miércoles, 17 de enero de 2018

De herejías y sus virtudes

Buenas noches a todos menos a los que mueven la cabeza negativamente ante cualquier intento de expandir el campo de batalla de la música clásica. Mientras gente como James Rhodes, Camerata Musicalis o Ara Malikian realizan esfuerzos para barrer el polvo, abrir las ventanas y ventilar así la cárcel en la que Mozart, Haydn, Grieg o Bach han estado encerrados durante siglos para no llegar a todos los públicos, los que allí les encerraron, siguen chistando a uno si tose en un concierto o sufren una embolia si alguien empieza a aplaudir cuando no lo indican sus Sagradas Escrituras, las que solo ellos conocen y endogámicamente se transmiten. A esos, a los que son incapaces de asumir que todo tiene un objeto y que al mismo se puede llegar de muchas formas, a esos, ni agua.

Esta noche vengo a hablarles brevemente de mis inicios en este mundo inabarcable de la música clásica. Podría dármelas de lo que no soy y decirles que mamé desde pequeños las sinfonías de Mahler y las nocturnos de Chopin, que mi padre leía partituras mientras desayunaba y que mi despertador no era otro que los melodiosos trinos que mi madre emitía mientras hacía las camas. Pero no es así, no les quiero engañar. En mi casa se oía a Marisol, Radio Nacional de España y, de cuando en cuando, a Serrat, a Perales o a Demis Roussos. No, por ahí no fue por donde empecé el camino a Bayreuth, se lo puedo asegurar. Mi entrada en el universo de los clásicos musicales tuvo como barquero a un caballero de nombre Louis Clark que a los mandos de la Royal Philharmonic Orchestra, a principios de los ochenta publicó "Hooked on Classics" un disco que, a través de un tuttifrutti de melodías clásicas, enlazadas de una manera magistral, creaba temas de entre cuartro y siete minutos con un machacón ritmo discotequero que para quien esto confiesa, era, como diría Robert Palmer, simplemente irresistible. Cuando acaben de leer, vean el video que les he dejado al final de la entrada y así se hacen una idea más exacta de las habilidades del señor Clark. Verán que no son pocas.

Un fragmento de la Novena de Beethoveen, se fundía casi sin darse uno cuenta con el Guillermo Tell de Rossini el cual, a su vez se unía suavemente a Las Bodas de Figaro y desembocaba en una sinfonía de Tchaikovsky creando un único momento de no más de un minuto. Tela. El primero de esos discos incluía fragmentos de más de cien obras en algo menos de cincuenta minutos. Imagínense el campo de batalla que se abre a las mentes inquietas, el descomunal yacimiento musical que se despliega ante los oídos hambientos de quien mientras cimbrea la cadera en la discoteca de moda y, sin remedio, se prenda de unas notas que se le adhieren a la cabeza y que lo llaman a profundizar, a descubrir más secretos, a saber más de ese Haendel, de ese Elgar o de ese Wagner del que se habla en el librito de temas que incluye el disco de marras.

Los puristas más casposos, los que siempre andan con las vestiduras remendadas pusieron el grito en el cielo y abominaron publica y privadamente contra la obra por vejar su santoral y parir un engendro que faltaba el respeto a las Sagradas Formas Clásicas. Hoy, en Twitter, el productor de disco hubiera tendio que salir a pedir perdón o, en el mejor de los casos, cerrar su cuenta. Al amigo Clark, por su parte, debieron importarle estas arengas tan poco como a mi, por que se tiró casi toda la década publicando nuevas entregas de similares características (la segunda fue memorable, mi favorita sin la menor duda), vendiendo discos como churros y adecentando su orto con las diatribas que seguía recibiendo desde las más rancias esquinas del reino. Por lo que a mi respecta, Louis Clark ha hecho por la música clásica en diez años más que Deutsche Grammophon en toda su historia. Quitar los velos, se ponga quien quiera ponerse como se quiera poner, siempre es más complicado que rasgarlos. Por eso, unos hacen una cosa y otros otra. Por eso, unos suman y otros restan.


5 comentarios:

Gonzalo Aróstegui Lasarte dijo...

Yo soy cero purista, Tarquin, pero lo de "Hooked On Classics" me parece una horterada como la copa de un pino. Yo entiendo por purista a quien sigue diciendo que lo de Stravinsky o lo de Webern no es música; al flamenco que critica a Morente por introducir rock o programaciones en sus canciones; al Marsalis de turno que despacha la etapa eléctrica de Miles Davis de un plumazo… Puedo admitir que Clark divulgase la música clásica e hiciese que mucha gente se acerara a ella, pero el resultado, en mi opinión es espantoso.

Un abrazo.

Mister Lombreeze dijo...

Exactamente lo mismo me pasó a mí. Yo devoraba, mientras escuchaba estos discos de chiquitín, las contraportadas de los LPs para identificar todas las obras que sonaban. Las obras de Hooked on Classics son el tronco de mi árbol genealógico-melómano. Tengo la trilogía inicial en versión CD en un altar en mi casa. Hay que ser agradecido. Porque yo soy el melómano que soy gracias, en parte, a esta labor divulgativa de Mr Clark que fue el pistoletazo de salida de muchos aficionados a la Música Clásica.
Han pasado muchos años, hay una patina hortera, como en casi todo lo ochentero, esto es así. Aunque algunas orquestaciones que se hicieron siguen siendo todavía hoy muy atractivas, por ejemplo la del Largo de Haendel que cierra el primer Hooked on Romance (que incluía también una versión de Bach-jazz a lo Jacques Loussier) o la de la fusión de la Danza de las Furias de Gluck con Vivaldi o etc, etc.
Yo sigo hooked on Hooked on Classics por la misma razón por la que este finde iré a ver Mazinger Z Infinity, porque son puertas de Alicia.

Tarquin Winot dijo...

Los Ochenta... Los grandes incomprendidos de la historia de la música. Cualquier divulgador de lo bello, tiene mi apoyo, mi querido Gonzalo. Todos los ejemplos que das son claras evidencias de puristas. Creo que los que machacaron a Clark, también, pero con mayor furor ya que él no retorció las normas, simplemente, se las saltó.

El momento Gluck+Vivaldi es glorioso. Probablemente mi favorito de la trilogía. Que gusto encontrar apoyos en este tema, amigo Lombreeze. No se imagina lo que me ha tocado aguantar por este tema. Ha llegado usted como la caballería para equilibrar la balanza. Larga vida a Clark y a los ochenta.

OscarP dijo...

En el claustro, ya sabe ud a que me dedico, cuando se pretende hacer algo nuevo e innovador en las clases, siempre hay personas que por miedo, innovilismo o lo que sea, que ponen pegas y al final acabamos haciéndonos esta pregunta, que ya es casi como un mantra:
"¿Aporta o aparta?"
Malikian aporta y por eso está donde está y por eso los que apartan irán siendo superados por los que aportan.
Salud

Tarquin Winot dijo...

Aporta o aparta... Me lo quedo, OscarP, con su permiso y siempre con copyright.