miércoles, 24 de febrero de 2010

La inquietante hora de Sandra


Hace más de dos años escribí "Efecto narcótico". Es sin duda, una de mis entradas favoritas y en ella se trataba con bastante poca seriedad el tema de las películas para televisión que suelen emitirse durante los fines de semana en el sopor de las sobremesas. Espantosas interpretaciones, medios técnicos que convierten "El mariachi" en una superproducción y argumentos empapados en Dormidina son sus principales ingredientes y la receta contra el insomnio más potente que existe. El argumento de la última película de Sandra Bullock, "The blind side" podría entrar a formar parte de ese selecto grupo de historias en una hipotética segunda entrega de "Efecto narcótico".

Una pija forrada de dinero hasta las cejas (Sandra Bullock) no parece tener bastante con su triunfador y encantador marido, su joven hija adolescente y el chispeante ( fostiable) hermano de ésta, y un día de lluvia (cómo no) recoge a un compañero de colegio de sus retoños que anda sin un lugar en el que dormir. Su nombre es Michael (Quinton Aaron) y, como es de suponer, es un chico retraído, desarraigado y con serios problemas familiares. Además es del tamaño de un armario de tres cuerpos, negro y en el colegio no saben si usarlo para colgar las chaquetas en la sala de profesores o catalogarlo directamente como retrasado mental. La pija forrada le acomoda en una de las treinta habitaciones de la casa, le paga los estudios, ya que percibe un enorme potencial en él y le inscribe en el equipo de fútbol americano a pesar de que él no está por la labor. El comienzo de sus andanzas deportivas es difícil, pero......... ¿Sigo?

Pereza. Esa es la palabra que define "The blind side". Es todo tan aburrido, tan predecible. Se percibe un interés tan indisimulado de enternecer y hacer llorar a la platea que provoca el efecto contrario y te sorprendes deseando que un escape de gas se lleve por delante a la familia entera.

En realidad, "The blind side" es una película de ciencia ficción. Y no lo digo solo por el pelucón rubio que le han plantado a Sandra Bullock, digno de los marcianos que recorrían "Mars Attack". No, "The blind side" es ciencia ficción porque en este planeta no puede existir una familia tan perfecta, tan limpia, tan pulcra, tan comprensiva y tan azucarada como la que forma la protagonista de "Speed", con su maridito, sus dos hijos y el gigantón de buen fondo. Es de ciencia ficción ya que presenta situaciones que no pueden producirse en la vida real, tales como que un entrenador de un equipo de fútbol permita que una señora forrada de Chanel dé clases a una docena de gigantes sobre como afrontar un partido. Y es de ciencia ficción, a pesar de que la película está basada en un hecho real. Doble crimen.

Los actores son de una mediocridad tan absoluta que provocan vergüenza ajena. La nominación de Sandra Bullock al Oscar como mejor actriz es como la de Penélope Cruz a mejor actriz secundario, un chiste malo. La labor de Tim Mc Graw como el calzonazos de su marido (no se explica uno cómo un tipo así ha logrado montar un negocio tan exitoso como el que le permite tener una mansión del tamaño de un campo de fútbol) está a la altura de la de su mujer en la pantalla y el enorme Quinton Aaron se limita a pasear su descomunal físico por la pantalla con una perpetua expresión de sopor en su rostro. Los espectadores desde el otro lado de la tela lo imitamos en solidaridad. Respecto a la presencia en este despropósito de la otrora deslumbrante Kathy Bates, escribiría algo, pero las lágrimas no me permiten ver el teclado.

Del equipo técnico, mejor no hablo. Mencionar, únicamente que, detrás de la cámara se encuentra John Lee Hancock (que ya perpetró hace unos años "El Alamo") aunque a la vista de lo que se desarrolla en la pantalla podía perfectamente haber estado encima, debajo o a los lados. Mal planificada, espantosamente fotografiada, con una lamentable dirección de actores (que no ordenara ejecutar a Tim Mc Graw durante su monólogo acerca de la Carga de la Brigada Ligera dice bastante de la disciplina existente en el rodaje). Un horror. Llamar director de cine a este caballero y al que realiza los capítulos de "Farmacia de guardia" es un insulto a nuestro compatriota.

Para terminar, me atrevo a citar al gran crítico cinematográfico Josep Parera que, refiriéndose a otra obra, concluyó su comentario diciendo que "si no tiene nada mejor que hacer, si el mundo le ha dado la espalda, si no sabe leer, si no tiene amigos, si está en fase de desintoxicación de drogas... hay cosas peores que hacer que ver esta película. Para el resto, allá ellos." Pues eso, lo dicho.

martes, 16 de febrero de 2010

Salve, Regina


A mi amiga siempre le dio dentera ser noticia de portada. Su único afán en los años que le han sido concedidos (pocos, muy pocos, insuficientes desde cualquier punto de vista) ha sido siempre permanecer en segundo plano, alejada por completo del foco de la atención. Muchas de sus decisiones que tomó tuvieron su fundamento en esta necesidad de anonimato a la que le conducía su humildad y generosidad infinita. Incluso en estos últimos días, cuando el maldito cáncer la envolvía ya por completo, urdía todo tipo de estratagemas para que su enfermedad no fuera motivo de preocupación para nosotros, enfrentándose para ello, con descarnada valentía a los infernales dolores que la traspasaban y dejándonos a quienes la queríamos con la boca abierta ante semejante muestra de fuerza y valentía.

Y por no traicionar su deseo de anonimato, incluso frente a vosotros, a la inmensa mayoría de los cuales ni siquiera llegó a conocer, no dejaré constancia alguna de su nombre. Pero eso no implica que pueda dejar su marcha sin el reconocimiento que ella se merece. Seguro que no estaría de acuerdo en el tema musical que he escogido para rendirle homenaje ahora que ya no está entre nosotros. Pero siempre que pienso en la muerte y en la dignidad con la que uno debe vestirse para la ocasión, me viene a la mente la maravillosa escena con la que el compositor francés, Francis Poulenc, culmino su espléndida ópera, "Diálogos de Carmelitas" . Tal vez la temática religiosa cuadre muy forzadamente con mi amiga a quien las instituciones eclesiásticas siempre le importaron poco o nada, pero si de coraje y dignidad hablamos, es imposible no vincular la idea con mi amiga que en estos asuntos siempre sentó cátedra. Un millón de besos, guapetona.

SALVE REGINA (DIALOGUES DES CARMÉLITES)


lunes, 8 de febrero de 2010

Garras de perro


Suelo desconfiar de los libros en cuyas portadas o contraportadas se amontonan los comentarios elogiosos sobre su contenido. Tanto si la obra está a la altura de las alabanzas como si no. Si el libro es merecedor de lo que del mismo se dice, la expectativa creada siempre conseguirá disminuir el efecto beneficioso que hubiera producido el libro de haberse visto privado de sus medallas. Si por el contrario, el contenido queda por debajo de los halagos impresos, el autor del panegírico, generalmente, un autor de éxito o una revista prestigiosa, perderá muchos puntos por habernos hecho perder tiempo y dinero.

Por todo ello, acogí con recelo la voluminosa novela del norteamericano Don Winslow, "El poder del perro", cuya contraportada parecía la pechera condecorada de un general de éxito. Adulación, coba y bombo sin medida. ¿Es exagerada, como suele ser habitual, por otra parte, tanta expectación? En esta ocasión y sin que sirva de precedente, no. Abróchense los cinturones por que "El poder del perro" produce, como la droga que corre a borbotones por sus páginas, una adicción irrefrenable que roba tiempo al sueño, a la familia y, si me apuran, al trabajo con el que uno se gana el pan.

En sus setecientas fascinantes y arrebatadas páginas, "El poder del perro" comprime los treinta años de enfrentamiento entre el agente de la DEA norteamericana (Drug Enforcement Administration), Arthur Keller y la poderosa Familia Barrera, que controla a través de la "Federación" los carteles mejicanos de la droga que tienen en Estados Unidos su mercado más fiel y lucrativo. Por el fuego cruzado entre ambos contendientes se mueven prostitutas de buen corazón que se enamoran de hombres equivocados, sicópatas irlandeses con sus católicas almas en permanente trifulca espiritual, mafiosos con predileción por los melocotones, sacerdotes sin fe que llegan a cardenales, políticos que financian genocidios o policías que llaman "esposa" al arma con el que hieren, matan o acribillan.

Muchos de estos personajes no sobreviven a los "cuernos de chivo" que escupen las ametralladoras y ni ellos ni los que logran salir más o menos ilesos de la guerra entre Arthur Keller y los Barrera son fáciles de olvidar. De ello, no solo debemos dar las gracias a la maestría de Winslow a la hora de diseñar personajes sugestivos sino también a la cuidada tela de araña argumental diseñada por el norteamericano que logra convertir el destino de sus criaturas en una incógnita sin despejar que aparece y desaparece mediante vínculos y rupturas perfectamente estudiadas que arrastran al lector sin posibilidad de escape hasta que una bala, la redención, el perdón, el amor o una sierra mecánica resuelven la ecuación.

Además de una excelsa novela de personajes, "El poder del perro" es un torrente imparable de acción y tensión que se ajusta al estilo aspero y violento de Winslow como una bala en el cargador de una treintayocho. Buena prueba de ello son momentos sublimes como el tiroteo en la discoteca "La sirena", el atentado en el aeropuerto, el interrogatorio de Ernie Hidalgo o esa obra magna que es el aterrizaje del primer avión que la familia Barrera envía cargado de drogas a suelo norteamericano. Dado que no es posible morderse las uñas por la ansiedad, las páginas del libro sufren las consecuencias.

Otro detalle para tener en cuenta es el modo en el que la guerra de Keller y los Barrera aparece encajada en la historia real de los dos países implicados. El uso de personajes y hechos históricos, como piezas vinculadas de modo más o menos directo en la despiadada partida entre Keller y la "Federación" introduce un elemento de realismo que difuma por completo los límites entre este mundo y el de ficción, lo que convierte gran parte de la obra de Winslow en lo que podría ser un expediente secreto de cualquier cuerpo de inteligencia de los implicados en la "guerra contra la droga" que se desarrolla a uno y otro lado de la frontera. Como el escritor Rodrigo Fresan cita en la nota previa a la obra, "si el diez por ciento de "El poder del perro" fuera verdad, sería horripilante. Que el noventa por ciento pueda ser cierto, resulta casi insoportable".

Sueño con ver algún día a Arthur Keller con los rasgos de Edward Norton y me muerdo las uñas de impaciencia imaginando a Benicio del Toro en la piel del implacable Raúl Barrera y a Adrian Brody como su hermano Adan. No me cuesta esfuerzo alguno ver en el rostro del torturado Sean Callan a Viggo Mortensen vaciando su cargador en plena operación "niebla roja" para luego reunirse con la belleza hipnótica de una Nora Hayden con los rasgos de Naomi Watts. Espero que este sueño se haga realidad en algún momento. Mientras tanto, señoras y señores, no duden en dejarse una veintena de euros en esta novela memorable. Seguro que me lo agradecen.

domingo, 7 de febrero de 2010

A cualquier hora del día


Compruebo estupefacto en los últimos días que los habitantes de mi ciudad andan con la agresividad por bandera y haciendo gala de una mala leche que entran ganas de eliminar el ganado vacuno en general por ver si ahí está el germen de tanto cabreo.

Y no me refiero a jóvenes pertenecientes a violentos grupos callejeros ni malhumorados ancianos que soportan su tramo final agrediendo a los que aún empiezan el camino. Ellos, también, por supuesto. Pero eso no sería digno de mención ya que viene de serie. No, no. Me refiero en general.

En los últimos días he podido comprobar como una señora de mediana edad y porte distinguido le chillaba con venenosa agresividad a un joven ciego que, por error, había golpeado el tacón de su zapato con el bastón, que estaba harta de gente como el mencionado joven, que se aprovechaba de estar ciego para hacer lo que le daba la gana. No me quedé a escupirla en la cara, pero, por lo que escuché mientras me alejaba, el ciego tenía la dicha de no ser mudo y presumo que la estúpida volvió calentita a casa. O, mejor dicho, llegó al trabajo con el carburador a tope, ya que, a todo esto, eran las siete y cuarenta de la mañana de un martes.

Unas horas después y en una calle por la que un camión grande podría pasar sin apuros, el dueño de un ciclomotor mentaba a la madre de un sexagenario encorvado que había parado su coche en la calle para subir, sin éxito por el momento, un enorme espejo a la vaca del vehículo. En lugar de ayudar al hombre en su tarea, lo que hubiera supuesto unos segundos, o, sencillamente, pasar por el (holgado) espacio existente entre el coche y la acera, el conductor de la motocicleta, llamó "chulo de mierda" (?) al aprendiz de Sisifo, amenazó con llamar a la policía (??) y de no ser por un familiar que debía acechar en el portal (¿sobrino?, ¿hijo?¿nieto?) y frente al que el agresivo motociclista reculó, todavía le hubiera reventado el espejo en la cabeza. ¿Hora? Las cuatro de la tarde y sereno (al menos por lo que a mí respecta).

Incluso, servidor tuvo la oportunidad de comprobar la creciente agresividad del personal tras comprobar como, el conductor de un vehículo que tuvo que esperar apenas un minuto a que la bella señora Winot y la heredera subieran al coche, no contento con blasfemar en arameo durante los sesenta segundos, como pude comprobar por el retrovisor, paró su vehículo una vez el nuestro estba ya en movimiento y acercándose a la puerta de nuestro edificio, la propinó una monumental patada que hizo estremecerse hasta a los goznes. ¿Tres de la mañana de un sábado? Más bien, mañana de domingo.

Sé que no vivimos una buen época. Que nuestro lamentable gobierno lleva el país a la deriva, que el paro fagocita el buen humor de centenares de personas todos los días y que Penélope Cruz puede volver a llevarse un Oscar. Y también sé que, en esencia, nuestros vecinos no son homicidas en potencia, que son buena gente y, por lo general, son amigos de la sana covivencia y la concordia vecinal. Pero, visto lo visto, hay veces que uno añora que, como le pasa a John Cusack en su última película, los mayas estén en lo cierto y un cataclismo haga renacer lo mejor que cada uno guarda en su interior y así comprobar que podemos seguir unos siglos más. ¿La hora del evento? La que sea, pero pronto, por favor.