martes, 17 de noviembre de 2009

Punto y final: Andrew Anthony


Uno de los debates más intensos y apasionados que han tenido lugar en el ladrillo se produjo hace ya varios meses y tuvo como detonante la entrada "El que calla y observa", dedicada a la agresión llevada a cabo por un tuercebotas desnutrido en el metro de Barcelona que fue captada por las cámaras de seguridad del vagón, convirtiéndose en combustible informativo durante varios días. En la mencionada entrada, además de condenar el comportamiento del bípedo descerebrado, se criticaba con severidad el de quienes compartían el vagón con víctima y agresor, permaneciendo ajenos a todo cuanto ocurría a pocos metros de sus asientos en un descomunal ejercicio de cobardía y falta de civismo.

Hubo quienes opinaron que la propia seguridad es prioritaria en situaciones de similar corte y hubo otros que manteníamos la imposibilidad de permanecer al margen cuando hechos como los ocurridos entonces se producían en nuestro entorno más cercano. Hubo quien apeló al espíritu heróico y quien apoyó firmemente aquello de que un cobarde es un tipo con el instinto de conservación intacto. Como suele ocurrir con aquellos debates verdaderamente intensos, ningún grupo gano adeptos entre las filas contrarias.

El debate no ha perdido, desgraciadamente, actualidad y, día sí, día también los medios de comunicación vuelven a procurarnos datos que nos confirman que hechos como aquel que generó la entrada, lejos de diluirse, se tiñen de una pátina de normalidad que amenaza con volverlos invisibles y a quienes convivimos con ellos, en mudos y ciegos espectadores, amodorrados en la condescendencia.

Como considero que esa apatía social es una de las mayores lacras que sufre nuestra confortable existencia, no me resisto a volver a sacar el tema. Y para ello, utilizo la radiografía más exacta que he leído sobre el asunto en cuestión, cortesía del periodista británico Andrew Anthony, que en su muy recomendable obra "The fallout: How a guilty liberal lost his innocence" ("El desencanto. El despertar de un izquierdista de toda la vida" Ed. Planeta. 2009) desmenuza éste y otros asuntos de actualidad con un tino y un sentido común al que es difícil no rendirse. Una obra especialmente dedicada a aquéllos que, como un servidor, nacieron a la política por la izquierda y, a fuerza de sectarismo y demagogia, han terminado escorándose más allá del centro con la desagradable sensación de haber perdido lastimosamente el tiempo.


"Aunque la no intervención pueda evitar lesiones físicas al ciudadano, también tiene un efecto sicológico. El ciudadano acepta su impotencia y eso no suele ser una experiencia alentadora. La violencia consentida tiene un efecto invisible pero aplastante sobre el ánimo del individio y de la comunidad en general. Y dejar que la policía responda a cualquier amenaza (...) convierte el espacio público en un campo de batalla entre los elementos antisociales y criminales y la ley, en el cual, los primeros gozan de las ventajas de ser más y de utilizar el efecto sorpresa. Efectivamente, cede las calles a los violentos, porque sin una disuasión colectiva fuerte, los violentos se vuelven más confiados, más intimidadores y más violentos. Finalmente, la pasividad del grupo hace que el contrato social de una comunidad sea algo irrisorio."


9 comentarios:

Hache Muda dijo...

Me suena esa cara...

Angel "Verbal" Kint dijo...

Bufff difícil y espinoso tema...creo que en el fondo las personas que estaba en ese vagón pensaron en si mismos...y no se si criticarlo o no...porque en mi mente dudo de mi posible intervención en algo así...creo que hoy en día hay personas con muy poco respeto hacia la vida de los demás y claro...ya me entiende no?

Mister Lombreeze dijo...

Coincido, espinoso asunto.

Hace años perseguí por varias calles a un ladronzuelo que había robado el monedero del bolso de una chica en una zona de copas. Cuando lo alcancé le pedí que lo devolviera. Al poco llegó la muchacha y con lágrimas en los ojos, le suplicó también que le devolviera el monedero, que no le importaba el dinero pero que llevaba toda la documentación, unas entradas para nosédónde y noséquérecuerdo de su madre. El villano comenzó a gritarnos y personalmente a mí me acusó de racista (¿?), y de nazi, -supongo que porque llevo la cabeza afeitada-, él decía que no había robado nada, pero la muchacha, que seguía llorando, estaba segura de que sí. Finalmente lo cacheamos y encontramos lo robado en uno de sus calcetines. Cuando llegó la policía me acusó de agresión y acabé en comisaría.

La segunda vez que visité los calabozos fue por defender a otra chica a la que un policía nacional de paisano, -un "secreta"-, partió la nariz con una linterna frente a un bar de copas. Me absolvieron en el juicio posterior por los pelos.

Y no quiero aburriros con mi biografía pero dos veces más acabé en comisaría por asuntos semejantes.

¿Volvería a hacerlo?. No lo sé. Creo que si me da tiempo de pensarlo friamente, no. Pero lo malo, -o lo bueno-, de estas situaciones es que nunca dispones de ese tiempo... El tiempo de los canallas.

Sach dijo...

Lombreeze tiene toda la razón. En este debate el empirismo gana la batalla. Da igual todo lo que digamos aquí, mientras no nos veamos en una situación así, mientras no sintamos el miedo o la adrenalina, no podremos estar seguros de cómo hubiéramos actuado; son situaciones límite y debes verte envuelto en ellas.

(Tarquin por ti no pasa el tiempo eh?, hace más de unos meses que generaste este debate. Tantos que creo que aun no conocía esta fantástica pared de ladrillos!!)

Tarquin Winot dijo...

A mi también me suena, Hache. Creo que terminó sacando la cabeza del suelo y, nada más sacarla...... ¡se la han cortado de un tajo!

Sin duda, Angel, hay muchas personas con poco respeto por la vida, pero, tampoco tengo dudas de que somos muchos más los que guardamos por ella un escrupuloso respeto.

Yo no tengo dudas de que volverías a hacerlo, amigo Lombreeze. Es evidente que lo llevas en la sangre y a pesar de que es una biografía de las que pueden tumbar las convicciones de cualquiera, me merece toda la admiración del mundo.

Tienes toda la razón, Sach. ¿Unos meses?.... ¡¡Más de dos años! Madre mía, ¡¡cómo pasa el tiempo!! Ya voy cmino de los tres años con el blog. Todo un hito para mi legendaria inconstancia.

Anónimo dijo...

El dilema hamletiano se queda corto ante éste,¿intervenir o no intervenir?.Presumo que a todo el mundo el valor, como en la "mili", se le supone y no sabrás si eres héroe o villano hasta encontrarte en situación, entre la espada de los valientes y la pared de los cobardes.

En todos los gallineros siempre hay un gallo más chulo que el más chulo de los gallos,y las gallinas, todas juntas,poco pueden hacer,por lo que deduzco de la cita del sr. Andrew.Olvidamos que la sociedad es la suma de sus individuos y le pedimos cuentas a la sociedad de lo que no nos exigimos individualmente.
(me he mudado a un país imaginario, sr.Tarquin)

Tarquin Winot dijo...

¡¡Que bueno encontrarte de nuevo, Mon!! Visitaré asiduamente ese país en el que te has empadronado recientemente.... cuya actualización, presumo, será continua ;-DD.

Verónica Porturnos dijo...

¿Arriesgar mi vida por defender a un imbécil que seguramente no me defendería a mí si la situación fuese al revés?. Jajaja

Tarquin Winot dijo...

Espero de veras que no tengas la oportunidad de comprobar la exactitud de lo que dices, Verónica.