sábado, 28 de junio de 2008

Vida y música

Hace algún tiempo, emitieron un reportaje por televisión que analizaba la importancia de la música en las películas. Secuencias de arrebatadora fuerza y dramatismo quedaban en brisa mañanera cuando eran nuevamente emitidas sin la presencia de la música. A mi vida le pasa algo parecido.

La música siempre ha estado presente en mis días. Imposibilitado de nacimiento para el manejo de cualquier instrumento musical ajeno al triángulo o la zambomba, el encantamiento al que me sometió la música desde mi infancia me llevó a desarrollar una voracidad auditiva ciertamente insaciable. Desde pequeño escuchaba todo tipo de estilos: los cantautores de mi madre, las coplas de mi padre y las decenas de discos que mi tío traía de Alemania y que hacíamos sonar en un jurásico tocadiscos que aun respira en algún remoto lugar de mi casa paterna.

Para mí, "Have I told you lately that I love you", de Van Morrison siempre irá íntimamente unida a mis primeras citas con quien hoy es mi mujer, "Lust for life" me hara recordar eternamente la universidad y el preludio del primer acto de la wagneriana ópera "Lohengrin" es, por siempre jamás, el día de mi boda. Si tuviera que editar un disco que incluyera la banda sonora de mi vida, tendría por delante una ardua tarea, pero, sin duda, algunas de estas canciones estarían incluidas.

ALL ALONG THE WATCHTOWER (BOB DYLAN): Hasta Bryan Ferry (gran artista, pero con un estilo a años luz del requerido por este bombazo guitarrero) se ha lanzado a versionar este clásico de Bob Dylan y ha salido victorioso. ¿Mi versión favorita? Sin duda, la incendiaria lectura del inigualable Jimi Hendrix. Un prodigio.

GIMME SHELTER (THE ROLLING STONES): Facilmente podría llevar diez años sin escucharla y Martin Scorsese la sacó de mi limbo mental al introducirla con su habitual buen gusto musical en los primeros planos de "Infiltrados". Ideal para levantarse por las mañanas con las pilas en carga total.

LONDON CALLING (THE CLASH): Fue mi primer contacto con esta tremebunda banda y, aunque luego descubrí sus primeros discos y encontré temas aún mejores, siempre tendrá un sitio especial en mi discoteca vital. La portada del disco del mismo nombre, con Paul Simonon machacando su bajo contra el suelo es todo un emblema en la historia del rock.

WISH YOU WERE HERE (PINK FLOYD): Alguien busca en la radio una emisora a su gusto. Tras varios segundo, el sonido se aclara y alguien toca unos acordes con su guitarra. Al anónimo oyente parece gustarle y al poco rato le escuchamos puntear sobre las notas que emite la radio. Las dos melodías se acoplan, la peculiar voz de Roger Waters comienza a sonar y..... el resto es historia.

HOTEL CALIFORNIA (THE EAGLES): Los seis minutos y pico mejor aprovechados de la historia del rock. Inquietante, oscura y con un solo de guitarra que rompe esquemas. Stephen King y Stanley Kubrick le deben mucho a este tema. Durante una época, llegué a grabar la parte del solo en una cinta (¡¡una cinta, qué tiempos!!) hasta que llené los sesenta minutos. Obsesivo que es uno.

LATELY (STEVIE WONDER): Con apenas trece años, huérfano y ciego desde el nacimiento, el señor Wonder ya grababa temas para la mítica Motown. Desde entonces y hasta ahora, su carrera es deslumbrante. Pop, soul, reagge, rock and roll. Todo ha pasado por sus manos y en todo ha destacado. A mi me ganó con sus baladas y concretamente, con ésta de 1981, pero nadie debería perderse algunos trallazos que han sido revisados, entre otros, por gente tan, en principo alejada de su estilo como Red Hot Chilli Peppers o Stevie Ray Vaughan, entre otros.

DIAMOND DOGS (DAVID BOWIE): El camaleón del rock desatado por completo. Desde la alucinógena portada del disco del mismo nombre, con Bowie convertido en una especie de híbrido entre perro y humano, vemos claramente que lo que se nos viene encima es único e irrepetible. Todas las canciones son de primera calidad, pero "Diamond dogs"es caso aparte. Con este tema guitarrero y obsesivo se abrió para un servidor el inigualable mundo del gran Duque Blanco. Ninguna prisa por salir de él.

IT´S NOT UNUSUAL (TOM JONES): Que levanten el dedo del ratón los que no se hayan desmelenado en una discoteca o en una fiesta al ritmo de este temazo. Los pasajeros de "Vacaciones en el mar", seguro que lo bailaban a menudo. Y en general, es garantía de éxito cuando una fiesta languidece. Siendo una canción tan popular, no conozco versión alguna de la mismo. Es lo que pasa cuando se logra la perfección.

LIKE A HURRICANE (NEIL YOUNG): ¿Qué hubiera sido del grounge sin el gran Neil Young? Nada, posiblemente. Sus guitarrazos inmisericordes, sus atmósferas oscuras y opresivas y la excepcional poesía de sus letras que en esta canción alcanzan cotas deslumbrantes, fueron pilares fundamentales para el posterior nacimiento del movimiento musical más importante de los noventa. He intentado encontrar una canción mala en alguno de los más de cincuenta discos del canadiense. Sigo buscando.

CRYING (ROY ORBISON): Al gran Roy ya le dediqué su propia entrada hace un buen montón de meses y a ella remito al que esté interesado en su atribulada existencia (La aguja en el pajar). Sus buenas canciones se cuentan por docenas, pero ésta me llega de manera especial. La escuché por primera vez en una versión moderna que Big O cantó junto a K.D. Lang en sus últimos años y, sin duda, no es recomendable en días oscuros o tristes. Melancolía sublimada.

ALLISON (THE PIXIES): Un recorrido por la música que ha marcado mis días no estaría completa sin la banda de Boston con el inconmensurable Black Francis a la cabeza. Duraron poco y he oido que han vuelto recientemente, pero, prefiero no arriesgarme a que me defrauden y guardar en el recuerdo sus maravillosos cuatro primeros discos, entre los que destaca esta bomba de relojería que pasa en un suspiro y que marcó su cénit insuperado.

WELCOME TO THE JUNGLE (GUNS'N'ROSES): A pesar de que sus últimas apariciones, con tan solo el megalómano Axl Rose como superviviente de la formación original, han resultado patéticas y lamentables, no hay que olvidar el peso específico que esta banda tuvo durante los últimos años ochenta. A la espera de que el eternamente retrasado "Chinese democracy" salga a la venta a finales de año, me quedo con la fuerza arrasadora con la que irrumpieron en la escena discográfica allá por 1987 con Axl chirriando este mítico "You know where you are? You're in the jungle, baby. You're gonna dieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee".

martes, 17 de junio de 2008

Fácil, fácil


En el centro de Madrid, e imagino que en el de la mayoría de las grandes ciudades, suele ser habitual padecer el acoso de una nube de sujetos que, cada pocos pasos, sale a tu encuentro a solicitar, cuando no a exigir y generalmente en forma de firma autógrafa, tu apoyo para una asombrosa multiplicidad de causas y campañas que van desde la instauración de la república a la defensa del hábitat natural del mapache azteca.

Normalmente no suelo hacer mucho caso a este tipo de iniciativas. O bien me repele el modo en el que el voluntario de turno intenta minar tu resistencia por la vía del cargo de conciencia o apelando a tu falta de solidaridad o bien es la causa defendida la que, sencillamente, no logra traspasar la coraza que crea la vida cotidiana en una ciudad como la mía. Pero, a Dios pongo por testigo que si hubiera encontrado algún respetable cruzado que pidiera firmas para que al pamplinas de Federico Jiménez Losantos le bajaran un poco los humos a golpe de condena judicial, hubiera firmado con sumo gusto y no poco desparpajo para apoyar tan noble causa.

Suelen desagradarme profundamente las personas que tienen el convencimiento de que las opiniones, cuanto más vulgarmente se expresan, más cerca se encuentra el mensaje de alcanzar a sus destinatarios. Esta actitud no sólo muestra el convencimiento de que existe una profunda necedad congénita en aquellos a quienes va dirigido, sino que, además pretende colocar en una injustificada primacía a quienes utilizan este medio para lanzar sus proclamas. Si a eso le añades que tampoco puedo soportar a quienes insisten en denunciar que en el desfile todos marcamos mal el paso menos ellos, es obvio que pocas cosas nos unen al amigo Federico y a un servidor.

Decía Montesquieu que la libertad es el derecho a hacer lo que las leyes permiten y pocas cosas más ciertas existen en una sociedad que pretenda convivir de manera pacífica. Seas periodista, cura, portero de discoteca o mamporrero, existen una serie de normas que limitan tus derechos y los interconectan con los de quienes te rodean, sean éstos otros periodistas, jueces o, por supuesto, alcaldes. Por tanto, si las leyes establecen que injuriar o calumniar a un ciudadano, acusándolo de encubridor, corrupto, traidor y otras lindezas es constitutivo de delito y su comisión lleva aparejada una pena determinada, no hay libertad ni libertinaje de expresión que ampare semejantes hechos y permita la impunidad de quienes de tal modo acusan sin más prueba que la convicción moral o la iluminación divina.

Si el amigo Losantos considera que para transmitir una determinada opinión es preciso insultar, injuriar y humillar a una persona no seré yo quien se lo vaya a impedir, aunque me parezca el modo más fácil, obvio y simple de hacerlo. Pero tampoco será un servidor el que se mese los cabellos y hable de conspiraciones y variadas traiciones cuando una, o mil, de sus víctimas dialécticas, se salga por la tangente y le meta una querella en condiciones. Conmigo que tampoco cuente para defenderle como eje de la libertad de expresión y prueba viviente de que en mi país existe una mordaza mediática que asfixia a nobles y voluntariosos periodistas porque quienes eso pretendan y a tales efectos me acosen en la calle, bolígrafo en ristre se encontrarán con un sonoro "anda y que le den al capullo de Federico". Porque ser zafio y ordinario en la defensa de una causa es muy fácil y, en realidad, está al alcance de cualquiera.

martes, 10 de junio de 2008

Todo es posible


Acaba de llegar una carta de mi banco en la que me informan de que el tipo de interés de mi hipoteca ha subido al más puro estilo "Toy Story", es decir, "hasta el infinito... y más allá". Yo pensaba que sería por la crisis y por la espantosa gestión de la inflación que han realizado los Bancos Centrales de medio mundo, pero como resulta que, según el gobierno, no hay crisis y que los mencionados Bancos Centrales no hacen más que recomendar actuaciones para paliarla, por mucho que hayan colaborado en gran medida en crearla, la verdad es que ando despistado. De todos modos, no pienso callarme. Lo llevan claro.

Para empezar, voy a bajar a la sucursal y les voy a montar un circo que ríete tú del de Ángel Cristo. Espero que los miembros (y miembras) de la plantilla atiendan mi petición y devuelvan a la corteza terrestre mi tipo de interés. Si no es así, me voy a ver obligado a recurrir al teléfono onanista que ha puesto en marcha el Ministerio de Igualdad con alguno de sus 43 millones de euros de presupuesto para no terminar en la cárcel, como acabará el miembro del Foro de Ermua que golpeó con su idem la bota de un pacífico nacionalista vasco hace unos meses y que ha sido denunciado por el agredido y su malherido calzado. Al pobre (o pobra) que le toque en suerte atender mi llamada, le va a caer una lluvia de tortas auditivas capaz de clausurar el trasvase del Ebro a Barcelona. Y no paro aquí.

Si me veo obligado a salir con un no por respuesta de mi sucursal, me voy a plantar en el portal de mi casa con la selección rusa de fútbol y con semejantes paquetes voy a bloquear la entrada al edificio y no voy a dejar pasar ni a un solo vecino a su casa. A lo mejor, hasta les insulto y, si alguno supera la barrera, lo que tampoco parece tan difícil, le llamo esquirol o antipatriota o me cago en sus muelas. Ya veré. Sí, ya sé que no tienen la culpa, pero a los transportistas va a funcionarles un sistema parecido y les compensarán por la subida del combustible (que al parecer no sube para los demás), de modo que no veo razones para que no me sirva y me bajen el tipo de interés. Ya os contaré, pero seguro que triunfo. En este país todo es posible.

viernes, 6 de junio de 2008

Vértigo


El vértigo es una disfunción cerebral que impide asimilar la contradictoria información obtenida de nuestros sentidos. Parados al borde de una azotea, los pies transmiten una sensación de firmeza y seguridad que es desmentida por los datos que proporcionan nuestros ojos que solo contemplan un absoluto vacío donde debería haber tierra firme. Eso explica las nauseas, los desvanecimientos, los mareos de diversa intensidad y otras sensaciones francamente desagradables.

Algo similar padezco cuando observo con estupor lo que aficionados en general y críticos en particular manifiestan acerca de determinadas películas que gozan de un incomprensible crédito y cuyas virtudes quedan para un servidor en entredicho cuando las recuerda o, lo que es peor, guiado por la entusiasta acogida, se anima a descubrir el tesoro escondido para descubrir que de lo escuchado o leído a lo presenciado, media un abismo de imposible superación. No tendría duda a la hora de elegir los truños más sobrevalorados de la historia del cine. Sin duda serían éstos.

MEMORIAS DE AFRICA, DE SIDNEY POLLACK (1985): Sí, la banda sonora es un clásico indiscutible y John Barry es un gran compositor, a pesar de plagiarse con apasionado esmero. Pero casi tres horas de postales africanas, con el acartonado Robert Redford en plan Coronel Tapioca, un Klaus María Brandauer con expresión perpetua de estreñimiento crónico y una Meryl Streep que se pasa la película ostentando su habilidad para lograr acentos imposibles, es mucho para un servidor. Quizás debería guardar un poco de luto por el fenecido Pollack, pero nunca pude perdonarle este tostón aburrido, pretencioso y soporífero que, no obstante goza de un incomprensible prestigio público. "Yo tuve una granja en África" ¿Y?

2001: UNA ODISEA EN EL ESPACIO, DE STANLEY KUBRICK (1968): Capaz de lograr monumentos eternos al cine como "Senderos de Gloria" o "Atraco perfecto", el megalómano Kubrick supo vivir del cuento durante toda su vida y creo alrededor de su filmografía un halo de inveterada santidad que impedía calificar como lo que son, horrores rancios y petulantes, artefactos infumables como "Barry Lyndon", "Eyes wide Shut" y, por supuesto, la insoportable e incomprensible sucesión de imágenes que componen esta odisea en la vacuidad absoluta, que es "2001". Si Richard Strauss supiera que su magistral "Así habló Zaratrusta" será recordado para siempre por ilustrar unas imágenes de monos poniéndose las pilas a ritmo de hueso homicida seguro que pediría explicaciones.

TODAS LAS MAÑANAS DEL MUNDO, DE ALAIN CORNEAU (1991): Algún sujeto sublime y a muchos años luz de mi aborregada y grumosa mente ha escrito en Filmaffinity que esta película es "una verdadera delicia para el estado meditativo" (¿quizás quiso decir vegetativo?). No contento con eso, anuncia que esta tópica y típica historia entre maestro y alumno aplicado es "un regalo para los que gustan de la música serena, introspectiva, clásica, barroca". Y, ahí, no le quito la razón, la banda sonora de la película, compuesta por obras de Lully o Couperin es espléndida y de obligada audición, pero....... ¿era necesario poner todas esas imágenes amaneradas y artificiales que aburren sin remisión e impiden disfrutar de lo que realmente tiene valor? Creo que no.

EL PIANO, DE JANE CAMPION (1993): Además de contener uno de los gazapos más memorables de la historia del cine, (en el que no entraré por si queda alguien en algún bosque perdido del Amazonas que no haya visto la película, pero que incluye el milagro de hacer leer a los analfabetos), la película de la gélida Jane Campion pretende llenar la pantalla de pasión animal y lo que logra es que nos subamos el cuello de la chaqueta y apañemos un sueñecito mientras la odiosa Holly Hunter y su repelente hija, cortesía de la oscarizada Anna Panquin le perturban la siesta al caracartón de Sam Neill con una música a cargo de Michael Nyman que no sólo resulta anacrónica sino, directamente, insoportable y que fue escuchada hasta en lo pasillos del tanatorio durante el año de su estreno, lo que no ayudo a hacerla más llevadera.

EL ÚLTIMO TANGO EN PARIS, DE BERNARDO BERTOLUCCI (1973): Imagino que fue el calentón que se vivía en este país por aquella época lo que llevaba a los españolitos de los setenta a dejarse medio sueldo en viajar a Francia para ver este despropósito absoluto del sorprendentemente admirado Bertolucci (responsable de algún otro engendro como "El último emperador") con un Marlon Brando en las últimas declamando frases de parvulario e intentando inútilmente crear un mínimo de química con María Schneider, de la que poco se supo desde entonces. Entiendo que fuera saludada en la época como una obra maestra de turbio erotismo; con la pasta que se dejaron viajando a París, como para reconocer que era un ladrillo de primera categoría bañado en bromuro.