miércoles, 14 de marzo de 2018

El hombre que bajó de la colina

Buenas noches a todos menos a los que confunden cantidad con calidad. A esos,a los que ignoran o hacen el vacío a los sabios consejos de nuestro refranero y no asumen que lo bueno si breve, es dos veces bueno o que la esencia más pura va siempre en frasco pequeño, a esos, como decía, a esos ni agua.

Esta noche vengo a hablarles brevemente del escritor norteamericano, Joe Hill o, más concretamente, de "Fuego", su último libro publicado en España y que una de las decepciones más grandes de lo que llevamos de año.

No es la primera vez que hablo aquí de Joe Hill. Hace ya algunos años (casi siete, para ser exactos. Pueden comprobarlo pinchando en el enlace) le dediqué una paradójicamente extensa jaculatoria, alabando, de primeras, el detalle de no comenzar su carrera ostentando papá, que diría Silvio Rodriguez. Sin duda, ser hijo del célebre Stephen King es un par de esplendidos tacones a los que subirse para sacar la cabeza en el mundillo, pero el amigo Joe prefirió no sacar el tema a relucir hasta que sus libros empezaron a encabezar las listas de ventas y a recibir excelentes criticas. Punto para él. También dedique varias lineas a celebrar sus muy destacados dotes como escritor, focalizando especialmente en su habilidad para crear atmósferas terroríficas, el manejo de la tensión argumental, espléndidamente dosificada y su arte para confeccionar un armazón narrativo contundente y, sobre todo, contenido. 

Todo estas virtudes, tan fácilmente localizables en sus obras precedentes (comics, novelas, cuentos, prospectos médicos, etc) se ha venido abajo con "Fuego", un suplicio inacabable. afectado, plano y aburrido que es indigno de un escritor con su bagaje. Como lo oyen, amigos, como lo oyen.

¿Por qué me viene a la mente José Luís Moreno al ver esta foto?
Ochocientas páginas, ni más ni menos, utiliza el amigo Hill para plagiar/homenajear "Apocalipsis", una de las obras cumbres de su padre. Si en ésta, es una epidemia de gripe la que asola el planeta y deja a los supervivientes a merced de si mismos, en "Fuego", es una misteriosa espora (la escama de dragón) la que no deja títere con cabeza y carboniza casi sin remisión a quien la alberga, creando un obvio conflicto entre infectados y candidatos a infectarse. El planteamiento no deja de ser interesante y daría incluso para entrar en terreno éticos y morales. El problema es que durante las primeras doscientas páginas, básicamente, no pasa nada. Cuando el (irritante) personaje principal (la muy embarazada Harper Greyson, cansinamente obsesionada con Mary Poppins) conoce a un grupo de devotos infectados, la obra parece levantar el vuelo, pero es un espejismo y de nuevo, el tedio te coge de las solapas y no te suelta hasta las últimas ciento y pico páginas en las que, ahí sí, Hill deja abierta la puerta a la esperanza con un tramo final francamente logrado. En resumen, que al libro le sobran más de cuatrocientas páginas que, no sé que pensarán ustedes, pero a mi se me antojan muchas. 

Es una pena que el hombre que me fascinó con obras tan contraidas como "El traje del muerto" o "Cuernos" haya entrado en esa fase de innecesario consumo de celulosa en la que su padre hace años que está instalado cuando aún le queda tanto por decir. Me duele espantosamente que el creador de personajes tan difíciles de calificar como Ig Perrish o Victoria McQueen se haya sacado de la chistera, tuercebotas del calibre del propio bombero que da título al libro o ese villano de pacotilla que es el Hombre Marlboro (palabrita. Un tipo con ese nombre se pasea por la obra). Y, por último, me escuece el alma por la decepción que me supone entrever al padre detrás del hijo. Después de unas pocas novelas excelentes, a Joe Hill se le saltan las costuras y a través de ellas vemos al King más pardo, el de las novelas en cadena, el de las frases hechas, el repantigado en la ley del mínimo esfuerzo. La escama de dragón ha carbonizado al hijo y de sus cenizas surgirá el padre en una suerte de eterno retorno, una monarquía oscura de linaje heredado y que podría no tener fin si los hijos de Joe Hill aprenden a teclear pronto. Que Charlie Manx nos proteja.