Uno puede subir la escalera peldaño a peldaño o intentar adelantar camino tomando atajos. Con la segunda vía, las posibilidades de llegar a la cima son altas, pero también lo son las de clavarse los dientes en un escalón y dejar la tarea a medias. Esa misma tesis plantea, por ejemplo, en el ámbito de la música el sociólogo Javer Elzo- al que ya he hecho referencia en otras ocasiones- cuando, al hablar del compositor austriaco Anton Bruckner dice que "es difícil, aunque no diré que imposible, escuchar su música siendo joven". Para disfrutar de todas las maravillas de la madurez, es preciso haber tenido infancia. Para amar debe uno haber coqueteado y no es posible dirigir un negocio si antes no se ha sido empleado.
En el mundo del comic pasa lo mismo y es difícil captar toda la grandeza de una obra como "Scalped" sin antes no haber pasado por las garras de Francisco Ibáñez o por las de Stan Lee. Difícil, al igual que Javier Elzo, no diré que imposible.
Bienvenidos, damas y caballeros, a la reserva india de Prairie Rose, Dakota del Sur. Los escasos supervivientes de la tribu lakota languidecen aquí entre alcohol, drogas y timbas clandestinas a la espera de que algún miembro del cuerpo de la policía tribal venga a llevárselos a casa en coma etílico o a reventarles la cabeza si no les entregan sus magras ganancias a cambio de protección. La corrupción se filtra por todos los ámbitos del poder y la fuente de la misma no es otra que el intimidante Lincoln Cuervo Rojo, jefe del Consejo Tribal, empresario de éxito y capitán general del crimen organizado en la reserva. Todo marcha bien para él: la gente le respeta, el dinero fluye sin pausa, su nuevo Casino está siendo un éxito y de no ser por una pandilla de nostálgicos que le acusan de pudrir la reserva espiritual de la tribu, al frente de los cuales se encuentra su antigua novia, Gina Caballo Loco, la vida no podría irle mejor. Pero el hijo de Gina, Dashiell, tras muchos años de ausencia acaba de volver a la reserva. Y nada volverá a ser igual.
Acudí a "Scalped" atraído por el nombre de su creador literario, el norteamericano Jason Aaron, cuya lograda aproximación al matón más pendenciero de Marvel- el amigo Frank Castle, también conocido como el Castigador o, más recientemente, Punisher- es, en la actualidad, una de mis series favoritas de cuantas publica la Casa de las Ideas. Desde el primer momento me impresiono el modo en el que compatibiliza el necesario espectáculo con el cuidadísimo diseño de personajes (Castle nunca ha resultado más perturbador que en sus manos y, al mismo tiempo, es imposible no sentir por él una afinidad melancólica como uno no debería sentir nunca por quien resuelve los conflictos a balazos.) y tenía una curiosidad infinita por ver cómo se movía el escritor de Jasper, Alabama en un terreno tan espinoso como el de las reservas indias, verdaderos territorios alegales en los que casi todo está permitido. ¿La respuesta? Como un niño goloso en una pastelería: disfrutando como un lunático.
Los personajes que habitan Prairie Rose viven a millones de kilómetros de los arquetipos y los tópicos más manoseados sobre indios y blancos, policías y ladrones, padres e hijos. Las aristas con las que Aaron mueve sus personajes por los desiertos de Dakota del Sur son tan enormes que el roce es inevitable y de la fricción saltan chispas que nunca llegan a quemarlos sino que los marca - en ocasiones, incluso físicamente- para que su deambular por la reserva nunca vuelva a ser el mismo. ¿O acaso el joven Dino puede volver a ser un joven sin sentido de la responsabilidad tras cruzar su camino con el del aterrador Doctor Brass? ¿Y Dashiell Caballo Loco? ¿Puede volver a ser el mismo tras sellar su pacto de sangre con Cuervo Rojo? ¿Y la espiritualidad lakota? ¿Puede convertir a un asesino en un viejo desfondado por la culpa y el remordimiento? ¿Viajan aquellos que mueren a la espalda de sus asesinos o son grava que cruje en las tripa de quienes apretaron la soga o el gatillo?
A esas preguntas y otras muchas responde Jason Aaron con unos guiones milimétricamente planificados en los que el tiempo es fracturado y recolocado a su capricho- con saltos temporales que pasan de los minutos a los siglos, pasando por meses y años- sin que en ningún momento la narración resulte confusa o, como en tantas ocasiones, un ornamento artificial y fallido que solo sirve para ocultar la falta de ideas. Y no hablo de su sentido del ritmo, de que cada capítulo pasa en un suspiro y de que uno puede morir de ansiedad hasta que el nuevo volumen llega a las librerias, por que esta entrada sería ya excesivamente larga.
Respecto al encargado de plasmar en imágenes las ideas del muchachote de Alabama, el espectacular R.M. Guéra, confieso con rubor que nada sabía de él ni de su arte hasta que abrí el primer tomo de "Scalped". Desde entonces recorro el mundo predicando la grandeza de este dibujante serbio cuyo trazo salvaje e histérico dota a la obra de una atmósfera inflamable en la que todo puede saltar por los aires en cualquier momento. Algunos autores como Jason Latour o Danijel Zezelj le han dado un respiro y se han encargado de los lápices en algunos números con bastante acierto, pero Prairie Rose siempre será serbia, por extraño que parezca.
Bienvenidos, damas y caballeros, a la reserva india de Prairie Rose, Dakota del Sur. Los escasos supervivientes de la tribu lakota languidecen aquí entre alcohol, drogas y timbas clandestinas a la espera de que algún miembro del cuerpo de la policía tribal venga a llevárselos a casa en coma etílico o a reventarles la cabeza si no les entregan sus magras ganancias a cambio de protección. La corrupción se filtra por todos los ámbitos del poder y la fuente de la misma no es otra que el intimidante Lincoln Cuervo Rojo, jefe del Consejo Tribal, empresario de éxito y capitán general del crimen organizado en la reserva. Todo marcha bien para él: la gente le respeta, el dinero fluye sin pausa, su nuevo Casino está siendo un éxito y de no ser por una pandilla de nostálgicos que le acusan de pudrir la reserva espiritual de la tribu, al frente de los cuales se encuentra su antigua novia, Gina Caballo Loco, la vida no podría irle mejor. Pero el hijo de Gina, Dashiell, tras muchos años de ausencia acaba de volver a la reserva. Y nada volverá a ser igual.
Acudí a "Scalped" atraído por el nombre de su creador literario, el norteamericano Jason Aaron, cuya lograda aproximación al matón más pendenciero de Marvel- el amigo Frank Castle, también conocido como el Castigador o, más recientemente, Punisher- es, en la actualidad, una de mis series favoritas de cuantas publica la Casa de las Ideas. Desde el primer momento me impresiono el modo en el que compatibiliza el necesario espectáculo con el cuidadísimo diseño de personajes (Castle nunca ha resultado más perturbador que en sus manos y, al mismo tiempo, es imposible no sentir por él una afinidad melancólica como uno no debería sentir nunca por quien resuelve los conflictos a balazos.) y tenía una curiosidad infinita por ver cómo se movía el escritor de Jasper, Alabama en un terreno tan espinoso como el de las reservas indias, verdaderos territorios alegales en los que casi todo está permitido. ¿La respuesta? Como un niño goloso en una pastelería: disfrutando como un lunático.
Los personajes que habitan Prairie Rose viven a millones de kilómetros de los arquetipos y los tópicos más manoseados sobre indios y blancos, policías y ladrones, padres e hijos. Las aristas con las que Aaron mueve sus personajes por los desiertos de Dakota del Sur son tan enormes que el roce es inevitable y de la fricción saltan chispas que nunca llegan a quemarlos sino que los marca - en ocasiones, incluso físicamente- para que su deambular por la reserva nunca vuelva a ser el mismo. ¿O acaso el joven Dino puede volver a ser un joven sin sentido de la responsabilidad tras cruzar su camino con el del aterrador Doctor Brass? ¿Y Dashiell Caballo Loco? ¿Puede volver a ser el mismo tras sellar su pacto de sangre con Cuervo Rojo? ¿Y la espiritualidad lakota? ¿Puede convertir a un asesino en un viejo desfondado por la culpa y el remordimiento? ¿Viajan aquellos que mueren a la espalda de sus asesinos o son grava que cruje en las tripa de quienes apretaron la soga o el gatillo?
A esas preguntas y otras muchas responde Jason Aaron con unos guiones milimétricamente planificados en los que el tiempo es fracturado y recolocado a su capricho- con saltos temporales que pasan de los minutos a los siglos, pasando por meses y años- sin que en ningún momento la narración resulte confusa o, como en tantas ocasiones, un ornamento artificial y fallido que solo sirve para ocultar la falta de ideas. Y no hablo de su sentido del ritmo, de que cada capítulo pasa en un suspiro y de que uno puede morir de ansiedad hasta que el nuevo volumen llega a las librerias, por que esta entrada sería ya excesivamente larga.
Respecto al encargado de plasmar en imágenes las ideas del muchachote de Alabama, el espectacular R.M. Guéra, confieso con rubor que nada sabía de él ni de su arte hasta que abrí el primer tomo de "Scalped". Desde entonces recorro el mundo predicando la grandeza de este dibujante serbio cuyo trazo salvaje e histérico dota a la obra de una atmósfera inflamable en la que todo puede saltar por los aires en cualquier momento. Algunos autores como Jason Latour o Danijel Zezelj le han dado un respiro y se han encargado de los lápices en algunos números con bastante acierto, pero Prairie Rose siempre será serbia, por extraño que parezca.
Los creadores de "Scalped" han anunciado recientemente que la serie terminará en el número sesenta, de modo que, teniendo en cuenta los siete tomos publicados en España, estamos a once escasos ejemplares de presenciar el estallido final de una bomba atómica que lleva anunciando su explosión casi cinco años.Todos aquellos que se mofan de los comics y se burlan de quienes consideramos que algunas de las mejores obras de ficción que han visto la luz en la última década se encuentran en las viñetas de obras como "Preacher", "From hell" o "Born again" deberían darse un paseo por Praire Rose para comprobar en sus propias carnes que no siempre es necesaria una veintena de páginas para describir un estado de ánimo, que los personajes de "carne y hueso"de las novelas no pierden su corporeidad cuando aparecen encerrados en viñetas y que poco tienen que envidiar Jason Aaron y R.M. Guéra a Elmore Leonard, James Ellroy y demás autores de novela negra que triunfan- merecidísimamente, por cierto- en todo el mundo. Si lo hacen, si deciden visitar el casino de Cuervo Rojo, que vayan con ciudado: allí, las cabelleras duran poco sobre la cabeza.
5 comentarios:
He leído el primer tomo y el planteamiento me ha impresionado bastante por cómo mezcla el mundo de la reserva con el del género negro. Con esta reseña me entran ganas de seguir con el cómic, tiene muy buena pinta.
¡Saludos, Tarquin!
No te pares en ese primer volumen, Mike. Creeme, la cosa no ha hecho más que empezar a moverse.
La verdad es que la frase parece de Urdangarin, amigo Phreak.... No hay quien la entienda. Me explicó:
En España, la serie se esta publicando en tomos que recopilan varios números americanos y a estas alturas puedes acceder a siete tomos que agrupan 49 números. Teniendo en cuenta el anuncio de Aarón de que la historia tendrá sesenta episodios, quedan once por publicar, lo que serán unos dos tomos más, calculo yo.
Respecto al off topic, la señora Winot aún no me perdona "Dream house", por lo que mis impresiones, tal vez se retrasen.
Pinta muy bien la verdad, aunque no soy mucho de devorar cómics. ¡Pero si hacen una serie en HBO seré el primero en verla!
Es carne de serie, Möbius. Y para la HBO, concretamente, un bocado de lo más sabroso. Thelu te oiga.
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