Mi primer recuerdo cinematográfico permanece ligado inevitablemente al "King Kong" que John Guillermin rodara a mediados de los setenta. Tal vez hubiera entrado antes en un cine, pero en mi mente son los bramidos aterradores de la bestia que creara Stan Winston para la ocasión los que dotan de banda sonora a mi bautismo cinematográfico. Fue la primera vez y, tal vez, la más breve (como por otra parte suele pasar siempre en "las primeras veces") ya que tan pronto hizo acto de presencia en pantalla el colosal primate, servidor tuvo casi que ser sacado en camilla para no fallecer de la impresión dentro de sala. Acerca de lo adecuado que fue llevar a un infante de apenas seis años a una película de estas características, prefiero correr un velo de silencio por devoción paternofilial.
En lo que a música clásica se refiere, este carácter iniciático, de llave maestra, corresponde al francés Camille Saint- Saëns (1835- 1921) cuya "Danza Macabra" abrió para un servidor el mundo inflamado y vertiginoso de los pentagramas y las batutas.
El compositor francés apareció en mi vida por pura casualidad, como esqueleto musical sepultado bajo algún disco ochentero de Duran Duran o Spandau Ballet que alguien había grabado en una "cassette" sin el menor respeto a su vida o a su obra y que salió a la superficie como un muerto viviente en los minutos finales de la cinta con una melodía hipnótica e inquietante que se introdujo en mi cabeza y se negó a salir.
Me acerqué a una de las míticas tiendas de discos MF, donde los dependientes, a diferencia de lo que ocurre hoy en día, sabían de lo que hablaban y en unos pocos minutos de audición, aquel pozo de ciencia me ubicó acerca de lo que tenía entre manos y que no era sino la ya mencionada "Danza macabra". Salí de allí sumamente satisfecho, muy bien asesorado y con su tercera sinfonía y una recopilación de música orquestal en el bolsillo.
La música de Saint Saëns exige relativamente poco del oyente "entra con facilidad" que diría Javier Elzo y eso le ha servido a un amplio sector de la crítica para ningunear el descomunal talento melódico del compositor de, entre otras, "El carnaval de los animales". De hecho, algunos de sus coetáneos como Debussy o Franck pulieron las primeras columnas de su mausoleo criticándolo con dureza por no abrir la mente a las nuevas tendencias y atrincherarse en lo que conocía sin tampoco realizar la más mínima aportación novedosa. También he leído en algún lado que su inteligencia superlativa (leía y escribía con total corrección cuando apenas contaba con tres inviernos en su haber y además de compositor fue un excelente pianista, prestigioso escritor y un matemático y astrónomo que debatía con los mejores especialistas europeos) lastra sus composiciones con una corrección formal tan irrefutable como gélida.
Las revoluciones (en cualquier ámbito. También, por supuesto, en la música) se producen de generación en generación y a quienes les toca vivir entre una y otra les corresponde llevar a cabo la importante aunque no siempre reconocida tarea de los zapadores, es decir, preparar el terreno y fijar los cimientos sobre los que los genios del futuro puedan proclamar su grandeza. Por esta razón, devaluar un legado musical tan extenso, rico y variado como el de Saint Saëns por no aportar novedad o no ser "punta de lanza" es tan inapropiado y falto de criterio como no disfrutar de una sabrosa, esponjosa y delicada tortilla de patatas por no suponer un avance de la vanguardia culinaria.
Si alguien busca una nueva forma de expresión musical, un sonido desconocido para el oído humano o la cuadratura del círculo, es mejor que no se acerque a la obra de Saint Saëns y gaste sus zapatos en otros senderos. Por el contrario, quienes disfruten con bellas melodías, quienes tengan una vena romántica y lírica destacada o quienes, sencillamente, sepan embriagarse con la belleza sin reparar en lo que pueda o no aportar a la historia, ahí tiene su música concertante (especialmente para violín y piano), sus obras de cámara (atención a sus sonatas para instrumentos de viento: una verdadero manjar) y por supuesto la racial e incandescente "Sansón y Dalila", extraordinaria aportación al repertorio operístico del compositor parisino. No saldrán defraudados. Mucho menos si es su "primera vez".
En lo que a música clásica se refiere, este carácter iniciático, de llave maestra, corresponde al francés Camille Saint- Saëns (1835- 1921) cuya "Danza Macabra" abrió para un servidor el mundo inflamado y vertiginoso de los pentagramas y las batutas.
El compositor francés apareció en mi vida por pura casualidad, como esqueleto musical sepultado bajo algún disco ochentero de Duran Duran o Spandau Ballet que alguien había grabado en una "cassette" sin el menor respeto a su vida o a su obra y que salió a la superficie como un muerto viviente en los minutos finales de la cinta con una melodía hipnótica e inquietante que se introdujo en mi cabeza y se negó a salir.
Me acerqué a una de las míticas tiendas de discos MF, donde los dependientes, a diferencia de lo que ocurre hoy en día, sabían de lo que hablaban y en unos pocos minutos de audición, aquel pozo de ciencia me ubicó acerca de lo que tenía entre manos y que no era sino la ya mencionada "Danza macabra". Salí de allí sumamente satisfecho, muy bien asesorado y con su tercera sinfonía y una recopilación de música orquestal en el bolsillo.
La música de Saint Saëns exige relativamente poco del oyente "entra con facilidad" que diría Javier Elzo y eso le ha servido a un amplio sector de la crítica para ningunear el descomunal talento melódico del compositor de, entre otras, "El carnaval de los animales". De hecho, algunos de sus coetáneos como Debussy o Franck pulieron las primeras columnas de su mausoleo criticándolo con dureza por no abrir la mente a las nuevas tendencias y atrincherarse en lo que conocía sin tampoco realizar la más mínima aportación novedosa. También he leído en algún lado que su inteligencia superlativa (leía y escribía con total corrección cuando apenas contaba con tres inviernos en su haber y además de compositor fue un excelente pianista, prestigioso escritor y un matemático y astrónomo que debatía con los mejores especialistas europeos) lastra sus composiciones con una corrección formal tan irrefutable como gélida.
Las revoluciones (en cualquier ámbito. También, por supuesto, en la música) se producen de generación en generación y a quienes les toca vivir entre una y otra les corresponde llevar a cabo la importante aunque no siempre reconocida tarea de los zapadores, es decir, preparar el terreno y fijar los cimientos sobre los que los genios del futuro puedan proclamar su grandeza. Por esta razón, devaluar un legado musical tan extenso, rico y variado como el de Saint Saëns por no aportar novedad o no ser "punta de lanza" es tan inapropiado y falto de criterio como no disfrutar de una sabrosa, esponjosa y delicada tortilla de patatas por no suponer un avance de la vanguardia culinaria.
Si alguien busca una nueva forma de expresión musical, un sonido desconocido para el oído humano o la cuadratura del círculo, es mejor que no se acerque a la obra de Saint Saëns y gaste sus zapatos en otros senderos. Por el contrario, quienes disfruten con bellas melodías, quienes tengan una vena romántica y lírica destacada o quienes, sencillamente, sepan embriagarse con la belleza sin reparar en lo que pueda o no aportar a la historia, ahí tiene su música concertante (especialmente para violín y piano), sus obras de cámara (atención a sus sonatas para instrumentos de viento: una verdadero manjar) y por supuesto la racial e incandescente "Sansón y Dalila", extraordinaria aportación al repertorio operístico del compositor parisino. No saldrán defraudados. Mucho menos si es su "primera vez".
11 comentarios:
Me ha encantado la Danza Macabra...investigaré!
1besico!
Primera vez que la escucho y me ha gustado.
5 días para volver. Hoy empiezan las despedidas. Que ganas tengo de pisar suelo español
Cosas de la vida...
¿Sabes cual fue (más o menos) mi primera experiencia con el cine?
Mi padre debía estar ilusionado al creer que me llevaba a ver la primera de "La Guerra de la Galaxias" y se metió en "2001 una Odisea en el espacio".
No te digo más.
PD: disfrutaré de esta música.
Un saludo.
Sr. Winot, me alegra que, de vez en cuando, vuelva ud. a la antigua senda, aunque baje la audiencia de su blog.
Aunque conoce mis filias musicales (yo me inicié en la música clásica a los 13 años, cuando un compañero de clase me prestó un casete con la 9ª de Beethoven, dirigida por Stokowski, y, totalmente subyugado, -aún me dura, y han pasado casi 40 años- la escuché 16 veces durante un fin de semana), coincido en su apreciación sobre la obra de Saint-Saëns. Consciente de que conocía muy poco de su obra, adquirí hace algún tiempo una caja, editada por Brilliant a muy buen precio, con 6 cedés con sus sinfonías, conciertos para piano, conciertos para violín y algunas piezas sueltas (quizá la tenga usted) y me encantó. Está claro que no fué un renovador (se le nota mucho, -afortunadamente para mí-, la influencia de Beethoven), pero me parecieron obras muy sólidas, desde luego no de un compositor "menor".
En otro orden de cosas, le informo que mi progenitor "convalece adecuadamente".
Beethoven
Ahora, Fiona, a por la tercera sinfonía... que continue el hechizo.
Pues despídete pronto, María, para que te podamos dar la bienvenida antes aquí.
Jodó, Michel, ¿2001? ¿Qué tomarían nuestros padres aquel día?
Esperaba tu comentario con ansia, amigo Beethoven, sabiendo, como sé, cuánto te apasiona la música. Apunto la recomendación y, por supuesto, al "pater familias" dale un beso bien fuerte de todo el clan. No olvido que tu aportación a "En otras palabras" está pendiente de publicar, pero voy a aprovechar un poco esta racha que llevo a ver lo que dura.
Pues un amigo mío quiere recibirme con esta canción:
http://www.youtube.com/watch?v=ZZZZyn2r1CM
Los interesados en participar que se dirijan el martes al aeropuerto de Alicante.
Curiosa anécdota la de la casette. Yo odiaba que pasara eso y cuando reutilizaba alguna cinta, siempre me aseguraba de grabar un silencio para borrar lo que hubiera debajo.
Mi experiencia con el cine es igualita que la de míchel, pero mi padre sí me llevó a ver la guerra de las galaxias, ja, ja.
En lo de la clásica, lo siento pero no es lo mío. Hubo una época que llegué a escuchar música renacentista y llegó a atraparme, pero la cosa no fue a más.
Si cambia "americanos" por "ilicitanos", María, da la puntilla al asunto. Bienvenida, por cierto.
Lo del silencio, Lughnasad, debíamos hacerlo sólo los profesionales; aunque en este caso, fue de agradecer.
Tienes razón, yo para grabar aquellas casettes me lo curraba. Ponía los silencios, calculaba la duración de las canciones y jamás, jamás, jamás cortaba una canción para seguir grabándola en la otra cara, eso para mí era lo peor.
¿Grabar media canción en un lado y el resto en el otro? ¡¡Sacrilegio!! Me da que mis cintas y las tuyas, Lughnasad, pasaban por los mismos requisitos de calidad. De ahí su éxito, claro.
Cierto y hasta hace poco aún conservaba algunas, pero el mp3 se las ha cargado defitivamente
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