Cuando te falta poco tiempo para ser padre, recibes consejos de toda índole. Algunos son lanzados con cierto carácter revanchista, como si los que te los dieran, en realidad disfrutaran al informarte de los infortunios que la paternidad acarrea, obviando a sabiendas todo aquello positivo o ilusionante. Otros, por su parte, y, sin duda con la mejor de las voluntades, pretenden no crear en los futuros padres, idea alguna de continuidad cotidiana, pero requiebran su honorable naturaleza y se convierten en una suerte de profecías malignas que pintan el futuro de negro azabache.
En general, lo recomendable es mantener una cómoda distancia respecto al contenido de los consejos, quedarse con la esencia (la paternidad lo cambia todo) y mantenerse impermeable al resto, con lo que una muy querida y embrujada amiga llama "cara de paisaje". De lo que nadie nunca te avisa, lo que permanece oculto bien sea por pudor o por vergüenza en la trastienda olvidada de los consejos es el severo y contundente golpe a la autoestima que supone ser padre.
Uno, que sin tenerse ni mucho menos por una mente privilegiada, camina con cierta seguridad intelectual por el mundo, nunca hubiera supuesto que la horma de su zapato se la fuera a proporcionar algo tan inofensivo, en apariencia, como una silla de paseo, una cuna de viaje o un esterilizador de biberones. Tengo el convencimiento de que algo tenebroso y oscuro se maquina en las empresas que fabrican estos elementos.
Tal vez, espolvorean el germen de la dislexia sobre las instrucciones de montaje que acompañan sus productos y por eso, resultan un laberinto lingüístico en el que las palabras se mezclan o pierden su significado por el camino. Lo ignoro, pero lo cierto es que , tras varios minutos de esfuerzos con la cuna de viaje "Baby happy", compruebas horrorizado que empujas de donde hay que tirar y que levantas sin tino alguno lo que debe estar horizontal.
Puedes gastar una mañana"empujando suavemente" la silla "Chiqui Chupi" (por supuesto, homologada, autorizada por el Ministerio correspondiente y adaptada al sistema de fijación universal Isofix. Faltaría más) y morirás en el intento sin haber logrado moverla un milímetro. Es preciso deslomarse durante media hora en el reducido espacio del asiento trasero para lograr escuchar el "clac característico" que indica la correcta ubicación del elemento, aunque a esas alturas, dudes de si el "clac" lo ha hecho la silla al encajar o tu espinazo al quebrarse.
Cuando, tras horas de titánica lucha, el carrito de paseo "Running in the streets", que, por lo que comenta el fabricante se monta en "cinco pasos sencillos", yace moribundo a tus pies, sobre un amasijo de correas, con las ruedas sobre la capota y el forro para la lluvia colgando tristemente sobre el manillar, sabes que has tocado fondo. Y no solo porque gimoteas como un perro apaleado con una hebilla en la mano, cuyo origen, por cierto, desconoces por completo, sino porque eres plenamente consciente, que en pocos minutos, alguien aparecerá por la puerta y con la suficiencia que otorga la mayor inteligencia, preguntará las razones por las que no has quitado el pasador (de rojo chillón por lo general, pero invisible a tus ojos) que habría evitado sangre, sudor y lágrimas. Desgraciadamente, una pregunta sin respuesta.
En general, lo recomendable es mantener una cómoda distancia respecto al contenido de los consejos, quedarse con la esencia (la paternidad lo cambia todo) y mantenerse impermeable al resto, con lo que una muy querida y embrujada amiga llama "cara de paisaje". De lo que nadie nunca te avisa, lo que permanece oculto bien sea por pudor o por vergüenza en la trastienda olvidada de los consejos es el severo y contundente golpe a la autoestima que supone ser padre.
Uno, que sin tenerse ni mucho menos por una mente privilegiada, camina con cierta seguridad intelectual por el mundo, nunca hubiera supuesto que la horma de su zapato se la fuera a proporcionar algo tan inofensivo, en apariencia, como una silla de paseo, una cuna de viaje o un esterilizador de biberones. Tengo el convencimiento de que algo tenebroso y oscuro se maquina en las empresas que fabrican estos elementos.
Tal vez, espolvorean el germen de la dislexia sobre las instrucciones de montaje que acompañan sus productos y por eso, resultan un laberinto lingüístico en el que las palabras se mezclan o pierden su significado por el camino. Lo ignoro, pero lo cierto es que , tras varios minutos de esfuerzos con la cuna de viaje "Baby happy", compruebas horrorizado que empujas de donde hay que tirar y que levantas sin tino alguno lo que debe estar horizontal.
Puedes gastar una mañana"empujando suavemente" la silla "Chiqui Chupi" (por supuesto, homologada, autorizada por el Ministerio correspondiente y adaptada al sistema de fijación universal Isofix. Faltaría más) y morirás en el intento sin haber logrado moverla un milímetro. Es preciso deslomarse durante media hora en el reducido espacio del asiento trasero para lograr escuchar el "clac característico" que indica la correcta ubicación del elemento, aunque a esas alturas, dudes de si el "clac" lo ha hecho la silla al encajar o tu espinazo al quebrarse.
Cuando, tras horas de titánica lucha, el carrito de paseo "Running in the streets", que, por lo que comenta el fabricante se monta en "cinco pasos sencillos", yace moribundo a tus pies, sobre un amasijo de correas, con las ruedas sobre la capota y el forro para la lluvia colgando tristemente sobre el manillar, sabes que has tocado fondo. Y no solo porque gimoteas como un perro apaleado con una hebilla en la mano, cuyo origen, por cierto, desconoces por completo, sino porque eres plenamente consciente, que en pocos minutos, alguien aparecerá por la puerta y con la suficiencia que otorga la mayor inteligencia, preguntará las razones por las que no has quitado el pasador (de rojo chillón por lo general, pero invisible a tus ojos) que habría evitado sangre, sudor y lágrimas. Desgraciadamente, una pregunta sin respuesta.
14 comentarios:
Nadie dijo que fuera fácil... pero tampoco que fuera tan complicado.
Lo de montar una sillita en el asiento trasero del coche tiene que ser, efectivamente, chunguísimo. A mí me costó varios intentos abatir los asientos traseros, así que imagínate... jajajaja
Un beso.
ay Tarquin... que la fuerza te acompañe! yo he tenido niños en casa este finde y te juro que no entiendo como hemos pisado la luna y sin embargo la logística de bebé sigue siendo tan compleja.
En vez de Tarquin te voy llamar "Torpín de los Bosques". Besos mil.
Jaja... todo es ponerse, "Torpín" jaja... con el tiempo serás un experto y podrás dar clases y todo.
Bs para la heredera y su madre!
¡QUÉ GUAPA, QUÉ GUAPA!
Cojo papel y lápizy voy tomando nota. Torpin haz un manual o algo así para cuando llegue mi momento (aunque a lo mejor entonces las sillas ya se pliegan solas o desaparecen cual ologramas)
A pesar de que lo veo lejos no me suena a raro. Tu lucha con el carrito de paseo me recuerda a mi intentando recoger mi flamante Quechua 2 second que se abre sola sí, pero que no hay ser humano que la cierre después
Que horror lo de los consejos cuando vas a ser padre o madre,pero todavía son peores cuando acabas de serlo, de repente todo el mundo se vuelve experto...
Respecto a la logística..a mi me costó un considerable tiempo manejar mi carrito de mellizas, y es que habñia que sacarse el carnet para ello, y respecto al montaje de las sillas del coche..mejor ni hablamos..
La sillita del coche ha sido mi puntilla, Faría. Hacía tiempo que no me sentía tan inutil, aunque, al final, la maldita ha claudicado.
Para que te hagas una idea, Cosmic, el carrito de la heredera trae un ¡¡¡video!!! para poder montarla... Casi nada.
Gran hallazgo, Hache. Espero que no prenda en el auditorio, porque, de ser así, Tarquin puede darse por muerto.
El rigor de mis conocimientos, Kampa, ya raya el doctorado a estas alturas. Besos.
Creo que es su mejor foto, Cosmic. No me canso de mirarla.
¡¡¡Coche para mellizas!!! Ríete tu de los misterios de "Lost". Eso sí que debe ser la cuadratura del círculo. Mi rendida admiracion, Simone.
Yo doy fe de que para manejar la sillita de mellizos hay que sacarse un carné de conducir. ¿Y cuando hay que entrar en un ascensor? ¿Y para ir por la calle? Hace seis años tuve que padecer eso con las mellizas de una prima mía, y ahora me va a tocar repasar porque dentro de un mes seré tía de mellizos. Aviaos vamos. :P
No se puede tratar un tema como éste con más humor que el que has inyectado tú. Me alegro de ver que eres un "padre responsable" -como dicen los irresponsables de hoy- que se responsabiliza del deslome al colocar la silla en el coche.
Se me ha olvidado añadir,...: "como nos ha pasado a todos". Y menos mal que no tienes que subir y bajar el cochecito por las escaleras...
Enhorabuena, de todos modos, Tarquin.
Un carrito de mellizos en un ascensor.... casi nada, María. Me recuerda al chiste aquel de los cien mil chinos jugando al futbol en una cabina telfónica.
Unos amigos acaban de tener un niño y viven en un cuarto sin ascensor, Meg. He propuesto su canonización. Veremos a ver.
Inexplicable, pero asi es. Con mi dilatada experiencia como padre de dos "ñiños" certifico el Horror que uno siente al intentar acometer la titanica tarea de someter a tu dominio a uno de esos chismes infernales. Riete tu del bambu bajo las uñas, que te arranquen las muelas o la depilacion de los bajos con cera calentita: montar la silla de tu bebe en el coche si es una tortura.
Doy fe.
Me alegra comprobar que no estoy solo en esta trumática experiencia, Profe. Mucho ánimo.
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