Mi relación con el arte contemporáneo es, cuanto menos, conflictiva, cuando no, simplemente, beligerante. A pesar de mis esfuerzos y de las copiosas oportunidades que le proporciono, nuestros encuentros tornan en desencuentros sin apenas habernos empezado a conocer. Danza, ópera, escultura, pintura, música. Sea cual sea la disciplina, donde muchos ven fuego, yo apenas capto el olor del humo. A veces, milagrosamente y casi por casualidad, surge un atisbo, un esbozo de algo que, quizás, tal vez, una vez realizado el correspondiente estudio podría llegar a convertirse en algo que, transcurrido el plazo de tiempo necesario podría admitir como mínimamente artístico. El problema es que esa sensación no es muy distinta a la que provoca, en ocasiones, que una mancha en el suelo o el dibujo de un baldosín, nos recuerde a algo o nos parezca interesante o, incluso, bello. Esa sensación carece de permanencia, no dispone de pilares y se diluye en mi memoria tan pronto como desaparece de la vista. Además, no por eso, deja de ser un borrón en el suelo o una casualidad en la pared de un servicio.
Carezco de la adecuada formación artísitica, eso es cierto. No sé una palabra de escultura ni de pintura. Aunque he leído mucho, tampoco creo que sea suficiente para catalogarme de lector empedernido y a pesar de los centenares de películas y obras de teatro que he visto en mi vida, no paso de ser un humilde aficionado. Sin embargo lo magro de mis conocimientos, no me impide admirar la apabullante belleza de la música de Ravel o Wagner. Tampoco esta carestía es obstáculo para admirar la literatura de Paul Auster o Javier Marías, ni la majestuosa perfección de la trilogía de "El Padrino" o el atractivo discurso visual de "Delicatessen". Por eso mismo, no creo que sea mi reconocida falta de conocimientos lo que me lleva a permanecer completamente al margen de las propuestas de José María Sánchez Verdú, Antoni Tápies, León Ferrari o Enrique Salamanca.
Personas cuyo criterio admiro fielmente y titulares de mentes abiertas y desarrolladas, defienden las manifestaciones artísticas contemporáneas, argumentando que, en el siglo XX y aún más en el XXI, hay cosas que el arte ya no puede decir. Al menos, no puede decirlas tal cual han venido siendo dichas en los últimos años. Dos guerras mundiales, la sobredosis informativa de las últimas décadas y un claro paso de lo social a lo individual han generado que el hombre haya perdido el enlace con sus circunstancias. Yace solo, desarraigado, en una forma de páramo existencial sin orden que únicamente provoca frustración, ansiedad, rabia o ira. Por esa razón, el artista descomprime y rompe las normas, desordenándolas a su antojo, rompiendo así en mil pedazos la linea temporal lógica y el cronológico devenir de los acontecimientos. El artista moderno, primero escucha la frase, luego capta el movimiento de los labios y posteriormente la mirada que hasta hoy precedía a todo. La desfragmentación vendría ser, así, el hilo conductor que vertebra el arte contemporáneo. Por mi parte, considero que embarullar lo existente no es muy distinto a desmantelar un rompecabezas. Y eso puede hacerlo un niño de pocos meses. La esencia del arte es la imposibilidad que siente el que observa de imitar su grandeza. Ni en un millón de años podría componer "Tristan e Isolda" o esculpir "El pensador". Sin embargo, dudo que tuviera dificultad en escribir la partitura de la segunda parte de "El viaje a Simorgh" o pintar al compañero de exposición de cualquier obra de Mark Rothko.
Hasta que el pozo de las ideas se secó, hace ya muchos años, el arte se movió hacia delante de manera paulatina. Se aprecia una lenta pero inexorable evolución entre la música de Richard Strauss y la de Beethoven y entre la de éste y la de Mozart o Haydn en una relación causa efecto que se pierde en el tiempo pero que deja bien asentadas las bases de cada paso para poder dar el siguiente. Sin embargo, con la entrada en el siglo XX, todo se transforma. La certeza de que hemos alcanzado el final del pozo, provoca un arrebato suicida que nos lleva a enmarañar la herencia recibida en un potaje indigerible que no lleva a ninguna parte y que, por supuesto, no representa evolución alguna.
Lo peor de todo es que, a fin de cuentas, el siglo XX no ha sido más espantoso que los anteriores. La queja y el fastidio es uno de los pilares fundamentales del hombre. Decía Borges que a su abuelo le tocaron vivir, como a todos los hombres, tiempos difíciles. Siempre estamos peor que nunca. Lo que nos pasa es siempre mucho peor que lo que otros han sufrido. Sin embargo, la realidad es que ese horror y esa angustia vital que ha pulverizado el arte como lo conocíamos hasta entonces, no es tal, ni su intensidad es tan poderosa que tengamos justificadas razones para hacer volar por los aires siglos de historia y de evolución. Si nosotros hemos padecido dos guerras mundiales, otros han vivido conflictos de cien años de duración. Si en el siglo XX vivimos el fascismo, el feudalismo campó a sus anchas hace menos años que los deseados. Si aquellos no tuvieron que rascar un tenedor sobre el plato para transmitir angustia al oyente y pudieron transmitir otro tipo de sentimientos distintos al miedo y a la nausea y los artistas contemporáneos no han sido capaces, al final resulta que el siglo XX ha sido un siglo de flojos y blandos que no pudiendo soportar lo que les ha tocado vivir y en vez de mirar hacia atrás buscando las bases que permitan, si eso es posible, volver a iniciar el camino, han optado por desvalijar la casa del abuelo y llevarse lo que puedan para protegerse de la que está cayendo.
34 comentarios:
No sé si sé mucho de arte o no; lo que sé es que en mi casa tengo colgados cuadros con manchones de color que quedan bien con el color de las paredes y que a mí me parecen decorativos.
No sé si el manchón de color que yo cuelgo porque los colores se me hacen bonitos simbolizan el advenimiento del fin de las religiones combomísticas; tampoco me importa.
Lo que sé es que Antonio López hace unos cuadros que me gustan infinitamente más que los manchones de color que tengo pero a pesar de ello no colgaría sus cuadros en mi salón. Y es que el manchón es convivible de puro neutro y anónimo pese a lo que pretenda significar y el arte figurativo, acaso por serlo, produce más fatiga.
Paradójicamente, aquello que más me gusta, no es aquello que me compraría.
JM
Imagino que es lo normal. El arte debe admirarse en los museos, junto a sus iguales. Me apasiona "La rendición de Breda" y tampoco la pondría en mi salón.
Es paradójico, sin duda, pero es un sintoma claro de falta de pretensiones que comparto contigo y que nos enfrenta con los que nunca podrían alabar algo "porque los colores se me hacen bonitos".
Hoy el arte tiene cierto paralelismo con el deporte:han seguido sendas por distintos derroteros hasta confluir en un mercantilismo puro y duro con contadas excepciones.Como muy bien dices la capacidad de asombro ante una empresa imposible de realizar por uno mismo que provoca una obra o una gesta es la mejor definición de arte o heroicidad,según el caso.Aborrezco las etiquetas y ésta (comtemporáneo) especialmente,el arte es intemporal,eterno,todas las generaciones se maravillaran con "La Piedad" de Miguel Angel o como Sorolla lograba plasmar la luz en sus cuadros,por ejemplo.Confundimeos diseño y decoración con arte.Hoy por hoy una cosa tan excelsa anda tan desvirtuada que hasta a algo tan efímero como a cuatro viandas estrategicamente amontonadas en un plato por un cotizado chef o a un calcetín usado y sin zurzir (por no hablar de vulgares defecaciones) lo consideramos "arte".
Esa es la clave de todo. Dentro de mil años, el público permanecerá con la boca en inborrable cuarta vocal mientras admira cualquiera de esas obras que mencionas y ni los tataratataranietos de los que hoy presentan sus insensatas colecciones de vacío artístico recordarán las pedantes naderías de sus antepasados.
Upss. Obviamente, quería decir imborrable y no iNborrable. Diez latigazos de merecido castigo.
Diez se me antojan pocos, si usted me lo permite.
Sobre el tema propuesto, hago mía la intervención de moncabanas, así que Sr. moncabanas, ya puede escribir algo más que lo escrito ha cambiado de dueño.
Natalio Natillas
(Uno de los hijos de Aquilino)
Le supongo miembro del afamado clan Natillas y compruebo con gusto su predilección por la síntesis. Bienvenido,
Supone usted bien, en efecto pertenezco con orgullo al clan Natillas al que represento. Nuestro querido padre, D. Aquilino, comprometió nuestra intervención ocasional y -nobleza obliga- heme aquí pese a mi reticencia a personarme en sus páginas luego de observado el displicente trato obsequiado a quien tanto le admiraba.
Cumplo con honor más no con gusto el compromiso que mi padre me ha impuesto.
Los Natillas somos hombres de palabra.
Suyo affmo
NN
Estoy espesa esta mañana. Lo único que puedo decir con seguridad, y bufándomela muy mucho la opinión d sabios y entendidos, es que con Tapies no se me caen las bragas, y con Velazquez sí.
Hay un librito, de un tal Juanjo Sáez, que explica bastante bien qué es lo que nos hace sentir el arte; teniendo en cuenta que cada persona es un mundo y le emocionan cositas distintas. E incluso el librito citado a mucho les parecerá obra de un cantamañanas, pero a mi me llega hondo. Subjetividades...
Resumo mi punto de vista recurriendo a esa viñeta de El Roto en la que un tipo está mirando un cuadro y su mujer le pregunta: "¿Qué tal, es bueno?", a lo que él responde: "No sé, no pone el precio".
Tâpies y Velázquez.
Princesa, a mí Juanjo Sáez me parece un cantamañanas.
Odio disentir contigo, Otis querido.
Hola Tarquin, interesante reflexión la que planteas y en la que me siento muy indentificado. No tengo demasiadas pretensiones en cuanto al consumir arte. Me contento con la diferenciación de aquello que no quedará exagerado a nivel hogareño y que seguramente no podría nunca estar en un museo. Aprovecho para dejarte Saludos!
Yo, experto en arte, pues no. Auque me resulta obvio en los campos en los que tengo algun leve conocimiento que la originalidad brilla por su ausencia, excepto en muy contadas ocasiones. Pero, como afirma Princesa Cabana, prefiero, rotundamente, a Velazquez que a Tapies,o Ripolles, que es de mi tierra. Pero me quedo con otro tipo de arte, mas mundano e insignificante, con el que dsifruto mas.
Parece existir un cierto consenso en torno a la supina estupidez del ¿arte? de Tàpies (aún recuerdo el lío que se montó para mi sorpresa con su deplorable calcetín metálico) así como la grandeza incontestable del gran Velázquez. Llamar "arte" a ambas cosas implicaría hacerlas iguales y eso me parece inadmisible.
Respecto al amigo Juanjo...er...yo...pues...la verdad es que no tengo ni remota idea de quién es el muchacho.¿Cómo se llama el librito, princesa?
Buenos días!!
Pues tiene dos: "EL ARTE, (conversaciones imaginarias con mi madre)" que es el que yo citaba; y "Viviendo del cuento", título este muy explicativo.
También tiene otro llamado "Buenos tiempos para la muerte" pero no me ha gustado mucho.
Gracias por el dato. Inicio su búsqueda. La verdad es que, sin haberlo leído, me parece prometedor. ¿Por qué es un singermorning, Otis?
Porque es un supuesto crítico de la modernez más insulsa que cae, precisamente, en la modernez más insulsa.
En la fnac lo tienen en la sección de comics, por cierto.
Dividido tengo el corazón. Habrá que echarle una ojeada y decidir, aunque no termino de ubicarlo en la sección de comics, la verdad.
Razón lleva Otis, que no digo yo que no...
Está en comics pq es un libro ilustrado, o un comic sin viñetas...
Échale un ojito sin comprarlo, y luego me ponéis a parir entre los dos: jijijijijijijijiji!!!!
Quien sabe, a lo mejor somos tú y yo los que ponemos a parir al inefable Otis.
inefable.
(Del lat. ineffabĭlis, indecible).
1. adj. Que no se puede explicar con palabras.
¿Ein?
Está muy claro, Otis. Es imposible describirte con palabras....a todas encuentras defectos. Pensaba haber puesto tocapelotas lingüístico y me salió inefable. Cosas del directo.
Eso no me lo dices en la calle... que me constipo.
Asisto preocupado a una escalada de violencia semántica sin precedentes en estas páginas.
Abogo por la recuperación de la concordia, la templanza y la mesura.
(Bueno, qué carallo, no, que se peguen, que es más divertido)
Aquilino Natillas (de incógnito)
Si total, en cuanto Tarquin vea el librito en cuestión; le va a parecer un singermornings, se reconciliarán y me pondrán verde... ¡Que eso une mucho!!!
Ignoraba sus orígenes celtas, Don Aquilino. Yo le hacía más de Soria o Ciudad Real.
Lamento informaros que este duro y áspero debate es lo más parecido a un enfrentamiento Otis- Tarquin que puede uno llevarse a la cara. Terrible, ¿verdad?
De modo que, lo más seguro es que, tan pronto, tenga en mis manos el libro, unamos fuerzas y acosemos a cierta princesita valenciana que todos conocemos.
No tienes más que entrar en www.juanjosaez.com y ver.
Me veo en la obligación de recordar que a Juanjo Sáez lo he citado porque me gusta la manera en que describe qué te hace sentir el arte, y cómo te das cuenta de que lo es.
Él es diseñador gráfico, o dibujante, yo que sé.
Si el bueno de Cutlass os gusta, Juanjo Sáez digamos que es como algo así, pero no con personaje único; sino que cuenta historias ilustradas con su particular estilo.
!Ja! Ahora con excusitas. Por poco acabas con una amistad de 20 años, sacando a relucir a Juanjo Singermornings...
Visitada la página del amigo Juanjo, me veo con la suficiente información como para proclamar la definitiva reconciliación entre el lingüista de oro y el chico de la chistera.
Gracias a las matizaciones de última hora de nuestra princesa favorita, intentaré convencer al agresivo Otis de que invadir Valencia es una medida algo exagerada y que perdonar es algo valioso en la personalidad de los grandes hombres de la historia. No te garantizo nada, pero lo intentaré.
Respecto a lo que comenta Azid, es evidente que, en toda mi vida, sería capaz de hacer algo como lo que surge de los pinceles de Richard Estes (del que por cierto no tenía la menor noticia y entiendo que te dejara con la boca abierta). Comparar la obra de este hombre y la de otro que emborrone un lienzo con bosta de caballo para transmitir el mensaje de que la vida es una mierda es lo que me enereva.
Si es que ya sabía yo que mi oportuna intervención iba a servir para algo... Nah, no me deis las gracias, chatos; ha sido un placer recordaros el porqué de vuestra fraternal amistad; aunque sea a costa de cuestionar mi increible buen gusto!
Y oye, si invadir Valencia entra en vuestros planes,¿Me haríais el favor de hacer coincidir la campaña con las Fallas? Ya puestos, que el exterminio sea útil de verdad.
Y al hilo del mencionado arte-caca y Valencia, tierra de las rotondas feas; os dejo dos muestras de horror contemporáneo:
http://www.fotografiavalencia.com/
data/media/9/HPIM1735.jpg
http://www.escolalliurex.es/elrebost
/manolovaldes/damaiberica1000.jpg
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