miércoles, 22 de febrero de 2017

Sangre, polvo y música

Hace unos años leí que había actores por quienes merecía la pena pagar la entrada a una sala de cine aunque sólo fuera para verles recitar las Páginas Amarillas. Jeff Bridges es, para quien esto escribe, uno de esos actores mayúsculos. En sus casi cincuenta años de carrera, el amigo Bridges ha rodado más de sesenta películas bordando papeles de villano y de héroe , aguantando el tipo en escenas a pésimos y extraordinarios intérpretes ya sea vestido de smoking o con harapos, calvo y con melena. Incluso con  un albornoz y bebiendo rusitos, Bridges es garantía de calidad y, en la mayor parte de los casos, la estructura que aguanta todo el edificio cinematográfico en el que participa. La película que tiene la suerte de contar con sus participación en el reparto tiene ya mucho ganado para un servidor y su último trabajo, "Hell or high water" no es una excepción y con sus cuatro nominaciones a los Oscars de este año, incluyendo mejor película y guión, la cinta de David McKenzie es una de las propuestas más interesantes del año y no solo por la participación de nuestro héroe. 

"Hell or high water" o "Comanchería" como la han rebautizado en nuestra piel de toro es una muy  estimable semblanza de la América que ha elevado a los altares a un ser como Donald Trump. Parajes desérticos y polvorientos del sur, tachonados de carteles que anuncian inmensas parcelas a la venta o fábricas a punto de ser embargadas, minúsculos pueblecitos donde la llegada de un forastero es un acontecimiento y donde no hay ciudadano que no cargue una potente arma de fuego. Miles de pequeños bancos a los que las hipotecas subprime les han dado poderes sobre la vida y la muerte de cientos de personas. Un país, en suma empobrecido, estafado, aburrido y con muchas ganas de romper el puente que conecta la ley con la justicia y reconstruirlo por completo. En esos parajes desolados, dos hermanos (Chris Pine y Ben Foster) deciden dar un paso adelante y ajustar cuentas aunque eso suponga tener que robar algún que otro banco y descerrajar un par de escopetazos. El ranger, Marcus Hamilton (Jeff Bridges) y su compañero Alberto Parker (Gil Birmingham) intentarán que la cosa no pase a mayores.


El guión de Taylor Sheridan (justo nominado al Oscar) se acogota en poco más de cien minutos, por lo que hay poco tiempo para desarrollar la historia y ningún espacio para irse por las ramas. Desde el primer fotograma queda claro qué buscan los hermanos y las motivaciones de un Ranger a punto de jubilarse para ir a buscarlos. La película se convierte así en un corre que te pillo a ritmo cochinero entre un cojo y dos desorientados donde uno no sabe si decantarse por éste o por aquéllos. Se entienden las motivaciones de ambos y es evidente que uno de las dos partes va a perder la carrera y es precisamente ese balanceo a la hora de saber quién de los dos está más con el agua al cuello lo que logra atrapar al espectador y no soltarlo.

Bridges está, como siempre espléndido y el Ranger Hamilton puede proporcionarle su segundo Oscar, pero, en general todo el teparto esté de matrícula de honor. Incluso el cara ladrillo de Chris Pine cumple con su labor (haciendo lo de siempre eso sí) e incluso se permite el lujo de aguantar el tipo al mismo maestro en la muy estimable secuencia final que no les destripo pero que ya les aviso que está entre lo mejor que se ha visto este año en una pantalla de cine. Mención especial a ese maravilloso actor que es Ben Foster y que está inmenso (atención a la secuencia en el casino donde discute con un colosal nativo el significado de la palabra comanche. Su mirada es de las que hielan la sangre) en un papel complicado, picajoso y lleno de aristas y que debería haberle proporcionado su primera nominación a los Oscar de las muchas que se le deben.


Les va a costar ver "Hell or high water". Ya ha desaparecido de las carteleras y me temo muy mucho que se va a ir de vació la noche del 26 de febrero con lo que es muy posible que muera comercialmente en poco tiempo. Pero les recomiendo encarecidamente que no le pierdan la pista, que encuentren un hueco y le dediquen el tiempo que se merece, que es poco para lo que cunde. Disfruten de esa visión tan áspera y poco glamourosa de la América que nos gobierna, disfruten de su espléndida banda sonora (temas de Chris Stapleton, Jhonny Cash, Willy Moon... casi nada) y, por supuesto, no pierdan la oportunidad de ver de nuevo a Jeff Bridges demostrando que ya quedan pocos de los de antes, pero que alguno queda.

miércoles, 8 de febrero de 2017

Боже, храни америку

El arranque de "Terciopelo azul" es uno de mis favoritos de toda la historia del cine. En apenas dos minutos, el lunático David Lynch escenifica de forma inmejorable que nada es tan bello y perfecto como puede parecer a simple vista y que bajo un césped verde y magníficamente segado sigue habiendo oscuridad, peligros y suciedad a cubos. Les dejo un enlace aquí por si les apetece recordarlo porque es ciertamente magistral. Desde que la vi vuelve a mi mente cada vez que leo o veo alguna historia sobre ocultarse a plena vista, sobre la indiscutiblemente mayor importancia que tiene lo que yace bajo tierra frente a lo que está a pleno sol. La magnífica serie "The Americans" que hoy les recomiendo me ha vuelto a traer a primera plana a Bobby Winton y lo que su música representa.

Comencé a ver la serie hace dos años pero no me terminó de enganchar (el capítulo cuatro es clave, señores, no comentan el mismo error que un servidor) y a principios de este 2017, navegando por la red me tropecé con el trailer de su cuarta temporada. Demonios, pensé, igual me estoy perdiendo algo grande. Investigue un poco y lo que leí me llevo al convencimiento de que no solo no era una mala serie sino que muy al contrario se encontraba entre lo mejorcito que puede uno ver en televisión en estos días. Tras acabar hoy la primera temporada, les confirmó que sí, que "The Americans" es muy grande y muy recomendable.

¿Tienes alguien a quien matar hoy o puedes ir tu a por los niños?
El encanto de la serie creada por Joe Weisberg es variado. Para empezar, la época en la que se sitúa, en plena guerra fría, con Reagan de presidente y los norteamericanos aterrados ante la perspectiva de que alguno de sus conciudadanos sea en realidad un agente del KGB que les roba la cartera mientras consumen hot dogs junto a sus hijos. Y no andan desencaminados porque por aquellos lares se mueven Philipp y Elisabeth Jennings (Matthew Rhys y Keri Rusell), dos espías soviéticos adiestrados para ser más americanos que la mantequilla de cacahuete, que llevan años haciendo una vida normal a plena vista mientras cumplen su propósito de dinamitar el capitalismo desde sus raíces. Mientras preparan los bocadillos a sus hijos, conspiran, roban, matan y, en general, cumplen con cada misión que les es encomendada desde los despachos moscovitas. La llegada a ese mundo de barbacoas y partidos de béisbol infantil de un agente del FBI especializado en el contraespionaje (Noha Emmerich)  y su familia les va a suponer más de un cambio en su modus operandi. 

"The Americans" tiene todo lo que le pido a una serie: una trama troncal que se desarrolla lenta pero inexorable, personajes con aristas (sumamente puntiagudas en algunos casos), acción, giros inesperadas, muertes sorprendentes, operaciones encubiertas, decisiones imposibles, desamor, amor, personajes aparentemente insignificantes que reaparecen varios capítulos después tomando una dimensión nueva y sorprendente.. Y todo ello, mientras la pareja protagonista sigue teniendo que cumplir con todas las exigencias que su trabajada tapadera les pide y guardar las apariencias con su nuevo vecino si no quieren quedar con el culo al aire o, lo que es peor, que Moscú les pague un billete de vuelta a una bonita cárcel siberiana.

Margo, ¿puedes explicarnos porque eres tan, pero tan buena?
Es curioso que sea precisamente la pareja protagonista el único talón de Aquiles de la serie. Carecen de química, como intérpretes dejan bastante que desear y de hecho caen bastante mal en muchas ocasiones especialmente la gélida Elisabeth a quien yo le hubiera dado una patada en el culo en no pocas ocasiones, si bien lo más normal es que ella me volara la cabeza sin pestañear. Pero, la verdad, la serie es tan absorbente y la galería de secundarios tan variada y eficaz que en pocos capítulos uno empieza a creerselos e, incluso a cogerles cariño. Mención especial en lo que al lado interpretativo se refiere para la maravillosa Margo Martindale que como es habitual borda su papel, en esta ocasión como el implacable enlace entre el Politburó y los Jennings. La han nominado cuatro veces a los Emmy por su papel en "The Americans" y los dos últimos años consecutivos se lo ha llevado de calle. La verdad, no me extraña.

Como les he dicho, acabo de terminar la primera temporada y no veo el momento de ponerme con la segunda. La perspectiva de tener tres temporadas enteritas por delante (la quinta está al caer y la sexta y última ya está apalabrada) que, por lo que he podido leer no sólo están a la altura de la primera sino que las mejoran con amplitud, me hace salivar. Es escuchar su sintonía de arranque y entrarme unas ganas locas de dejar todo a medias para sentarme en el sillón y disfrutar de las trifulcas de los Jennings y de todo lo que generan alrededor, como esas piedras que uno tira a un estanque y que una vez fuera de la vista siguen creando círculos, demostrando de nuevo que, lo más inquietante e interesante siempre está en el interior. Les dejo aquí los títulos de crédito y luego me cuentan si es posible resistirse a este anzuelo.