El Diccionario que desde hace siglos edita la Real Academia Española de la Lengua (institución que, por cierto, luce más joven y esplendorosa que nunca desde que el gran Javier Marías recorre sus pasillos) define "anuncio", entre otras acepciones como "soporte visual o auditivo en que se transmite un mensaje publicitario", entendiéndose a estos efectos por publicitario, que busca "atraer a posibles compradores, espectadores o usuarios". Si estos es así, las compañías aseguradoras deberían dejar de encargarles las campañas a sus actuales empresas o departamentos porque, indudablemente, no están haciendo bien su trabajo.
Si ya el segmento económico en cuestión es bronco y desapacible, minado de enfermedades, muertes, accidentes, mutilaciones y robos que no invitan, precisamente a la charla contemplativa y amistosa con quien pretende vendernos un seguro, las espantosas campañas de publicidad que diseñan sus especialistas o asesores, convierten el terreno en un lodazal de imposible tránsito. ¿Exageraciones? No lo creo.
Empezar por mi entrañable amigo Rizo, el erizomierda más popular de este blog, es casi una obligación. Ya le dediqué sus minutos de gloria hace unos meses aquí y no voy a concederle muchos más. Pero en una entrada sobre este tema es casi imposible no emborronar un par de lineas volviendo a insistir en la repulsión primitiva que provoca este repipi redomado con más pluma que las almohadas de mi abuela y cuyo única labor es recorrer la geografía mundial tostando las orejas de quienes tienen la desgracia de coincidir y no poder escapar a tiempo de sus consejos y de sus gracias de verbena barata. Prefiero vivir en perpetua incertidumbre antes que contratar un seguro con Génesis y ver su cara de rata traicionera cada vez que me pare un policía. Yo me multaría sólo por eso.
Los linces de Direct Seguros al menos son honestos y reconocen, abiertamente, que te van a dar por donde la espalda pierde su bello nombre tan pronto tengan tu firma al final de los seis tomos de condiciones generales de sus seguros. Con su temible campaña "Ahí me han dado", la empresa supera, y era ímproba la tarea, casi todas las cotas de zafiedad existentes en este y otros sectores. La quiebra comercial de la compañía está garantizada a menos que detengan al arquero justiciero que va taladrando el recto de sus clientes con flechas de punta hueca y vacía de contenidos.
Tampoco podemos dejar de lado el simpático telefonito con ruedas de Línea Directa, todo un clásico con una mochila de años a sus espaldas que, sorprendente no han motivado la desaparición de la empresa. Lo único que puede explicar su longevidad es que, en el fondo está bien pensada la estrategia. Conducir tranquilamente por la autovía, escuchar en la radio la odiosa tonadilla que anuncia la llegada del teléfono con ruedecitas y chocar contra lo primero que se cruce en tu camino es todo uno. Entre tanto accidentado, algún sordo habrá que firme con ellos.
Por último, no faltan los que siguiendo la moda de la cercanía y el trato distendido, en precario equilibrio, por cierto, con la mala educación, intentan atraer al cliente con mensajes presuntamente amistosos que ayuden a tender un puente entre el receloso asegurable y quien pretende colocar la correspondiente póliza, sin darse cuenta del colosal muro que terminan edificando entre ambos. Así, mientras te lavas los dientes por la mañana, una vez chillona y sin duda aquejada de golondrinos bronquiales interrumpe tu meditación y te comunica que si contratas ahora con Pelayo tu póliza de ............ (a rellenar por el consumidor) te la puedes llevar el primer año............ ¿"baidefeis"? Sin entrar en el genocidio ortográfico, me gustaría saber quien ha engañado a los señores publicistas y les ha convencido de que este modo de tratar a los clientes es "cool", "mola mazo" o es "enrollado".
Entran ganas de huir a una isla desierta donde no exista riesgo alguno de sufrir algo que sea susceptible de asegurar, no vaya a ser que nos entre el miedo y decidamos dar a estas compañías una segunda oportunidad. Aunque viendo como las pasan los protagonistas de la serie "Perdidos", ni siquiera allí estaríamos a salvo de esta panda de descerebrados.