No por interpretar papeles cómicos o imaginar una historia divertida debe una persona ser simpática y dispuesta de continuo al chiste o a la chirigota. Aplicando el mismo razonamiento, quien plantea o interpreta historias terroríficas, plagadas de morbosas y escalofriantes referencias no tiene porqué dormir en ataudes ni descuartizar a sus vecinos y puede resultar un tipo amable, dulce y lleno de buenos sentimientos. Sin embargo, hay que reconocer que, en ocasiones, el nivel de locura y depravación de ciertos argumentos plantea serias dudas acerca del equilibrio emocional de quienes los plantean o imaginan.
La película norteamericana "Deadgirl" (no confundir con la casi homónima "The dead girl", protagonizada por Brittany Murphy hace un par de años) entra de lleno en esta categoría.
Rickie (Shiloh Fernandez) y J.T. (Noha Segan) son dos aburridos adolescentes con los picores propios de la edad. Una tarde, huyendo del tedio que abunda en su instituto, acaban paseando por un manicomio abandonado (¿?) en uno de cuyos sótanos encuentran el cuerpo desnudo, maniatado, sucio y magullado de una bella joven (Jenny Spain). La sorpresa es mayúscula cuando comprueban que, aparentemente, la chica está viva y es aún mayor el asombro para el espectador cuando, en lugar de liberarla de sus ataduras, uno de los protagonistas decide desfogar su contenida virilidad sobre ella. Como no hay dos sin tres, no es menor la sorpresa, cuando, en pleno arrebato sexual, el hormonado muchacho retuerce el cuello de la chica hasta quebrarlo, sólo para comprobar que, a pesar de su aspecto moribundo, va a hacer falta mucho más que un cuello roto para acabar con su ¿vida?
Por si no ha quedado claro a la vista del argumento, vaya por delante que "Deadgirl" no es, precisamente, una película fácil. Dirigida a cuatro manos por Marcel Sarmiento (en cuyo haber se encuentra la dirección de "It's better to be wanted for murder than not to be wanted at all", título memorable donde los haya) y Gadi Harel (que no presenta antecedentes de la categoría de los de su compañero) sobre un guión obra de Trent Haaga (productor, actor y escritor de varias producciones Troma) "Deadgirl" es claustrofóbica, malsana y poco adecuada para pasar una alegre tarde de domingo.
Todas las secuencias que transcurren en el interior del manicomio (más de las tres cuartas partes de su metraje) se desarrollan en un tono que oscila entre la sordidez más absoluta y el aspecto sucio y polvoriento de las mejores películas de Rob Zombie. Por otro lado, la parte que se desarrolla fuera de sus paredes (más luminosa y consumible), parece una versión bañada el alquitrán de las comedias norteamericanas de los ochenta sobre adolescentes a pocos meses del baile de graduación (ver la secuencia en la que Rickie imagina lo que sería acostarse con su amor del instituto). Esta dicotomía (que rompe en varias ocasiones el ritmo y la atmósfera de la película), unido a la pérdida de rumbo de la cinta durante su último cuarto (a pesar de una impagable secuencia final, chiste supremo no por previsible menos eficaz), hacen que, "Deadgirl" sea un artefacto fallido, inestable y descompensado.
Sin embargo, no sería justo dejar de reconocer los innegables méritos técnicos de la cinta (la labor tras las cámaras de los dos sujetos mencionados en el párrafo anterior es bastante más que aceptable), la excelente labor de su reparto (con mención especial para el desquiciado J.T. y su novia indestructible, desnuda en todas y cada una de las secuencias en las que aparece), la sorprendente incorrección política de la historia (ver el momento en el que J.T. descubre "otros modos" de disfrutar de su nuevo "juguete") y algunos momentos de humor negro absolutamente demenciales (la secuencia en la gasolinera o el ataque del perro que vagabundea por el manicomio) que nos hacen mirar con cierta indulgencia y simpatía a los perturbados responsables de la película a los que, por otra parte y por una simple cuestión de sentido común , nunca dejaría acercarse a la heredera. Precavido que es uno.
La película norteamericana "Deadgirl" (no confundir con la casi homónima "The dead girl", protagonizada por Brittany Murphy hace un par de años) entra de lleno en esta categoría.
Rickie (Shiloh Fernandez) y J.T. (Noha Segan) son dos aburridos adolescentes con los picores propios de la edad. Una tarde, huyendo del tedio que abunda en su instituto, acaban paseando por un manicomio abandonado (¿?) en uno de cuyos sótanos encuentran el cuerpo desnudo, maniatado, sucio y magullado de una bella joven (Jenny Spain). La sorpresa es mayúscula cuando comprueban que, aparentemente, la chica está viva y es aún mayor el asombro para el espectador cuando, en lugar de liberarla de sus ataduras, uno de los protagonistas decide desfogar su contenida virilidad sobre ella. Como no hay dos sin tres, no es menor la sorpresa, cuando, en pleno arrebato sexual, el hormonado muchacho retuerce el cuello de la chica hasta quebrarlo, sólo para comprobar que, a pesar de su aspecto moribundo, va a hacer falta mucho más que un cuello roto para acabar con su ¿vida?
Por si no ha quedado claro a la vista del argumento, vaya por delante que "Deadgirl" no es, precisamente, una película fácil. Dirigida a cuatro manos por Marcel Sarmiento (en cuyo haber se encuentra la dirección de "It's better to be wanted for murder than not to be wanted at all", título memorable donde los haya) y Gadi Harel (que no presenta antecedentes de la categoría de los de su compañero) sobre un guión obra de Trent Haaga (productor, actor y escritor de varias producciones Troma) "Deadgirl" es claustrofóbica, malsana y poco adecuada para pasar una alegre tarde de domingo.
Todas las secuencias que transcurren en el interior del manicomio (más de las tres cuartas partes de su metraje) se desarrollan en un tono que oscila entre la sordidez más absoluta y el aspecto sucio y polvoriento de las mejores películas de Rob Zombie. Por otro lado, la parte que se desarrolla fuera de sus paredes (más luminosa y consumible), parece una versión bañada el alquitrán de las comedias norteamericanas de los ochenta sobre adolescentes a pocos meses del baile de graduación (ver la secuencia en la que Rickie imagina lo que sería acostarse con su amor del instituto). Esta dicotomía (que rompe en varias ocasiones el ritmo y la atmósfera de la película), unido a la pérdida de rumbo de la cinta durante su último cuarto (a pesar de una impagable secuencia final, chiste supremo no por previsible menos eficaz), hacen que, "Deadgirl" sea un artefacto fallido, inestable y descompensado.
Sin embargo, no sería justo dejar de reconocer los innegables méritos técnicos de la cinta (la labor tras las cámaras de los dos sujetos mencionados en el párrafo anterior es bastante más que aceptable), la excelente labor de su reparto (con mención especial para el desquiciado J.T. y su novia indestructible, desnuda en todas y cada una de las secuencias en las que aparece), la sorprendente incorrección política de la historia (ver el momento en el que J.T. descubre "otros modos" de disfrutar de su nuevo "juguete") y algunos momentos de humor negro absolutamente demenciales (la secuencia en la gasolinera o el ataque del perro que vagabundea por el manicomio) que nos hacen mirar con cierta indulgencia y simpatía a los perturbados responsables de la película a los que, por otra parte y por una simple cuestión de sentido común , nunca dejaría acercarse a la heredera. Precavido que es uno.
3 comentarios:
No tiene mala pinta, parece una propuesta original, aunque con momentos perturbados como comentas.
Habrá que echarle un vistazo.
¡Saludos!
Ains... con ese argumento creo que la evitaré con todas mis fuerzas.
Salu2!
No te arrepentirás, Mike. Gana con el tiempo.
Si no viéndola, consigo que metas una entrada en tu abandonado rincón, mi querida Kampanilla, acepto el trato. ;-D
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