miércoles, 22 de diciembre de 2010

La fiesta de Bakshi


Blake Edwards falleció la semana pasada en Brentwood (California), a los 88 años de edad. Con su desaparición, los amantes del cine perdemos el último eslabón que quedaba entre los grandes directores de comedia pura y quienes, a día de hoy, pretenden hacer reír a los espectadores utilizando las herramientas que aquellos utilizaron con habilidad y precisión suiza y que, en manos modernas, no siempre funcionan del mismo modo.

Junto con Billy Wilder, el director de "Victor o Victoria" ha sido para un servidor, garantía de diversión. En realidad, el estilo de ambos son polos opuestos: el creador de "Con faldas y a lo loco" estimulaba más la materia gris a través de unos diálogos antológicos y una ironía sangrante mientras que Edwards, admirador incondicional del humor mudo de Laurel y Hardy o Buster Keaton, planteaba en sus obras una diversión más visual, más física y directa que la que aparecía en las comedias del maestro Wilder. Y si en una película alcanzó su cénit este humor recio que fue el sello personal del fallecido director norteamericano, esa fue, sin duda alguna, "El guateque".

Mi primer contacto con "El guateque" fue una noche en la que la segunda copa de más era ya sólo un recuerdo. La televisión de aquel bar estaba encendida y entre vapores etílicos distinguía de cuando en cuando al genial Peter Sellers, opositando para ser Baltasar en la próxima Cabalgata de Reyes y repartiendo sonrisas en una fiesta en la que no parecía encajar. Me acosté varias horas después con una melopea fenomenal y la nebulosa sensación de que tras esas imágenes difusas que retenía en la memoría habitaba una gran película.

A la mañana siguiente, mi resaca y yo enfilamos al videoclub (¡qué tiempos!) y con cuatro pinceladas, el encargado supo al instante de lo que estaba hablando. Aquella tarde, tras una reparadora siesta de las de bacinilla y padrenuestro, metí la cinta en el vídeo y pasé los noventa minutos más divertidos de mi vida. Desde entonces he pasado por la experiencia de ver "El guateque" en numerosas ocasiones. Demasiadas, según la bella señora Winot. Nunca suficientes, según el que suscribe.

Hay que estar en plena forma para no perecer durante la proyección de "El guateque": no es fácil aguantar una hora y media sin parar de reír. Hay abdómenes que pueden no soportar tanto trabajo. Literalmente, desde el primer segundo, los gags (odio el palabro, pero, la verdad, no logro encontrar un término cristiano que transmita la misma idea) comienzan a sucederse en la pantalla y no dejan de generarse durante una hora y media torrencial en la que es imposible dejar de reír y que cambió el mundo de la comedia para siempre jamás.

La intención de Edwards era que "El guateque" fuera una película muda: un actor calamitoso de origen indio (Peter Sellers, perfecto como el inolvidable Hrundi V. Bakshi) es invitado por error a una fiesta de jerifaltes del mundo del cine, donde su excepcional torpeza provoca todo tipo de disparates. Punto. Apenas sesenta páginas de guión y una sumisión total del director a la improvisación de sus actores (de hecho, Edwards sólo colocaba las cámaras una vez que los protagonistas habían ensayado sus escenas y aportado sus ideas). Si bien me alegro de que su idea no triunfara (nos hubiéramos perdido el asombroso trabajo de Sellers hablando en hindi y, por supuesto, la extraordinaria secuencia de Bakshi alimentando a un loro nunca hubiera podido ser tan redonda) es evidente que "El guateque" puede verse sin sonido y disfrutarse (casi) con la misma intensidad.

Los minutos antológicos que preceden a los títulos de créditos (excelentes, por cierto, y donde también se suceden los chistes a ritmo de Henry Mancini), la odisea con el zapato blanco, el encuentro con Wyoming Bill Kelso (un divertido y jovencísimo Denny Miller), la mítica cena con Sellers acurrucado en una esquina mientras los pollos asados vuelan por los aires y los camareros reparten la ensalada con las manos, el momento musical con "Nothing to lose" y por supuesto, Sellers, Sellers y Sellers que hace una interpretación de capitán general y que carga casi al completo con la película sin apenas desaparecer de plano en los más de noventa minutos de metraje. Y digo casi porque por allí también pulula el etílico camarero que inmortaliza Steve Franken y cuyas memorables apariciones en pantalla logran incluso eclipsar el desmesurado talento del quisquilloso y genial actor británico.

Imagino que la mayoría ya habréis visto esta indiscutible obra maestra. Los que no, pueden enviarme un correo a mi dirección de e-mail para que les dé mis señas: una recomendación como ésta, bien se merece una buena botella de brandy. Aunque, como bien sabe el camarero Levinson, Bakshi no bebe.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Paréntesis (3ª parte)


Han pasado ya más de tres años desde que confesara aquí, mi adicción por las series. Desde entonces, poco ha cambiado: la pantalla grande sigue ofreciendo, aquí y allí, memorables momentos que le reconcilian a uno con el cine (ahí está como muestra esa obra maestra que es la tercera entrega de "Toy Story" , simplemente perfecta en todos sus aspectos), pero el pescado de calidad, como viene siendo habitual desde entonces, se vende en el mercado televisivo. Y cada vez hay más. Y cada vez, de mejor calidad.

Las ya consolidadas siguen demostrando que es difícil batirlas y que sus propios puntos sin retorno no son sino el preludio de algo aún más grande, como demuestra, por ejemplo la excelente "Dexter", cuyo flamante y perturbador final de temporada el año pasado parecía difícil de superar y que está ofreciendo una quinta entrega simplemente redonda (Tik,tik,tik... that's the sound of your life runni' out).

Pero, por si fuera poco, cada mes, por no decir cada semana, algo nuevo e interesante sale al mercado ("Rubicon", "Nikita"....) que se une a la lista de temas pendientes, destrozando nuestros intentos de desintoxicarnos y tentándonos con nuevas intrigas o personajes que, a poco que nos descuidemos, nos conducirán nuevamente a la senda del insomnio. Las siguientes han privado de sueño al Clan durante este año 2010 que ya acaba y, mucho me temo, seguirán haciéndolo durante el siguiente.

LUTHER: Para esto de las series, la BBC es garantía de calidad. Además tienen la sana costumbre de comprimir sus productos en tandas de seis episodios lo que obliga a ir al grano desde el primer momento y no alargar las tramas innecesariamente, evitando, de ese modo, que el espectador abandone el barco por puro aburrimiento antes de llegar a tierra. John Luther (interpretado con una intensidad asombrosa por Idris Elba) responde al tópico del policía expeditivo pero eficaz a quien su trabajo priva de felicidad marital y cuya clarividencia deductiva le otorga el temeroso respeto de sus superiores. La resolución de un secuestro y el vínculo que se establece entre Luther y una sospechosa de asesinato (la fascinante Ruth Wilson) constituye el tronco que vertebra la serie. A su alrededor, nacen los distintos casos a los que el torturado detective hace frente durante los seis capítulos que componen esta primera temporada cuya traca final es un espectáculo de primera magnitud que deja al espectador sin aliento y contando el tiempo que falta para la segunda entrega. Lo mejor del año, sin la menor duda.


JUSTIFIED: Odio a Timothy Olyphant con toda mi alma. Destruyó por completo la cuarta entrega de las aventuras de John Mclane ("Die Hard 4.0") creando un villano tan soso como risible y no contento con ello, se peló la testa y perpetró "Hitman", hundiendo en la miseria a uno de los personajes de videojuego más carismático que existen. De modo que imaginarlo dando el perfil como, Ryland Givens, un agente federal con aires de John Wayne (sombrero cowboy, incluido) trasplantado al Kentucky profundo desde las soleadas playas de Miami, parecía una utopía. Y, sin embargo, desde la memorable secuencia inicial (un diálogo del tipo "averquienlatienemaslarga"), Olyphant creo un nuevo icono televisivo que se pasea por la docena larga de episodios de esta primera temporada, resolviendo enigmas, ganándose enemigos y arrugando las sábanas de su cama en compañía de la explosiva Joelle Carter. Lástima que el final de temporada sea, simplemente, bueno; de haber mantenido el listón de los capítulos precedentes, hablaríamos de un clásico.


HOW I MET YOUR MOTHER: A estas alturas de la serie (en Estados Unidos, su sexta temporada ya ha pasado el ecuador), poco importa quien fuera la madre de los hijos de Ted Mosby. En realidad, el que menos interesa es, precisamente, Ted Mosby, cuyas tribulaciones siempre han sido mucho menos adictivas que la familia de Marshall y sus costumbres cuaternarias, las miradas de "estas muerto para mi" de la encantadora Lilly, lo muy canadiense que puede llegar a ser la bellísima Robin Scherbatsky y, por supuesto, cada linea de guión que los creadores de este divertidísimo manjar televisivo ponen en boca del gran Barney Stinson, lider espiritual de Occidente y terror de las nenas en los cinco continentes a pesar de estar encarnado por Neil Patrick Harris, homosexual confeso y feliz padre de gemelos. Un par de capítulos y uno puede afrontar el día mejor que con un litro de bífidus activo.

DESPERATE HOUSEWIVES: Lo confieso, estoy enganchado a las tribulaciones de las cuatro pijas de Wisteria Lane desde hace más de siete años. Como es de imaginar, tras más de cien capítulos, es difícil mantener el listón y no repetir esquemas, misterios o chistes. Pero para quienes nos basta con ver a ese pedazo de actriz que es Felicity Huffman o para quienes nos sigue fascinando la curiosa estructura circular de las temporadas y, me atrevería a decir, de cada capítulo, poco importa que Teri Hatcher esté cada día más acartonada, que los enigmas resulten cada vez más previsibles y que la salida de Kyle MacLachlan en la presente temporada haya privado a la serie de uno de los personajes más logrados, divertidos y humano de los muchos que han vagabundeado por esas avenidas lujosas y pretenciosas en las que, nunca mejor dicho, es difícil saber lo que se oculta tras cada puerta cerrada o lo que encierra una sencilla cesta de magdalenas caseras.

THE WALKING DEAD: Recién concluida su primera temporada, ya podemos decir que estamos ante uno de los acontecimientos que marcarán una época en el mundo de las series televisivas. La verdad es que con el material que Robert Kirkman ha ido proporcionando en los últimos años con los comics homónimos que lleva escribiendo desde 2003 (y que se acercan ya a los 80 volúmenes) era difícil errar. Pero en cualquier caso, hay que reconocer el mérito de AMC a la hora de apostar a pleno pulmón por esta historia de supervivientes en un ambiente canibal y apocalíptico que se configura desde un primer momento como una adaptación de lujo , violenta y respetuosa con el tono sucio y salvaje de los comics y que cuenta con el aval del propio Kirkman y de un director de la categoría de Frank Darabont., verdadero impulsor del proyecto La primera temporada ha resultado terriblemente corta y excepcionalmente interesante. La segunda, que duplicará la duración de ésta, ya nos tiene en vela. Paciencia.