Durante un largo periodo de tiempo, Javier Marías fue mucho más que mi escritor favorito. Entré en su mundo de laberintos verbales y perífrasis ampulosas a través de esa maravilla que es "Mañana en la batalla piensa en mi". En muy poco tiempo, "El hombre sentimental", "Todas las almas" y "Corazón tan blanco" fueron pasto de mi voracidad lectora y de ahí a los recopilatorios de artículos periodísticos y los relatos cortos medió un paso. Compraba algunos periódicos regionales sólo para leer sus columnas dominicales (Internet y yo, en aquel momento aún manteníamos las distancias) y sentía una molesta punzada de rabia cuando alguien lo ninguneaba, criticaba o, sencillamente, manifestaba su oposición al artista o a su obra.
Lo conocí personalmente hace muchos años, en plena efervescencia de mi devoción, una mañana que firmaba sus obras en la Feria del Libro de Madrid. Recuerdo que hacía un calor sofocante y me sudaban copiosamente las manos sin que tuviera nada claro si semejante capacidad transpiradora era fruto de la temperatura o del intenso nerviosismo que me dominaba por completo. Mi admiración era tan grande que me aterraba no estar "a la altura" y responder cualquier insensatez a la perla con la que sin duda, me obsequiaría cuando me llegara el turno y le entregara la obra en la que depositar la joya. El diálogo sin duda, no estuvo a la altura de las expectativas:
- Tarquin: Buenos días, Javier.
- Javier: Buenos días. ¿A que nombre pongo la dedicatoria?
- Tarquin: Pues, Fulano, por favor.
- Javier: Anda, coño, como el que juega en el Madrid.
- Tarquin: ..........................
- Javier: Gracias, que tengas un buen día...... Hola, ¿A que nombre pongo la dedicatoria?
- Tarquin: ........................
Como un amante despechado, le fustigué con el látigo de mi indiferencia y, haciendo gala de un infantilismo comprensible sólo desde la estupidez adolescente, me negué a leer nada escrito por él durante varios meses. Arrinconé sus libros, dejé de comprar el Diario de Villalilas del Campo los domingos y palmoteaba como una foca con una sardina cuando alguien le ponía a caldo tibio. Lamentable, Lo sé, pero hay que ponerse en mi lugar: nunca es fácil comprobar que aquel a quien admiras y a quien contemplas en ángulo recto resulta ser humano contra todo pronóstico.
Salí pronto de aquel limbo, afortunadamente. Justo a tiempo de entrar de lleno en la trilogía de "Tu rostro mañana", que es su obra maestra y tal vez, la obra en castellano más importante de lo que llevamos de siglo. Y cuando dejé de profesarle esa admiración incondicional, creo que disfruté aún más de este escritor excepcional, controvertido y genial con el que, casualidades de la vida, ahora me cruzo con cierta frecuencia en la calle al vivir no muy lejos de mi casa. Poco me importa que siempre ande ceñudo y apresurado, que sus artículos periodísticos tiendan a repetirse temáticamente y que el plumero político que cada día se le ve más, no le deje limpiar a veces el polvo de sus ideas. Poco me importa, digo, si sigue deleitándonos con genialidades como las que transcribo parcialmente (el texto completo está aquí) en esta entrada, que se publicó en el suplemento dominical de El País el pasado día 23 de mayo y que merece sin duda aparecer en esta sección del ladrillo.
Lo conocí personalmente hace muchos años, en plena efervescencia de mi devoción, una mañana que firmaba sus obras en la Feria del Libro de Madrid. Recuerdo que hacía un calor sofocante y me sudaban copiosamente las manos sin que tuviera nada claro si semejante capacidad transpiradora era fruto de la temperatura o del intenso nerviosismo que me dominaba por completo. Mi admiración era tan grande que me aterraba no estar "a la altura" y responder cualquier insensatez a la perla con la que sin duda, me obsequiaría cuando me llegara el turno y le entregara la obra en la que depositar la joya. El diálogo sin duda, no estuvo a la altura de las expectativas:
- Tarquin: Buenos días, Javier.
- Javier: Buenos días. ¿A que nombre pongo la dedicatoria?
- Tarquin: Pues, Fulano, por favor.
- Javier: Anda, coño, como el que juega en el Madrid.
- Tarquin: ..........................
- Javier: Gracias, que tengas un buen día...... Hola, ¿A que nombre pongo la dedicatoria?
- Tarquin: ........................
Como un amante despechado, le fustigué con el látigo de mi indiferencia y, haciendo gala de un infantilismo comprensible sólo desde la estupidez adolescente, me negué a leer nada escrito por él durante varios meses. Arrinconé sus libros, dejé de comprar el Diario de Villalilas del Campo los domingos y palmoteaba como una foca con una sardina cuando alguien le ponía a caldo tibio. Lamentable, Lo sé, pero hay que ponerse en mi lugar: nunca es fácil comprobar que aquel a quien admiras y a quien contemplas en ángulo recto resulta ser humano contra todo pronóstico.
Salí pronto de aquel limbo, afortunadamente. Justo a tiempo de entrar de lleno en la trilogía de "Tu rostro mañana", que es su obra maestra y tal vez, la obra en castellano más importante de lo que llevamos de siglo. Y cuando dejé de profesarle esa admiración incondicional, creo que disfruté aún más de este escritor excepcional, controvertido y genial con el que, casualidades de la vida, ahora me cruzo con cierta frecuencia en la calle al vivir no muy lejos de mi casa. Poco me importa que siempre ande ceñudo y apresurado, que sus artículos periodísticos tiendan a repetirse temáticamente y que el plumero político que cada día se le ve más, no le deje limpiar a veces el polvo de sus ideas. Poco me importa, digo, si sigue deleitándonos con genialidades como las que transcribo parcialmente (el texto completo está aquí) en esta entrada, que se publicó en el suplemento dominical de El País el pasado día 23 de mayo y que merece sin duda aparecer en esta sección del ladrillo.
"Lo que pasó pasó, y no hay quien lo rectifique ni lo repare ni enmiende. Lo que otros hicieron no lo hemos hecho nosotros, y no somos quiénes para excusarnos por los actos no cometidos. Creer lo contrario es de una soberbia infinita, y sin embargo hoy lo parece creer el mundo entero. No hay manera de resarcir a los damnificados, que yacen en sus tumbas y de nada se enteran. El tiempo –es inconcebible que se finja ahora ignorarlo– “ni vuelve ni tropieza”, por decirlo con Quevedo. Otra cosa es que se sepa lo que ocurrió, algo en verdad necesario. Para eso están los libros de Historia, y también las leyendas, las novelas y las películas, todo ello contribuye a que los crímenes no caigan en el olvido. Pero esto no parece bastar a los narcisistas contemporáneos, cuya última pretensión es que, además, se procese a los muertos, a quienes ya no pueden responder ni avergonzarse ni padecer castigo. Como si no hubiera suficientes casos que juzgar, con los responsables vivos y a menudo impunes, se pretende con cada vez más frecuencia que se abran causas contra cadáveres"
12 comentarios:
a mi me pasó algo parecido con Eduardo Mendonza. bueno la parte del nerviosismo previo a la firma, aunque él fue muy amable y me dedicó unos minutos. yo arrinconé, sin tener necesidad de conocerlo, a arturo peréz-reverte...fue por su adaptación de alatriste.
en fin que saludo y que me gusta mucho tu blog, te guardo en favoritos y te invito a participar en el mio con alguna crítica de algún libro de Javier Marías o de quién quieras
un saludo!
pd.- avisame cuando abrás el facebook que te agrege.
Mendoza es otro de mis indispensables, Cristina. A él no he podido concerlo, pero, seguramente, su comportamiento sería muy diferente al de mi querido Marías.
De Javier Marías no he leído nada ¿Alguna recomendación para iniciarme en su obra? De Eduardo Mendoza me he leído 'Sin noticias de Gurb' y 'El asombroso viaje de Pomponio Flato' y tengo todavía pendiente 'La verdad sobre el caso Savolta'. Pero de los dos primeros he de reconocer que me han gustado mucho.
De momento estoy leyendo 'La conjura de los necios' de John Kennedy Toole y me está gustando bastante. Eso sí, la pila de libros pendientes de leer parece que no acaba nunca. Y espero que siga así.
Sin duda, María, "Mañana en la batalla, piensa en mi" Mi entrada en su mundo fue por aquí y la verdad es que me enganchó por completo. Ya me contarás.PD: una nueva admiradora para el gran Ignatius.... ¡¡yupiiiiii!!
Querido Sr. Tarquin:
Aunque hace ya algún tiempo que no escribo en su blog no por ello he dejado de seguirlo; desgraciadamente, mis conocimientos sobre cine o cómic son bastante elementales y prefiero aplicarme el refrán de que "en boca cerrada no entran moscas".
He leído algunas novelas de Javier Marías y, casi siempre, me agradan sus artículos en El País Semanal, aunque no sienta por él una especial devoción.
Revisando sus posts he visto su elogioso comentario sobre "La tregua" de Mario Benedetti, que comparto completamente; ya sabe usted que yo vi la luz allende los mares, precisamente en el Montevideo tan caro a Mario. Y aunque seguramente usted ya lo habrá leído, le sugiero que entre en el mundo de Juan Carlos Onetti, otro montevideano, un verdadero orfebre -como Valle Inclán- del idioma.
Beethoven
Reconozco, avergonzado, que de Onetti, servidor no ha leido una sola palabra, amigo Beethoven. Me alegra ver que sigue usted por aquí. Su comentario me recuerda también que hace mucho que no hablo de música clásica y, sobre todo, que tenemos algo pendiente que deberíamos retomar. Un abrazo.
mi única experiencia con un escritor ha sido con fernando schwartz, escritor al que admiro muchísimo....aunque muchos solo lo conozcan con el que presentaba "lo + plus". Le he pedido la firma por dos veces...la primera fruto de mis nervios la conversación fue breve, aunque su dedicatoria fue extensa...(4 lineas de dedicatoria no se obtienen todos los días) y la segunda vez, dado que mis nervios eran menos y no tenía nadie detrás estuvimos hablando unos minutos sobre su obra y los libros que más me habían gustado de los que había escrito... la verdad fue un tipo afable, simpático seguramente por su carácter de diplomático...pero en ningún momento me dio mala sensación.
En el mundo de la música me he acercado a dos de mis ídolos a pedir firmas de discos, una vez a Andrés Calamaro, al cual le agradecí la felicidad que me ha proporcionado siempre y el tipo me pareció sinceramente conmovido agarrandome mi mano entre las suas y soltándome un "que lindo que me digas eso de verdad" y la otra experiencia ha sido con Ariel Rot, al cual me acerqué gracias a un conocido común y he tenido la oportunidad de charlar unas cuantas veces con él...y con la sorpresa de encontrarme que cada vez que me he acercado me ha reconocido y tratado con afecto. Atesoro un par de dedicatorias y una muy especial en la que dice "Angel my friend, siempre contigo"...
a mi esas cosas me hacen ilusión, sinceramente...
¿Otro montevideano? Pues lo tendré que probar.
Tarquin! Hola! ay, entre furfur, esa herramienta que cargo el diablo, y trabajar un poquito tengo el blog muy abandonadito. Prometo aplicarme: un saludo!
Lo he visto en la Fnac, pero no he podido comprarlo porque tenía un poco de prisa. Pero apuntado queda.
Y sí, me está empezando a caer simpático el tal Ignatius. Al principio me parecía un tipo un tanto estúpido, pero poco a poco he ido cogiéndole simpatía. Ahora que me está sobrando el tiempo con las vacaciones, lo tengo bastante adelantado.
Conocer a tus ídolos, Angel, es siempre delicado. Y el orgullo traicionado es ciertamente vil. En el caso de Marías, la espléndida dedicatoria no ha podido con el recuerdo del "anda, como el del Madrid".
¿Furfur? NPI de lo que es, Cosmic. En cualquier cosa, si te priva de actualizar o visitarme, no ha empezado con buen pie ;-D.
Ignatius es un grande, María. No lo dudes. También recuerdo a un empleado de la limpieza desternillante y a la señorita Trixie como excelentes compañeros de viaje.
Yo a jorge drexler le di nerviosa las gracias por sus canciones y me dio un abracito (que fue en plan "pobre chica, no tomes tanto café" y volví a casa FLOTANDO.
recomendaciones musicales: escucha "sparkle motion" de bigott!
Como siempre, Cosmic, un filón musical. Apunto a esta gente para Spotify.
Publicar un comentario