Cuando esta mañana el dueño del bar donde acostumbro a tomar café me ha saludado entonando una canción con inusitada habilidad me he quedado francamente sorprendido. Pero, cuando los clientes que, a tan temprana hora, dormitaban sobre la barra, se han levantado de golpe y se han marcado una ajustada coreografía que incluía mortales y piruetas no podía dejar de pensar si estaba soñando. Lo mejor es que yo les he contestado a todos cantando con no poco estilo y aplomo. Raro, ¿no?
Y, sin embargo, esta situación que de haber ocurrido en realidad, me habría llevado a preguntar a los parroquianos matinales si quedaba lejos el sitio donde habían adquirido los cigarritos de la risa que les llevaban a actuar así, se convierte en algo cómodamente instalado en la cotidaniedad cuando de cine musical se trata. El poder de las películas no solo logra que creamos en los fantasmas, o que nos veamos capaces de conseguir que la chica de nuestros sueños abandone al guapo ejecutivo de noble corazón. También logra que esa utópica pero ilusionante imagen de gente que canta y baila a nuestro alrededor en el día a día, resulte no sólo creible sino atractiva y deseable.
En la actualidad, el género está en franca decadencia. Apenas surgen musicales mínimamente aceptales y el cine, hoy, a tono con la realidad grisacea que nos ha tocado en suerte, prefiere historias más centradas en el lado sórdido de la vida y deja de lado a esa gente imposible que ama, llora y se divierte bajo las notas de una orquesta invisible que tejen para ellos la banda sonora de sus días. Afortunadamente siempre nos quedará la oportunidad de imaginar lo que sería algo así a través de músicales tan intemporales e irrepetibles como los que siguen.
CANTANDO BAJO LA LLUVIA (STANLEY DONNER Y GENE KELLY, 1952): No sólo es le mejor musical de todos los tiempos, sino una obra cumbre del cine. Fresca, divertida, ácida, romántica. Números como "Make'em laugh", el baile onírico con la bellísima Cid Charise o el incomparable "Singin' in the rain" que fue rodado en una sola toma y con el amigo Gene sudando a cuarenta grados de fiebre son hitos inigualados del cine y fuente de energía positiva desde hace más de medio siglo. A pesar del tiempo transcurrido y de lo mucho que han cambiado las cosas, el tiempo no ha hecho mella en este monumento lleno de humor (la primera aparición de Gene Kelly contando sus orígenes), buenas interpretaciones (mención especial a la inmensa Jean Hagen) y unos números musicales como pocas veces se han visto en una pantalla. Por favor, que a nadie se le ocurra perpetrar un "remake".
WEST SIDE STORY (ROBERT WISE Y JEROME ROBBINS, 1962): Ni más ni menos que diez oscars se llevó esta revisión del mito de Romeo y Julieta trasladada al conflictivo West Side de New York. Por obra y arte del cine, Capuletos y Montescos se convierten en Jets y Sharks, bandas callejeras enfrentadas por el control del barrio, mientras que María y Tony sustituyen a los eternos amantes creados por Shakesperare hace más de cuatrocientos años. El famoso "America", "I feel pretty", "Tonight" o el estremecedor "Somewhere", del que años después, Tom Waits hiciera una versión no menos magistral, han sonado en mi tocadiscos primero (de hecho, fue el primer LP que compró el que suscribe en toda su vida) y en mi Ipod después sin interrupción destacable desde hace años. Una obra maestra.
CABARET (BOB FOSSE, 1972): Entre ese iniciático "Willkomen, bienvenu, wellcome..... im cabaret, au cabaret, to cabaret" con el que el genial y justo ganador del oscar, Joel Grey nos introduce en la película, hasta ese desolador crisol de rostros deformados con el que concluye esta genialidad del nortemaericano Bob Fosse asisitmos a algunos de los números musicales más grandes de la historia. Magnífico coreógrafo, melómano empedernido y espléndido director, Fosse crea maravillas como "Cabaret", el celebre "Money,money", o esa maravilla que es "Maybe this time". A pesar del odio irrefenable que siento por el elefantuno Michael York y lo mal que me cae Liza Minelli en general y en esta película en particular, sus poco más de dos horas, solo puede definirse como magistrales. Sin embargo, el gran Bob Fosse no se quedó contento con pasar a la historia por esta obra y, siete años después, ofreció a quien quiso verla, otra obra maestra de nombre.......
ALL THAT JAZZ (BOB FOSSE, 1979): En esta ocasión, el afan experimental y la tétrica temática de la película, una especie de "Cronica de una muerte anunciada" pasada por la batidora musical de Fosse, impidieron el pleno en crítica y público, pero que nadie se engañe, "All that jazz" es una obra maestra del cine. El recientemente fallecido Roy Scheider, se embarcó en esta paseo por la muerte tras vérselas por segunda vez con un escualo con malas pulgas y, quizás de esa experiencia y por la apabullante y narcotizada mirada de Fosse surgió un musical majestuoso, impresionante y espectacular que mezcla Vivaldi con melodías modernas sin sonrojo alguno. "Bye, bye love", el explosivo y perturbador número final de más de diez minutos de duración es un espectáculo verdaderamente incomparable al que un servidor nunca se aburre de asisitir.
MOULIN ROUGE (BAZZ LUHRMANN, 2001): En el año en el que el paranoico Stanley Kubrick situó su aburrida odisea espacial, vio la luz el último gran musical que ha dado la industria del cine. Reconozco que no entré a la primera en el anfetamínico mundo del director australiano. Pero tras un segundo intento, dejando a un lado todo lo visto hasta entonces y permitiendo fluir las imágenes sin el filtro de la tradición, no pude sino rendirme ante el despliegue de talento del que Luhrmann hace gala para contar esta, eso sí, tópica historia de amores imposibles que la pirotecnia visual del australiano convierte en un espectaculo deslumbrante. El carisma abrasador de una bellísima Nicole Kidman y el sorprendente Ewan Mc Gregor, muy alejado de sus patochadas habituales se cruzan con vertiginosos números musicales y arreglos imposibles que adaptan a los nuevos tiempos grandes clásicos del pop y el rock de los ochenta y noventa como "Roxanne","Your song" o "The show must go on". Con películas así, uno se reconcilia con la vida. Lástima que no salgan más