martes, 31 de julio de 2007

Un Quijote chicharrero


A pesar de haber vendido más de 25 millones de ejemplares de sus más de ochenta novelas, nunca he logrado entrar en el personal mundo del escritor tinerfeño Alberto Vázquez Figueroa. Recuerdo que hace unos años, intenté introducirme en su universo a través de "Tuareg", una de sus obras más conocidas y perecí en el intento, asfixiado por una nube de sopor y aburrimiento que me atacó allá por la página treinta. Desde entonces le puse una cruz y he ignorado de manera orgullosa y estúpida la prolija producción de este hombre. Hasta ayer, que, reconozco, me dejó gratamente sorprendido en una entrevista que le hicieron en televisión con motivo de la publicación de la que es su última novela y que responde al muy "westerniano" título de "Por mil millones de dólares".

En una iniciativa ciertamente arriesgada e innovadora en nuestro país, el escritor canario ha acordado con su editora la comercialización simultanea del libro en tres formatos: tapa dura, de bolsillo y como e-book. Mientras que el precio del primero es de unos 20 euros, la edición de bolsillo sale a algo menos de la mitad y el e-book lo puedes descargar directamente de Internet sin coste alguno. Por si esto fuera poco, mi chicharrero favorito ha renunciado a los derechos de autor de ésta y de las novelas que publique en el futuro (ya tiene dos escritas y preparadas para salir al mercado) y ha autorizado a que cualquier periódico o revista las saque en sus páginas sin pagarle un duro por ello.

En una situación como la actual en la que las descargas desde Internet, el "Top Manta" y los abusivos cánones de la SGAE son motivo continuo de polémicas, generalmente banales y basadas exclusivamente en el resultado económico de lo que uno escribe, compone o filma, la iniciativa de Alberto Vázquez Figueroa es, cuanto menos, encomiable. Y no se ha vuelto loco ni se le ha reblandecido el cerebro a consecuencia de las tórridas temperaturas del archipiélago: la cruzada iniciada por el escritor es fruto de un razonamiento sencillo, pero innovador: si no hay lectores, no hay beneficios. Por tanto, cuando haya muchos lectores ya llegaran los beneficios.

Colocando al alcance del público una obra en tantos formatos, la posibilidad de captar lectores aumenta de manera exponencial. Tan sólo un cinco por ciento de los libros que se venden son ediciones "en tapa dura". El resto son adquiridos en su formato de bolsillo cuando salen al mercado varios años después, con su poder comercial francamente perjudicado por el paso del tiempo. Si la inmensa mayoría de los ejemplares que se compran son en este formato, ¿por que retrasar su salida al mercado? Por otra parte, es evidente que existe un sector de lectores más exigente con las formas que prefiere pagar más por lo mismo. Respetable, pero no justifica que se les dé prioridad respeto a los demás lectores, los que adquieren la obra y no el libro. "Prefiero que me lean dos estudiantes, obreros o secretarias en el autobús por siete euros, que un alto ejecutivo en su cómodo despacho por 20, porque aunque gane menos, esos dos lectores se convertirán en cuatro y luego en ocho, y resulta evidente que existen mucho más obreros, estudiantes y secretarias que altos ejecutivos". En este sentido, el razonamiento del escritor es inatacable y no hay duda que amplía enormemente el mercado. La posibilidad de descargar el libro desde Internet es la guinda de este innovador pastel cultural.

Siempre habrá algún demagogo que diga que todo esto es para la galería y que si quisiera ser coherente con estos principios de universalidad cultural que defiende, debería hacer lo mismo con todas sus novelas anteriores y renunciar a sus derechos de autor, colgando sus obras en Internet y autorizando a todos a reproducir sus libros sin coste alguno. Pues sí, quizás debiera hacerlo, pero lo que es seguro es que se encuentra en una situación en la que podría, perfectamente no haber hecho nada y seguir cobrando un buen dinero de sus obras precedentes, de la actual y de las muchas venideras. Y, sin embargo, se lía la manta a la cabeza, renuncia a un buen puñado de euros y capitanea una iniciativa que, desde luego, no le va a generar amistosos parabienes de sus compañeros de profesión. Ignoro si el proyecto funcionará o no, pero por lo que a mi respecta, acaba de ganar un lector.

miércoles, 25 de julio de 2007

Alopecia galopante


Moriré calvo. Es una lástima, la verdad, ya que, sin ser un prodigio capilar, respetables mechones de cabello, cubren , en la actualidad, la considerable superficie de mi azotea. Mucho me equivocaba yo al pensar que, en unos añitos podría imitar las canosas melenas de un Richard Gere o, al menos, las ráfagas nevadas de Harrison Ford, pero, desgraciadamente, no parece que eso vaya a ser posible.


Y lo que más me irrita es que al culpable de esta alopecia en potencia no le puedo coger de las solapas y abanicarle el rostro con dos vigorosos sopapos, por mucho que me apetezca. La razón es que no es otro que mi amado progenitor el causante de esta futura desdicha; como su estado capilar le hubiera permitido hacer de doble de Kojack para las secuencias peligrosas y yo he convivido con su mal durante tantos años, mis posibilidades de conservar intacta mi flora craneal son ínfimas por no decir nulas. A esta terrible y peliaguda conclusión he llegado mientras leía los argumentos que ha esgrimido, Fernando Ferrín Calamita, Juez de Familia en Murcia para entregar provisionalmente la custodia de dos niñas a su padre y no a la madre, la cual mantiene una relación amorosa con otra mujer.


Según este señor, "la relación lésbica que mantiene la madre con otra mujer influye negativamente en la educación y crecimiento armónico de las menores". Por otra parte, "esa formación integral es imposible que se la de un progenitor homosexual, por mucho respeto que me merezcan las personas homosexuales, pero aquí prevalece el interés superior del menor". No obstante dicho respeto, "la condición de toxicómano, pederasta, prostituta, pertenencia a una secta satánica, etc., afecta negativamente a los hijos. Al igual que una relación heterosexual del progenitor custodio puede perjudicar a los menores y servir de base para un cambio de custodia, lo mismo la de un homosexual".Y, por último, la clave de todo este asunto y lo que me ha llevado a mis mencionados terrores "es el ambiente homosexual el que perjudica a los menores y que aumenta sensiblemente el riesgo de que éstos también lo sean".




Si estas cosas, las hubiera oído en la calle, en medio de una manifestación de falangistas o como frases sueltas en una charla entre quinceañeros, hubiera mirado para otro lado con cierto desprecio y hubiera seguido mi camino con la seguridad de haber escuchado una cesta de idioteces, fruto de un anquilosamiento histórico inconcebible en pleno siglo XXI. Sin embargo, dichas frases están extraídas del texto de una resolución judicial firmada a mediados de julio de 2007 y, supuestamente meditadas, razonadas y, lo más importante, dictadas con base en algún lugar del ordenamiento jurídico español.


Pero el caso es que, por mucho que vengan dichas por un juez (y de familia por matizar algo más), algunas de las cosas que se deducen de lo escrito no parecen tener mucha enjundia jurídica y son disquisiciones morales o éticas que, además de inadmisibles en la España de hoy en día, pecan de una simplicidad de concepto que, en principio, no parece que debieran ser admitidas en los, por otra parte, muy respetables Tribunales de Justicia.

Y si no es así, daría un puñado de cabello de mi futura calva porque el señor magistrado me indicara que ley, costumbre o principio general del derecho ha utilizado para equiparar un pederasta con un homosexual, entre los cuales no parece existir otra diferencia que la diferencia de edad de los que participan en las relaciones sexuales que mantienen.


Tampoco estaría de más que nos indicara este miembro del Poder Judicial, la argumentación jurídica que le ha llevado a concluir la existencia de una igualdad adictiva subyacente entre los toxicómanos y los homosexuales, como si éstos no pudieran controlar sus deseos igual que un heteresexual y vivieran en una especie de desenfreno fornicador y lujurioso.


Por último, sería interesante conocer los códigos legales consultados para concluir que un ambiente homosexual es perjudicial para la formación de un menor. Porque a mí, no me queda claro que una pareja homosexual que sea capaz de generar un escenario de amor y respeto, vaya a ser más perjudicial para la formación de un menor que una familia tradicional española en la que el fútbol, los toros, los gritos y el machismo activo y pasivo anden desatados. ¿Que no todas las familias heterosexuales son así? Lo sé. Como también sé que las parejas homosexuales no van por la vida follándose cualquier semoviente ni carecen de las aptitudes suficientes para dotar a uno o a dos menores de una educación tan sana y normal como la que pueden proporcionar cualesquiera dos personas que se amen y respeten.

Mi padre no es pederasta, mi madre no es toxicómana y yo, pese a haberme educado en un colegio de curas, ni soy homosexual ni satánico. Viendo la vida como la ve este caballero, algo se me ha tenido que pegar de mis muchos años de hijo de mis padres y si con todo lo positivo que me he llevado de ellos, lo peor que me puede pasar (y visto lo visto, pasará) es una alopecia en condiciones, que así sea.

martes, 24 de julio de 2007

Un milagro musical (al alcance de todos)


Brevísma entrada para informar a los habituales del blog que, esta noche, en la madrugada del 24 al 25, la segunda cadena emite a partir de las 0:05 una de las representaciones de "Madama Butterfly" que se están llevando a cabo en el Teatro Real de Madrid. Como he visto bastante interés en los comentarios a "Un milagro musical" he pensado que esta noticia podría ser interesante. Os recomiendo que no os la perdáis, ya que, como comenté, entonces, Cristina Gallardo no volverá a interpretar este papel. Ya me contareis.

miércoles, 18 de julio de 2007

Un milagro musical



El pasado sábado tuve la inmensa suerte de poder asistir al estreno en Madrid de la ópera de Puccini, "Madama Butterfly", en la que se narra la sobrecogedora historia de desamor entre Cio- Cio- San, una joven e ingenua geisha y el bala perdida de Pinkerton, un "yankee vagabundo" que recorre el mundo rompiendo corazones en cada puerto por el que pasa a la espera de encontrar "una buena esposa americana". Si bien ya son varias las representaciones operísticas que un servidor lleva en la mochila, debo confesar que es el primer estreno al que asisto y sentía una especial inquietud ante lo que podía pasar, ya que los más habituados a estos acontecimientos mantienen que no hay representación como la del día del estreno. Para bien y para mal. O es la mejor de todas o la falta de rodaje y los nervios provocan un naufragio sin isla desierta a mano. Si a eso le sumas que esta obra es una de las piedras angulares de mi repertorio operístico particular, casi una partitura sagrada, es fácil entender el porqué de mi inquietud.

La marejada fue disminuyendo nada más entrar en el recinto y comprobar que, la tan alabada puesta en escena de Mario Gas era, efectivamente, impresionante. El escenario representa un plató cinematográfico de los años treinta con docenas de carpinteros, iluminadores, operadores de cámara, técnicos de sonido y fauna variada recorriéndolo de arriba abajo para pulir los detalles antes de que el director ordene "acción" y, de manera simultanea al comienzo de la ópera, dé inicio el rodaje de.......¡¡Madama Butterfly!! Y es que, efectivamente, las cámaras que recorren el escenario ruedan durante la representación y lo transmiten a las pantallas donde normalmente se emite lo que ocurre en el escenario, pero en un entrañable blanco y negro y con efectos de fundido a negro y movimientos laterales de cámara auténticamente cinematográficos. Esta curiosa apuesta permite también acceder a multitud de primeros planos de los cantantes, gracias a los cuales es posible apreciar como nunca el aspecto interpretativo de sus actuaciones.

Si la puesta en escena es brillante, en el plano musical, la presentación del tenor Plácido Domingo como director de orquesta en el Teatro Real ha resultado espléndida. En general, el paso del escenario al foso no suele ser un camino de rosas y son muchos los cantantes que han dado en hueso y han sido machacados por público y crítica en sus escarceos con la batuta. En este caso y a la espera de lo que digan las cabezas pensantes del mundo musical, a mí, me parece que nuestro internacional Plácido da una verdadera lección y transmite una inmensa fuerza en todas las escenas (especialmente en las más intensas, donde aflora su tendencia al histrionismo). Los actores responden con decisión y la orquesta suena conjuntada y poderosa. Sinceramente, una grata sorpresa.

Dejo para el final a los actores porque, sobre todo de uno de ellos hay mucho que decir. Todos están soberbios en el apartado interpretativo. Y cuando tienes una cámara en la cara que transmite a una pantalla el menor de tus gestos mientras castigas tu garganta, eso es aún más meritorio. En el apartado vocal, la mayor parte del reparto está más que correcto, excepción hecha de Carl Tanner que interpretó al rufián de Pinkerton y que anduvo escaso de fuerzas y poco generoso en sus presuntos momentos de lucimiento, lo que le hizo acreedor de un humillante y bochornoso abucheo en su turno de saludos. ¿Cuándo aprenderán estos repugnantes alborotadores de guante blanco que se camuflan en la masa para vomitar sus frustraciones que hay otros modos de manifestar tu desacuerdo con la actuación de un artista y que no implican su humillación a golpe de rebuzno? . Ya lo dijo Beethoven, "nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo". Si no te ha gustado, no aplaudas. Y punto.

Párrafo aparte merece el verdadero milagro de esta representación, la soprano chilena Cristina Gallardo Domâs, que debutó hace diecisiete años con el papel de Cio-Cio-San y que, a día de hoy, es, literalmente, Cio-Cio-San. Nunca había visto semejante exhibición interpretativa y vocal en un escenario. No sólo su voz es espléndida, medida, poderosa, exhibicionista cuando procede sino que su interpretación de la ingenua adolescente es, sencillamente, memorable. Cuando Cristina Gallardo interpreta la conocida "Un bel di bedremo" consigue que la recibas como si, efectivamente, fuera la primera vez que la escuchas. El emotivo y difícil dueto de amor del primer acto lo salva con una intensidad tal, que el pobre Pinkerton, más parece escucharla que cantar con ella. El uso de los primeros planos en las pantallas del teatro, además permiten acceder al inacabable repertorio de gestos y miradas de la chilena que en algunos momentos puramente expresivos, sin canto por su parte (el interludio del segundo al tercer acto, el momento del repudio familiar justo antes del mencionado duo de amor) resultan sobrecogedores en las expertas manos de esta artista arrebatadora.

Desgraciadamente, Cristina Gallardo ha anunciado que ésta es la última vez que interpretará el personaje que le ha dado fama internacional. Una pena, la verdad, pero un estímulo más para no perderse este espectáculo irrepetible.

martes, 10 de julio de 2007

Merecidamente



La conocí hace ya cinco años y medio, en una fiesta de Nochevieja. Yo siempre le digo que me enamoré nada más verla y ella se pone flamenca y dice que no fue recíproco, que le costó entrar en el juego un poco más. Pero sé que miente. La conozco bien.

Vivimos un noviazgo corto, pero intenso y lo culminamos en poco más de ocho meses uniéndonos a través del rito hipotecario, el vínculo más resistente que ha creado el hombre. Este fuerte lazo, sin embargo, nos pareció poca cosa para el tesoro que teníamos entre manos y una noche de febrero en plena y solitaria Plaza de Oriente, en Madrid y frente al Palacio Real, sin un alma en cien metros a la redonda y bajo un frío inmisericorde le hice la pregunta que, desde siempre, estremece por igual a quien la hace y a quien la recibe. Entre el descontrolado castañeteo de dientes, creí escuchar un sí.

Como consecuencia de aquella respuesta , decidimos formalizar ese sí de tiritona y nos casamos en la que, para mí, sigue siendo la jornada más increible e inolvidable de toda mi vida. No consigo entender a los que abominan del día de su boda, tachándolo de vertiginoso, incómodo o espantosamente largo e interminable. Yo lo repetiría cada día. Me gustaría volver a sentir lo que sentí mientras me vestía para la ocasión. La llegada a la iglesia, los saludos, la franca alegría de todas las personas que compartieron con nosotros este día. Los nervios amables mientras esperaba su aparición, los cuchicheos que anunciaban su llegada, la repentina constatación de que la corbata quedaba más ajustada ahora que hacía un minuto, la impresión inenarrable que me produjo verla entrar en la iglesia, preciosa y radiante como nunca. No hay nada prescindible o que merezca ser borrado de ese día. Maldita sea la memoria que no me da para recordar todo lo que ocurrió en esas horas.

A veces me echa en cara con ese tono inalcanzable para los hombres (pero que las mujeres dominan a la perfección) y que se sitúa en precario equilibrio entre la broma y el aviso que, últimamente le dedico mucho tiempo a trajinar por este blog y que eso me quita tiempo para ella. Como lleva razón, hoy, que se cumplen tres años de aquel día inolvidable, me ha parecido el mejor momento para restablecer el equilibrio en su beneficio a través de esta entrada que, merecidamente le corresponde a esta increible mujer a la que quiero y con la que volvería a compartir mi vida. Tantas como me tocaran en suerte.

viernes, 6 de julio de 2007

No apto para diabéticos


Atacan de improviso y, generalmente, sin avisar. Salen de los bares, por las ventanillas abiertas de los coches, por debajo de las puertas de las casas de nuestros vecinos y, a veces, en la tuya propia, donde menos podrías esperar. Como no andes rápido de reflejos y te alejes de su zona de influencia son perfectamente capaces de arruinarte el día.Son, en mi opinión, las canciones más pastosas, cursis y edulcoradas que el hombre ha tenido la desgracia de escuchar. Si padeces de diabetes, no deberías seguir leyendo y, por supuesto, si rondan tu barrio, mantente en tus aguas territoriales.


EBONY AND IVORY


El indiscutible número uno. Es difícil resultar más desagradable en menos de tiempo. No hay tiempo para la esperanza. Comienza y a los diez segundos, tienes el azúcar por las nubes. Que dos pesos pesados de la música como Stevie Wonder y Paul Mc Cartney compusieran tamaña aberración aún no tiene explicación. Y no me refiero solo a la bochornosa letra llena de cursiladas que sólo puede cantarse con una sonrisa de imbécil en la cara y moviendo la cabeza de izquierda a derecha, sino a esa melodía que se adhiere al cuerpo y que te deja toda la mente empapada en melaza. Tan mala es la repulsiva cancioncilla que pocas series de televisión no la han parodiado sin compasión alguna. Nunca suficiente, cuando se trata de una patochada como ésta en la que entre otras lindezas se incluyen frasecitas como "Ébano y marfil, viven juntos en perfecta armonía. Codo con codo en mi piano. Oh, Señor, ¿por qué no podemos?". Imposible ser más cursi y pasteloso.



MORE THAN WORDS


Como veían que sus temas rockeros eran motivo de chufla entre el sector más duro de la audiencia y tampoco conseguían concetar con el sector más comercial y pop por ser demasiado "macarras" para sus dulces orejitas, a los figurines de la banda Extreme (de la que ya no se acuerda ni la madre que los parió) decidieron comerse el mercado con está almibarada y repulsiva balada que, ya desde su primer acorde (fruto de un profundo estudio del curso CEAC para guitarra) avisa de lo que se avecina. Ojito con la letra del estribillo: "Más que palabras, es todo lo que necesité que me mostraras. Entonces no tendrías que decir que me amas. Porque yo ya lo sabría". No, yo tampoco tengo ni la más remota idea de lo que está hablando este hombre, pero juro que es literalmente lo que dice en la canción original. El video tampoco tiene desperdicio con el espantajo del cantante y el guitarrista sentados en sendas banquetas al estilo "club de la comedia" mientras dan esos horribles y descafeinados agudos de coro celestial. Afortunadamente, el grupo apenas duró un par de años y no tengo ni la más remota idea de por donde andan estos tipos.


SABOR DE AMOR


Es pensar que los autores de "Sin aliento", "Espuelas" o "El club del alcohol" son, también, los perpetradores de este horror veraniego y siento las irrefenables ganas de lanzar a la escombrera la disografía completa de Javier Ojeda y su panda. Si el sabor del amor es el de las naranjas en agosto o el de las uvas en abril, prefiero odiar de por vida. Siguiendo la tónica de todas estas espantosas canciones, el tema fue un éxito sin precedentes y todavía encuentro personas (cada vez menos gracias a mi labor de exterminio sistemático) que la definen como "la mejor canción de Danza Invisible". No, amigos, no sólo es la peor, sino que, este tema marcó su imparable declive y nada volvió a ser lo mismo. Nunca les perdonaré el infernal verano que me dieron con esta empalgosa menestra de sabores y rimas como melón con mejillón o sal con mar. Imperdonable para esta, por otra parte, estupenda banda.


IT MUST HAVE BEEN LOVE


Los miembros de Roxette todavía no se explican qué llevó a los productores de "Pretty Woman" a incluir en la banda sonora de semejante taquillazo un truño de tal calado. Lo cierto es que les vino de muerte y, durante unos años vivieron del cuento a costa de nuestra salud auditiva. Aparecía la hombruna cantante y el fumado del guitarrista, sonaba ese previsible medio tiempo típico de las baladitas de los noventa que tantas urticarias fue capaz de provocar en aquella época. Como en España, el grupo tuvo tan desmesurado éxito, fue editado un disco de canciones en castellano que, por supuesto, incluía este inmenso despropósito y que se rebautizó como "No sé si es amor". Cuesta creelo, pero en castellano es todavía peor. Mucho peor.


ANGIE


Sí, amigos. Sus majestades los Rolling Stones son grandes. Quizás los más grandes, pero, no por ello, van a dejar de meter el cuezo en alguna ocasión. A pesar de su condición de clásico, "Angie" es una tortura auditiva de primera magnitud. Me resulta inconcebible que, por ejemplo, "Wild horses" no sea la "balada oficial" de la banda y, por el contrario lo sea esta pastosa cancioncilla del "Goat´s head soup". La tendencia al falsete de Jagger en los temas lentos, en esta ocasion alcanza cotas nunca separadas. Todo es cursi, pesado, previsible y aburrido en este tema, lo que es imperdonable para los creadores de algunas de las mejores canciones de la historia. Si, por casualidad, la escucho en la radio, lo que, misteriosamente, ocurre a menudo, tengo que llegar a tierra firme rápidamente y poner en el reproductor "Ruby Tuesday", "Waiting on a friend" o la mencionada "Wild horses". Mano de santo. De verdad.

domingo, 1 de julio de 2007

Super Ratón y el calentamiento global



En el día a día encuentro tantos acontecimientos que llaman mi atención, tantas oportunidades de manifestar incredulidad o sorpresa por las cosas que la gente piensa o hace, que llega un momento en el que uno no sabe si en el fondo no ha crecido y lo sigue viendo todo con los permanentemente asombrados ojos de un niño o, por el contrario, se está haciendo mayor y su visión de los acontecimientos que nos rodean comienza a dar claras muestras de senectud y agotamiento. En el fondo, supongo que desde el principio de los tiempos, todos pensamos lo mismo de la época en la que nos ha tocado vivir.


Por ejemplo, hace un par de días, Al Gore ha aterrizado en las Islas Canarias en una nueva etapa de su campaña de concienciación internacional sobre los peligros del cambio climático. En los tres días que ha permanecido en nuestro país, ha pronunciado dos conferencias de 75 minutos cada una sobre el tema y se ha llevado por sus palabras la cantidad de 240.000 euros. Por cada una, claro. Y, por supuesto, con gastos pagados de alojamiento en suites de lujo, manutención y transporte para él y para todo su ejército de secretarios, asesores y publicistas.

Por lo que comentan en los foros especializados sobre ecología y medio ambiente que he podido ojear, sus iniciativas no pasan de ser un batiburrilo muy básico de información sesgada y catastrofismo mesiánico que, sin estar exento de cierta base (a nadie puede escapársele que la emisión de gases y el calentamiento del planeta en nada pueden beneficiarnos) carece de la investigación suficiente y de la profundidad necesaria como para ser otra cosa que un buen altavoz para las actividades científicas de los que, realmente, tienen algo que decir sobre este tema. Su labor, en este sentido, es la misma que la de los discos de Luis Cobos para la música clásica: simplificar lo grande para acercarlo al gran público e incentivar así una curiosidad que facilite el acceso a lo realmente importante. Lo que no deja de tener su mérito, por otra parte.

Pero, claro, estamos hablando de un hombre que era vicepresidente de los Estados Unidos cuando este país se negó a firmar el famoso Protocolo de Kyoto y que, poco después no tuvo reparo en ratificar el llamado Plan Colombia, en virtud del cual y con la sana intención de erradicar de este país los cultivos de coca, se promovía la fumigación aérea con herbicidas que no solo se llevaban por delante los cultivos de dicha droga (aunque al parecer con mucha menor eficacia de la prevista) sino todo lo que se encontraba a su paso, incluidos cultivos agrícolas tradicionales y la salud de los viandantes que circulaban en ese momento.


En los últimos meses, este vitaminado y supermineralizado muchachote está recorriendo el planeta propagando su fundamentalismo carbónico y creando un escenario pre- apocalíptico que le está generando unos desmesurados e inmerecidos ingresos (que en el caso de su visita a nuestro país han sido financiados además, en parte, por el gobierno del cabildo insular) que, no solo no parecen importarle a nadie sino que, además le proporcionan unos muy discutibles méritos que lo han llevado a ganar el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación en este año 2007, dejando en el banquillo a entidades como Intermon con cincuenta años de experiencia en labores humanitarias por todo el mundo.

Fue una pena que este armario ropero no ganara las elecciones del año 2000 en los Estados Unidos. Ni mucho menos por que fuera a ser un buen presidente (nada parece indicarlo) sino porque su triunfo hubiera impedido la llegada al poder de ese borracho pendenciero que lleva las riendas del país más poderoso del mundo en la actualidad. Y además nos hubiéramos ahorrado casi un cuarto de millón de euros y ciento cincuenta minutos de parrafada soporífera. Lo dicho, una pena.