
No son pocas ni, desgraciadamente, escasas las oportunidades en las que el presidente del gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, se ha puesto en evidencia frente al mundo y, en consecuencia, ha hecho lo propio con aquellos a quienes representa. Desde sus patéticos desplantes a los Estados Unidos, pasando por su vehemente negativa de la crisis que asola el mundo financiero y, por tanto, al mundo entero, sin olvidar sus guiños a temibles gobernantes como Hugo Chavez o Fidel Castro. Resulta difícil encontrar un personaje público con mayor habilidad para hacer el ridículo, y eso que en el mundo de la política, los tocinetes sectarios y demagogos proliferan con soltura. Por eso, la absurda cruzada iniciada recientemente para lograr la presencia de España en la reunión que se celebrará en Washington el próximo mes de noviembre y a la que acudirán los representantes de las economías más fuertes del mundo, no debería sorprenderme.
Y sin embargo, este siniestro Tetris, esta versión adulterada del juego de la silla que el gobierno ha iniciado para lograr que nuestro presidente luzca el palmito cerca de la Casa Blanca, logra sacarme de mis casillas con aún mayor ferocidad que hasta ahora. Resulta asombroso que, con la que está cayendo, el cabalo de batalla de Zapatero y su panda sea que España contribuya con sus aportaciones a la refundación del capitalismo, la regulación de los mercados financieros y la cuadratura del círculo entre otros temas. Y para ello, no dudan en enredar en su maraña exasperante al Rey, al presidente del Banco Central Europeo y al marido de Carla Bruni, antes conocido como presidente de Francia.
Argumentan que nuestra economía juega en la Champions League, que las medidas adoptadas van a fulminar la crisis con la misma rapidez con la que el Ibex35 perfora soportes y, por supuesto, que todo es culpa de Bush, que aún anda escocido por el dolor de espalda que impidió a nuestro presidente levantarse ante las barras y estrellas hace ya unos años, cuando ni por lo más remoto imaginaba que sería presidente del gobierno. Y probablemente todo esto sea verdad, no digo que no. Pero, si, efectivamente lo es, ¿qué necesidad hay de montar este circo? ¿Empezaremos a jugar en la Intertoto si no nos gastamos el dinero en viajar al país del escocido cowboy? Si no necesitamos la ayuda ni los conocimientos de los demás porque estamos mejor preparados que el resto de la humanidad, ¿es realmente preciso gastar tanto capital humano y económico en estos momentos en los que el paro roza máximos históricos, la recesión extiende su manto sobre la economía nacional y los ciudadanos confían más en la Bruja Lola que en el sistema bancario?
No tengo la menor idea de si, finalmente, Zapatero asistirá o no a la famosa reunión de Washington. En poco o nada va a influir la misma en que tengamos mayores o menores dificultades para llegar a fin de mes. Pero, personalmente, prefiero que no acuda. Sería menos contraproducente si se quedara en su casa y nos ahorrara la imagen de verlo, como a Peter Sellers en la película "El guateque", arrinconado en una esquina de la mesa, con las rodillas a la altura de los hombros, sentado en una silla traida de cualquier parte para evitar que permanezca en pie, ignorado por todos y repartiendo sonrisas a los verdaderos invitados que no cesan de preguntarse si el español viene de parte del novio, de la novia o, sencillamente, se ha equivocado de boda.