En el año 1997, una reunión en la sede de la productora holandesa Endemol da como resultado la creación del conocido concurso televisivo
"Gran hermano", formato en el que, varios desconocidos son recluidos y aislados del mundo exterior en una casa durante meses mientras las cámaras del programa registran el día a día de los concursantes así como las relaciones que se crean entre ellos. Dado que, semanalmente uno de los habitantes de la casa es expulsado del programa y teniendo en cuenta que el último en abandonarla se embolsa una considerable suma de dinero, es fácil imaginar que la camaradería no es precisamente lo que vertebra las vinculaciones entre los concursantes.
En el año 2004, el realizador norteamericano, Zack Snyder revolucionó el genero cinematográfico de los
"muertos vivientes" con la excepcional
"Amanecer de los muertos". Los monstruos tambaleantes y precarios que popularizara treinta años atrás George A. Romero en la seminal
"La noche de los muertos vivientes", se convierten el anfetamínicas bestias, rápidas y voraces, que ven multiplicadas sus condiciones físicas como consecuencia de la infección, dando como resultado una de las películas más aterradoras y escalofriantes que han visto la luz en los últimos años.
En el año 2008, el prestigioso periodista y escritor británico Charlie Brooker encuentra los, hasta ese momento, inexistentes puntos de contacto entre los dos hechos anteriores e imagina lo que ocurriría si, durante la celebración de una de las galas del programa, el Reino Unido sufriera una colosal epidemia que convirtiera en salvajes muertos vivientes a la práctica totalidad de la población del país, quedando los habitantes de la casa como únicos ignorantes de lo que ocurre fuera de los muros de su prisión mediática. El resultado de esta idea argumental es
"Dead set", una miniserie de cinco breves y adrenalíticos capítulos estrenada hace pocas semanas en el Reino Unido y que constituye la oferta televisiva más radical, irreverente y polémica del año.
"Dead set" no muestra nada que no se haya visto antes en otras obras del género. Su novedad, lo que la hace realmente destacable es que lo muestra a través de un medio, el televisivo, en el que nadie hasta el momento se había planteado realizarlo. No hay que dejarse engañar por el aspecto paródico del planteamiento (la propia presentadora del
"Gran Hermano" británico, Davina Mc Call y no menos de una docena de antiguos concursantes participan en la serie y no cesan de repartir dentelladas a cualquiera que aparezca en plano), lo que cuenta
"Dead set" es serio. Mortalmente serio, si se me permite el chiste fácil .
Una voz, al inicio de cada capítulo, evita la confusión y avisa de que
"Dead set contiene imágenes de extrema violencia y lenguaje no apto para menores" Y más vale hacerle caso. Porque, a pesar de los brochazos de humor negro típicamente británicos (atención al almuerzo en el cuarto episodio en el que los supervivientes discuten acerca de las cosas que no volverán a ver y que, en consecuencia han perdido con la epidemia)
, "Dead set" es cruda, tremendamente violenta y no se detiene en filigranas que oxigenen la acción.
El primer ataque de los infectados al plató desde el que se transmite
"Gran Hermano" o la secuencia en la granja abandonada son aterradores y de una violencia como nunca se ha visto en una serie de televisión. Las escasas dos horas y media que ocupan los cinco capítulos de la serie no permiten andar por las ramas. Todo es rápido, directo, sin concesiones a la galería. Las secuencias de acción y suspense se suceden casi sin interrupción en un más difícil todavía que deja exhausto al espectador y sin que, a la vez, sea posible imaginar qué viene a continuación.
Y es que el guión de Charlie Brooke es excelente, prodigiosamente dinámico, lleno de referencias y guiños al género y con una carga de denuncia social salvaje y demoledora (los últimos planos del último capítulo son una sátira feroz de la actual situación de la televisión) . Los personajes, tan esquemáticos como puedan serlo cualquiera de los participantes reales del concurso, están, por la misma razón, tosca pero inequívocamente trazados con exactitud y los actores que los encarnan son eficientes y cumplen su cometido sin grandes aspavientos ni destacar especialmente, excepción hecha de Andy Nyman, que interpreta al detestable productor del programa y que protagoniza algunos momentos realmente delirantes.
Si a todo ello le sumamos un excelente marco técnico y una dirección incandescente del , al menos para un servidor, desconocido Yann Demange, que acredita un sentido del ritmo y un manejo de la planificación que hace esperar con ganas su debut en la gran pantalla, sólo me queda recomendar lo que aconsejan los responsables de
"Dead set" en la propia cabecera de la serie, es decir, permanecer atento a la pantalla y, si es posible, ver los capítulos
"en una habitación oscura, con una gran pantalla panorámica y con sonido envolvente". Nadie puede decir que no ha sido avisado.