Un buen amigo acostumbra a cerrar sus comentarios más cáusticos y mordaces con una coletilla que se ha instaurado como hasthag entre nosotros y que es patrimonio de todos aquellos que lo conocemos y tratamos. "Desde el cariño y el respeto" es la frase que suele poner el capuchón a diatribas contra una determinada forma de pensar, una película que provoca urticaria o unas zapatillas que no cumplen los mínimos requisitos que dicta el estilo y el buen gusto. Con ella, quien la coloca detrás de un litro de vitriolo verbal, manifiesta su disconformidad frente a algo hecho, dicho o perpetrado sin, por ello, perder la perspectiva de que quien es sujeto activo de tales comportamiento no deja de ser un buen amigo o una persona digna de confianza o estima.
Teniendo en cuenta estas circunstancias y que esta entrada pretende servir de anhelado punto y final,a las muchas y muy críticas que en los últimos años un servidor ha dedicado al presidente saliente de este país en ruina creo que nadie se va a sorprender si digo que no existe posibilidad alguna de utilizar la conocida frase al final de este texto.
No hay cariño a pesar de que lo hubo al principio. Confieso que las primeras decisiones del presidente, especialmente la salida de Irak, me parecieron sumamente coherentes con cuanto anunció en la campaña electoral. Recuerdo escuchar a Jiménez Losantos recomendar a Rajoy tras la primera entrevista concedida por el presidente ( a la Cope... casi nada) que no lo subestimara y que le diera el peso específico de un contrincante formidable. Aquello me gustaba, me generaba ilusión y me hacía reverdecer la confianza en las siglas que dejaron de representarme durante los últimos años de Felipe González. Pero pronto empezó el carnaval y el cariño se tornó en sorpresa (la baraja de los estatutos de autonomía), la sorpresa en la incredulidad (la negociación con ETA) y la incredulidad en indignación (la crisis y su tratamiento,o, por mejor decir, la falta del mismo).
Y tampoco hay respeto porque el presidente ha traicionado lo único que nunca debe traicionar un político y que no es otra cosa que la confianza. "España no se merece un gobierno que mienta" anunció Rubalcaba hace ya varios años y Aznar salió por la puerta que atraviesan quienes mancillan la verdad con embustes y artimañas innobles. Ahora le ha tocado el turno al presidente, que ha convertido la mentira en la insignia de una legislatura en la que con burdo e inverosímil cinismo se ha faltado a la verdad de todas las formas posibles: negando la evidencia, haciendo trampas en las cuentas o, sencillamente, acusando de falsarios y saboteadores a quienes nos negábamos a creer las inconcebibles sandeces con las que se nos pretendía hacer comulgar. Lo ha hecho de manera directa, siendo a la vez artífice y emisor de la patraña, pero tampoco ha dudado en utilizar a otros (mediocres y sectarios en su amplia mayoría, botarates diplomados atentos a la consigna de turno para estrechar el círculo y acercarse al líder. De estos, el presidente ha dispuesto en abundancia) para esparcir los mensajes engañosos y falsarios con los que ha sembrado estos casi ocho años de suplicio que, afortunadamente han tenido su fin hace unos días.
Hace unos meses se anunció el descubrimiento de los neutrinos, unas partículas que además de poner en tela de juicio la propia Teoría de la Relatividad, amparaban, al menos desde un punto de vista teórico, los viajes temporales. Ojalá avanzaran en esta investigación y fuera posible retroceder en el tiempo para borrar de la historia al presidente, su pandilla de mendaces palmeros y el bardal ruinoso en el que dejan el sistema político, el empleo y la economía del país. Sé que no es posible, que me adentro en la ciencia ficción y que este deseo no es más que un sueño, pero reconozco que me alivia. Al menos, soñar, ha sobrevivido al naufragio.