jueves, 10 de mayo de 2007

Hasta los simorghs


Decía Julio Caro Baroja que un pedante es un estúpido adulterado por el estudio y, de verdad que no se me ocurre mejor definición para referirme a José María Sánchez- Verdú y a ese inmenso despropósito que es "El viaje a Simorgh", la ópera que recientemente ha estrenado en Madrid y a una de cuyas representaciones asisití hace unos días.

Que a este hombre le vendría bien una cura de humildad, se ve claro por el torrente de sandeces que ha venido soltando por los medios de comunicación en los últimos días. Sólo un par de perlas:

"Esta ópera tiene muchos sustratos, como la Biblia o cualquier obra de Joyce". Nada menos. La Santísima Trinidad de la cultura y el arte: Díos, Ulíses y.....Verdú. Todavía se molestará por ponérle el último.

"Cuanto más completa sea la formación de la persona, más aspectos podrá apreciar en la obra". Es decir, que si el libreto te parece una memez sin fondo, la ¿música? una sucesión de zumbidos sin orden ni, nunca mejor dicho, concierto y la puesta en escena lo más simplón visto en un teatro en años, la culpa no es sino de tu formación. Escasa, inconsistente y por supuesto, mortalmente insuficiente para llegar a todos los "sustratos".

"Todos tienen que habituarse a mi lenguaje. Puede parecer egocéntrico, pero no puedo renunciar a mi personalidad en función de varios intérpretes." Faltaría más, José María. Intentar aportar algo a tu obra. Desde luego, estos cantantes, meros cables conductores de tu arte, qué ansias de protagonismo. No te preocupes, que no parece egocéntrico. Lo es, sin más.

De veras que asistí a la representación con una mente abierta. Pero nada más empezar me di cuenta de que, conmigo, la punta de lanza del señor Verdú estaba dando en hueso.

Una filmación sobre el escenario fruto de una mala digestión de los títulos de crédito de "Seven" inician el esperpento. En unos minutos y como toda obra "moderna" que se precie, aparecen varios hombres desnudos dejándose el culo como la bandera de Japón, mientras algunas cantantes gritan como si las escaldaran vivas, vestidas con miriñaques o, por confundir un poco, con batas de enfermeras. Se apagan las luces y al borde del escenario, un señor con frac y gafas de sol aporrea con su arco un violín con luces que parpadean en varios colores mientras dos docenas de figurantes vestidos de pájaros se mueven como si los acabaran de sacar de una coctelera. Gente que anda incomprensiblemente despacio de aquí para allá, chillidos fuera de lugar, el tío del frac destrozando el violín (en otra de sus declaraciones, el amigo José María dice que los músicos sacan sonoridades nuevas a sus instrumentos. Para la próxima, el violinista en vez de utilizar el arco, para masacrar su instrumento, podría utilizar el prepucio y, así, al menos, resultaría escándaloso y no simplemente estúpido), personajes que, de repente, comienzan a recitar a San Juan de la Cruz. En fin, una imbecilidad sin nombre.

Y qué decir de la música. Por supuesto, no hay manera humana de localizar una melodía, una armonía, ni siquiera es música atonal o cromática. No hay nada, vacío absoluto. Todo son chirridos, notas agudísimas, casi dañinas. Ni acompañan la acción, ni la aclaran. Todo el mundo va a su aire. Da la sensación de que el chirrido o la nota superviviente al genocidio melódico del compositor han sonado en ese momento, pero podría haber sonado un segundo o diez minutos antes, o después. Para estos compositores "modernos", conceptos tales como la melodía o el contrapunto son arcaícos y rancios. Para ellos, la música actual no necesita de esas ideas arcanas sino que utilizan ideas tan pedantes e insufribles como "música fluida" o "musica del aire". Tonterías. El contrapunto no es arcaíco. Es difícil. Y por eso, esta gente nunca podrá ser capaz de componer otra cosa que la banda sonora de un matadero de cerdos en hora punta.
Al parecer, los críticos más artísiticos y vanguardismo han destacado por su belleza, los cuadros finales. Ahí reconozco que no puedo opinar. A los ochenta minutos de calvario abandoné el teatro, enrabietado, indignado y hasta los mismísimos simorghs de tanta modernidad vacía y presuntosa. Por lo que a mí respecta, una y no más.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues se habrá quedado usted a gusto, oiga, menuda terapia se ha montado aquí, ventilando la frustración a golpe de teclado.

Ande, relájese y salga a comprar más Almax.

JM

Tarquin Winot dijo...

Se nota que no estuvo usted allí, amigo mío. No hay Almax que alivie esos retortijones.

Anónimo dijo...

Si señor; hasta la fecha, ésta -la de Tarquin claro- es la opinión más objetiva de todas cuantas se han vertido sobre este asunto. Este señor Sánchez Verdú, que se las da de refinado y profundo, es un simple truhán del S. XXI, que va engañando al personal vendiendo "estampitas musicales" y haciéndonos ver que sólo él está capacitado para apreciar sus propias exquisiteces ¿no serán excrementeces?). Ojalá afloren más opiniones reales que sitúen las cosas, con este timador a la cabeza, donde merecen.
¡¡Viva la música de verdad!!

Glotis

Tarquin Winot dijo...

Diga usted que sí, Glotis. Bienvenido al blog. Espero verle a menudo por aquí.

El otro día le preguntaban al inefable Carlos Boyero, a propósito de esta "estampita musical" como usted la llama, acerca de si, con estupideces como ésta, era posible hablar de una "ópera del siglo XXI".

No respondió, porque, al parecer, la ópera no le interesa, pero la pregunta tiene su miga. Si el camino que la ópera va a seguir es el del amigo Verdú, me temo que el pescado está ya vendido y poco nos queda por ver.

Anónimo dijo...

Efectivamente Sr. Tarquin,

Lo que Verdú hace es simple y llanamente cubrir sus carencias musicales con erudición baldía.

¡¡"En el país de los ciegos, el tuerto el Rey"!!..

Claro, lo fácil, lo frívolo, la engañufa, etc., es no hacer nada y decir que lo que ocurre es que hay que ser muy profundo para entender lo que uno a concebido, y que en España la media intelectual del pueblo llano no da ni para profundizar en la hondura de la Pantoja"
¿Mandeeee?.

Mire Ud. Sr. Verdú, lo verdaderamente arriesgado y donde se aprecia el talento del músico es enfrentándose a una orquesta como ésta merece, tal y como lo hacen y han hecho los compositores comprometidos y que se dejan de sandeces a la hora de componer. "El algodón no engaña" y por mucho que Usted diga lo contrario, su "ópera" no muestra los mínimos para que sea considerada Obra Musical: ni un leve halo melódico o un gesto mínimamente lineal, ni un solo rasgo de vitalidad rítmica, ni una estructura compleja....sólo ruiditos de mosca que llama "texturas tímbricas" (y esa gente en bata blanca para despistar,...muy buena esa observación) Es decir, hablando en plata, una mierda. Mera patología del vacío creativo.

Pero, lo peor es que a nuestro más insigne compositor no le ha quedado otra que el lloriqueo: primero dice que también a Stravinsky le abuchearon (arrrg!) y, por si acaso esto no cuela, se queja de que en España todos le tienen envidia y le odian, porque en el fondo no entienden tan sofisticado y refinado Arte.
Qué pena me da...es un incomprendido, no se reconoce su talento, su genio, su hipersensibiliteision.

Perdónanos, Oh Simorgh, Dios de la ventosidad, arquitectura del soplido,... trasero, laso, halitoso,...

Bromas aparte, lo que da verdadera pena es la situación en que deja a la ópera futura. Esto si que es un problema porque, después de este tufo modernoide (carísimo por cierto), en el Teatro Real van a pensar que entre la hez de Verdú y la horterada de Mecano, ya se ha cubierto todo el espectro y no hace falta más.

Gracias JMSV pero caerás por tu propio peso.
Glo

Tarquin Winot dijo...

Menos mal que nos va a caer "Il Trovatore" en breve. Esperremos que los cimientos del teatro no hayan quedado inmunizados contra la buena música.