En el ladrillo se habla mucho. Y de muchos temas. Pero hay un par de cosas que me llaman la atención. Por una parte, que tras "La melodía escurridiza", ha quedado patente que una de mis pasiones la constituyen las bandas sonoras. Y sin embargo, en los casi cinco años que cumplirá próximamente el blog, concursos cinéfilo- musicales aparte, sólo he publicado una reseña sobre el asunto, "El heredero de la corona". Y de eso hace ya un buen puñado de meses.
En aquella ocasión, además de glosar las antológicas partituras del francés Alexandre Desplat en general, alababa, en particular, su trabajo con la batuta en "El velo pintado". Y aprovechaba para anunciar en los comentarios mi idea de reseñar periódicamente tan bello y fructífero genero musical. He aquí la segunda cosa curiosa: que de esa idea nada más se supo hasta hoy- tal vez lo menos llamativo, conocida como es mi habilidad para la dispersión mental- y que, al igual que entonces, el amigo Desplat vuelve a ser el protagonista del asunto, en esta ocasión, gracias a lo logrado en "Los idus de marzo", la nueva y excelente (no se la pierdan, amigos, de lo mejorcito del año, sin la menor duda) película de George nomepuedosoportardeguapoquesoy Clooney a cuyas imágenes presta lujoso envoltorio el compositor francés.
Ya lo dije entonces y lo mantengo hoy: Desplat es actualmente la estrella más brillante del firmamento musical, sección banda sonora. La calidad de sus trabajos es deslumbrante- ahí están monumentos como "El discurso del rey", "Deseo, peligro", "El escritor" o la que hoy nos ocupa, sin ir más lejos- y su enorme productividad- una media de siete partituras por año desde 2006- en vez de ser, como pudiera imaginarse, una rémora por saturación, ha logrado crear un sello particular y diferenciador, un "Efecto Desplat" que dota a las composiciones del músico francés de un sabor inconfundible que, por supuesto, puede detectarse en las notas que acompañan las tribulaciones de Ryan Gosling, Paul Giammati y el resto del espectacular reparto de "Los idus de marzo".
Como siempre, Desplat huye de las orquestaciones ampulosas y, salvo en "The candidate", donde los instrumentos se acumulan sobre el tema principal hasta un crescendo colosal en el que aparecen hasta guitarras eléctricas y campanas, todos los cortes deambulan por una atmósfera etérea en la que el piano, sin duda el instrumento predilecto del compositor, toma la posición dominante, bien para dirigir el tema- la bellísima "Stephen Meyer"- bien como elemento atmosférico, caso de la inquietante "Zara vs Duffy" que lleva al oyente a preguntarse cuándo caerá una banda sonora para una película de terror (Y no me vale "Crepúsculo- Luna nueva", como podrás imaginar, Alexandre). Imposible no mencionar, por último, "The campaign" la curiosa variación del tema principal con la que se cierra el disco y cuyo ritmo de marcha militar se ha instalado en mi cerebro hace unos días y se niega a abandonar tan cómodos aposentos.
Me gustaría en esta ocasión, ganar la batalla a mi disgregación mental y que, de verdad, pueda mantener una cierta periodicidad a la hora de recomendaros este tipo de obras por las que siento tan rendida admiración. Lo voy a intentar, aunque no os prometo nada. Lo que tampoco puedo prometer, ya que no hay dos sin tres, como se suele decir, es que el inconmensurable Alexandre Desplat no vuelva a ser el compositor a elogiar. Como siga por este camino, tiene todas las papeletas.
Como siempre, Desplat huye de las orquestaciones ampulosas y, salvo en "The candidate", donde los instrumentos se acumulan sobre el tema principal hasta un crescendo colosal en el que aparecen hasta guitarras eléctricas y campanas, todos los cortes deambulan por una atmósfera etérea en la que el piano, sin duda el instrumento predilecto del compositor, toma la posición dominante, bien para dirigir el tema- la bellísima "Stephen Meyer"- bien como elemento atmosférico, caso de la inquietante "Zara vs Duffy" que lleva al oyente a preguntarse cuándo caerá una banda sonora para una película de terror (Y no me vale "Crepúsculo- Luna nueva", como podrás imaginar, Alexandre). Imposible no mencionar, por último, "The campaign" la curiosa variación del tema principal con la que se cierra el disco y cuyo ritmo de marcha militar se ha instalado en mi cerebro hace unos días y se niega a abandonar tan cómodos aposentos.
Me gustaría en esta ocasión, ganar la batalla a mi disgregación mental y que, de verdad, pueda mantener una cierta periodicidad a la hora de recomendaros este tipo de obras por las que siento tan rendida admiración. Lo voy a intentar, aunque no os prometo nada. Lo que tampoco puedo prometer, ya que no hay dos sin tres, como se suele decir, es que el inconmensurable Alexandre Desplat no vuelva a ser el compositor a elogiar. Como siga por este camino, tiene todas las papeletas.
6 comentarios:
Has hablado sobre uno de mis predilectos compositores (junto Zimmer, Glass y Powell).
Bien que haces hincapié en la música de The Ides of March que es de lo mejor de la pelicula, que como dices está bastante bien, aunque no es de mis preferidas del año anterior.
En The Ghost Writer y The Queen logra unas melodias que tocan el cielo.
Un abrazo Mr. Tarquin.
Ahora mismo voy a escucharlo...
Saludos.
Tus elogios para este excelente compositor no pueden ser más acertados. Sin embargo, en mi opinión, no creo que en Secretos de estado esté su mejor trabajo. Es muy bueno, pero recuerdo mejores, como por ejemplo -como bien señalas vos The King's Speech, El escritor o The Tree of Life-. Saludos!
Cierto, Daniel, con la película de Polanski, Desplat casi toca el cielo.
No te arrepectiras, Blue, palabrita.
"The tree of life" está en la reserva, MRL, pero tengo muchas ganas de hincarle el diente.
Escuché bastantes, de esta película y de otras, y me gustó, claro que me gustó.
Gracias.
;-)
Y el tipo no para, Blue. A este paso, va a convertirse en el compositor más prolífico de la historia.
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