miércoles, 28 de mayo de 2014

Punto y final: Emmanuel Carrère

Los cimientos de mi larga y documentada aversión por todo lo francés se han visto seriamente dañados en los últimos dos meses. Primero fue la lectura de "Los ignorantes", una novela gráfica del gabacho Étienne Davodeau y que,a pesar, de mi repulsión por todo lo que tenga que ver con el comic francés (siempre he odiado a Asterix y de mi rechazo por el tuercebotas de Blueberry podrían escribirse ensayos) debo reconocer que resultó ser una de las historias de amistad y respeto más intensas que este mundo del comic ha dado en décadas. Si a uno, además, le interesa el mundo del vino, su compra se antoja indispensable.

Pero, ignorantes aparte, la puntilla definitiva, el proyectil que con más precisión se ha incrustado en la linea de flotación de mi francofobia, la prueba final de que hay vida (inteligente) al otro lado de los Pirineos ha sido el descubrimiento del escritor, periodista y realizador francés, Emmanuel Carrère. La lectura de sus novelas "De vidas ajenas" y "El adversario" supone una de las experiencias literarias más satisfactorias a la que un mortal puede, a día de hoy, someterse. La segunda de estas novelas la compré cuando apenas llevaba treinta páginas de la primera. Y si no tengo ya en mi poder "Limónov" o "Una novela rusa" es por hincar de una vez el diente a "Capital", de mi padre literario John Lanchester que lleva meses esperando turno.

Me gustan los autores que actúan como narradores de sus novelas (no sé si será así en toda su obra. En los dos que ya he leído, Carrère mismo es quien habla) y me gusta que al hacerlo, sean duros consigo mismos, que no se apliquen cremitas hidratantes y se muestren tal cual son (posiblemente esta crueldad contra uno mismo sea una pose en si misma, pero poco importa: me gusta y, además, funciona). En sus obras, Carrère, se muestra envidioso, frustrado, agotado por su propia intensidad. No duda en reconocer su cobardía y admite sin vendas el alivio que siente cuando son otros y no él o los suyos quienes sufren. Sin duda, esta humildad y esta certeza de naturaleza imperfecta, rasgo tan poco francés por principio, es uno de los principales anzuelos con los que el amigo Carrére me ha cazado. El otro, sin duda, mucho más relevante, es que el novelista francés escribe como pocos hacen hoy en día. 

Heredero de Truman Capote, el estilo de Carrére es una mezcla irresistible de periodismo, retrato sicológico, novela de investigación médica, reportaje judicial y radiografía del alma. Sus libros "crecen" con cada página y, a pesar de que las historias no parecen dar para mucho sobre el papel, su habilidad para que ese pequeño triángulo junto al plato se convierta en una hermosa servilleta de hilo logra que la vinculación que se crea entre los personajes y el lector sea viva, que crezcamos con ellos y que sus vidas ya no sean ajenas sino propias, terribles (lo cierto es que ninguna de las dos obras dan para muchas risas) pero imposibles de abandonar.
 
Es, además, el hombre que ha escrito la más hermosa declaración de amor que he leído en mucho tiempo, un prodigio de sensibilidad, realismo y contención que les invito a leer a continuación. Si, como imagino, les atrapa, no pierdan un minuto, acudan a su librería más cercana y háganse con estas dos joyas literarias de las que les he hablado hoy: Nourriture des dieux (si el traductor de Google no me ha jugado una mala pasada).


"La encuentro hermosa, sexy, tierna, me maravillan la quietud de nuestro amor y la intensidad de esta quietud. A su lado sé dónde estoy. Se me hace insoportable la idea de perderla, pero por primera vez en mi vida pienso que lo que pudiera arrebatármela o arrebatarme a ella sería un accidente, una enfermedad, algo que nos viniera desde el exterior y no la insatisfacción, la fatiga, el deseo de novedad. Es imprudente decir esto pero la verdad, no lo creo. Sé muy bien, por supuesto, que sí logramos durar, habrá crisis, instantes de desaliento, tormentas, que el deseo se agotará y buscará en otra parte, pero creo que aguantaremos, que uno de los dos cerrará los ojos del otro. Nada, en todo caso, me parece más deseable."

"De vidas ajenas", de Emmanuel Carrère (2009) 

miércoles, 7 de mayo de 2014

Alan y yo

En pleno revival ochentero (en un fin de semana por la pantalla de mi televisor han pasado "Los Goonies", "El club de los cinco", "Karate Kid", "Hidden" y "La princesa prometida". Ahí lo dejo) me encuentro con la publicación de "The Complete Albums Collection" una lujosa caja recopilatoria que contiene todos los discos de la que fuera mi banda de rock favorita durante dicha década y parte de la siguiente y que no es otra que The Alan Parsons Project. El banco me ha denegado la imprescindible hipoteca para pagar lo que la cajita de marras cuesta, pero, al menos, la publicación de esta joya merece un sincero homenaje en el ladrillo al grupo que hiciera sentir por primera vez a quien esto escribe, lo que ser fan de algo o alguien implica realmente.

El tiempo ha sido duro con la música de Alan Parsons y quien fuera su indispensable socio Eric Wolfsoon. La extraordinaria producción de sus álbumes- el amigo Parsons fue ingeniero de sonido, entre otras joyas, de nada más y nada menos que "The dark side of the moon" de Pink Floyd- suena hoy demasiado perfecta y ese afan de dar a cada disco un toque conceptual y progresivo acartona un poco las canciones. Pero quien tuvo, retuvo y escuchando nuevamente obras como "The turn of a frinedly card", "Eve", "Tales of mystery and imagination" o "Ammonia Avenue" he redescubierto una banda compacta, con ideas de una brillantez inusitada para la época (nadie manejó el ritmo de marcha militar con ellos) y que han dejado para la posteridad, himnos que aún hoy, siguen dando colchón sonoro a un buen numero de instantes de mi vida.

No, no son los primos de Los Chunguitos, son Eric y Alan. ¡Ay, los ochenta!

Me cuesta decidirme por el que pudiera ser mi favorito de los diez discos (once si contamos el inédito "The sicilian defence" que nunca se publicó pero que sí está incluido en la caja.... Verás como al final, me la compro) publicados por la banda. No deben olvidar que el fanatismo de quien esto escribe le llevó a comprar sin pestañear uno de sus discos de nombre "Gaudí" y que contenía un tema llamado "La Sagrada Familia". Y que, a pesar de estas advertencias, no solo lo escuchó hasta romper el casette sino que se pasó un buen puñado de meses de aquel lejano 1987 tarareando sus melodías para asombro de mis allegados, que no entendían mi inédito fervor religioso. Sin embargo y si mi vide dependiera de responder a esa pregunta, creo que me decantaría por "The turn of a friendly card", el quinto disco de la banda con el juego como leit motiv y con una cara B casi monopolizada por el tema homónimo magistral dividido en cinco cortes a cual mejor. "Time", "Maybe a price to pay".... casi nada, señores.

Con las canciones, lo tengo más fácil. Como toda banda de rock progresivo que se precie, en sus albumes los temas con vocalista se mezclan con los instrumentales. En muchas ocasiones los cortes transitan sin pausa y acogen motivos o acordes de uno a otro tema para dotar al conjunto del necesario toque conceptual. La trascendencia y el ombliguismo siempre han sido del agrado del amigo Alan, qué le vamos a hacer. Por lo que se refiere a los temas instrumentales y dejando a un lado la payasada de "Hawkeye" del flojísimo "Vulture Culture" y de la que soy unico fan en toda la tierra, tengo claro que salvaría de un incendio la aterradora "Lucifer" y, si me apuran "Syrius", aunque todas son geniales.

Les costó décadas pero al final, hasta dieron conciertos en directo.

 En lo que respecta a los temas vocales (muchos, tal vez los mejores, con el propio Wolfsoon como cantante) y con todos mis respetos por clásicos del calibre de "Eye in the sky", "Don't answer me" o "Winding me up", doy mi voto a la intensísima balada "Silence and I", incluida en "Eye in the sky" y que contiene un cambio de ritmo a mitad de tema que lo convierte en una de mis canciones favoritas no solo de la banda sino de cuantas poblaron los años ochenta. Aquí les dejo una espléndida versión para que que la disfruten y para que quien no conozca la obra de estos geniales británicos se animen a darles una oportunidad a pesar de venir de los vilipendiados ochenta. No se pierdan el video. Es una maravilla y, además subtitulado: como escarpias tengo los pelos. Les dejo, que igual peco en Amazon y termino enterándome de que es eso de la defensa siciliana que nunca se publicó.