Aunque llevaba ya casi un año inscrito, no he quedado atrapado en la red social Twitter hasta hace unas semanas, momento en el que como Ananías hizo con Saulo, el pajarillo me ha impuesto las manos (las alas en este caso) y he visto la luz que durante meses me había sido negada y que me había llevado a abominar de esta popular aplicación.
Las redes sociales y yo no nos llevábamos bien. Me encantaría ponerme estupendo y decir que no me gustan porque aislan al ser humano y pervierten las formas de comunicación más clásicas en beneficio de una falsa realidad integrada por individuos por quienes no moveríamos un dedo de cruzarnos con ellos en la vida real. Quedaría fenomenal, no lo discuto, pero, sin dejar de darle una parte de razón, la principal razón por la que deambulo poco por las redes sociales es que me resultan mortalmente aburridas.
Las redes sociales y yo no nos llevábamos bien. Me encantaría ponerme estupendo y decir que no me gustan porque aislan al ser humano y pervierten las formas de comunicación más clásicas en beneficio de una falsa realidad integrada por individuos por quienes no moveríamos un dedo de cruzarnos con ellos en la vida real. Quedaría fenomenal, no lo discuto, pero, sin dejar de darle una parte de razón, la principal razón por la que deambulo poco por las redes sociales es que me resultan mortalmente aburridas.
Facebook, por ejemplo, me ha parecido siempre la personificación de Onan. Allí todo el mundo parece querer restregar a los demás lo bien que les va en la vida, con que saludable dieta pasan los fines de semana y como se quieren sus amigos y ellos en una vorágine de vida social que marea solo de pensarlo. Instagram, por su parte, es un símbolo claro de que el homo sapiens ha recorrido el camino que descubrió en 1997 Giovanni Sartori y está ya felizmente reconvertido en homo videns. Aquí el texto importa poco o nada. De hecho, me jugaría la bolsa escrotal a que si uno mentara a la madre de quien publica la foto, el aludido pasaría el comentario por alto, pero no por seguir las enseñanzas de Amon Göth sino, fundamentalmente, por que las palabras han pasado por sus ojos con capa de invisibilidad. Y por ultimo, Twitter....... ¡Ay, Twitter!
Twitter, de primeras, para un servidor, era un bardal descontrolado sencillamente ininteligible. Entre las limitaciones que imponen sus 140 caracteres- más si, como es mi caso, padeces incontinencia verbal- y el laberinto de arrobas y almohadillas que recorren el nido, era prácticamente imposible enterarse de lo que decía la gente y costaba un considerable esfuerzo entenderse y, lo que es peor, hacerse entender. Uno se deja llevar y, cuando se quiere dar cuenta sigue a un millón de personas que le invaden la pantalla de inicio con un aquellarre verbal al que es imposible sobrevivir. Por tanto y como uno ya está mayor abandoné el nido. Es lo normal y no descarto que mucha gente lo haga.
Twitter, de primeras, para un servidor, era un bardal descontrolado sencillamente ininteligible. Entre las limitaciones que imponen sus 140 caracteres- más si, como es mi caso, padeces incontinencia verbal- y el laberinto de arrobas y almohadillas que recorren el nido, era prácticamente imposible enterarse de lo que decía la gente y costaba un considerable esfuerzo entenderse y, lo que es peor, hacerse entender. Uno se deja llevar y, cuando se quiere dar cuenta sigue a un millón de personas que le invaden la pantalla de inicio con un aquellarre verbal al que es imposible sobrevivir. Por tanto y como uno ya está mayor abandoné el nido. Es lo normal y no descarto que mucha gente lo haga.
El mundo está tuiteado, quién lo desentuiteará........ |
Pero hagan un esfuerzo, no tengan prisa. Tómense su tiempo para pasar de un mensaje a otro. Tengan en cuenta que se envían más de diecisiete millones de mensajes diarios en todo el mundo, va a ser imposible leerlos todos, nacen muertos, sepultados por sus hermanos en un parto interminable que aumenta cada día. De modo que no corra, en estos tiempos, el idem es muy relativo. Si hay un enlace a otra página, pinchen sobre él, no lo pasen de largo. A lo peor es una parida, un chiste malo o una diatriba del sicótico de Hermann Tertsch, pero, hay tantas opciones. Y tantas buenas- hace poco he descubierto así la impresionante obra del hiperrealista Pedro Campos o el torrente sonoro de Queens of the Sone Age- que merece la pena probar.
Controlen adecuadamente a quien siguen. Aquí se lleva mucho el "quid pro quo", el teto virtual por así decir, "si me sigues te sigo. Si no, ya sabes por donde te puedes ir yendo". Es importante sembrar en Twitter, sobre todo al principio, cuando uno se encuentra como Superman en la Fortaleza de la Soledad, pero, llegado un punto, los arboles pueden impedirte ver el bosque y perder por el camino algo grande.
No se enganchen únicamente a las personas que admiran o que les caen bien. Sé que es más fácil decirlo que hacerlo- todavía me relamo pensando en una conversación musical que tuve hace poco con mi admirado J.M.de Matteis- pero merece la pena meterse en aguas pantanosas y acercarse a otro tipo de gente. Sean malos, no olviden seguir también a quienes detesten, personajes a los que siempre han tenido ganas de poner un bozal y nunca han podido. En Twitter es posible y, además, desde el nido, desde la cercania, se ve mejor la profundidad de su estupidez y lo paupérrimo de sus argumentaciones, cuando se ven cercados (lo de algunos políticos es para enmarcar, una vez se seca uno las lágrimas).
Controlen adecuadamente a quien siguen. Aquí se lleva mucho el "quid pro quo", el teto virtual por así decir, "si me sigues te sigo. Si no, ya sabes por donde te puedes ir yendo". Es importante sembrar en Twitter, sobre todo al principio, cuando uno se encuentra como Superman en la Fortaleza de la Soledad, pero, llegado un punto, los arboles pueden impedirte ver el bosque y perder por el camino algo grande.
No se enganchen únicamente a las personas que admiran o que les caen bien. Sé que es más fácil decirlo que hacerlo- todavía me relamo pensando en una conversación musical que tuve hace poco con mi admirado J.M.de Matteis- pero merece la pena meterse en aguas pantanosas y acercarse a otro tipo de gente. Sean malos, no olviden seguir también a quienes detesten, personajes a los que siempre han tenido ganas de poner un bozal y nunca han podido. En Twitter es posible y, además, desde el nido, desde la cercania, se ve mejor la profundidad de su estupidez y lo paupérrimo de sus argumentaciones, cuando se ven cercados (lo de algunos políticos es para enmarcar, una vez se seca uno las lágrimas).
Tal vez sea la devoción del converso, el fogonazo que acompaña todo disparo, pero creo que Twitter es mucho más que "otra red social". Su dinamismo, su inmediatez, sus peculiaridades formales y la ausencia de candados y fosos, convierten el nido en una fuente inagotable de información que se nutre de su propia cercanía para llegar a todos y desde todas partes. El riesgo está en que el nido se convierta en un gallinero, en un tumulto, un caos, pero, eso, como casi todo en Twitter, depende de cada uno, lo que es muy tranquilizador, sinceramente.