miércoles, 21 de febrero de 2018

El arte de la síntesis

Buenas noches a todos menos a los que, viéndote inquieto por no estar ya sentado en la sala de cine a dos minutos de la hora marcada en la entrada, te dicen eso de "no te agobies, hombre, que vamos bien de tiempo. Antes de la película siempre ponen un par de trailers". A esos, a los que no entienden que mis nervios derivan precisamente de poder perderme ese "par de trailers", a los que no saben valorar es su justa medida esas pequeñas joyas de la concisión artística, a esos, como decía, a esos ni agua.

Esta noche vengo a hablarles brevemente de "Máximo Riesgo", la cinta que dirigiera hace nada menos que veinticinco años el finlandés Renny Harlin a mayor gloria del insípido Sylvester Stallone y que es uno de mis "guilty pleasures" más preciados. Y es que se pueden contar con los dedos de una mano las películas que he visto más de una vez en el cine. "Sin perdón", "La huella", "Depredador" y un par de ellas más que ahora no recuerdo. Pero es que se pueden contar con los dedos de una mano y sobrarían cuatro las películas que he visto en el cine más de una vez... seguida. Se imaginan a cual me refiero, ¿verdad?

Los más veteranos recordarán los cines de sesión continua, salas emblemáticas dedicadas al noble arte de enriquecer el patrimonio cinematográfico de la juventud española mediante la repetición indiscriminada de la película o películas programadas para la semana en cuestión. Acababan los títulos de crédito de la primera sesión y la cinta volvía a ponerse a cero. Y así hasta cuatro veces por día. Huelga decir que nadie, en su sano juicio, yo el primero, se quedaba a volver a ver la obra programada, pero, con "Máximo Riesgo"... ¡Ay, con "Máximo Riesgo", la impresión fue tan demoledora que no me quedó más remedio que permanecer en mi butaca con los ojos al más puro estilo Marty Feldman durante otra sesión y media.

Y eso que la película, vaya por delante, es mala a rabiar. Conviene no verla resfriado, no vaya a ser que una tos inoportuna derrumbe los andamios de su guión. Los WTF!! son la norma general y algunas escenas de acción convierten "Star Wars" en un capítulo de "Callejeros". Las interpretaciones no les van a la zaga y salvo Michael Rooker y su Santidad John Lithgow (al que le podrían dar el papel de mojón en carretera secundaria y merecería un Oscar), el resto, empezando por el propio Stallone, parecen salir en pantalla con sus caras de vacas mirando un tren únicamente para ser acuchillados, empalados, golpeados, despeñados o tiroteados sin el menor miramiento. A pesar de todo lo anterior, "Máximo Riesgo" es irresistible y no hay ocasión en la que la emitan por televisión que no la vea completita y aplaudiendo más que lo padres de Anna Gabriel viendo lo bien que le ha sentado Suiza a su hija. Y las razones son fundamentalmente dos: Renny Harlin y, por supuesto, su trailer.

Perdona, ¿que los trailers no interesan a nadie? Acércate un momentito
Desde el impresionante arranque (no me canso de verlo, oiga) hasta la inverosímil traca final, la mano del realizador finlandés no tiembla ni una sola vez en las casi dos horas de metraje vertiginoso. Como si de un videojuego se tratara, cada pelea, cada persecución y cada muerte está más lograda que la anterior. Nunca lo he contado, pero dudo que haya más de veinte minutos de diálogo en la película. El resto es una magistral de planos imposibles sobre riscos nevados, furiosos travellings aéreos y un gusto por lo truculento (nunca he vuelto a mirar impasible una estalactita desde que la vi) que sorprende, convence y, en mi caso, enamora. Un magnífico director del que, por desgracia, nada se sabe desde hace, sin duda, demasiado tiempo.

La segunda razón es, por supuesto, su trailer, una maravilla de montaje, con el "Dies Irae" de Mozart a todo trapo y que sin una sola palabra nos pone en antecedentes de lo que se nos viene encima. Lo había visto unas semanas antes en otro cine y logró lo que todo buen trailer debe lograr, pellizcarnos el interés lo justo para convencernos que hay algo nuevo y brillante a la vuelta de la esquina y que hay que rascarse el bolsillo y encajar las agendas para estar allí cuando corresponde estar. Siempre he dicho que deberia haber una categoría al mejor trailer en la Ceremonia de los Oscar. En 1993, "Máximo Riesgo" se lo hubiera llevado. Háganme caso, si van al cine con gente que no valora los trailers, es mejor ir solo o podrían perderse cosas como ésta. Avisados quedan.