miércoles, 13 de febrero de 2013

Desde el desvan: Un siglo de flojos

Aprovechando que, como todos los años por estas fechas, en Madrid tenemos la desgracia de padecer esa bufanada que es la Feria del Arte Contemporáneo ARCO, subimos con cuidado las gastadas escaleras que llevan al desván del ladrillo y con mucho cuidado, para no romperla- que ya tiene más de cinco añitos- recupero una de mis entradas favoritas de cuantas han pasado por la escombrera. Dio además mucho juego y un jugoso debate entre ilustres desaparecidos como Aquilino Natillas, Princesa Bacana, Otis Driftwood o Profesor Moriarty,

Como suele ser habitual en esta socorrida sección, he corregido algunos detalles de estilo y reducido ligeramente su longitud, pero si alguien quiere leer la original o- lo que es más recomendable- leer los comentarios que suscitó, solo tiene que pulsar aquí. Que la disfruten.


UN SIGLO DE FLOJOS (01/12/2007)

Mi relación con el arte contemporáneo es conflictiva, cuando no beligerante. A pesar de mis abundantes esfuerzos, nuestros encuentros tornan en desencuentros sin apenas habernos empezado a conocer. Danza, ópera, escultura, pintura, música. Sea cual sea la disciplina, donde muchos ven fuego, yo apenas capto el olor del humo. A veces, milagrosamente y casi por casualidad, surge un atisbo, un esbozo de algo que, quizás, tal vez, podría llegar a convertirse en algo que, transcurrido el plazo de tiempo necesario podría admitir como mínimamente artístico. El problema es que esa sensación no es muy distinta a la que provoca, en ocasiones, que una mancha en el suelo o el dibujo de un baldosín, nos recuerde a algo o nos parezca interesante o, incluso, bello. Esa sensación carece de permanencia, no dispone de pilares y se diluye en mi memoria tan pronto como desaparece de la vista. Además, no por eso, deja de ser un borrón en el suelo o una casualidad en la pared de un servicio.

Carezco de la adecuada formación artísitica, eso es cierto. No sé una palabra de escultura ni de pintura. Aunque he leído mucho, tampoco creo que sea suficiente para catalogarme de lector empedernido y a pesar de los centenares de películas y obras de teatro que he visto en mi vida, no paso de ser un humilde aficionado. Sin embargo lo magro de mis conocimientos, no me impide admirar la apabullante belleza de la música de Ravel o Wagner ni es obstáculo para admirar la literatura de Paul Auster o la de Javier Marías, ni la majestuosa perfección de la trilogía de "El Padrino" o el atractivo discurso visual de "Delicatessen"

Personas cuyo criterio admiro fielmente y titulares de mentes abiertas y desarrolladas, defienden las manifestaciones artísticas contemporáneas, argumentando que, en el siglo XX y aún más en el XXI, hay cosas que el arte ya no puede decir. Al menos, no puede decirlas tal cual han venido siendo dichas en los últimos años. Dos guerras mundiales, la sobredosis informativa de las últimas décadas y un claro paso de lo social a lo individual han generado que el hombre haya perdido el enlace con sus circunstancias. Yace solo, desarraigado, en una forma de páramo existencial sin orden que únicamente provoca frustración, ansiedad, rabia o ira. Por esa razón, el artista descomprime y rompe las normas, desordenándolas a su antojo, rompiendo así en mil pedazos la linea temporal lógica y el cronológico devenir de los acontecimientos. El artista moderno, primero escucha la frase, luego capta el movimiento de los labios y posteriormente la mirada que hasta hoy precedía a todo. La desfragmentación vendría ser, así, el hilo conductor que vertebra el arte contemporáneo. Por mi parte, considero que embarullar lo existente no es muy distinto a desmantelar un rompecabezas. Y eso puede hacerlo un niño de pocos meses.
Desde mi punto de vista, la esencia del arte es la imposibilidad que siente el que observa de imitar su grandeza. Ni en un millón de años podría componer "Tristan e Isolda" o esculpir "El pensador". Sin embargo, dudo que tuviera dificultad en escribir la partitura de la segunda parte de "El viaje a Simorgh" o pintar al compañero de exposición de cualquier obra de Mark Rothko.

Hasta que el pozo de las ideas se secó, hace ya muchos años, el arte se movió hacia delante de manera paulatina. Se aprecia una lenta pero inexorable evolución entre la música de Richard Strauss y la de Beethoven y entre la de éste y la de Mozart o Haydn en una relación causa efecto que se pierde en el tiempo pero que deja bien asentadas las bases de cada paso para poder dar el siguiente. Sin embargo, con la entrada en el siglo XX, todo se transforma. La certeza de que hemos alcanzado el final del pozo, provoca un arrebato suicida que nos lleva a enmarañar la herencia recibida en un potaje indigerible que no lleva a ninguna parte y que, por supuesto, no representa evolución alguna.

Lo peor de todo es que, a fin de cuentas, el siglo XX no ha sido más espantoso que los anteriores. La queja y el fastidio es uno de los pilares fundamentales del hombre. Decía Borges que a su abuelo le tocaron vivir, como a todos los hombres, tiempos difíciles. Siempre estamos peor que nunca. Lo que nos pasa es siempre mucho peor que lo que otros han sufrido. Sin embargo, la realidad es que ese horror y esa angustia vital que ha pulverizado el arte como lo conocíamos hasta entonces, no es tal, ni su intensidad es tan poderosa que tengamos justificadas razones para hacer volar por los aires siglos de historia y de evolución. Si nosotros hemos padecido dos guerras mundiales, otros han vivido conflictos de cien años de duración. Si en el siglo XX vivimos el fascismo, el feudalismo campó a sus anchas hace menos años que los deseados. Si aquellos no tuvieron que rascar un tenedor sobre el plato para transmitir angustia al oyente y pudieron transmitir otro tipo de sentimientos distintos al miedo y a la nausea y los artistas contemporáneos no han sido capaces, al final resulta que el siglo XX- y los venideros, me temo-  ha sido un siglo de flojos y blandos que no pudiendo soportar lo que les ha tocado vivir y en vez de mirar hacia atrás buscando las bases que permitan, si eso es posible, volver a iniciar el camino, han optado por desvalijar la casa del abuelo y llevarse lo que puedan para protegerse de la que está cayendo.

7 comentarios:

Mister Lombreeze dijo...

Tienes que matizar: tu (y mi) relación con el arte no contemporáneo sino FERIANTE (el que va de Feria en Feria) es conflictiva, cuando no beligerante (y, al menos en mi caso, lo mismo para el cine no contemporáneo sino FESTIVALERO) porque todo esto de aquí también es arte contemporáneo. Y es cojonudo.
Gran parte del Arte siglo XX fueron el meadero de Duchamp, "Sleep" (la peli de Warhol en la que se ve a su amante durmiendo durante 6 horas), los cuadros de Malevich, la mierda enlatada de Manzoni, el serialismo de la escuela de Viena y etc, etc. O sea, fueron todos hijos bastardos cuyo padre fue el concepto daliniano de Autor por encima de Obra (un cuadro en blanco firmado por Dalí tiene que valer un potosí) y cuya madre fue el rupturismo con la plebe, con el público. O sea, el Artista no se esfuerza por gustar al Público sino que tiene que ser lo contrario, el Público tiene que esforzarse por que le guste el Artista.
A mí lo de los horrores de las dos guerras mundiales como justificación de muchos desatinos artísticos me parece también una excusa barata y manida. Sólo me vale para gente como Shostakovich al que los nazis bombardeaban mientras componía sus sinfonías.
De todas formas, lo que subyace bajo toda esta polémica no es otra cosa sino el agotamiento de las Artes Plásticas Clásicas. El Hombre lleva miles de años pintando, esculpiendo, actuando... queda poco ya que inventar. "Pintura Contemporánea" es una contradicción. Lo que es contemporáneo son los juegos de la Playstation y los vídeos del youtube. La originalidad por encima de todo produce monstruos.

Mister Lombreeze dijo...

Y aquí te dejo esta JOYA:
http://www.youtube.com/watch?v=Pj4MVtoNWZc

Tarquin Winot dijo...

Más que esforzarse, mi querido Lombreeze, lo que yo creo que el público hace (y más a la vista del ME-MO-RA-BLE video que me has dejado) es justo lo contrario: no hacer el menor esfuerzo por ver más allá del paisaje en el que la "obra" aparece encuadrada (una feria, una firma conocida, el "especialista" de turno). Como bien dices, queda poco por inventar y ese salto hacia adelante es solo una manifestación de soberbia, un pataleo infantil por haber llegado tarde a la historia y ser incapaz de emular a tus ancestros.

Mister Lombreeze dijo...

Uy, me faltaba el enlace donde he escrito "esto también es arte contemporáneo y es cojonudo".

Tarquin Winot dijo...

Yo creo. amigo Lombreeze, que lo de Michiel Schrijver es arte, así a secas. Te gustará más o menos, pero es innegable que no todo el mundo es capaz de hacerlo. Cierto es, por tanto, que meterlo en el mismo saco del tío que expone un esquinazo de arena con un libro abierto (acabo de verlo en el teledicario... indescriptible)es casi obsceno.

Mister Lombreeze dijo...

El blog que te he enlazado no es solamente de Michiel Schrijve, consulta las muchas entradas anteriores. Ofrece un panorama de la pintura y escultura contemporánea muy interesante. Te lo aconsejo para tu Google Reader.
Un ejemplo de los muchísimos que econtrarás_
http://1.bp.blogspot.com/-1tywqzUIakI/T3wf874fEAI/AAAAAAAABZk/ayAhXYWAyzg/s1600/Wang-Niandong-el-encanto-oculto-de-la-vida-4.jpg

Tarquin Winot dijo...

Cierto, Lombreeze, cierto. Esta página parece esconder muchos secretos. La paso a "En riguroso directo". Gracias, por la recomendación.