lunes, 27 de agosto de 2007

Efecto narcótico


El mejor momento para un insomne es el que da inicio los sábados y domingos a eso de las cuatro de la tarde y tiene lugar frente a la pantalla del televisor. Las noches en vela de la semana se difuminan hasta desaparecer cuando, concluido el telediario, el parte meteorológico y la docena reglamentaria de anuncios, una cuña publicitaria nos informa de que la película que viene a continuación está patrocinada por, pongamos por caso, Conservas La Fresquita. Desde ese instante, el insomne y, en realidad, cualquiera tiene aseguradas no menos de dos horas de siesta de las de pijama y padrenuestro, cortesía del telefilm de turno.

El poderoso efecto sedante de estos productos no lo produce la ínfima calidad de los actores que participan en las mismas, generalmente, repetidores compulsivos de primero de interpretación o viejas glorias que queman sus últimos barcos en el océano televisivo. Tampoco es culpa de sus efectos especiales generados a través de un Spectrum o la patente impericia de sus realizadores. Todo eso influye, qué duda cabe, pero no es la verdadera razón de que estas películas aburran a las cabras. La culpa de todo la tienen sus soporíferos guiones, tan previsibles y repetitivos que, apenas transcurren dos minutos de proyección y ya sabes, sin margen de error, cómo terminarán.

Tenemos, por ejemplo, el denominado, relato de superación. Normalmente, un antiguo deportista, que, por romperse una rodilla, suele caer en la bebida, dejarse barba, pegar a sus semejantes, tener un humor de mil demonios y vivir en una porqueriza llena de sus antiguos trofeos, encuentra a un antiguo amigo al que aún no ha pegado y que le ofrece entrenar a un grupo de inadaptados sociales. Como en la caravana en la que vive y de la que suele salir en camiseta y rascándose la entrepierna con un frenesí contagioso no caben más botellas de bourbon, acepta el trato no sin decir al menos cien veces que para él el deporte ya no es lo que era, que todo se perdió aquella noche de la lesión y que si la abuela fuma. El percal que se encuentra el hombre, la verdad, es desolador. Allí no falta nadie: el gordo inútil que come hamburgesas como si fueran pistachos, el desmadejado adolescente con unas gafas que serían la envidia de Rompetechos, el gigante con serios problemas de integración social que se mueve con la gracilidad de un elefante con tacones y, por supuesto, la estrella de la función, el macarra guaperas en el que el borrachín del entrenador, se verá reflejado y, desde ese momento, hará centro de sus más tediosas charlas. Empezarán los trabajos de coordinación del equipo, el entrenador se desesperará y saldrá de la pista dando un portazo poco antes de ganar un par de de encuentros y llegará la noche crucial en la que juegan el partido de su vida. El equipo contrario, en el que todos son unos chulos de cuidado, empezarán dándoles una paliza de matrícula de honor. Llegará el intermedio y con él, una plática de las que no se olvidan sobre el honor, la voluntad y el valor como no las soltaba Leónidas en las Termópilas. Sobra decir que, tras el descanso, el equipo de inadaptados gana en el último segundo gracias al guaperas, el entrenador supera sus problemas con el alcohol en particular y la humanidad en general, vende la caravana y si la película es especialmente mala, terminará con un plano fijo del sufrido entrenador, rodeado de sus sudorosos acólitos, con el rostro desencajado y el puño al aire.

En otras ocasiones, nos cuentan la historia de una divorciada con hijos, normalmente una adolescente inquieta y un niño de tres o cuatro años que suele pulular por la pantalla sin que nadie sepa exactamente qué hacer con él. Los tres viven felices y desayunan juntos aunque la adolescente se encuentra en plena fase de picores y busca su espacio. Es cuando entra en escena el nuevo novio de la madre, un tipo con la frase "chungo que te cagas" tatuada en la frente. Como tiene un pasado oscuro y perturbador, cuando piensa que nadie le ve, frunce mucho el ceño y mira en escorzo para que el pobre iluminador pueda crear sombras inquietantes en su rostro. La única que parece notar que el tipo no es de fiar, suele ser la adolescente. Entre que no le gusta un pelo el nuevo novio de su madre y que anda con las hormonas en marcha militar es muy habitual que pierda los nervios de cuando en cuando, generalmente durante las cenas y le suelte al villano de la función algo tan de cajón como que él no es su padre. Normalmente, la niña se levanta de la mesa y corre a su cuarto que, siempre está en el piso de arriba, seguida de cerca por su madre. Mientras, el malvado villano vuelve a fruncir el ceño. Es entonces cuando alguien muere (un vecino, un policía, un antiguo compinche del hombre ceñudo) y la adolescente que, casualmente, pasaba por ese solar a cincuenta kilómetros de la ciudad, presencia el hecho y corre a avisar a su madre que, incomprensiblemente, no hace el menor caso. Tras un par de días en los que hija y novio se hacen perrerías varias, la madre reacciona, entiende que un tipo con ese ceño no puede ser buena gente e intenta escapar mientras el novio recibe más palos que una piñata en una guardería, baja las escaleras de cabeza un par de veces y termina despeñándose por una ventana del desván, al que en un gesto completamente irracional se han subido madre e hija (del pequeño hace mucho que no se sabe nada) en su intento de escapar del malvado ceñudo. En una pirueta de guión poco habitual, es posible que el villano no se empale en la cerca del jardín y lo aprese la policía, lo que suele dar lugar a un plano desde la parte trasera del coche patrulla en la que volvemos a ver al vapuleado novio en su gesto favorito.

Por último, no pueden faltar las historias basadas en hechos reales. Generalmente se trata de hijos o cónyuges devorados por algún tipo de enfermedad desconocida que sufren de mala manera mientras abnegados y trabajadores familiares que no se sabe bien de donde sacan el dinero para tanto médico, pasean a su deteriorado enfermo por todo hospital activo en millas a la redonda. En todos ellos, doctores feos y desagradables, encogen los hombros y en sentido homenaje a Sandro Giacobbe les cantan aquello de "lo siento mucho, la vida es así. No la he inventado yo" mientras les entregan la tarjeta de la funeraria más cercana. Nuestros amigos, desesperados vuelven a casa donde una viejecita jovial que les tiene preparado un buen trozo de pastel de arándanos en la mesa, se esfuerza en consolarlos y les empuja a no desesperar. Cuando todo parece perdido y, casi por casualidad, aparece un joven médico, al que expulsaron por guapo de la Pasarela Cibeles que, sin perder un segundo y demostrando una humanidad que convierte a Michael Landon en un frívolo sin conciencia, el joven doctor empieza a trabajar en el caso de una manera febril, lo que suele traer problemas al buen hombre con su maciza esposa que, reticente al principio, termina por ser el ancla de nuestro heroico médico. De repente, un día aparece en la habitación del hospital donde los buitres ya hacen cola desde hace días y, deslumbrando a propios y extraños con su inmaculada sonrisa, anuncia que ha encontrado la solución, lo que además resulta ser cierto. Lo más habitual es que en ese momento y, seguramente por razones presupuestarias que impidieron alargar el rodaje, la película termine con un cartel que nos haga saber que el enfermo se recuperó por completo, reside actualmente en Utah, es dueño de una ferretería y que su hijo terminó casándose con la hija de los macizos.

18 comentarios:

BUDOKAN dijo...

Jaja, me parece una gran descripción la que haces sobre la situación en la que uno se encuentra con estos telefilms y más aún como son las tramas de los mismos. Muy buen recorte de la vida cotidiana. Saludos!

Otis Driftwood dijo...

Te olvidas de ese fascinante subgénero de los teleflines de catástrofes, en los que una pareja divorciada acaba reconciliándose tras pasarlas canutas por culpa de un volcán, un terremoto, un meteorito o un tsunami. En este último caso, los efectos especiales suelen consistir en un primer plano de un vaso de agua vaciado sobre una maqueta cutre de Los Ángeles. Por cierto, el protagonista siempre tiene un 4x4 que se queda astacado impepinablemente en la lava, una grieta, la arena del amenazante mar o el lugar exacto donde va a caer el asteroide de marras.

Anónimo dijo...

Menos mal que no veo la televisión casi nada pues por lo que cuentas resulta muy aburrida.

Parecen todas las películas iguales. No me extraña que den ganas de dormir totalmente. Igual sea esa su función verdadera.

un abrazo

Priscila dijo...

Jajajajaaja me he reído muy a gusto con las descripciones, jamás lo hubiera descrito tan bien.

Como dice Fernando, quizás sea para que nos durmamos, o quizás las pongan malas porque saben que en España eso de la siesta es sagrado.

Aunque os voy a confesar una cosa, a mi me gustan las de Cine de Barrio, me parecen tan entrañables...
Ni efectos especiales, ni escenas programadas por ordenador, ni coches que vuelan,... reales como la vida misma.

Anónimo dijo...

Como ya lo hiciera en "hasta los simorghs", que sepa que en este instante me tiene en pie y haciéndole la ola.

Disfruto la fiereza certera de su muy afinada mirada crítica tanto como me reconforta leer cómo la plasma por escrito.

Es usted un deleite semoviente.

JM

Unknown dijo...

En la cama me cuesta coger el sueño, pero delante de la televisión en el sofá, es ipso facto.
Felicidades por el blog. Seguiré visitándole!!!

Tarquin Winot dijo...

Gracias, Budokan. Como apunta Otis, me he dejado varios subgéneros, incluido el de las catástrofes, pero, lo cierto es que todas las películas están cortadas por el mismo patrón. Por cierto, hablando de eso, me estoy acordando de esas biografías que, en realidad, son miniseries de tres capítulos y aquí nos las emiten de corrido con no menos de 3 horas de abooregante sopor.

Puedes seguir en ayuno televisivo, Fernando. No te pierdes gran cosa. Bienvenido al blog.

Mmmm,¿Cine de Barrio? Ahí, lamento no coincidir contigo, mi querida Priscila. Tengo comprobado que la presencia de Paco Martínez Soria en la pantalla de mi televisor es contrapoducente para mi salud.

Jotaeme eres lo mejor que le ha pasado a mi ego en toda mi vida. Un millón de gracias por tus halagos. Apenas entro en la silla.

Lo mismo te digo, ángel de las mil violetas (tengo que buscar algo más escueto o mi artroris va a empeorar sensiblemente). Gracias y vuelve pronto.

Profesor Moriarty dijo...

jeje.. Estas peliculas que describes las he visto mil veces. Mientras mi madre las miraba yo dormitaba, como acertadamente afirmas, en un sueño poco profundo de "levantate y huye ahora que puedes". Pero la pereza, que en España no es pecado, me vencia.. Aparte de otros generos, como apuntan, tambien existe el "metodo nocturno". Lo que ocurre es que en vez de ponerte un telefilm de tres al cuarto optan por pelicula muy taquillera a las 22:30 de la noche con cortes publicitarios de 20 minutos. ¿Alguien ha podido llegar al final alguna vez? ¿Existe el final en esta modalidad o la ponen en modo bucle infinito?

Muy buen articulo, me he reido lo mio recordando tardes perdidas..

Saludos ;)

Rosenrod dijo...

Genial la sistemática. Y los peores son, con mucho, los "basados en hechos reales"... puras armas de destrucción masiva.

Un saludo!

Tarquin Winot dijo...

Creo que tienes razón. En realidad, esas películas de estreno agujereadas por los anuncios, nunca llegan a terminar. Llegado un punto, vuelven a empezar y como todos duermen, nadie se da cuenta. Más aún, piensan que no se han dormido, por que se despiertan justo donde se durmieron.

Bienvenido, Rosenrod. Corro a conocer a tud dioses y a tus monstruo

Faraonika dijo...

Muy bueno el post! Me he reido bastante al recordar las siestas que me he podido echar en la situación que describes.
Ahora después de una noche de fiesta como me suelo despertar cuando empiezan ya ni les presto atencion pero seguro que siguen siendo las mismas que hace 6 años o más.

Aprovecho también para agradecerte que te pasaras por el blog;)

Nos leemos! Un saludo!

Alexiev dijo...

Muy simpatico...

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Rodi dijo...

Tienes más razón que un santo, hay pocas cosas que me saquen más de quicio que los telefilms de sobremesa "basados en hechos reales". Siempre me preguto ¿pero hay alguien que los vea?, porque me parece increíble que los sigan emitiendo.

Hay otro subgenero más de los que menciones, el de matrimonio cuyo hijo desparece y que años después encuentran.

Como siempre, un artículo genial.

Saludos.

Tarquin Winot dijo...

No sólo no han cambiado, Faraonika...¡son las mismas que se emitían entonces! Un placeer entrar en tu blog, no será la última vez.

Gracias, Alexiev. Me alegro de que te gustará. Veo que tienes una interesante colección de dibujos e ilustraciones en tu página. Te apunto en mis visitas. Un saludo y bienvenido.

Cierto, Rodi. El niño desaparecido es otro clásico. Al final tendré que hacer una segunda entrega sobre el tema.

sonia f dijo...

TE FALTA LA PELI CON PERRITO!!! La peli con perrito -generalmente un virtuoso del beisbol, o del baloncesto, o; yoquesé, del mus; que con su cariño, tenacidad y formidable inteligencia, libra a su amito de las terribles garras de el alcoholismo/la soltería/la marginación social/la burbuja antigérmenes/la silla de ruedas; convirtiéndolo así en un héroe machote carismático y que se folla a la animadora. ¿ALGUIEN DA MÁS?

Tarquin Winot dijo...

este tema es un filón. Definitivamente habrá que hacer una segunda parte.

Sett dijo...

zzzzzzzzzzzzzz el primer parrafo era tan real que me hizo dormir.

Tarquin Winot dijo...

Persevera, luego mejora ;)