miércoles, 27 de junio de 2007

Mis malvados favoritos



Son los peores de todos. Los más malos, los más crueles y dañinos. Han matado, robado y torturado. Emulando al rey de los Hunos, por donde pasan no crece la hierba. Y sin embargo, los adoramos. Cuando aparecen en la pantalla, todo lo demás se difumina. Se convierten en el centro de atención y lo único que importa es saber qué harán, si lograrán su objetivo o, por el contrario, será el aburridísimo y bondadoso protagonista el que se saldrá con la suya y mandará al infierno al malvado villano con nuestros mejores deseos de pronta recuperación.

Son los mejores villanos que, en mi opinión, han aparecido en una pantalla de cine. El que no esté de acuerdo o considere que alguien sobra o falta, que hable directamente con ellos. Yo, por mi parte, prefiero mantenerlos lejos.

HANNIBAL LECTER

El indiscutible número uno. Aunque fue perdiendo fuelle en las demás entregas de la saga. Su aparición en "El silencio de los corderos" marcó un hito que, aún no ha sido superado. Refinado, inteligente, amoral, cruel y con una predilección especial por el chianti, encontrarlo de pie, en su celda con esa mirada de hielo y esa sonrisa demoníaca ya nos hizo pensar que algo nuevo acaba de nacer. Después le admiramos jugando al ratón y al gato con la estupenda Jodie Foster y la sensación se hizo más intensa. Cuando le observamos con el rostro bañado en sangre después de masacrar a dos policías mientras se perdía en la música de Mozart que escucha en su celda, tuvimos la certeza de que acabábamos de asistir a algo grande El resto es historia y de la mejor que uno puede encontrar.

CARTER HAYES

Tras perder el norte en aquella divertidísma fumada que fue "Bettlejuice", Michael Keaton sacó su lado más oscuro y creo a este lunático inquilino que en "De repente, un extraño" se dedica, literalmente, a destrozar la vida de una pareja de sosos (Matthew Modine y Melanie Griffith) que cometen el error de alquilarle una habitación en su idílica casita que, al menos a mi, me recordaba bastante a la de Norman Bates. Es difícil explicar qué lo hace tan odioso a este personaje..¿el uso indiscriminado de cucarachas?, ¿el cinísmo infinito con el que trata a la parejita, con esa continua expresión de "a mi que me registren"? Para la posteridad, la imagen de un vapuleado Keaton viendo como la polícia se lleva a Modine y, en consecuencia, dejando a Melanie completa sola en la casa. Hasta la aparición del amigo Lecter, mi villano favorito.

MICHAEL CORLEONE

Al principio puede sorprender su inclusión en esta lista de asesinos caníbales y sanguinarios. Michael sólo cuenta con un asesinato en sus manos (que, por cierto da lugar a una de las mejores secuencias de esta obra de arte que es la trilogía de "El Padrino"), pero son centenares los que han sido arruinados, estrangulados, torturados y humillados por orden de este temible e imperturbable capo mafioso con el que Al Pacino logra la interpretación más lograda de una carrera llena de momentos estelares. Es espeluznante observar su evolución desde la desenvuelta candidez de la primera entrega, a la vejez castigada por el dolor y la pérdida de la tercera parte (con los treinta minutos finales más intensos que estos ojos han visto), pasando por ese monstruo cainita del segundo e insuperable capítulo de la que, sin duda, es la saga más impresionante que ha habido, hay o habrá en la historia del cine.

TOMMY UDO


Si hay alguien capaz de lanzar escaleras abajo a una paralítica en su silla de ruedas mientras torturas sus oidos con tu risita infernal (imprescindible escucharla en versión original), ese es Tommy Udo. O lo que es lo mismo, ese grandísimo actor de rostro indefinible que fue Richard Widmark y que en "El beso de la muerte" se dedica a complicar la existencia al pamplinas de Victor Mature en esta joya del cine negro de los años cuarenta. Es sorprendente como el tiempo no ha afectado ni un ápice a este historia cruda y actual llena de corrupción, soplones y asesinos sin escrúpulos que, no obstante, no logran arrebatar el cetro de estrella de la función al amigo Udo. Muchos años después, Nicholas Cage intentó borrar el recuerdo de Widmark en una versión de la película que rodó Barbet Schroeder. ¿Necesito decir que fracasó?

ANNIE WILKIES

No todos los villanos tienen que afeitarse por las mañanas. Y para demostrarlo, nadie mejor que esta admiradora desquiciada que encarna Kathy Bates en "Mysery". Si estás loca, admiras enfermizamente a un escritor con el aspecto de James Caan y lo encuentras malherido en las colinas con el depósito de auxilio en mínimos históricos, es muy posible que termines por convertirte en carcelero de lo que más quieres. Claustrofóbica película de un Rob Reiner en estado de gracia, asombra la habilidad de la inmensa Kathy Bates para pasar de la dulzura a la brutalidad, del abrazo al mordisco. Siempre que veo una maza gorrinera me acuerdo de esta espléndida adaptación del mundo inacabable de Stephen King. A pesar del inenarrable talento de mi oronda favorita, los mayores aplausos se los dedico al magnífico James Caan en este esfuerzo de inmovilidad interpretativa realmente inolvidable.

ALIEN

El sueño de todo dentista resultó ser, además, un bicho de unas malas pulgas difícilmente superables. Si a eso le sumas un deseo voraz de calor de pecho ajeno y una mala sangre como nunca se ha visto, te encuentras con este auténtico mito del cine, capaz de mantenerse en las pesadillas de medio mundo desde su primera aparición en la obra maestra de Ridley Scott. Aguantó bien al barroquismo de "Aliens" y resultó especialmente perturbador cargándose presos en la reivindicable "Alien 3". El cine fantástico no puede prescindir de este villano indestructible que vio la luz desde el pecho de John Hurt hace ya más de 25 años y que nos permitió descubrir el lado mas sensual de la hombruna Sigourney Weaver, gracias a su uniforme de batalla a base de bragas y camiseta.

CAPITAN VIDAL

Podrá parecer excesivo, pero, en mi opinión, él Capitán Vidal que moldea Sergi López en "El laberinto del fauno" es uno de los villanos más aterradores que se han pasado por las pantallas de cine en los últimos años. Desde su primer segundo de metraje, el actor catalán consigue transmitir esa sensación de "olla a presión" que lo rodea en toda la película. Por esa razón, es tan perturbadora su presencia. No sabes si va a besar al niño o le va a reventar el cráneo con una barra de hierrro. Secuencias como el interrogatorio al tartamudo o el momento en el que descubre la tapadera del personaje de Maribel Verdú son para helar la sangre. Aunque ya demostró su capacidad para el mal en películas como "Harry, un amigo que os quiere", para mi, fue un descubrimiento. Que vuelva cuando quiera.







viernes, 22 de junio de 2007

El ogro verde del ejército británico


En 1969, el escritor británico George MacDonald Fraser publicó el primero de los varios tomos que componen los llamados "Diarios de Flashman". En ellos, el octogenario militar Harry Flashman (personaje que ya aparecía de la novela "La época escolar de Tom Brown", de Thomas Hughes) narra en primera persona sus memorias y recuerdos sobre sus años bélicos recorriendo el mundo en las distintas campañas que inició el ejercito británico en plena época colonial.

Si lo dejáramos aquí, sería comprensible que no hubiera picado la curiosidad de nadie. Con libros y películas como "Las cuatro plumas" o "Tres lanceros bengalíes" ya teníamos bastante para cantar las glorias de los británicos en La India o Afganistan. ¿Qué es lo que hace que estos libros sean una experiencia nueva y sorprendente? Pues exactamente lo mismo que hace del ogro verde de "Shreck" una visión radicalmente novedosa del mundo de los cuentos para niños. A diferencia de los "casacas rojas tradicionales" henchidos de patriotismo, honor y valentía, Harry Flashman (Flashy para los amigos), y siempre según sus propias palabras, tan sólo es titular de tres virtudes "los idiomas, los caballos y la fornicación". Es el tipo más pendenciero, cobarde, traicionero y misógino del honorable ejército de su majestad.

Y lo mejor de todo es que no existe una justicia divina que haya castigado a tan deleznable personaje con la miseria personal o con una muerte horrible que haga justicia a tanta cobardía y maldad. Muy al contrario, Flashman escribe sus memorias desde la calma y la tranquilidad que proporcionan un alto cargo en el ejército, una inmensa fortuna, una colección de condecoraciones como ningún otro y la consideración de heroe nacional indestructible.

Será el famoso encanto de la maldad, pero no es posible leer estos doce tomos (por ahora) que componen los mencionados diarios, sin dejar de admirar la capacidad de este hombre para recorrer el salvaje oeste, los mares de Madagascar, La India, Alemania y tantos otros países, haciendo las mayores vilezas que uno pueda imaginar, para, finalmente, apañárselas con el uso de alguna de las mencionadas virtudes para que todos los testigos de su inmensa cobardía o bien mueran o bien cambien de opinión por alguna casualidad o a través de alguna treta urdida por su mente de villano sin escrúpulos. No importa cual sea el modo (lanzar a los lobos a tu fiel sirviente para que tu trineo vaya más rápido y puedas huir de una horda de rusos agresivos, entregar una pistola descargada a tu contrincante en un duelo para poder eliminarlo y acostarte con su mujer, culpar al hombre que acaba de salvarte la vida para escapar de las torturas de un sádico del látigo...) lo importante es regresar al país como un valiente y leal soldado hasta su próxima misión. Además y dado que normalmente, es el único superviviente de las campañas en las que participa y él se encarga de hinchar hasta lo increible sus inexistentes hazañas, su fama es conocida en todo el ejército y es a él al que, para su propio horror y alegría nuestra, le encargan las más duras y peligrosas misiones.

Por si no fuera suficiente con las trepidantes y divertidas peripecias del amigo Flashman, las obras tienen además un indiscutible encanto histórico. La labor de ambientación del autor es irreprochable, documentada, prolija y bastante ajustada. Los únicos errores que pueden localizarse son achacables, según el autor (que jura en el prólogo del primer libro de la serie que "se encontró" los diarios en un anticuario de Leicestershire, limitándose únicamente a publicarlos y efectuar pequeñas correcciones de estilo), a la avanzada edad de Flashman cuando escribió (o dictó) sus memorias, lo que, posiblemente le haya llevado a confusiones de detalle. Bismarck, Lola Montes y el General Custer. La carga de la Brigada Ligera, la retirada de Kabul de 1842 y la batalla de Little Bighorn. Personajes y acontecimientos todos ellos que aparecen en alguno de los libros de esta serie y en los que Flashy tiene una capital importancia, como una especie de Forrest Gump inteligente, borracho, traidor y mujeriego.

Un personaje este Flashman. Os aseguro que merece la pena darle una oportunidad y adentrarse en su peculiar mundo de vilezas. Y al que le dé un poco de pereza, que sepa que existe una película rodada por Richard Lester en 1975 y con el inmenso Malcom Mac Dowell dando vida a nuestro héroe que puede servir para hacerse una idea de por donde van los tiros con el amigo Flashman.


martes, 19 de junio de 2007

Mozart ha resucitado


Inquietantes noticias llegan desde Viena. Al parecer, todo apunta a que Mozart ha resucitado. Os comento las últimas novedades sobre el tema.


Hace unos días, encargados del mantenimiento del Cementerio Central de Viena encontraron un agujero en el suelo de un par de metros de profundidad cerca de donde se supone está enterrado el compositor austriaco, Wolfang Amadeus Mozart. Diversas pruebas científicas practicadas "a pie de calle" han acreditado que, efectivamente, ese era el lugar donde Mozart ha reposado hasta hoy.


Según el portavoz de la policia local, lo más extraño del hecho es que el agujero parece estár excavado desde dentro y hacia el exterior, "como si el mismo Mozart hubiera salido por su propio pie, como si hubiera resucitado" ha manifestado con creciente recelo. Las mismas fuentes citadas han asegurado que no hay indicios para pensar en una profanación o un atentado integrista de "Verdu´s", el conocido grupo antimozartiano.


Tras esta inquietante noticia, se ha producido un hecho que no hace sino incrementar el convencimiento de que estamos asistiendo a acontecimientos de clara índole sobrenatural.


En la sede de la compañía publicitaria M.P.D.I (al parecer, la dirección de dicha empresa quiere, por seguridad, guardar el anonimato) se ha producido un sangriento altercado que ha convulsionado el pais. Varios miembros del equipo creativo han perdido la vida en extrañas e idénticas circunstancias: todos ellos fueron lanzados desde el vigésimo tercer piso de la torre donde M.P.D.I tiene su sede con unos electródos de titanio conectados a sus genitales. Hasta el momento, no está claro si la muerte se ha producido por el estallido de sus cuerpos contra el asfalto o por los 500.000 voltios de los electrodos que traían adheridos. Realizadas las autopsias, se han encontrado restos de discos compactos en sus estómagos que, por los indicios encontrados, fueron forzados a tragar, posiblemente enteros, antes de ser lanzados por la ventana. La policía y los miembros del gobierno han manifestado su rechazo a este tipo de comportamientos. "Nos parece muy cruel que les hayan obligado a tragar los discos enteros" ha afirmado el portavoz de las fuerzas de seguridad del estado.


Varios inquietantes elementos conectan los acontecimientos en Viena con los sangrientos hechos en M.P.D.I. Para empezar se han encontrado restos de tierra en el despacho donde se produjeron los hechos que, una vez realizados los correspondientes y exhaustivos análisis han resultado ser idénticos a los existentes en el fondo de la cavidad localizada en la capital austriaca. En otro orden de cosas, la policía científica ha llegado a la conclusión de que los discos localizados en el estómago de los fallecidos eran todos iguales, todos contenían el primer y segundo acto de "La flauta mágica", la genial ópera de Mozart. Por si todo esto fuera poco, un nuevo elemento actua de nexo entre los fallecidos: el grupo al completo fue el encargado de la última campaña publicitaria para España de la empresa italiana Enel, en la que, utilizando pasajes inmortales de la mencionada ópera de Mozart, se modificaban los versos en alemán del original para, en castellano, publicitar los beneficios obtenidos por la empresa, así como las ventajas de utilizar sus servicios para los consumidores. Todo ello, cantado con ostentoso mal gusto y con una orquestación a milímetros de los politonos.


Ante tales coincidencias y aunque los miembros del gobierno intentan calmar las especulaciones, coge fuerza la teoría del castigo sobrenatural, lo que ha provocado que otras empresas como la comercializadora del papel de cocina Colhogar haya cerrado un contrato con una compañía de seguridad para proteger a los publicitarios que, hace unos años, utilizaron el "Et incarnatus est" de la Misa en do menor del compositor austriaco para cantar las maravillas del mencionado producto. Otras empresas dedicadas a las compresas con alas, el vino dulce y los zapatos ortopédicos, que tenían previstas campañas en las que la música de Mozart tenía capital importancia han cancelado los proyectos hasta nueva orden.


Si yo fuera un miembro de La Trinca, iría haciendo las maletas: en la tumba de Beethoven han empezado a escucharse ruidos sospechosos.

domingo, 17 de junio de 2007

Vinilos y discos compactos



El otro día se produjo una curiosa paradoja cósmica. Mientras me horrorizaba leyendo un artículo en el periódico en el que se prevenía a la humanidad ante la perspectiva de un nuevo disco de "Il Divo" (el redactor, con más razón que un santo, decía que el origen del grupo es, en si mismo, un chiste, ya que, el mismo lo componen un español, un frances, un suizo y un americano), en "Clásicos populares", el longevo programa sobre música clásica que emite Radio Nacional desde hace más de 30 años, emitían una edición especial de homenaje al inigualable tenor italiano Carlo Bergonzi que, desde mi punto de vista, es el cantante lírico más grande que ha puesto los pies sobre un escenario.

Ni más ni menos que 53 años se ha tirado el maestro paseando su arte por los teatros del mundo. Especialista sobre todo en Verdi (el bastón con el que anda, incorpora en su empuñadora una efigie del compositor italiano), su repertorio (dejando a un lado las canciones populares italianas a las que también les dedicó su momento de gloria) abarca más de 72 personajes, entre los que destacan Manrico (Il trovatore), Cavaradossi (Tosca), Rodolfo (La Boheme), Fígaro (El barbero de Sevilla) o, el papel con el que me cautivó que no es otro que el Pinkerton de Madame Butterfly. Casi nada.

Además de unas cualidades físicas casi sobrenaturales, impresiona del arte de este hombre su inigualable facilidad para transmitir, su habilidad para dar todo en cada nota y que, además, ese esfuerzo se note, llegue al oyente. Dicho de otro modo, cuando Bergonzi canta, queda en el que escucha la certeza absoluta de que sólo así puede interpretarse lo que acabas de escuchar. No es posible apreciar un mínimo de avaricia en su modo de cantar. Quizás reside en ello su increible capacidad de transmitir, su habilidad innata para introducirse en los personajes, cincelando con su voz cada nota para que podamos detectar toda la estructura interior, todo lo que le lleva a actuar de ese modo y no de otro. Con él, los personajes respiran, se mueven, sufren, aman, mueren, padecen remordimientos. Viven, en definitiva.

En el programa al que me refería antes, el maestro, que ya cuenta con 83 primaveras a sus espaldas y que hace más de doce que ya no actúa, comentaba que los cantantes actuales tienen prisa por triunfar, no aceptan cantar un papel que no conocen en un pequeño teatro, necesitan acudir al Teatro Real sin pasos intermedios y, en consecuencia, la mayoría destroza su voz por un absurdo deseo de notoriedad (Bergonzi rechazó una oferta del mismísimo Karajan para cantar Canio, de "Pagliacci" en la Scala por considerar que aún no estaba preparado para el papel, lo que no impidió al endiosado genio austriaco llamarlo por teléfono tras la negativa sólo para decirle que, a pesar de no haber aceptado, era el mejor tenor del mundo). Para el genial tenor, el canto es estudio, práctica, pasión, sentimiento. Dar la nota más aguda del mundo no es sinónimo de que sea la mejor nota, sólo que es la más aguda.

Por eso, gente como los componentes de "Il Divo" no podrán ser nunca buenos interpretes, por que confunden cantidad con calidad. Bergonzi interpreta con su canto y ellos cantan sin interpretar. No hay más que ver el modo en el que aparecen en escena los reyes del gorgorito, con sus trajes inmaculados, sus pelitos de pijos de diseño y sus sonrisitas de museo. Da igual lo que canten. Ni un movimiento fuera del cuadro, ni una nota fuera de su sitio. Son autómatas con buenas voces, pero su frialdad, su aseptica presencia y su exceso de perfección matemática hacen del mundo de Bergonzi y el de ellos dos caras de una misma moneda. Es la misma diferencia que existe entre los vinilos y los discos compactos. Éstos pueden ser más perfectos, pero nunca más bellos.

viernes, 15 de junio de 2007

Algo a lo que agarrarse


En su interesantísimo libro "Las semillas de la violencia", el psiquiatra Luis Rojas Marcos mantiene la tesis de que, ante un hecho especialmente cruel o violento, tendemos a abrazarnos a la presunta enfermedad mental del autor del mismo para, de ese modo, separarlo de lo que, podríamos llamar lo cotidiano. De esa manera, deshumanizándolo, encontrando una explicación a su comportamiento (hay que estar loco para hacer algo así), apartándolo de nuestro mundo, creamos una ficción de seguridad, una cierta distancia entre él y nosotros que nos permite vivir razonablemente seguros. Y esto es así, porque "no hay una criatura más temible que el criminal cuya conducta no tiene método ni explicación, no tiene una cierta lógica o tendencia establecida". Este mecanismo de defensa lo he utilizado recientemente mientras leía en la prensa el caso de Rodrigo Barrio, un chico de Burgos que fue detenido ayer por la policia como presunto autor del asesinato de sus padres y de su hermano hace casi tres años.




Si, finalmente, se demuestra que fue él, el autor de los hechos, habrá que asumir que, antes de volver a su colegio cerca de Aranda de Duero, se encaró con su padre en la cocina y, de algún modo, se las apaño para asestarle cincuenta y cinco puñaladas. Después (o antes o durante) fue al dormitorio de su madre, la degolló y apuñaló su cuerpo diceisiete veces antes de propinarle otras treinta y dos cuchilladas a su hermano pequeño. Recogió su bolsa, fue a la parada de autobús y se marchó al colegio para aparecer un par de días después, cuando la masacre ya era pública, bajo una presunta crisis nerviosa y ostentando un dolor y una indignación ilimitada. Incluso, dos años después de producirse los hechos, encabezó una manifestación en la Plaza Mayor de Burgos en la que pidió que se hiciera justicia, argumentando que "nadie me los puede devolver, pero podré vivir más tranquilo cuando al menos sepa quién fue y por qué lo hizo"




No sé que os parecerá a vosotros, pero, a mi, no me parece que este hombre este loco. Muy al contrario, me parece un estratega de la muerte con los nervios de acero templado, un cinismo a prueba de obuses y una crueldad asesina que alcanza cotas francamente escalofriantes. Ninguna enfermedad mental afecta a Rodrigo Barrio. Sencillamente, pertenece a ese grupo de gente de la que hablaba al principio, aquéllos para los que no existe explicación ni método. Son como son y si les preguntamos por qué han hecho lo que han hecho, nos responderán sin pestañear que las mismas razones había para hacerlo que para no hacerlo.




Y con personajes así, ¿qué puede hacerse? ¿Hay posibilidad de recuperar a este individuo para la sociedad? Y si no es así, ¿qué hacemos con él? En este caso concreto, existe además un matiz adicional y es que, si finalmente, es declarado culpable, se le condenará aplicándole no el Código Penal sino la mucho más suave ley del menor, con lo que, en un relativamente corto periodo de tiempo, Rodrigo podría estar de nuevo en la calle.




Dejando a un lado soluciones drásticas, desde mi punto de vista, un individuo como Rodrigo Barrio no tiene solución alguna. La finalidad reintegradora de nuestro sistema penal da en hueso con alguien así, porque nada le ha transformado en lo que es y, por tanto, nada puede evitar que lo siga siendo. Rodrigo nació asesino y morirá asesino. El único sitio en el que alguien así puede estar es en la cárcel, alejado de todo y de todos por el resto de sus días. Se me podrá argumentar que es injusto privarle de una oportunidad, que todos podemos cambiar y que la finalidad de la cárcel no es únicamente punitiva. Tendría que reconocer que es cierto, que, quizas, estaría siendo injusto con él no dándole la oportunidad de vivir una nueva vida, de enderezar lo torcido. Pero frente a esa duda, frente a esa posibilidad se manifiesta una certeza indiscutible y es que ciento cuatro puñaladas privaron a tres personas de la misma oportunidad y, desde cualquier punto de vista que se adopte, ésta es mayor injusticia que aquélla. A falta de enfermedad mental a la que agarrarme, me inclino por los sólidos barrotes de una celda para expulsar a este hombre de mi mundo. Hasta que se pudra.

miércoles, 13 de junio de 2007

Música, de nuevo


Tras la espantosa experiencia que supuso asistir a la representación de la ópera "El viaje a Simorgh", el bodrio sin paliativos que programó el Teatro Real hace unas semanas y de la que ya di buena cuenta aquí, vuelve a Madrid la música de verdad con el estreno de "Il trovatore", de Giuseppe Verdi.

Amantes de la música concreta, enemigos de la armonía, detractores de las tonalidades y la melodía, cantamañanas en general, nada de lo que presenta esta obra, podrá interesaros. Aquí no hay música fluida, ni del aire ni demás zarandajas. Aquí lo que hay es lo que el Diccionario de la RAE define como música, a saber, "melodía, ritmo y armonía combinados". Casi nada.

Por situar un poco a los que no conozcan esta obra, decir únicamente que es uno de los folletines más intensos y enrevesados que existen en el repertorio operísitico internacional. "Il trovatore" se situa en España a principios del siglo XV y narra los continuos enfrentamientos entre dos hermanos que no saben que lo son por el amor de una mujer que no consigue hacer entender a uno de los pretendientes que antes se encierra en un convento que acabar con él. Pertenece a lo que se denomina la "trilogía popular" del compositor italiano junto con "Rigoletto" y "La traviata" y constituye una piedra de toque perfecta para dar los primeros pasos en este apasionante mundillo de la ópera, gracias sobre todo a su maravillosa y popular música. Algunas piezas, como el coro que inicia la escena segunda del primer acto o el sobrecogedor y exigente "Di quella pira", con un do de pecho final que tumba de espaldas, son auténticos hitos de la música de todos los tiempos.
El montaje que presenta el Teatro Real, que hubiera supuesto el debut en España del magnífico pero imprevisible tenor Roberto Alagna de no habérse puesto misteriosa y sospechosamente enfermo en visperas del estreno (no es la primera espantada que da el muchacho. Hace poco se marchó en medio de una representación de "Aida" al escuchar los silbidos del público y el sustituto tuvo que salir...¡en vaqueros y camiseta!!) es escrupulosamente respetuoso con el libreto y con la época en la que Verdi situa la acción, lo que nos ahorra el suplicio de ver a los cantantes vestidos de astronautas o manifestándose su amor por medio de felaciones o sodomías varias, lo que ya es de agradecer visto lo visto, ultimamente.

En la representación a la que asistí, los intérpretes cumplieron vocalmente a las mil maravillas, especialmente Michele Capalbo, que interpreta a la deseada Leonora y que tuvo momentos de un poderío extraordinario. No obstante, la labor interpretativa flaqueó sensiblemente: apenas se movían, gesticulaban como en las películas mudas y, a veces, daba la sensación de que ninguno sabía si reir o llorar. En mi caso, además, el personaje de Manrico, el trovador (uno de los pretendientes, digamos que el bueno de la película) lo interpretó un tal Francesco Hong que no sólo es coreano, lo que ya choca en la España del siglo XV sino que además no levantaba un metro y medio del suelo frente a su amada Leonora que superaba ampliamente el metro setenta. En realidad, todo esto es accesorio cuando una orquesta intensa y vigorosa interpreta momentos como "Stride la vampa", "In braccio al mio rival", "D'amor sul'ali rosee"o la ya mencionada "Di quella pira" en la que el maño coreano se ganó una de las ovaciones más grandes de la noche.

Esto es ópera, esto es música, esto es arte. Y lo es desde hace mas de 100 años. Lo que quiera que sea "El viaje a Simorgh", sinceramente, no lo sé. Lo que sí sé es que ni es ópera, ni es música ni, por supuesto, es arte. Y en cien años, no habrá humano que sepa quién fue Jose María Sanchez Verdú. Lo que, en el fondo, es una suerte para nuestros sucesores.


lunes, 11 de junio de 2007

Más de lo mismo



Si, como es mi caso, te gustó "Ocean's 11" y no te aburriste demasiado con "Ocean´s 12", tienes muchas posibilidades de disfrutar "Ocean´s 13". Nada nuevo bajo el sol. Hombres guapos, un diseño de producción de aquí te espero, un plan imposible que, por supuesto, sale bien y glamour. Mucho, pero que mucho glamour.


Se nota que los tíos se lo han pasado de muerte rodando esta película. Existe un buen rollo, unos gestos de complicidad, una continua sensación de que lo que está pasando en pantalla es setenta por ciento improvisación y treinta guión, que no puedes dejar de sentir simpatía por estos canallas de diseño que, al más puro estilo Robin Hood, roban a los ricos para dárselo a los guapos (perdón, a los pobres).



De la historia, hay poco que decir salvo que lleva al extremo el colegueo y el sentimiento de compadreo testosterónico de las otras dos entregas. Como en Fuenteovejuna, todos a una; alguien hace daño a uno de la cuadrilla y todos responden para devolver el golpe. En este caso, el golpeado es un Al Pacino (soberbio. Como siempre, a un paso de la sobreactuación) que luce al peluquín más dañino desde el punto de vista cromático que se recuerda en muchos años y al que Danny y sus colegas devuelven la jugada con una de esas tramas de robos imposibles tan enmarañada que terminas por aceptar todo al no poder retener la catarata de información con la que, continuamente te sepultan y en consecuencia, pasando por alto un buen número de incongruencias.

Pero, ¿quién va a ver un película de estas características, buscando un guión solido y perfectamente hilvanado? Quién vaya pensando en eso, que se olvide. Aquí, lo importante es ver el estilazo que se gastan Brad Pitt y George Clooney luciendo trajes de 3.000 dólares, lo mal que ha envejecido la, antaño, hipersexual Ellen Barkin, la patética pero tronchante visión de la vida laboral mejicana, el papelón que le dan a Vincent Cassel con dos tontísimas y absudas secuencias, lo buen y desaprovechado actor que es Andy Garcia, las tribulaciones de uno de los personajes a los que, por exigencia del guión, es necesario someter a un calvario indecente con sorpresa final, la maestría que se observa en las cejas enarcadas de Al pacino y que el plomo de Matt Damon no alcanzará ni aunque viva mil vidas y, por supuesto, las continuas coñas marineras que se sueltan unos a otros a base de dobles sentidos, testosterona marca de la casa e, incluso, referencias más o menos actualizadas a su vida privada (en un determinado momento, Clooney le pide a Pitt que deje de hacer el crápula, que siente la cabeza ¡¡y que tenga un hijo!! La mirada y la media sonrisa entre ambos es como un libro abierto) y algunos homenajes al cine clásico, especialmente una muy trabajada a esa obra de arte que es "El Padrino" y que, por cierto, sorprendentemente, nadie pareció detectar en la sesión a la que yo fui.

La puerta queda, por supuesto, abierta a nuevas secuelas (entre las dos entregas, la productora recaudó mas de 800 millones de dólares) y viendo los resultados, lo bien que se lo pasan los implicados y lo felices que somos los espectadores viéndolos fardar en la pantalla, no me extrañaría que la saga dejara en la cuneta al conejito de Duracell.




miércoles, 6 de junio de 2007

Películas para no dormir



Del mismo modo que cuando vas al cine a ver una comedia esperas pasar un buen rato, divertido y relajante, cuando la película que vas a ver pertenece al género de terror, lo suyo es que lo pases mal, que estés tenso, nervioso, que sufras en tu carnes las mismas angustias y temores de los que las pasan canutas en la pantalla. Yo, personalmente, adoro este tipo de películas. Es difícil que tenga la oportunidad de ver alguna y, conozca o no algo de ella, no me la trague entera, con títulos de crédito y todo. En muchas ocasiones, terminada la proyección, me doy de bofetadas por haber perdido noventa minutos de mi vida en una sandez mal rodada, peor interpretada y con unos efectos especiales de Cinexin. Pero hay veces (en mi caso, bastantes), que las piezas del rompecabezas encajan y, entonces, es complicado que yo lo pase mejor con una película.

Dentro de las muchas películas de terror que me apasionan hay cinco que destacan por encima de las demas. Como las cinco comparten el primer puesto, para que ninguna se enfade y viendo como se las gastan sus protagonistas, las voy a colocar en riguroso orden alfabético:

AL FINAL DE LA ESCALERA (1979), de Peter Medak


La abuela del quinteto. Aunque han pasado más de 25 años, esta historia de fantasmas con un George C. Scott pletórico en el papel de un músico atormentado que alquila una casa con leyenda incluida sigue poniéndome los pelos de punta. Recuerdo que la vi, hace un montón de años en un cine de verano y, de vuelta en casa, no pegué ojo hasta el día siguiente. Cada dos por tres, me parecía escuchar los golpes que aterrorizan al protagonista cada noche y, detrás de cada esquina, no era difícil encontrar sombras fuera de sitio que me dejaban con el corazón en un puño. La secuencia en el desván con la silla de ruedas y el travelling que acompaña a una pelota precipitándose escaleras abajo, convierten a cualquiera en un niño asustado. ¿Peter Medak? Bien, supongo. No he vuelto a saber nada de él.


ALTA TENSION (2003), de Alexander Aja


El asesino en serie más salvaje de la historia del cine habla frances, aunque , bueno, hablar, hablar, realmente, habla poco... ¿o no? Una casa aislada una familia de fin de semana y una llamada en mitad de la noche. En apenas quince minutos, estalla la tensión. El jovencísimo Alexander Aja (que después dejó a medio mundo con la boca abierta con su fulminante versión de "Las colinas tienen ojos") demuestra una maestría en la dirección que deja literalmente sin aliento al espectador. En secuencias como la de la gasolinera o el primer climax en el invernadero, la tensión, literalmente, se palpa, es imposible mover un músculo o apartar la mirada de la pantalla. Eso sí, la cinta es para estómagos fuertes porque algunos asesinatos son duros de soportar (el primero, por ejemplo). Respecto al giro inesperado de acontecimientos que se produce durante el último cuarto de película (imposición, al parecer del productor de la cinta, el dictatorial Luc Besson), hay mucho que discutir. Imprescindible, en una palabra.



AMANECER DE LOS MUERTOS (2004), DE ZACK SNYDER


Si ya el cartel promocional y el subtítulo de la película ("Cuando no haya más sitio en el infierno, los muertos caminarán sobre la tierra") ya acojonaban bastante, los siempre insuficientes minutos que componen esta nueva versión de "Zombie" del maestro Romero, son más que suficientes para clavarte a la butaca. Propietaria de los diez minutos iniciales más apabullantes de los últimos años, con esta película sobre una plaga de muertos vivientes que asola Estados Unidos, el ahora famoso director de "300" da el do de pecho con una fascinante narración no exenta de crítica social en la que no hay un momento para el respiro y en la que una fantástica Sarah Polley capitanea un grupo de gente atrapada en un centro comercial por una jauría de seres con malas pulgas. ¿Momentos estelares? Infinidad, pero me quedo con la bajada al garaje. Si alguien quiere un consejo que la vea a oscuras una noche de lluvia y, por supuesto, que no se levante hasta que terminen los créditos finales. Lo agradecerán.


LOS SIN NOMBRE (1999), de Jaume Balagueró


Única representante española del quinteto, la ópera prima del director catalán es oscura, opresiva, aterradora. Con la estética de "Seven" en la cabeza, el director adapta una novela del inquietante Rampsey Campbell y consigue que, literalmente, sientas el horror de esa madre a la que su hija muerta llama por teléfono años después pidiendo ayuda para ser rescatada de una escalofriante secta, los sin nombre. Con influencias de "El silencio de los corderos" y "La semilla del diablo", la película va sembrando poco a poco la inquietud en cada plano. Los últimos quince y frenéticos minutos son de losque no se olvidan. Una de las películas más enfermizas, macabras y desasosegantes que yo he tenido la oportunidad de ver.



THE EYE (2002), de Pang Brothers


Fue mi primera experiencia con lo que luego se llamó el "terror asiático" y desde entonces hasta ahora, ha llovido mucho. Con tantas aguas oscuras, círculos, maldiciones y demás fantasmas azules de pelo negro y lacio, esta aterradora historia de una mujer a la que, tras trasplantarle los ojos de otra persona comienza a tener visiones de ultratumba queda un poco descompensada frente a sus compañeras de cabeza, pero, en mi caso, supuso el descubrimiento de un nuevo modo de hacer cine de terror y, como pionera, merece figurar como un hito en esta corriente un poco agotada del terror con fantasmas. De todos modos, hay que reconocerles a los Hermanos Pang que saben planificar una película, dosificar la tensión, asestar unos cuantos sustos de los que la mitad de cine tira las palomitas al suelo y dotar a la película de una atmósfera oscura y desasosegante. Al que no se pongan los pelos de punta en la secuencia en el aula del colegio, que visite urgentemente un hospital. Posiblemente esté muerto.





domingo, 3 de junio de 2007

A treinta segundos por minuto



Hay personas que parecen llegar siempre tarde a todas partes, gente que parece vivir con un sentido del tiempo distinto al de la inmensa mayoría; hablan cuando deberían callar, cierran la boca cuando se espera de ellos un respuesta rápida, llegan media hora tarde a los sitios en donde han sido citados, se presentan media hora antes de lo acordado cazándote a medio vestir y, en general, parecen tener el reloj en perpetuo retroceso o sometido a una continua aceleración. Son personas que despistan bastante porque, sencillamente, nunca sabes por dónde van a salir, pero sospechas que es muy posible, que salgan por donde salgan, no saldrán bien. Y no me cabe duda que Miguel Sebastián es uno de estos individuos.


Y no digo esto porque haya defraudado las expectativas de los votantes socialistas de arrebatar la alcaldía de Madrid a Ruiz Gallardón (ninguno en su sano juicio, podría esperar que alguien le quitara el cetro de mando al Hombre Topo) sino por la sensación que transmite toda su ¿carrera? política. Diseñada con prisa, sin método, continuamente a remolque, dando bandazos.


Ya su nacimiento político (sin coito previo entre partido y altos cargos, por el tradicional y poco popular sistema del dedo del amo) hacía presagiar lo peor: si varios pesos pesados ya le habían dado calabazas al jefe al estar convencidos de que nadie pararía la tuneladora de Gallardón, ¿qué podía hacer este pobre hombre al que su madre y cuatro más conocían? Pero su valedor le comió la oreja y, con medio partido en su contra, se lanzó a los leones armado con un "quiero Madrid para ti" que se convirtió en el nuevo enemigo de la sintáxis y del sentido común nada más empezar. Y, desde ese momento, empezó a demostrar que es de ésos a los que el reloj nunca le funciona correctamente.


Empezaron atacándolo con el hecho incuestionable de que no lo conocía ni el conserje de Ferraz y él, en vez de aparecer en los medios, creándose una imagen, dejó todo el protagonismo a su valedor que aburría a los monos hablando maravillas de su inteligencia y ¿carisma? Cuando se dio cuenta de que si quieres que algo salga bien tienes que hacerlo tú mismo, ya era tarde; se le percibía como el hijo del jefe y sus intentos de escapar de esa imagen saliendo él solo al escenario fueron nefastos.

Luego llegó toda la batalla de los informes sobre el presidente del BBVA y, en vez, de responder al instante que eso era mentira (o verdad, da igual; lo que sea, menos lo que hizo), se encerró para meditar durante días y tras convocar una rueda de prensa aparece muy serio para decir que la historia de los informes......... ¡¡es mentira!! Todos esperábamos que montara a lomos de Cólera, su caballo favorito, y diera un espectáculo, al menos, llamativo, hiriente, polémico, con carácter. Pero no, se limito a hacerse el ofendido. Y fue entonces cuando, por supuesto tarde, decidió (o le decidieron) que su campaña tenía que tener un nuevo cambio.


Y se presentó a un primer debate televisado en el que termino con los dientes en una bolsa de plástico gracias no sólo a la sosería de sus planteamientos sino a que, frente a él, estaba el empollón de la clase que le dio un baño dialéctico de los que no se olvidan. Consciente de que en el siguiente, de continuar por el mismo camino, lo iban a tener que sacar con los pies por delante, decidió quitarse la piel de cordero y atacar a la linea de flotación del Imparable. Lo demás es historia. La foto, el gesto de inquisidor, la respuesta de Cejascanas, la sorpresa ante el requiebro del atacado, los nervios y su momento de gloria fulminado en minutos. Y, por si fuera poco, luego, casi pidió disculpas por esgrimir la foto de marras. Como siempre, tarde y mal.

Luego llegaron las elecciones y con ellas, el golpe de gracia para nuestro amigo. Ni en sus sueños más ácidos hubiera podido imaginar el alcalde perpetuo que ganaría de manera tan aplastante. Hasta el conserje de Ferraz voto a su favor. Ni que decir tiene que sus enemigos se lanzaron a rematar el cadáver hasta dejarlo hecho un Ecce Homo. Tengo que reconocer que en ese momento me apiadé un poco de él y hasta me pareció simplemente un hombre al que le habían puesto un traje demasiado grande.


Pero, por supuesto, volvió a meter la pata y un par de días después, sucumbiendo, como siempre, a las presiones de todos los que le rodean, se pasa la decisión de sus votantes por el arco del triunfo y anuncia que esto no es lo suyo y que se vuelve a la universidad, que aunque haya sido elegido como cabeza de cartel de la capital del reino, eso de la oposición no va con él y que prefiere pasar el testigo a quienquiera que fuera en la lista. Con eso demuestra dos cosas: que el muy iluso pensaba ganar y que, a pesar de lo que puede parecer, es un prepotente de cuidado al negarse a asumir el trabajo que sus votantes le han asignado y que no es otro que el de trabajar en la oposición. Incluso escabullirse lo ha hecho tarde y mal.

sábado, 2 de junio de 2007

Paréntesis

Cada vez es más difícil encontrar buenas películas. En los últimos meses, salvo dos o tres casos muy específicos (las inmejorables "La vida de los otros", "Más extraño que la ficción" o "Zodiac"), no hay manera de encontrar algo que no sea fallido ("El buen pastor"), terriblemente decepcionante ("Spiderman 3")o, superada la impresión inicial, reiterativas hasta el sopor ("300"). Ahora, la calidad, más que en el cine, hay que buscarla en la televisión.


Series como "The wire", "Prison Break" o "A dos metros bajo tierra" arrastran a millones de espectadores cada semana, crean abarrotados foros en la red y venden sus temporadas en DVD como rosquillas, además de proporcionar a sus protagonistas una popularidad que rivaliza con la de las grandes estrellas de Hollywood. Y si alguien no se cree que las series tengan tanta relevancia en las carreras de sus protagonistas, que le pregunten a Kiefer Sutherland, que todavía hace el Camino de Santiago de puntillas cada año para agradecer a Dios que el día en el que le ofrecieron protagonizar "24" estuviera lo suficientemente sobrio para no rechazarlo.

Son productos con guiones sólidos, buenas interpretaciones y una realización que no escatima en medios cuando la situación lo requiere (El piloto de "Perdidos" costo ni más ni menos que 10 millones de dólares, más del doble de los habitual) por lo que es normal que el público, ansioso por localizar espectáculos sin Eddie Murphy o películas que duren menos de dos horas y media, se rindan a unos personajes bien trazados y sigan con interés tramas diabólicamente diseñadas que obligan no perder detalle y que, milagrosamente, terminan cuadrando gran parte de sus piezas, como, por ejemplo, ha demostrado en esta tercera temporada, "Perdidos".

Otro de los encantos especiales de las series es que no se respeta a casi nadie. En "Prison Break" o en "24", por mencionar algunos ejemplos, personajes importantes son eliminados sin contemplaciones en mitad de un capitulo dejando al espectador con la sensación de que si a Menganito le acaban de fundir los plomos con dos balazos, "puede pasar cualquier cosa", lo que, visto lo previsible de los argumentos de la mayoría de las películas, proporciona algo que, el cine, va perdiendo poco a poco y que es la capacidad de sorprender. Si, por ejemplo, "Piratas del Caribe" fuera una serie, a Orlando Bloom ya se lo habría comido el Kraken para alivio del sector con buen gusto de los espectadores.

También hay que acudir a las series para ver espectáculos politicamente incorrectos donde los personajes enfadados se cagan en la puta de oros y no en la mar, donde si hay que implicar al presidente de los Estados Unidos en una conspiración para beneficiar a una gran corporación financiera o volarle el Air Force One se le implica (o se le vuela, en su caso) y donde temas como el sexo, la muerte o el poder se tratan con la crudeza y la honestidad que se merecen y que no reciben, salvo contadas excepciones, en la pantalla grande.


Además, están pensadas con inteligencia, teniendo muy en cuenta el público al que va a dirigido. Estan hechas para la gente de este tiempo, personas que trabajan la mayor parte del día y que llegan a casa deslomados, cansados y con la sensación de que su vida no tiene emociones. Se desvisten, se preparan una ensalada ligera con cierta apatía y, encendiendo el televisor, de repente, piensan: ¿qué tal un capitulito de "Perdidos", a ver si nos enteramos de una vez que es el humo negro ese que anda suelto? Y parece que no, pero algo en tu cerebro se activa cuando empieza ese parénteis de cuarenta y cinco minutos en los que te olvidas de tu jefe, de tus problemas o del banco. Durante ese tiempo, lo único que importa es lo que le pase a David Fisher y a su novio, si Jack Bauer logrará detener la bomba a tiempo o si en Wisteria Lane habrá una o dos bodas. Que no es poco en estos tiempos.