miércoles, 21 de abril de 2010

En otras palabras: Ángel "Verbal" Kint


Por razones que no vienen al caso, he mantenido y mantengo estrechas relaciones con Barcelona. He paseado a menudo por sus calles y he comido en sus restaurantes. Me he bañado en su playa , comprado en sus comercios y he tenido la oportunidad de visitar algunos recomendables locales donde tomarse una copa con los amigos y pasar un buen rato. Tan cómodo me siento en la Ciudad Condal que si, desgraciadamente, el Clan Winot tuviera que abandonar la capital del reino, su barco pondría, sin duda, rumbo a la ciudad que alberga la Sagrada Familia.

Y, a pesar de lo que pueden dar a entender los medios de comunicación, en estos años, no he sufrido rechazo por ser de Madrid ni por hablar en castellano. Tampoco me han dado con la puerta en las narices al comprobar que no entiendo una palabra de catalán ni han querido darme las llaves de la ciudad por ser enfermizamente adicto al fuet y otros manjares de la gastronomía catalana. Obviamente me he topado con cretinos diplomados, maleducados compulsivos y tuercebotas de pelaje diverso, pero ni en mayor ni en menor medida que la de los que han podido cruzarse en mi camino en Valencia, Bilbao o Salamanca.

No soy el único que parece inmune a esa fiebre antiespañola que, a juzgar por lo que se oye en algunas emisoras de radio y se lee en algunos periódicos, hierve en odio a los habitantes de la ciudad que vio nacer, entre otros a Eduardo Mendoza o al hoy fallecido Juan Antonio Samaranch. El gran Angel "Verbal" Kint, enciclópedico conocedor de la vida y milagros de Superman, lector voraz y erudito cinematográfico parece tener la misma opinión sobre el tema. Ángel, que capitanea con incontestable maestría "El mundo de Ángel" por los mares del cine y la literatura desde hace ya varios años ha elegido tan espinoso asunto para participar en esta sección del ladrillo y dudo que a alguién deje indiferente el enfoque escogido por su autor. Que lo disfruten y no olviden visitarle los que no tengan aún la suerte de conocer sus textos. Me lo van a agradecer.


En Cataluña también hablamos castellano


Estaba hace un año yo por Sevilla, conociendo familia política, cuando alguien me pregunta por mi trabajo y al finalizar mi explicación me dice "¿oye y allí en Cataluña os dejan hablar español? La pregunta me desconcierta un poco, primero porque no me la esperaba y segundo por la naturaleza de la misma.

Y es que aunque algunos quieran ver lo contrario, ni todos los catalanes somos independentistas (ni siquiera nacionalistas), ni tacaños, ni odiamos a los madrileños...pero sin embargo esa es la imagen que se ha instaurado entre muchísimas personas que han sucumbido a la doctrina rancia y españolista del Partido Popular y todos sus secuaces y por el otro a la torpeza de los políticos catalanes, siempre dispuestos a poner la mano para pedir o a la ambigüedad de su definición como parte del Estado Español.
Desde su estancia en el Gobierno y especialmente en la segunda legislatura, aquella en la que no necesitaron a CIU para gobernar con mayoría, el Partido Popular y sus cabezas pensantes decidieron que algo habría que hacer con los nacionalistas catalanes y vascos.

El tema del País Vasco lo voy a dejar aparte primero por su complejidad y segundo por mi desconocimiento del contexto. Al grito de "España se rompe", como si en la península tuvieramos una falla de San Andrés, culpabilizaron a los nacionalismos de dicha ruptura y empezaron su habitual política del miedo, una táctica efectiva y que acaba calando en un porcentaje de la población muy elevado, que normalmente se identifica con el estrato cultural más bajo, aunque realmente no es cierto, pues acaba calando en muchos más estratos sociales.
El Partido Popular inició una campaña anclada en el españolismo más rancio, basado en ver "quién la tiene más grande" (la bandera) y en el "catalanufos de mierda", "pujol enano habla castellano"...estrategia que siguen utilizando desde la oposición con los argumentos del Estatut, que quizás no se hayan leido siquiera ya que muchos parece que se quedaron en el primer capítulo en el que se definía Catalunya como país, o estado, o entidad, etc. Todo ello convenientemente transmitido por sus voceros habituales, por sus medios afines, por la voz de su amo, por medios que olvidaron la objetividad y se convirtieron en panfletos sin sentido de la ética perdiodística, olvidándose de informar. Algo que por otro lado todos los gobiernos sempre han tenido, incluyendo el actual.

A pesar de mis pocas simpatías hacia el PP, no puedo ponerme la venda en los ojos y no ver más allá, porque desde Cataluña se tiene mucha parte de culpa y los políticos catalanes con su torpeza han conseguido generar esa imagen estereotipada de la que hablaba al principio de este post (independentistas, tacaños...) propia de chistes de los morancos. Como diría el poeta y cantante "nos sobran los motivos". Podríamos empezar a lo grande, hablando de un corto de miras que se fue a la frontera a negociar con una banda terrorista para que no se cometieran atentados en Cataluña, algo que hizo que al saberse no se generara mucha simpatía hacia nosotros.


Si apartamos al político catalán independentista, que podríamos facilmente identificar con ERC y al más españolista (PP), nos queda un político bastante ambiguo y que generalmente ha sido CIU, fuerza política actualemente algo debilitada, pero que siempre ha tenido por su número de escaños cierta capacidad de influencia en el gobierno español, cuando éste no ha gobernado en mayoría. Esta agrupación política siempre ha interpretado el papel de catalanista en cataluña y colaborador del Estado en España poniendo la mano para sacar rentas y jugando a la nada sutil amenaza de no apoyar votaciones sin obtener beneficio a cambio con lo que el tópico "la pela es la pela", que ya tendríamos que ir cambiando por "El centim es el centim" se ha hecho patente repetidas veces. Pero por otro lado nunca han olvidado su condición nacionalista y el coqueteo con el indepentismo ha sido otra de las constantes.


Aquí también tenemos medios voceros, voces de su amo que juegan a contentar a todas las partes, disfrutando de ello. Se les da voz a todos, pero siempre intentando que la que más se oiga sea el del discurso separatista, casi siempre marcado por un tono victimista, con referencias ridículas a "cavernas españolistas" a estados opresores, dándole voz siempre a personas con representación social y siempre de medios relevantes más allá de la política como la cultura o el deporte que se han convertido a sí mismos en esperpentos. Podríamos citar a Joel Joan, Joan Laporta o Carod Rovira, como personas convertidas en caricaturas y que se han convertido en blancos fáciles y que sin quererlo ridiculizan las ideas que representan y que por ende, repercute en todos los catalanes, seamos o no nacionalistas. Y no hablaré ya de la gran preocupación por la prohibición de los toros que tienen hoy en día los políticos catalanes, tema mucho más importante que el paro en Cataluña, la educación o la sanidad...


Resumiendo: en Cataluña nos encontramos en la tesitura de tener un fuerte aparato político-mediático que presiona con una teoría conspiratoria y basada en la estrategia del miedo y por otra a un grave problema interno del mismo carácter que el anterior pero basado en el victimismo histórico.
Para acabar decir que soy consciente que afortunadamente hay un amplio sector de la población española que no se creen aquello que les intentan inculcar y que no tienen la imagen estereotipada y tópica del catalán porque son tan inteligentes que no se dejan influenciar por teorías rancias y caducas.

P.D. al andaluz que me preguntó si en Cataluña nos dejaban hablar español le contesté "siempre que quiero".

jueves, 15 de abril de 2010

Filosofía para gatos


Sobre el escritor japonés Haruki Murakami se ha dicho casi de todo. Genial, pretencioso, vacuo, brillante, poético, apasionante, mágico, pedante, aburrido, pomposo, profundo, oscuro. Me provoca cierta pereza acercarme a este tipo de autores que polarizan tanto las opiniones. Con la enorme cantidad de libros por leer que, casi con toda seguridad sé que van a encantarme, adentrarme en territorio inexplorado no deja de ser un ejercicio algo masoquista. Eso explica que desde que mi querida Mar (¡qué ojo tienes con los libros, maja!) me regalara su obra "Kafka en la orilla" hasta que decidiera empezarlo hace unas semanas haya transcurrido más de un año. Concluida la lectura de sus casi seiscientas páginas puedo decir que estoy de acuerdo con lo que dicen de Murakami. Con todo.

No es tarea facil explicar el argumento de "Kafla en la orilla". Por un lado, tenemos a Kafka Tamura, un adolescente marcado por el abandono de su madre y por una tétrica profecía que huye del hogar paterno para encontrar su lugar en el mundo. Ese lugar, al menos inicialmente, resulta ser una biblioteca privada en la ciudad de Takamatsu . Por otra parte, Murakami nos presenta al desconcertante Señor Nakata, un anciano con enormes carencias intelectuales provocadas por un extraño incidente durante su adolescencia pero que tiene la habilidad de comunicarse con los gatos. Razones que no vienen al caso impulsan al estrafalario caballero a iniciar la búsqueda de la misteriosa "piedra de la entrada", para lo que contará con la ayuda de Hosimo, un joven camionero que abandona todo para acompañar al anciano en su aventura. Ambas historias corren paralelas, sin apenas tocarse pero, al mismo tiempo, sin que sea posible separar una de otra.

En algún sitio se ha escrito con acierto que "Kafka en la orilla" es una obra que introduce a Don Quijote y su fiel escudero en el mundo de "El guardián entre el centeno". Así, mientras en la solemne y metafórica historia del fugitivo Kafka Tamura, atrapado en una adolescencia que se le queda pequeña, se atisban rasgos del desarraigado personaje que creara Salinger hace décadas, no es difícil distinguir efluvios de las desquiciadas campañas que imaginara Cervantes para el caballero de la triste figura y su escudero en la divertida y mucho más ligera trama que afecta al anciano Nakata y su fiel Oshino.

La obra es una veleta sometida al ánimo del escritor japones que tan pronto introduce elementos de ciencia ficción (el "accidente"que sufre Nakata en su infancia) como desgrana meditaciones filosóficas sobre Bergson o Hegel. Las oscuras metáforas llenas de poesía , como las que afectan al personaje de la Señora Saeki y su relación con Kafka, conviven sin demasiadas dificultades con momentos que podrían encuadrarse sin problema en una novela de Lovercraft (el encuentro entre Nakata y el "coleccionista" de gatos). A todo ello se le unen además, múltiples referencias musicales (la importancia del llamado "trío del Archiduque", de Beethoven es capital en el libro), cinematográficas y otros elementos inclasificables que convierten "Kafka en la orilla" en una verdadera odisea que pone a prueba al lector en todo momento, haciéndolo dudar de si lo mejor es mandar el libro a paseo o disfrutar de la escritura innegablemente atractiva de Murakami.

En "Kafka en la orilla", el encantador abuelete que adorna los carteles de todos los restaurantes de la cadena norteamericana de Kentucky Fried Chicken, se convierte en un proxeneta de extrañas bellezas que practican felaciones mientras desentrañan paradojas filosóficas y el popular Johnny Walker que inmortalizan las etiquetas del whisky homónimo es en el mundo ideado de Murakami un escultor obsesionado con el mito de Edipo que, en sus ratos libres decapita y destripa gatos. Por cierto que, rizando el rizo, estos felinos, presentes a lo largo de toda la obra disponen en la mayoría de las ocasiones de la capacidad de conversar entre ellos y con algunos humanos, dando lugar a algunos de los mejores momentos de la novela. Si alguna vez "Kafka en la orilla" disfrutara (o padeciera, nunca se sabe) de una adaptación cinematográfica, el elegido para llevarla a cabo, sin duda debería ser David Lynch, cuyo universo, sin duda, guarda no pocos vínculos con el de Murakami.

Me quedo, pues, como al principio, sin saber qué hacer. Si recomendar su lectura y disfrutar de la fascinación que produce su aire irreal y vagabundo, o, por el contrario, iniciar una cruzada para evitar que esta obra confusa y árida penetre en más hogares. Nakata me parece uno de los mejores personajes literarios de los últimos años, pero me desespera la pastosa elocuencia de Ôshima. En muchos momentos, estaba tentado de arrojar el libro al rincón más alejado de la casa, cansado de asistir a tormentas de sanguijuelas y bosques llenos de soldados imaginarios y, sin embargo, las casi setecientas páginas de "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo", otra de las obras de Murakami, guarda puesto de lectura desde hace un par de días. Al menos, al hombre hay que reconocerle que sabe evitar las aguas tibias y no provoca indiferencia, lo que ya es bastante, en mi opinión.

viernes, 2 de abril de 2010

Números romanos


Anoche, tras el enésimo intento de encontrar algún interés o sentido a la sexta (y decepcionante) temporada de "Lost" y aprovechando que la bella señora Winot hacía tiempo que estaba en los brazos de Morfeo (el único al que le permito ese tipo de comportamiento), servidor se dispuso a practicar uno de sus deportes favoritos que no es otro que ver películas de miedo en la oscuridad del salón parapetado tras una protectora muralla de cojines. ¿La elegida?, "Rec 2", que tras la saludable experiencia que supuso la primera entrega, guardaba su turno desde hacía unas semanas. ¿El resultado? Sin duda, no era mi noche y, siguiendo la estela de la velada, me aburrí como un becerro.

Las secuelas suelen producir ese efecto "adormidera" generado por el indisimulado deseo de sus responsables en forrarse la patilla y que es indirectamente proporcional al talento aplicado al proyecto, el cual, por lo general, se basa en un alargamiento de la idea original sin tener en cuenta que hasta John Holmes tenía sus limitaciones. Mas de lo mismo pero más alto suele ser un resumen bastante acertado de las películas adornadas con números romanos. Pero, a veces, se produce el milagro y la secuela en cuestión aporta las suficientes novedades no solo para estar a la altura de su predecesora o predecesoras sino, en ocasiones, para superarla ampliamente y configurar su propia personalidad. Las siete siguientes, por ejemplo, una para cada día de la semana, pueden ser buenos ejemplos de tan honrosas excepciones.

EL PADRINO II, DE FRANCIS FORD COPPOLA (1974): Aún partiendo de la base de que la trilogía de Coppola es, en mi opinión un cuerpo compacto que sólo adquiere su verdadero sentido si se contempla en su conjunto, es evidente que, en su segunda entrega, de un atrevimiento formal para la época ciertamente asombroso, las vicisitudes de la familia Corleone adquieren un tinte de perfección que ha sido igualado pocas veces. A ello no es ajeno un reparto impecable (Al Pacino nunca ha estado mejor), un guión que perfecciona el mecanismo de los relojes suizos (la conversación final entre Michael y su hermano Fredo hiela la sangre) y un Francis Ford Coppola en incomparable estado de forma. Con el permiso de mi adorada "La huella", tal vez sea la película por definición.

LAS DOS TORRES, DE PETER JACKSON (2002): A pesar de padecer la tortura de los arbolitos parlantes y de no contar con el gran Sean Bean, la segunda parte de la megalómana trilogía de Peter Jackson sobre "El Señor de los Anillos" corrige y perfecciona a su predesora, introduce al gran Gollum (increible Andy Serkis) y en su (largo) tramo final, deja al espectador completamente clavado a la butaca con la espectacular batalla en el Abismo de Helm que, a día de hoy, sigue siendo el mayor prodigio de efectos especiales que servidor ha contemplado en una pantalla de cine. Con permiso de las que la flanquean y sin desmerecerlas los más mínimo, es sin duda, la mejor de la serie.

SUPERMAN II, DE RICHARD LESTER (1980): El hombre de acero siempre me ha caido gordo y su identidad civil no le va a la zaga. No termino de conectar con un personaje tan bueno, tan invulnerable y, por todo ello, tan previsible. Tal vez por eso, esta atípica secuela, en la que tirios y troyanos patean su kryptoniano trasero al héroe de Metrópolis, con el gran Terence Stamp como villano de la función y en la que uno tiene el placer de contemplar a Clark Kent dorándose el carrillo con su personalidad superhumana en un desgüace de coches sea en mi opinión, muy superior a su predecesora y merecedora, por tanto, de una alta calificación a pesar del sopor que me produce el personaje.

GREMLINS II, DE JOE DANTE (1990): O nadie daba un duro por esta secuela o el poder de Joe Dante por aquel entonces en la Industria era muy superior al que se le suponía. La segunda entrega de los parientes lunáticos de Gizmo constituye un espectáculo surrealista que guarda casi nula relación con la clásica y muy eficaz estructura de su predecesora. Apariciones de Hulk Hogan y Christopher Lee, guiños confesos a Batman y Rambo entre otros personajes de ficción, un edificio inteligente que hubiera hecho las delicias de Terry Gillian , criaturas que atraviesan la pantalla para hablar con el espectador y un aire de irreverencia general la mar de refrescante son los elementos más representativos de esta joya a recuperar.

EL MITO DE BOURNE, DE PAUL GREENGRASS (2004): Me revienta el montaje adrenálitico con el que algunos directores intentan ocultar que son incapaces de filmar secuencias de acción. El introspectivo Marc Foster, que destrozó el año pasado la prometedora "Quantum of solace" es un claro ejemplo de lo que digo. Este tipo de cosas solo se las perdono a Tony Scott y a Paul Greengrass. Cualquiera de los dos podría haberse encargado de esta segunda entrega del agente amnésico que ideara Robert Ludlum, pero le tocó a Pablo Hierbaverde que convirtió los solemnes mimbres de la película inagural en una batidora deslumbrante llena de peleas, tiroteos y persecuciones en la que los planos duran apenas dos segundos y la irritación que eso provoca desaparece con la misma rapidez gracias a una historia con ritmo, interés y emoción desbocada.

EL CABALLERO OSCURO, DE CHRISTOPHER NOLAN (2008): Confieso que me aburrí soberanamente con "Batman Beguins". La impericia del director de "Memento" para mantener el ritmo que una película de estas caracterísiticas necesita lastra una cinta fallida, amorcillada y, sencillamente, aburrida. Ignoro el brebaje que consumió Nolan antes de iniciar el rodaje de esta segunda entrega, pero todo aquello que fallaba en su primer acercamiento al torturado defensor de Gotham encaja como un guante en esta lograda cinta que, a medio camino entre la aventura total y el retrato sicológico, se ha colocado de manera casi indiscutida en un hito del género que va a ser difícil superar. Por la misma razón, el próximo villano cinematográfico va a tener el duro trabajo para hacer olvidar a Heath Ledger como encarnación del mal en estado puro.

ALIENS, DE JAMES CAMERON (1986): Si en la primera entrega un único Alien se encargaba de una tripulación (casi) completa, en esta primorosa secuela, miles de aquellas criaturas se las ven y se las desean para acabar con una Teniente Ripley a la que los años en hibernación parecen haberle sentado maravillosamente, convirtiéndola en la hermana pequeña de Rambo. Con un ritmo frenético al que no es ajena la extraordinaria banda sonora de James Horner, "Aliens" es todo aquello que Ridley Scott evitó en la primera entrega de la saga. En cierto modo, traiciona su espíritu, saturando la pantalla de criaturas y sustituyendo la atmosfera opresiva del original por una montaña rusa, pero eso, al asombrado espectador, poco le importa.