domingo, 3 de junio de 2007

A treinta segundos por minuto



Hay personas que parecen llegar siempre tarde a todas partes, gente que parece vivir con un sentido del tiempo distinto al de la inmensa mayoría; hablan cuando deberían callar, cierran la boca cuando se espera de ellos un respuesta rápida, llegan media hora tarde a los sitios en donde han sido citados, se presentan media hora antes de lo acordado cazándote a medio vestir y, en general, parecen tener el reloj en perpetuo retroceso o sometido a una continua aceleración. Son personas que despistan bastante porque, sencillamente, nunca sabes por dónde van a salir, pero sospechas que es muy posible, que salgan por donde salgan, no saldrán bien. Y no me cabe duda que Miguel Sebastián es uno de estos individuos.


Y no digo esto porque haya defraudado las expectativas de los votantes socialistas de arrebatar la alcaldía de Madrid a Ruiz Gallardón (ninguno en su sano juicio, podría esperar que alguien le quitara el cetro de mando al Hombre Topo) sino por la sensación que transmite toda su ¿carrera? política. Diseñada con prisa, sin método, continuamente a remolque, dando bandazos.


Ya su nacimiento político (sin coito previo entre partido y altos cargos, por el tradicional y poco popular sistema del dedo del amo) hacía presagiar lo peor: si varios pesos pesados ya le habían dado calabazas al jefe al estar convencidos de que nadie pararía la tuneladora de Gallardón, ¿qué podía hacer este pobre hombre al que su madre y cuatro más conocían? Pero su valedor le comió la oreja y, con medio partido en su contra, se lanzó a los leones armado con un "quiero Madrid para ti" que se convirtió en el nuevo enemigo de la sintáxis y del sentido común nada más empezar. Y, desde ese momento, empezó a demostrar que es de ésos a los que el reloj nunca le funciona correctamente.


Empezaron atacándolo con el hecho incuestionable de que no lo conocía ni el conserje de Ferraz y él, en vez de aparecer en los medios, creándose una imagen, dejó todo el protagonismo a su valedor que aburría a los monos hablando maravillas de su inteligencia y ¿carisma? Cuando se dio cuenta de que si quieres que algo salga bien tienes que hacerlo tú mismo, ya era tarde; se le percibía como el hijo del jefe y sus intentos de escapar de esa imagen saliendo él solo al escenario fueron nefastos.

Luego llegó toda la batalla de los informes sobre el presidente del BBVA y, en vez, de responder al instante que eso era mentira (o verdad, da igual; lo que sea, menos lo que hizo), se encerró para meditar durante días y tras convocar una rueda de prensa aparece muy serio para decir que la historia de los informes......... ¡¡es mentira!! Todos esperábamos que montara a lomos de Cólera, su caballo favorito, y diera un espectáculo, al menos, llamativo, hiriente, polémico, con carácter. Pero no, se limito a hacerse el ofendido. Y fue entonces cuando, por supuesto tarde, decidió (o le decidieron) que su campaña tenía que tener un nuevo cambio.


Y se presentó a un primer debate televisado en el que termino con los dientes en una bolsa de plástico gracias no sólo a la sosería de sus planteamientos sino a que, frente a él, estaba el empollón de la clase que le dio un baño dialéctico de los que no se olvidan. Consciente de que en el siguiente, de continuar por el mismo camino, lo iban a tener que sacar con los pies por delante, decidió quitarse la piel de cordero y atacar a la linea de flotación del Imparable. Lo demás es historia. La foto, el gesto de inquisidor, la respuesta de Cejascanas, la sorpresa ante el requiebro del atacado, los nervios y su momento de gloria fulminado en minutos. Y, por si fuera poco, luego, casi pidió disculpas por esgrimir la foto de marras. Como siempre, tarde y mal.

Luego llegaron las elecciones y con ellas, el golpe de gracia para nuestro amigo. Ni en sus sueños más ácidos hubiera podido imaginar el alcalde perpetuo que ganaría de manera tan aplastante. Hasta el conserje de Ferraz voto a su favor. Ni que decir tiene que sus enemigos se lanzaron a rematar el cadáver hasta dejarlo hecho un Ecce Homo. Tengo que reconocer que en ese momento me apiadé un poco de él y hasta me pareció simplemente un hombre al que le habían puesto un traje demasiado grande.


Pero, por supuesto, volvió a meter la pata y un par de días después, sucumbiendo, como siempre, a las presiones de todos los que le rodean, se pasa la decisión de sus votantes por el arco del triunfo y anuncia que esto no es lo suyo y que se vuelve a la universidad, que aunque haya sido elegido como cabeza de cartel de la capital del reino, eso de la oposición no va con él y que prefiere pasar el testigo a quienquiera que fuera en la lista. Con eso demuestra dos cosas: que el muy iluso pensaba ganar y que, a pesar de lo que puede parecer, es un prepotente de cuidado al negarse a asumir el trabajo que sus votantes le han asignado y que no es otro que el de trabajar en la oposición. Incluso escabullirse lo ha hecho tarde y mal.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Un buen contacto en el partido ese me contó que en Ferraz era universalmente conocido bajo el apodo, brillante sí, de "Miguel Sebahostiar".

Impagable.

JM

Otis Driftwood dijo...

Pues anda, que el papelón de sus futuros estudiantes universitarios... A ver quién aguanta en clase sin descojonarse... Y no te digo ya si la lección del día es "el liderazgo" o algo así.

Tarquin Winot dijo...

No he visto mejor oportunidad para exiliarse en Burkina Faso que la que le han dado a este elemento.

Es vergonzante el modo en el que el PSOE ha entregado la alcaldía al PP. Para esto, mejor no presentarse.

Anónimo dijo...

miguel sebastian......

miguel sebahostiar.....

miguel tevasya?????

Dr Fink dijo...

Y yo me pregunto....¿en los países 'civilizados' los políticos también se disfrazan en las campañas electorales? Yo creo que no. ¿Os imagináis a Tony Blair con la faldita escocesa para lograr un puñado de votos en las Highlands? ¿O a Angela Merkel de tabernera en Baviera? ¿Y a Sarkozy de labriego vendimiando? Igual me equivoco pero en esto al menos (seriedad es el nombre), estos países nos superan.

Saludos.

Tarquin Winot dijo...

Igual no se disfrazan de ciudadanos, pero en todos los paises pasa lo mismo. Por un voto, esta gente es capaz de cualquier cosa: abrazar niños, ponerse a bailar como un oso (el fenecido Yeltsin)o salir en la television para intentar convencer al personal de que no practica sexo el que se deja comer el ciruelo por una becaria. Al lado de eso, ponerse de rosquillas (como no, tontas) hasta las trancas con cara a juego es casi entrañable.

Ahora, para mis momentos de bajón, amigo Fink, ya has creado un antídoto con esa imagen de Blair a lo William Wallace. Impagable.