domingo, 23 de noviembre de 2008

La amenaza del vampiro


Recorría los pasillos del supermercado con rapidez, saltando de un lado a otro sin que milagrosamente chocara con ninguna de las columnas de productos que flanqueaban los corredores del local. Sí, es cierto que sus gritos de alegría tenían un decibelio más de los necesarios y que, si no andabas fino era probable que estamparas tu sobrecargado carro contra su cabeza en cualquier esquina. Pero por lo demás, era un niño normal, tan activo, acelerado y feliz como cualquier otros chaval sano de unos cuatro años.

Durante su periplo por los laberintos del supermercado, no tuve nunca a mi vista al adulto que, presumía, acompañaba al acrobático jovenzuelo y reconozco que me llamaba la atención no escuchar aleatorios avisos de prudencia de los que los responsables de menores somos tan amigos. No volví a pensar en el tema hasta que unos minutos después el pequeño correcaminos apareció ante mis ojos, con el buen humor extraviado en algún pasillo, los gritos, ahora, superando holgadamente el umbral del dolor y sus cabriolas convertidas en convulsos espasmos encajonados entre las barandillas que conducen a las cajas. A su lado, una mujer alta lo sujetaba por la mano derecha sin mostrar el menor interés por lo que ocurría al final de aquel brazo que sostenía firmemente.

En algún punto del viaje, el equilibrio de poder entre niño y adulto debió romperse y aquél , ahora tomaba cumplida venganza, reclamando algo que supuse negado apenas unos segundos antes y que, por mucho que afiné el oído, me fue imposible descifrar. La mujer se mantuvo en su solemne silencio hasta que el niño comenzó a tirar de ella hacia la salida exigiendo en similar tono al usado hasta el momento "ir a casa". En ese instante y con sorprendente lentitud, la mujer giró sobre sus talones y se agachó hasta colocar sus ojos a la altura de los del chico . "Tú mismo", dijo sin alterarse un ápice, "si quieres, sal ahora y vete casa. Yo tengo que pagar la compra. Sólo te digo que ahí fuera acabo de ver un enorme vampiro". Ignoro que ideas se asociaron de inmediato en la mente del niño, pero mucho antes de que su acompañante recuperara la verticalidad, quedó inmóvil, agarrotado junto al carro y sin que volviera a oírsele una sola palabra, con los ojos abiertos de par en par y dilatados por el miedo.

No es justo juzgar a un padre o a una madre por un determinado comportamiento puntual que estimemos impropio o exagerado. Yo he cometido ese error en ocasiones y, ahora que la heredera nos alegra los días, he tenido que disculparme no pocas veces con aquéllos a los que sermoneaba desde la ignorancia. El potencial de deseperación que pueden provocar los niños es inabarcable. El llanto de un bebe o un comportamiento como el que acabo de describir pueden prolongarse durante horas y, en ocasiones, es difícil mantener firmes los estribos y no extraviarlos en el maremoto. Por eso, en realidad, no sé si hice bien cuando, al encontrarlos un poco más adelante esperando para cruzar un semáforo solté un buen pescozón a la amante de Drácula que le hizo trastabillar y soltar una de las bolsas que se desparramó con estrépito en la calle. Protegido por el aislamiento que, en materia musical, conceden las nuevas tecnologías no escuché sus más que seguros improperios mientras volvía a mi casa para achuchar un buen rato a mi pequeña princesa y, por si las moscas, esa noche dormí con un buen crucifijo al alcance de la mano. Padre prevenido, vale por dos.

14 comentarios:

Faria dijo...

Yo le habría dado el pescozón al niño. Ah, no, espera, que es un menor súper protegido y yo me convertiría en una maltratadora infantil... mmm. Será mejor lo de los vampiros. :P

María dijo...

Mira, el otro día vi en el telediario una noticia en el que hablaban sobre lo de dar cachetes o collejas a los niños. A los @#~€&"! que se han inventado eso de que es delito pegar un bofetón a los críos es un delito habría que decirles dos cosas:

1º Si algún padre le da un cachete a su hijo, será porque algo mal han hecho, y la bofetada se la habrán dado sus progenitores para que reaccionen y sepan que para la próxima vez que lo hagan, sepan que les van a dar jarabe de palo. Por lo menos a mí, mis padres me han dado una colleja siempre que me he pasado cuatro pueblos y qué quieres que te diga, no tengo trauma alguno.
2º Me parece una tontería que esos mismos @#~€&"! vayan por la vida diciéndole a la gente cómo tienen que criar a sus hijos (crios que tendrán que educar ellos mismos hasta que terminen sus estudios, a los que les pagan esos estudios, les visten, les lavan, les dan de comer.....) De momento servidora no tiene hijos (ahora estoy enfrascada en terminar la carrera y por el momento quiero disfrutar un poco la vida hasta que encuentre un maromo guapo y rico y tenga hijos)

Por cierto, me acabo de acordar ahora que estaba escribiendo esto: hace un año estuve en el extranjero, visitando a mi hermano y su familia, y mi cuñada y yo vimos a un padre pegarle un bofetón a su hijo y metiéndole una bronca impresionante porque se estaba portando mal. La dos llegamos a la misma conclusión, y con sólo mirarnos a la cara ya sabíamos lo que pensaba la otra.

Sach dijo...

Aquí uno que ha crecido también entre collejas y sin trauma alguno..... salvo por las ansias de asesinar a la humanidad que me entran de vez en cuando.

Ahora en serio, no creo que una colleja o cachete vengan mal de vez en cuando (creo que es mejor eso que atemorizarlos con vampiros u otros seres de ultratumba) Cierto es que soy más amante del diálogo y la reflexión (será por que yo me llevé de más)
De todas formas los niños tienen que saber que todo acto tiene consecuencias, y muchas veces esa asociación se ve más clara con un pescozón.

(Tampoco tengo hijos así que supongo que serás más fácil hablar desde aquí, ya os contaré en unos años)

nonasushi dijo...

Los nenes te echan un pulso todos los dias. Tienes que estar al quite, que sepan que nunca van a ganar y si ganan es porque tu les has dejado y ellos tienen que saberlo.

No me gusta que se pegue a los peques, pero de vez en cuando un cachete en el culo no viene mal.

Siempre se puede dialogar con ellos, pero hay veces que es enfrentarse a una pared y en ese momento tienes que frenarlo de una forma u otra.

No tengo hijos y seguro que si algun dia tengo la cagare, pero siempre he tenido claro que los extremos son malos y que hay que llegar a un termino medio.

Lo del vampiro?... me parece una cagada, pero muchas asi se nos escapan.

Saludos

María dijo...

El problema es que los niños están muy espabilados hoy en día: les metes una bronca o les das una bofetada cuando es debido y te vienen con eso de que "sus derechos por aquí" o "sus derechos por allí". Iba a preguntar que quien se lo habrá inculcado, pero leyendo mi comentario de antes creo que sería una pregunta tonta ¿Que hay que dialogar con ellos? No lo niego: habrá que educarlos, enseñarles a ser buenos y todo lo que queramos. Pero una colleja cuando es debido, nunca viene mal.

Off topic: no se por qué, pero navegando por Internet me he encontrado con una página en la que hablan de series, canciones, juegos y demás cosas que forman parte de mi infancia. Ains, que morriña me ha entrado. Quiero volver a los ochenta. La dejo aquí: www.teacuerdas.com (podrías escribir un post sobre eso ¿no?)

Profesor Moriarty dijo...

Que le digan lo del vampiro a mi niño de siete años, que raudo y veloz saca su camarita de 2 megapixeles para inmortalizar al chupasangres.. jeje.. menudo es mi pequeño Anakin.

http://www.flickr.com/photos/profesormoriarty/2380193015/sizes/o/

Collejas se lleva, y zurras en el culo tambien. Y si le pegas con cuidado para no hacerle daño te lo manifiesta con un "no me ha dolido", que te hace respirar profundamente, mientras recitas aquello de "un, dos, tres, cuatro, cinco, seis.. yo me calmare... todos lo vereis..." y que no sirve por mucho que lo digas.

Es muy trasto, parlanchin y muy asalvajado, en el sentido de que es capaz de tirarse al suelo en plan especialista hollywoodiense sin hacerse un rasguño, lo que me hace ponerme especialmente nervioso, y hace que se me hinche la vena del cuello mientras le grito que pare que se va a matar..

Pero tambien es un picaruelo cariñoso que se hace querer con su verborrea y sus inteligentes deducciones.

Al final, el me perdona los golpes que le propino, y yo le perdono los que se propina a el mismo, que son mucho mas duros..

Lo importante, en definitiva, es que un niño es un niño, y que se comportara de tal modo hasta la adolescencia. Lo cual es terrible, porque, estoy seguro, de que entonces si que tendre ganas de darle a menudo, y hechare de menos a ese pequeño demonio que ha desaparecido.

Anónimo dijo...

El intervencionismo hasta en lo que uno puede comer es la marca y seña de los totalitarismos de corte soviético que por algún motivo, resultan tan progresistas y tan poco rancios.

Sentado lo anterior, yo soy partidario de darles unas leches de cuando en cuando, que además relaja mucho.

Y es que esa moda de "todo trauma" es de un pusilánime, de una hambruna intelectual más que considerable.

JM

sonia f dijo...

Yo veo a mis amigas con niños y desde luego que sin paciencia, mejor ni lo intenten señores.

Mi mamá usó un recurso semejante al del vampiro: me dijo que si seguía mordiéndome las uñas se me caerían los dedos. Lloré un ratito, dejé de morderlas y nunca mais. Y hasta hoy no lo había recordado, así que mucho trauma no me queda.
La zapatilla no les hizo falta, en cambio: como soy de natural cobardica en cuanto me miraban serios me acojonaba. Pero vamos, que es equivalente!!

Faria dijo...

Cosmic, yo era mala. Mala, mala. Me pitorreaba de mis padres en su propia cara con seis años, y lo único que fue capaz de frenarme fue el cachete. Con un niño bueno, como sucedía con mi hermana, la mirada seria es suficiente, pero no todos los niños son iguales...

Ah, por cierto, a pesar del cachete no tengo traumas y no soy particularmente violenta. Bueno, eso creo. En realidad, sólo le pido a Dios que mis futuros hijos no salgan como yo. ;)

Tarquin Winot dijo...

Por lo que leo, debo de ser un bicho bien raro (y no sólo por llevar chistera en estos tiempos tan poco propicios para la ostentación).

Con los dedos de una mano (y alguno sobraría) se pueden contar las ocasiones en las que el que suscribe ha podido llevarse una colleja. En mi casa (los Cosby nos llamaba un amigo, el muy ladino) ha imperado la palabra sobre los soplamocos y, la verdad, es que mal del todo no ha salido el experimeto.

Por supuesto, me parecen chorradas de primer orden todas esas paparruchas sobre los traumas infantiles que supuestamente causan los azotes y la bofetadas (ocasionales, claro), pero no puedo dejar de pensar que el uso de ese sistema supone alcanzar el fondo del depósito de argumentos.

Espero que la heredera nunca tenga que sacarme los colores y se agarre a esta entrada para denunciar su incumplimiento. Si mis padres lo lograron y yo mamé lo que ellos me dieron, hay muchas posibilidades de que eso no ocurra. O al menos eso espero.

Puedo

Kampanilla dijo...

No entiendo muy bien lo de pescozón.
La verdad es que la mujer se pasó un poco, pero por lo menos pudo controlar al monstruito porque veo cada niño asilvestrado por supermercados y demás...
Salu2!

Tarquin Winot dijo...

"Pescozón" viene a ser un empujón dado casi de refilón y que, sin ser especialmente llamativo, desnivela lo suyo. Muy útil en aglomeraciones para abrirse hueco.

Anónimo dijo...

Visto lo leído y con dos vástagos lindando el cuarto de siglo,creo que no tendrán reparo alguno para investirme como "voz de la experiencia" aunque solo sea para esta ocasión.
En lo que a mi (y a la que me padece) respecta,poco o nada hemos tenido que recurrir a cachetes y bofetones,con alguna reprimenda oportuna y muchas miradas fulminantes enarbolando el índice frente a sus narices ha habido más que suficiente.
En realidad no entiendo como tan poco esfuerzo ha podido ser tan fructuoso.Quizás tenga una prole fuera de lo común o tal vez lo más común sea que los retoños se comporten como esponjas,absorbiendo y asimilando lo que ven y viven con toda normalidad.Los niños se educan solos, impregnándose del entorno ,manteniéndoles cerca de ti evitarás que absorban ambientes enrarecidos que abundan en calles y según que tubos catódicos.

Tarquin Winot dijo...

Mira tú, Monca, que no me sorprende un pelo que el tema físico y vosotros como padres, os hayais tocado sólo tangencialmente. Creo que la referencia a la esponja es la clave del asunto. Al menos conmigo y con tus talluditos vástagos ha funcionado.