martes, 29 de marzo de 2016

Mundo Haydn: La Creación


 - ¿Cariño?

- ¿Sí?

- Creo.... creo...

- ¿Qué crees? Y no me digas "una cosita" que me sé de uno que dormiría hoy en el salón.

- No, te digo que creo. Que creo, que creo en Dios y en su divinidad de manera incontestable. Él es el creador de todo lo que nos rodea. No hay resquicio para la duda.

- Perdona, ¿tú quien eres? Mi Tarquin es agnóstico emérito. Ni se plantea estas memeces ni, mucho menos, se las cree. ¿Qué habéis hecho a mi maridito? Malditos ultracuerpos.

- Que no, que no, que soy yo, cariño, tu Tarquin de toda la vida. No hay vaina alguna en cien metros a la redonda. Créeme, que sabes que yo con estas cosas no bromeo.

- Pues ya me puedes ir explicando este cambio de tercio, porque francamente no entiendo nada.

- Ya quisiera yo explicarlo, pero no se puede. Ya sabes, lo que dicen, que si lo puedes explicar no es Dios. Es algo que tengo dentro desde el concierto y no logro sacarlo. Es como si...

- ¿El concierto? ¿De qué concierto hablas? Si la última vez que fuiste a un concierto fue al debut de Los Brincos. No sé de que me estas hablando. De verdad que me cuesta ent... Espera un momento... ¿Un concierto?.. ¡Ay, que ya veo la luz!

- ¿Cómo que qué concierto? ¿Pues cual va a ser, muchacha?, el de hace dos semanas en el Auditorio Nacional, el de la Orquesta Santa Cecilia y el Coro Excellentia, el que presentó a su privilegiado público, entre el que mi chistera y yo nos encontrábamos, una interpretación sublime de esa magna obra que es "La creación", el magistral oratorio que compusiera durante casi tres años el maestro entre los maestros, es decir...

- ¡Haydn! ¡Cómo no! Tu amante bandido, tu Toblerone musical, el hombre con el que pasas más tiempo casi que con tus hijas. No podía ser otro. De verdad que lo tuyo con este tipo es para hacérselo mirar. El día que te enteres que lleva más de 200 años muerto esto va a ser un velatorio de exposición.

- Cuando uno es un genio entre los genios, la muerte es sólo el pórtico a la vida eterna, cariño. Nada puede importar menos que estar bajo tierra cuando en vida, compones, entre otras maravillas este manjar que da forma musical al Génesis bíblico. Si el propio maestro dijo que nunca se había sentido tan devoto y que todos los días oraba y pedía a Dios que le atiborrara de longanizas para acabar la obra, ¿cómo no va a generar el mismo efecto en el que escucha? ¿Cómo no creer cuando él cree?

- ¿Quieres que te dé las razones por orden alfabéticos o en riguroso orden de caída? Mira, cielo, no conozco la obra y no discuto su valía (sé que podría costarme el divorcio), pero una cosa es la obra y otra muy distinta el artista.

- No estoy de acuerdo. El artista se entrevela con su obra y lo que hay dentro se ve por fuera. Es un hecho. Uno escucha el magistral tema que da inicio a la obra, la plasmación en pentagrama del caos originario  existente antes de que viniera Dios y subiera los plomos, el coro con el que se cierra la primera parte o el dúo de Adan y Eva del tercer acto en el que ambos agradecen al Creador toda su obra y es inevitable inflamarse, plantearse si a la vista de estas maravillas, es posible que aquello que lo motiva puede no existir, ser una mentira universal, un caleidoscopio de imágenes prefabricadas para domesticar nuestra tendencia a matarnos los unos o los otros. Te propongo una cosa. Escucha el aria de la creación de las tierras y los mares y luego me cuentas. 



- Bueno, ¿que me dices?

- ...

- ¿Cariño?

- ...

- Oye, ¿te encuentras bien? Tienes la misma cara que se te hubiera quedado de haber visto a Paquirrín recitando a Shakespeare.

- ¿Cariño?

- ¿Sí?

- Creo.... creo...

- ¿Qué crees?

- Una cosita.

- ¿Con qué letrita?

- Con la hache.

- La tengo.

jueves, 17 de marzo de 2016

Sir Michael

El pasado lunes cumplía 83 años el actor británico Michael Caine. La repercusión mediática de su onomástica ha estado a la altura de la operación de lavado de colon a la que sometieron al sobrino de la prima de quien fuera mi vecina en casa de unos amigos de mis padres, es decir, entre poca y nula. Sí, yo tampoco puedo encontrar una explicación.

Este abandono informativo de quien es, sin duda alguna, el mejor actor vivo que existe en este y otros universos paralelos, es completamente inadmisible, un insulto para quien representa todo lo bueno que es posible de un trabajo como es el de la interpretación, en el cual, Sir Michael da magistrales. De modo que sin que nadie me lo pida y autoerigiéndome en celador de su merecida fama e  incuestionable valía, es hora de que en esta su escombrera se le rinda el tributo que, sin duda se merece.

Y se lo merece, entre otras cosas, por haber nacido con el rocambolesco nombre de Maurice Joseph Micklewhite y haber sobrevivido 83 primaveras a semejante estigma. Más que de su agente, estoy convencido de que su transformación en Michael Caine fue una recomendación de su terapeuta. 

Se lo merece también por haber interpretado no menos de 80 papeles en no más de 50 años de carrera, lo que supone más de una película al año, con periodos, como en los sesenta y ochenta en los que salía el hombre a unas tres o cuatro por año. Y no hablamos de cualquier cosa, no se crean. Por ejemplo, en la decada de los 70, Sir Michael participó en 13 cintas del calibre de "El hombre que pudo reinar", "Un puente lejano", "Contrato en Marsella" y, por supuesto, LA PELÍCULA, la piedra angular que divide el cine entre ella y las que vinieron después o estuvieron antes. Los más veteranos ya saben a cual me refiero. Los que no, pueden pinchar en esta antiquísima entrada del ladrillo "Rozando la perfección" sabiendo que si no han visto esta obra total y lo hacen ahora, tengan por seguro que su vida cambiará para siempre.

Añadir leyenda, me dice Blogger... yo soy la leyenda

También se lo merece porque no hay actor más versátil y con más capacidad para hacer de lo que sea con todas las garantías: seductor de jovencitas, asesino travestido, madurete enamorado de adolescentes con picores, mayordomo de superhéroes, militar sin escrúpulos, timador con los escrúpulos que no tenía el militar anterior. Ha sufrido ataques de abejas y de tiburones, naufragado en barcos insumergibles e, incluso ha visto como su propia mano se volvía contra él. Nadie ha encarnado como él al espía más tradicional y tampoco hay competencia a la hora de hacer reir al público con una vena, la cómica, que debería explotar más (ahí está "Que ruina de función" o "Dos seductores" para acreditarlo. Por el amor de Zeus, si hasta ha salido indemne de compartir planos con Steven Segal luciendo uno de los tintes de pelo más nefastos que se recuerdan. Si esto no es capacidad de adaptación, no sé qué podría serlo.

Para qué seguir. Tiene dos Oscars por sus brillantes trabajos en "Hanna y sus hermanas" y "Las nórmas de la casa de la sidra" (que levante la mano al que no se le obture la garganta cada vez que escucha aquello de "Buenas nohes, principes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra"), dos Globos de Oro y dos Bafta (uno por la espléndida "Educando a Rita". No se la pierdan). Ha trabajado con gente de la categoría de John Huston, Joseph Leo Mankiewicz, Oliver Stone, Peter Bogdanovich, Woody Allen, Christopher Nolan o Alfonso Cuaron y en sus planos ha tenido la osadía de tratar de tú a tu a pesos del calibre de Sean Connery, Martin Landau, Laurence Olivier, Mia Farrow, Kate Winslet o Julie Walters... Larga vida tenga usted, Sir Michael y siga haciendo lo que sabe hacer de manera tan magistral durante muchos, muchos años más. Yo no faltaré a mi cita. Aunque comparta plano con Jack Black. Con eso no digo nada y lo digo todo.