- Pues me va usted a perdonar, señora, porque la veo muy convencida de las bondades de esta historia, pero a mí, este temita del Plan 15 días me parece una payasada de primera. Comiendo alpiste, un poco de leche, fruta, ensalada..... Madre mía, me entran ganas de llorar sólo de pensarlo.
Así adelgaza cualquiera. Y si no comes más que el puñadito de cereales esos, seguro que no necesitas ni quince días. En una semana estás como un alambre. Muerto del asco, pero delgado. Lo que me extraña es que sólo lo logren siete de cada diez. Lo suyo es que, a menos que te vueles la cabeza con esa mierda de vida, lo consiga todo el mundo. Mira, a lo mejor, ahí están los tres que faltan para completar la decena, cortándose las venas el día catorce porque no aguantan un segundo más la tortura.

- Con gente tan conservadora y anclada en el pasado como usted, aún andaríamos a cuatro patas. Esto es el futuro, jovencito y le aseguro que funciona. Mire, mire como ha dejado este cuerpo serrano el Plan 15 días. ¿A que no parece el de una septuagenaria? ... Toque, toque, joven, toque y vea de lo que una es capaz de lograr con un poco de ejercicio y una dieta equilibrada. ¿Sigue grabando con su cámara, joven? Si quiere puede pasar y termino de convencerle de que se pase al Plan....... ¿Oiga? ¿Dónde va? No baje así las escaleras que se va usted a hacer daño. ¿Oiga? ¿Oiga?...........

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Wagnerizado


Me lo avisaron cuando empecé a escuchar ópera y arremetía con vehemencia contra la insufrible, espesa y desquiciante música creada por el alemán Richard Wagner. "Es mejor así, Tarquin", me tranquilizaba mi wagneriano cuñado y erudito melómano, Lewis " No sabes lo que te ahorras sin entrar en su música". "Wagner", continuaba " es una droga que una vez que te engancha, no te libera jamás. Actúa además despacio, se toma su tiempo y, tal vez, un día, por casualidad, decidas escuchar alguna de sus obras y se active el veneno inoculado años atrás. Y, créeme, una vez que lo haces tuyo, ya nada será igual". La verdad es que no le tome en serio.

Es cierto que disfrutaba con la memorable obertura de "El holandés errante" y alcanzaba un éxtasis musical cuando el preludio del primer acto de "Lohengrin" sonaba en los altavoces. Pero cuando se trataba de los llamados "dramas musicales", cuando escuchaba "Parsifal", "Tristan e Isolda" o "Los maestros cantores de Nüremberg", con su melodía infinita, sin arias, sin duetos, con esos recitativos áridos y eternos, sepultados bajo la descomunal orquesta wagnerian, me resultaba, simplemente, imposible imaginar que algún día, las eternas partituras del temperamental y extremo compositor germano ocuparan lugar de honor en mi santuario musical privado. Pero la vida está llena de sorpresas, como todo el mundo sabe.

Ocurrió hace unos días tal y como lo anunció Lewis, años atrás. Una mañana tranquila. La heredera y la bella señora Winot paseando el palmito por la ciudad y "El oro del Rhin", la primera de las cuatro óperas que componen su celebérrima tetralogía "El anillo del Nibelungo" desenroscando los primeros acordes de la obra. De repente, sorpresa. Las notas no son apelmazadas y agotadoras, como lo parecieron años atrás. Por el contrario, se deslizan con suavidad, tejiendo una red de células musicales (de motivos conductores como se les conoce, a pesar de que Wagner jamas uso ese termino) que crean un mapa sonoro en el que los personajes, los sentimientos y los objetos, quedan vinculados a unas notas que como ocurre en la vida real mutan según las circunstancias en un ejercicio creativo sin precedentes. La escuche de un tirón. Las dos horas y media completas, libreto en mano y sin mover un músculo.

Después llegó "La Valkiria" con su arrebatada obertura y la celebérrima cavalgata que tanto ha desvirtuado el cine atronando en el último acto al que ponen punto y final los conmovedores "adioses de Wotan" que cuesta escuchar sin un nudo en la garganta. No pasó mucho tiempo hasta que tomara su puesto "Sigfrido", la historia del hombre nuevo que romperá las reglas milenarias para descubrir el amor y del que Hitler quiso apropiarse de modo infame en su perturbada cruzada aria, para llegar , finalmente, a "El ocaso de los dioses", el sobrecogedor punto y final de "El anillo", colofón de lujo para la que probablemente, sea la obra musical más ambiciosa de la historia y el intento más evidente de alcanzar la plenitud absoluta e inabarcable de la creación artística. Como escribió Thomas Mann a principios de los años treinta, "considerado como potencia artística, Wagner es algo casi inaudito, probablemente el mayor talento de la historia del arte". Y me lo creo, oiga.

LA WALKIRIA. ACTO I. PRELUDIO