miércoles, 16 de octubre de 2013

Mundo Haydn

- ¡Vaya! Dándole al teclado de nuevo... Y solo ha pasado una semana desde la última entrada en lugar del mes/meses de rigor. ¿A qué se debe, cariño? ¿Llamo al médico? ¿Te bajo la medicación?
 
- Ja, ja y ja. Es usted muy graciosa, señora Winot. Ya sabes que en esta nueva temporada del ladrillo, escribo cuando el cuerpo me lo pide. Ya tuve suficientes ataduras el año pasado y, por el momento, voy a llevar esto así. El único rigor que vas a ver por aquí, es el rigor mortis como sigas por este camino.

- Aterrada me dejas con tus amenazas de pacotilla. Anda, calla y cuéntame de qué vas a escribir: ¿el apoteósico final de "Breaking Bad"? ¿Lo bien que lo pasaste y el infierno que yo padecí viendo "Pacific rim"? ¿Nuestro periplo por el Oktoberfest muniqués? Por cierto, esa música que tienes puesta, ¿qué es?

- Luego te cuento. Pues no, no voy a hablar de nada eso. Hoy me apetece hablar de Haydn y, más concretamente de .....

- ¡¡Hombre, Haydn!! Asustada me tenías. Desde ayer no me hablabas del muchacho. Empezaba a temer que se hubiera muerto.... ¡¡Anda, si es verdad que está muerto!! ¡¡Y hace más de doscientos años!! ¿No había un tema un poco más actual? ¿De este siglo, al menos? Eres un caso perdido, muchacho.

- Veo que has desayunado hoy sosa cáustica, mi querida esposa. Dos reveses más como éste y no me renuevan el seguro dental. 

- Pero si es que es verdad: las sinfonías de Haydn para empezar las mañanas, los cuartetos para el almuerzo, los tríos para la merienda y los oratorios para las cenas. Además, si no recuerdo mal, ya le has dedicado al chico varias entradas en el ladrillo y si hubiera que hacer un ranking de popularidad no sé si estarían entre las 300 primeras. Oye, esto que está sonando es una maravilla, ¿de quién es?

- Poco me importa que no lea la entrada ni el Tato. Haydn es el Dios Padre de la Música y es mi obligación hacer que su legado se filtre a cada rincón del planeta. Morirse sin haber escuchado "La creación" o el cuarteto "Aurora" es haber vivido en vano. Para vivir con esas carencias, mejor acabar con todo.

- Luego soy yo la intransigente. Mira, yo no te niego que su música sea la octava maravilla...

- La primera, cariño, la primera..

- Bueno, pues la primera barandilla... ¡Ay, entre esta melodía envolvente que me tienes puesta y tus paridas, ya no sé lo que digo... Pues eso, seguro que es la primera maravilla del mundo, no lo niego, pero ya sabes que lo poco gusta y lo mucho cansa. Dosifícate, cariño, dosifícate y habla de otra cosa. Y, sobre todo, dime de una maldita vez que es esta música que suena que tengo un nudo en el estómago y la piel como la de Caponata una tarde de invierno.

- El segundo movimiento de la Sonata para piano número 59 de Franz Joseph Haydn, pero ahora mismo la quito. Ya sabes que lo poco gusta y lo mucho cansa, que hay que dosificarse...

- No muevas un músculo, sube el volumen y cierra la boca.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Volando voy: Sicilia (2ª parte)


Como ya comenté hace un par de semanas en la primera entrega del periplo siciliano que difrutó el clan este verano, Sicilia es un "greatest hits". Casi en cada esquina se oculta un paisaje natural abrumador, unas ruinas que rezuman historia o una playa coqueta en la que reposar del sol y de las caminatas con una de las mil variedades de helados (a las pruebas gráficas adjuntas me remito) que consumen los aborígenes del lugar como si los fueran a prohibir. Visitar Sicilia es asumir que, de un modo u otro, uno debe volver, para continuar la inacabable tarea de recorrerla y deleitarse con cada una de sus maravillas. De todas las cosas que uno debe asumir en la vida, sin duda, ésta no es de las peores.

Y una de sus maravillas, por supuesto, es el monumental volcán Etna que domina la isla desde sus más de 3.000 metros de altura y que es parada obligada en cualquier viaje a Sicilia que se precie.

¿Se lo imaginan echando lava como si no hubiera un mañana?
Nunca había visitado un paisaje de esta índole (con las Islas Canarias al alcance de la mano, como quien dice. En fin) y, tal vez por eso, la excursión al volcán más animado de Europa (desde que ha empezado el siglo XXI, casi cada año, ha entrado en erupción, liándola parda en varias ocasiones.) me impacto profundamente. Se respira una calma tensa en sus arrasadas, aunque densamente pobladas, laderas y cuando uno sube en el teléferico (es caro a morir, pero merece la pena el desembolso) y contempla esas enormes extensiones huérfanas de vegetación y, si me apuran, de vida (insoportables mosquitos aparte), todavía respira tranquilo de pillar al gigante dormido y no ver en primera fila como derrama su ira calcinando todo a su paso. Si andan con fuerzas y les gusta subir por resbaladizas pendientes de más de noventa grados es posible acceder a algunos cráteres menores que aparecen espolvoreados por sus laderas. Yo casi muero en el intento, pero merece la pena.

¿Ven ese punto amarillo en el fondo del cráter? Servidor.
Otro momento que no deben perderse si visitan esta zona de Sicilia es la ineludible escapada a las Islas Eolias, un archipiélago volcánico al nordeste y que cuenta entre otros alicientes con las famosas erupciones nocturnas del volcán Stromboli en la isla homónima. Nos fue imposible encajar la agenda para asistir a este espectáculo natural, pero a cambio pudimos descubrir Vulcano y sus muy recomendables playas de arena negra. A pesar de ser una de las islas más grandes del archipiélago está escasamente poblada, de modo que uno llega a su embarcadero y parece llegar al set de rodaje de un capítulo de "Perdidos". Creanme si les digo que bañarse en sus aguas cristalinas mientras uno contempla los vapores que emanan sin pausa del volcan que da nombre a la isla es una experiencia como pocas. Para los amantes de embadurnarse de potingues, es imprescindible acercarse al Porto di Levante y chapotear en el barro que, la gente del lugar, califica de milagroso para las articulaciones. Dada mi excelente forma física y el envidiable estado de mis extremidades, unido al repelús que me dan este tipo de cosas, decliné cortésmente la oferta, pero dicho queda.

Embarcadero de Vulcano. ¿Donde está Benjamin Linus?
También nos dio tiempo a visitar Catania y Siracusa, con su famosa Oreja de Dionisio y su espectacular parque arqueológico, pero ambas ciudades las visitamos bajo un calor tan sofocante y a tal velocidad que mis recuerdos se nublan. No dejen de visitarlas, especialmente Siracusa, pero háganlo sin prisa, en un día nublado o, al menos, con algo que les proteja del inclemente Astro Rey. Y por supuesto, sean tan turistas como yo y no olviden cumplir con la tradición de probar desde cualquier punto la inverosimil acústica de la Oreja de Dionisios. Se van a quedar como la cueva: de piedra.

Oreja de Dionisio. Prohibido confesarse.

Y dejo para el final, lo que, sin duda, ha sido el principal hallazgo de este viaje y que no es otra cosa que la maravillosa Taormina. La ciudad está situada en los alto de una cadena montañosa a la que solo se puede acceder por vertigionoso teleférico o jugándose la vida caracoleando por su ladera en una estrecha carretera atestada de sicilianos suicidas. Desde que se la intuye majestuosa, con la bucólica Isola Bella a sus pies,  hasta que se contempla el Etna desde su teatro griego, que corona el punto más alto de la ciudad, uno recorre sus escarpadas callejuelas sin salir de su asombro, embrujado por el encanto de sus iglesias, la animación de sus plazas abarrotadas de músicos y bailarines y sus espectaculares vistas. Por cierto, ¿ven como soy un tipo con suerte? El teatro de Taormina es centro operístico indiscutible de Sicilia. Pues bien, ¿a que no saben qué opera estaban ensayando en el teatro cuando lo visité? Sólo les digo que, como comenté al inicio de la primera parte de esta entrega de "Volando voy", es una de mis operas favoritas de todos los tiempos. ¿Tengo que decir que ese día compré un décimo de lotería?

"Cavalleria Rusticana" en Sicilia... ¿alguien da más?
No les voy a marear más con la conexión siciliana. Solo les digo que en pocos sitios es más fácil contentar a todos los miembros de un clan vacacional: tienen playa y montaña, cultura y esparcimiento, fenómenos naturales y fenómenos artísticos. Además come uno de maravilla por muy buen precio y el vino, sin ser excelente, entra fácil y relaja. La gente es atenta y divertida y si pueden sobrevivir a su infernal modo de conducir, tienen, a su vuelta, material para un par de entradas en sus bitácoras. No me dirán que no merece la pena la inversión.