martes, 30 de diciembre de 2008

Los mejores deseos


La retórica navideña me resulta tremendamente indigesta. Mientras gastamos el dinero del que no disponemos en los centros comerciales y organizamos o asistimos a encajonados rituales festivos, contamos los días que faltan para desprender las guirnaldas que enrejan las paredes de nuestras casas y nos morimos de ganas de enterrar nuevamente en su ataúd de cartón a la plantilla completa del Belén navideño.

En realidad, nos agota tanta novedad, por conocida que ésta sea. Anhelamos el momento en el que nuestra rutina habitual vuelva a llamar a la puerta reclamando su puesto de piedra angular y no vemos el momento de acogernos nuevamente a nuestros cálidos y familiares hábitos. Es una época del año equívoca y desconcertante, en la que repartimos con una mano lo que con la otra quitamos. Tan íntima por una parte y tan expuesta al exterior por otra que no es raro que sea la época del año en la que más depresiones se diagnostican. En general, estamos acostumbrados a que lo incoherente habite fuera de nosotros y, por eso, en estas fechas en que descubrimos que, en realidad, la frontera entre uno y otro lado se difumina hasta desaparecer, no es extraño que nos venza el desconcierto y, en ocasiones, un hastío incombustible.

Para bien o para mal, ésta ha sido siempre mi visión de la Navidad. Pero este año algo ha cambiado. He dejado de lado este escepticismo navideño y he enterrado bajo cien metros de tierra mis pensamientos más lóbregos. En esta Navidad y , como por arte de magia, lo que antes era negro más o menos intenso es hoy de un blanco luminoso, níveo. A lo sumo, algún detalle gris. Pero no marengo, como mucho, perla ¿Cual puede ser la razón? Alguna idea tengo. Y viste de rojo. De parte del Clan Winot..... ¡¡FELIZ AÑO 2009 PARA TODOS!!

sábado, 20 de diciembre de 2008

La segunda primera impresión


Si digo que el hombre cuyo retrato acompaña esta entrada tiene serios problemas con el alcohol, es muy probable que nadie me contradiga. Del mismo modo podría afirmar sin miedo a la réplica que el artista que pintó el cuadro encontró al modelo desvariando incoherencias y resguardándose del frío en cualquier hueco cálido de cualquier ciudad, envuelto en múltiples capas de ropa harapienta y abigarrada por la suciedad, junto a un ajado carrito sustraído de algún supermercado. Más dificultades para imponer mi criterio tendría si tuviera que convencer a mi interlocutor de que se encuentra ante el retrato de uno de los grandes genios musicales del siglo XIX.

Pero así es. La vida del compositor ruso Modest Mussorgsky, que no otro es el retratado , viene a ser como una trayectoria en barco por un mar tormentoso. Un compendio inasumible de bandazos que tan pronto amenazan con lanzar la carga por la borda como invitan a la contemplación de un plácido atardecer sentado en la cubierta.

Epiléptico, alcohólico y con insondables abismos de depresión jalonando sus cuarenta y dos años de vida, Mussorgsky era curiosamente también un ser dotado de una extraordinaria sensibilidad, un genio autodidacta, disciplinado y de desatada creatividad cuya inestabilidad le llevó a dejar incompleta la mayor parte de su producción, con composiciones empezadas y abandonadas con mayor o menor rapidez que dejan un panorama desmadejado y genial por el que a pesar de la prudencia que el caos aconseja es difícil no adentrarse.

Su enloquecido genio que, en ocasiones generó creaciones tan adelantadas a su tiempo que fueron concebidas como carencias compositivas, legó a las generaciones venideras obras mayúsculas como "Cuadros de una exposición", concebida como obra para piano y que fue popularizada por Maurice Ravel a través de una ajustada orquestación de la partitura, el poema sinfónico "Noche en el monte pelado", de extraordinaria energía y su racial e inconmensurable ópera "Boris Godunov" de la que dejo un breve fragmento cuya belleza e intensidad es difícilmente superable. Mi adorada señora Winot suele decir que no hay una segunda oportunidad de causar una primera buena impresión, pero, en el caso de Mussorgsky, creo que habría que hacer una excepción

sábado, 13 de diciembre de 2008

Élisabeth y Denise


La II Guerra Mundial acabó con el 2% de la población mundial. Junto a esos casi sesenta millones de personas, murieron todos sus sueños y proyectos, todo aquello que hubieran podido lograr y lo que aquellos que hubieran podido ser engendrados por ellos podrían proporcionar al mundo. Y el no saberlo, el ignorar lo que pudo ser, ayuda a sobrellevar tanta muerte y tanto dolor inabarcable. Sin embargo, hay ocasiones, aun más dolorosas en las que sí hubo tiempo, personas que, a pesar de ver su vida segada de un tajo tuvieron tiempo de acreditar su grandeza y presentar su instancia para la posteridad. Una de estas personas fue la escritora franco ucraniana Irène Némirowsky. Con su ejecución en Auschwitz en 1942, no solo murió la mejor y más brillante escritora del siglo XX, sino que perdimos para siempre la que estaba llamada a ser una de las obras maestras de la literatura europea de todos los tiempos, "Suite Francesa".

Estructurada en orígen como una obra en cinco partes, de las que la autora sólo tuvo tiempo de completar dos antes de ser detenida por los nazis en julio de 1942, "Suite francesa" es una panorámica de la sociedad francesa durante la ocupación alemana desarrollada en pleno apogeo de la II Guerra Mundial. "Los hechos históricos, los revolucionarios sólo hay que rozarlos mientras se profundiza en la vida cotidiana y afectiva y, sobre todo en la comedia que eso ofrece" Esta es la idea que la escritora franco ucraniana desarrolla a lo largo de la obra. La guerra sólo ofrece interés por lo que ello supone para quienes se ven afectados por ella. En ese sentido, "Suite francesa" es más un estudio intimo de personajes que un relato bélico, un retrato social implacable que evita la caricatura y el maniqueismo para dotar a todos los personajes de un entramado vital coherente y dinámico que evoluciona, como es natural, de forma diversa ante similares circunstancias.

Por la misma razón, cada parte está planteada como un ejercicio de estilo distinto. Así, la primera parte, "Tempestad en junio" presenta una alambicada estructura en la que son presentados no menos de una veintena de personajes, miembros de diversas clases sociales y sus reacciones ante la inminencia de la llegada del ejercito aleman a Paris. Por su parte, "Dolce", la segunda es un universo en si mismo que se desarrolla en el cerrado y hosco ambiente de un pueblo ocupado por las tropas invasoras. Lo que en la primera permite a la autora múltiples desplazamientos de la acción es pura contención y escenario único en la segunda. El tumulto de la precipitada huida de París se convierte en bucólica paz en la compartimentada y rocosa sociedad rural magistralmente retratada por Némirowsky. Si no fuera porque la época es la misma y los personajes se entremezclan con maestría en ambas tramas, bien podiamos pensar que se trata de libros distintos.

Si algo sorprende en el estilo de la gran escritora es su extraordinaria habilidad para componer personajes y retratar ambientes. La precisión con la que el temperamento de cada personaje queda trazado, el modo en el que se desarrollan y las relaciones que el azar crea entre muchos de ellos permiten a Némirowsky hacer un ejercicio de virtuosismo literario deslumbrante, sin que la voluntaria y distanciada frialdad que aplica a su prosa impida sentir su humanidad. El petulante y acobardado escritor de prestigio que descubre lo que sucede más allá de su mansión deja paso al retrato conmovedor de un matrimonio de empleados de banca que parten hacia ningun sitio en busca de su hijo herido en el frente. La aterradora lapidación de un sacerdote cuya fe en la humanidad ha desaparecido precede al pueril pero heroico viaje al frente de su hermano pequeño. La relación prohibida que nace entre la urbana y aburrida esposa de un prisionero francés y el oficial nazi que reside en su casa se despliega ante el lector en brutal contraste con el odio infinito hacia Alemania del que dispone un belicoso joven al que los celos nublan el sentido. La cantera de personajes es enorme y la maestría de la escritora al retratarlos, sencillamente, colosal.

De la tercera, cuarta y quinta parte de "Suite francesa" poco se sabe. Se conservan algunas notas manuscritas de Némirowsky, (incluidas, por cierto, en la excepcional edición que, de la obra, ha publicado la Editorial Salamandra) y, por ellas, conocemos el destino final previsto de algunos personajes, el tono crudo y violento que pretendía dar a la tercera parte, bautizada como "Cautividad", su indecisión acerca de los acontecimientos y el estilo a aplicar a la cuarta y las enormes dificulatades que suponían para ella el final de la obra. Poco más. Irène Némirowsky se llevó a la fosa común de Auschwitz más de la mitad de una obra llamada a ser un clásico, una referencia de literatura apasionante y apasionada recordada eternamente.

El día antes de ser arrestada escribió sin falsa modestia pero con escalofriante clarividencia que "en los últimos días, he escrito mucho. Supongo que serán obras póstumas, pero ayuda a pasar el tiempo". Tenía treinta y nueve años cuando murió, un marido que jamás aceptó su perdida y que siguió su mortal itinerario pocos meses después y dos hijas, Élisabeth y Denise, que huyeron milagrosamente del exterminio en un periplo inconcebible durante el cual nunca se separaron de una maleta en la que junto con otros recuerdos de su madre viajó casualmente el manuscrito original e inacabado de "Suite francesa". Mi eterno agradeciento a ambas.

lunes, 1 de diciembre de 2008

A oscuras


En el año 1997, una reunión en la sede de la productora holandesa Endemol da como resultado la creación del conocido concurso televisivo "Gran hermano", formato en el que, varios desconocidos son recluidos y aislados del mundo exterior en una casa durante meses mientras las cámaras del programa registran el día a día de los concursantes así como las relaciones que se crean entre ellos. Dado que, semanalmente uno de los habitantes de la casa es expulsado del programa y teniendo en cuenta que el último en abandonarla se embolsa una considerable suma de dinero, es fácil imaginar que la camaradería no es precisamente lo que vertebra las vinculaciones entre los concursantes.

En el año 2004, el realizador norteamericano, Zack Snyder revolucionó el genero cinematográfico de los "muertos vivientes" con la excepcional "Amanecer de los muertos". Los monstruos tambaleantes y precarios que popularizara treinta años atrás George A. Romero en la seminal "La noche de los muertos vivientes", se convierten el anfetamínicas bestias, rápidas y voraces, que ven multiplicadas sus condiciones físicas como consecuencia de la infección, dando como resultado una de las películas más aterradoras y escalofriantes que han visto la luz en los últimos años.

En el año 2008, el prestigioso periodista y escritor británico Charlie Brooker encuentra los, hasta ese momento, inexistentes puntos de contacto entre los dos hechos anteriores e imagina lo que ocurriría si, durante la celebración de una de las galas del programa, el Reino Unido sufriera una colosal epidemia que convirtiera en salvajes muertos vivientes a la práctica totalidad de la población del país, quedando los habitantes de la casa como únicos ignorantes de lo que ocurre fuera de los muros de su prisión mediática. El resultado de esta idea argumental es "Dead set", una miniserie de cinco breves y adrenalíticos capítulos estrenada hace pocas semanas en el Reino Unido y que constituye la oferta televisiva más radical, irreverente y polémica del año.

"Dead set" no muestra nada que no se haya visto antes en otras obras del género. Su novedad, lo que la hace realmente destacable es que lo muestra a través de un medio, el televisivo, en el que nadie hasta el momento se había planteado realizarlo. No hay que dejarse engañar por el aspecto paródico del planteamiento (la propia presentadora del "Gran Hermano" británico, Davina Mc Call y no menos de una docena de antiguos concursantes participan en la serie y no cesan de repartir dentelladas a cualquiera que aparezca en plano), lo que cuenta "Dead set" es serio. Mortalmente serio, si se me permite el chiste fácil .

Una voz, al inicio de cada capítulo, evita la confusión y avisa de que "Dead set contiene imágenes de extrema violencia y lenguaje no apto para menores" Y más vale hacerle caso. Porque, a pesar de los brochazos de humor negro típicamente británicos (atención al almuerzo en el cuarto episodio en el que los supervivientes discuten acerca de las cosas que no volverán a ver y que, en consecuencia han perdido con la epidemia), "Dead set" es cruda, tremendamente violenta y no se detiene en filigranas que oxigenen la acción. El primer ataque de los infectados al plató desde el que se transmite "Gran Hermano" o la secuencia en la granja abandonada son aterradores y de una violencia como nunca se ha visto en una serie de televisión. Las escasas dos horas y media que ocupan los cinco capítulos de la serie no permiten andar por las ramas. Todo es rápido, directo, sin concesiones a la galería. Las secuencias de acción y suspense se suceden casi sin interrupción en un más difícil todavía que deja exhausto al espectador y sin que, a la vez, sea posible imaginar qué viene a continuación.

Y es que el guión de Charlie Brooke es excelente, prodigiosamente dinámico, lleno de referencias y guiños al género y con una carga de denuncia social salvaje y demoledora (los últimos planos del último capítulo son una sátira feroz de la actual situación de la televisión) . Los personajes, tan esquemáticos como puedan serlo cualquiera de los participantes reales del concurso, están, por la misma razón, tosca pero inequívocamente trazados con exactitud y los actores que los encarnan son eficientes y cumplen su cometido sin grandes aspavientos ni destacar especialmente, excepción hecha de Andy Nyman, que interpreta al detestable productor del programa y que protagoniza algunos momentos realmente delirantes.

Si a todo ello le sumamos un excelente marco técnico y una dirección incandescente del , al menos para un servidor, desconocido Yann Demange, que acredita un sentido del ritmo y un manejo de la planificación que hace esperar con ganas su debut en la gran pantalla, sólo me queda recomendar lo que aconsejan los responsables de "Dead set" en la propia cabecera de la serie, es decir, permanecer atento a la pantalla y, si es posible, ver los capítulos "en una habitación oscura, con una gran pantalla panorámica y con sonido envolvente". Nadie puede decir que no ha sido avisado.

domingo, 23 de noviembre de 2008

La amenaza del vampiro


Recorría los pasillos del supermercado con rapidez, saltando de un lado a otro sin que milagrosamente chocara con ninguna de las columnas de productos que flanqueaban los corredores del local. Sí, es cierto que sus gritos de alegría tenían un decibelio más de los necesarios y que, si no andabas fino era probable que estamparas tu sobrecargado carro contra su cabeza en cualquier esquina. Pero por lo demás, era un niño normal, tan activo, acelerado y feliz como cualquier otros chaval sano de unos cuatro años.

Durante su periplo por los laberintos del supermercado, no tuve nunca a mi vista al adulto que, presumía, acompañaba al acrobático jovenzuelo y reconozco que me llamaba la atención no escuchar aleatorios avisos de prudencia de los que los responsables de menores somos tan amigos. No volví a pensar en el tema hasta que unos minutos después el pequeño correcaminos apareció ante mis ojos, con el buen humor extraviado en algún pasillo, los gritos, ahora, superando holgadamente el umbral del dolor y sus cabriolas convertidas en convulsos espasmos encajonados entre las barandillas que conducen a las cajas. A su lado, una mujer alta lo sujetaba por la mano derecha sin mostrar el menor interés por lo que ocurría al final de aquel brazo que sostenía firmemente.

En algún punto del viaje, el equilibrio de poder entre niño y adulto debió romperse y aquél , ahora tomaba cumplida venganza, reclamando algo que supuse negado apenas unos segundos antes y que, por mucho que afiné el oído, me fue imposible descifrar. La mujer se mantuvo en su solemne silencio hasta que el niño comenzó a tirar de ella hacia la salida exigiendo en similar tono al usado hasta el momento "ir a casa". En ese instante y con sorprendente lentitud, la mujer giró sobre sus talones y se agachó hasta colocar sus ojos a la altura de los del chico . "Tú mismo", dijo sin alterarse un ápice, "si quieres, sal ahora y vete casa. Yo tengo que pagar la compra. Sólo te digo que ahí fuera acabo de ver un enorme vampiro". Ignoro que ideas se asociaron de inmediato en la mente del niño, pero mucho antes de que su acompañante recuperara la verticalidad, quedó inmóvil, agarrotado junto al carro y sin que volviera a oírsele una sola palabra, con los ojos abiertos de par en par y dilatados por el miedo.

No es justo juzgar a un padre o a una madre por un determinado comportamiento puntual que estimemos impropio o exagerado. Yo he cometido ese error en ocasiones y, ahora que la heredera nos alegra los días, he tenido que disculparme no pocas veces con aquéllos a los que sermoneaba desde la ignorancia. El potencial de deseperación que pueden provocar los niños es inabarcable. El llanto de un bebe o un comportamiento como el que acabo de describir pueden prolongarse durante horas y, en ocasiones, es difícil mantener firmes los estribos y no extraviarlos en el maremoto. Por eso, en realidad, no sé si hice bien cuando, al encontrarlos un poco más adelante esperando para cruzar un semáforo solté un buen pescozón a la amante de Drácula que le hizo trastabillar y soltar una de las bolsas que se desparramó con estrépito en la calle. Protegido por el aislamiento que, en materia musical, conceden las nuevas tecnologías no escuché sus más que seguros improperios mientras volvía a mi casa para achuchar un buen rato a mi pequeña princesa y, por si las moscas, esa noche dormí con un buen crucifijo al alcance de la mano. Padre prevenido, vale por dos.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Blanco y en botella


Para Miguel de Unamuno lo más detestable del mundo es la avaricia de espíritu de aquéllos que, sabiendo algo, no procuran la transmisión de esos conocimientos. Cicerón, por su parte, mantenía, con toda la razón del mundo, que una cosa es saber y otra, bien distinta, saber enseñar. No tengo el placer de conocer a Leopoldo Abadía, pero, sin duda, el pensador vasco y el erudito romano no ahorrarían alabanzas a este septuagenario ingeniero, ex-profesor del IESE, padre de 12 hijos y abuelo de 35 nietos que en los últimos meses se ha convertido en toda una estrella mediática gracias a su ajustado, didáctico y lúcido estudio de la crisis que sacude los cimientos de la economía mundial, que bajo el epígrafe de "crisis ninja" fue publicado en su blog hace ya algunos meses y a la que podéis acceder pinchando aquí.

Es difícil explicar algo tan complejo como el derrumbamiento de la estructura financiera mundial de un modo más claro y accesible. Lo que empezó como un pequeño artículo escrito casi como una válvula de escape una tarde de domingo se ha convertido, a día de hoy en un amplio y apasionante escrito de más de cincuenta páginas, que se actualiza casi "on line" y que provoca un "efecto llamada" entre los curiosos que arrasan diariamente el blog del amigo Abadía con miles de visitas y no menos comentarios.

Tan amplia es la repercusión del estudio, que el autor y su hijo se han visto obligados a crear un nuevo blog, "El viajero ninja", para poder dar cuenta de la abotargada agenda del profesor Abadía y que incluye no sólo conferencias en infinidad de universidades sino coloquios y entrevistas de todo tipo y pelaje en los principales foros económicos y no económicos. Venced la pereza y dedicarle unos minutos. Todo estará más claro después. Para los más vagos, aquí dejo la entrevista concedida a Buenafuente el pasado día uno de octubre. Un manjar, oiga.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Lo que mueve la historia


Hace unas semanas, Javier Marías arremetía en un artículo contra el uso libertino y recurrente del adjetivo "histórico" aplicado a ciertos hechos de la actualidad. El propio termino pierde su esencia si, de repente, una victoria en la Liga de fútbol, la recaudación del "Rasca" de la ONCE o el tamaño de los atributos de Nacho Vidal se califican como "históricos", haciendo desmerecer así a la Revolución Francesa, el descubrimiento de la penicilina o la caída del Muro de Berlín. Histórico es aquello que cambia el rumbo de la humanidad, lo que marca un antes y un después en la trayectoria de nuestro mundo y nuestras gentes. En este sentido, la victoria de Barack Obama en las elecciones presidenciales norteamericanas de hace unos días no puede merecer otro calificativo que el de histórica.

Y es histórica no sólo porque el presidente electo pertenezca a una raza , la negra, que hace poco más de dos siglos llevaba grilletes y hace menos de sesenta, carecía en gran medida de derechos civiles sino, especialmente, porque, a la espera de su futuro y previsible destronamiento a manos de China, el país que le ha tocado gobernar al senador de Illinois es la potencia económica y militar más grande del mundo y, nos guste o no, todos bailamos al ritmo que marcan desde la Casa Blanca, por lo que resulta sumamente importante saber quién dirige la orquesta.

Y a las pruebas me remito. Gracias a George Bush y a su infame gestión, el mundo, hoy, es un lugar menos saludable donde vivir. No sólo eso, los Estados Unidos viven una colosal crisis de popularidad y sus petrolíferos golpes sobre el tablero de Oriente Medio han convertido a Occidente en blanco predilecto de los integristas más radicales. Además, las economías de medio mundo se derrumban y las arcas internacionales se desangran, sin duda por sus propios defectos y, también sin duda, como consecuencia de las grietas generadas por una política económica y monetaria esquizofrénica y expansiva de la que apenas hemos empezado a conocer sus consecuencias. Que un personaje tan siniestro, mediocre, acomplejado y estúpido haya conseguido ser presidente de la nación más poderosa del mundo durante ocho años (reelección incluida) sigue siendo un misterio insondable para un servidor.

Podría parecer que, con estos precedentes, Obama lo tiene fácil. Cuando tu predecesor en el cargo ha dejado un estercolero de semejantes proporciones a tu cargo, cualquier esquinita limpia, el más pequeño avance en alguno de los aspectos o temas donde el país anda atascado luce con extrema potencia. Sin embargo, es tan enorme la expectativa que ha generado su victoria, su personalidad genera un atractivo tan poderoso que es difícil encontrar un político en la historia reciente del que se hayan podido decir cosas más positivas en menos tiempo, incurriendo a veces en excesos (de adulación casi pornográfica, hablaba ayer Miguel Angel Bastenier en El País) que pueden hacer morir de éxito al senador de Illinos antes de dar el primer paso.

Lo que es cierto es que con su victoria, todos miramos con otros ojos a ese enorme jardín de infancia que son los Estados Unidos. La esperanza de encontrar una mente que no esté perturbada por el alcohol o el resentimiento a los mandos de la excavadora que abre los cimientos del resto del mundo genera una, tal vez, ilusoria sensación de tranquilidad que tal vez, no dure mucho. Pero al menos escribo "tal vez", algo a lo que nunca antes me hubiera atrevido. Eso si, sólo hay una cosa que no le perdono al presidente electo: que ganara a Hillary Clinton en las primarias demócratas. Porque la imagen de una senadora envalentonada por su triunfo, y discutiendo con Bush en el Despacho Oval, mientras su marido Bill, como ¿Primer Caballero? recorre las cocinas de la Casa Blanca y recibe las llaves de la mansión de Laura Bush, esa imagen, no tiene precio. Además, ya sabemos como se las gasta el amigo Bill. Seguro que hubiera recordado donde guardó aquella última caja de puros. Pobre Laura.

lunes, 27 de octubre de 2008

Él, nosotros y ellos


No son pocas ni, desgraciadamente, escasas las oportunidades en las que el presidente del gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, se ha puesto en evidencia frente al mundo y, en consecuencia, ha hecho lo propio con aquellos a quienes representa. Desde sus patéticos desplantes a los Estados Unidos, pasando por su vehemente negativa de la crisis que asola el mundo financiero y, por tanto, al mundo entero, sin olvidar sus guiños a temibles gobernantes como Hugo Chavez o Fidel Castro. Resulta difícil encontrar un personaje público con mayor habilidad para hacer el ridículo, y eso que en el mundo de la política, los tocinetes sectarios y demagogos proliferan con soltura. Por eso, la absurda cruzada iniciada recientemente para lograr la presencia de España en la reunión que se celebrará en Washington el próximo mes de noviembre y a la que acudirán los representantes de las economías más fuertes del mundo, no debería sorprenderme.

Y sin embargo, este siniestro Tetris, esta versión adulterada del juego de la silla que el gobierno ha iniciado para lograr que nuestro presidente luzca el palmito cerca de la Casa Blanca, logra sacarme de mis casillas con aún mayor ferocidad que hasta ahora. Resulta asombroso que, con la que está cayendo, el cabalo de batalla de Zapatero y su panda sea que España contribuya con sus aportaciones a la refundación del capitalismo, la regulación de los mercados financieros y la cuadratura del círculo entre otros temas. Y para ello, no dudan en enredar en su maraña exasperante al Rey, al presidente del Banco Central Europeo y al marido de Carla Bruni, antes conocido como presidente de Francia.

Argumentan que nuestra economía juega en la Champions League, que las medidas adoptadas van a fulminar la crisis con la misma rapidez con la que el Ibex35 perfora soportes y, por supuesto, que todo es culpa de Bush, que aún anda escocido por el dolor de espalda que impidió a nuestro presidente levantarse ante las barras y estrellas hace ya unos años, cuando ni por lo más remoto imaginaba que sería presidente del gobierno. Y probablemente todo esto sea verdad, no digo que no. Pero, si, efectivamente lo es, ¿qué necesidad hay de montar este circo? ¿Empezaremos a jugar en la Intertoto si no nos gastamos el dinero en viajar al país del escocido cowboy? Si no necesitamos la ayuda ni los conocimientos de los demás porque estamos mejor preparados que el resto de la humanidad, ¿es realmente preciso gastar tanto capital humano y económico en estos momentos en los que el paro roza máximos históricos, la recesión extiende su manto sobre la economía nacional y los ciudadanos confían más en la Bruja Lola que en el sistema bancario?

No tengo la menor idea de si, finalmente, Zapatero asistirá o no a la famosa reunión de Washington. En poco o nada va a influir la misma en que tengamos mayores o menores dificultades para llegar a fin de mes. Pero, personalmente, prefiero que no acuda. Sería menos contraproducente si se quedara en su casa y nos ahorrara la imagen de verlo, como a Peter Sellers en la película "El guateque", arrinconado en una esquina de la mesa, con las rodillas a la altura de los hombros, sentado en una silla traida de cualquier parte para evitar que permanezca en pie, ignorado por todos y repartiendo sonrisas a los verdaderos invitados que no cesan de preguntarse si el español viene de parte del novio, de la novia o, sencillamente, se ha equivocado de boda.

sábado, 18 de octubre de 2008

Contra la pereza


El médico mallorquín, Bartolomé Beltrán, polifacético ser humano que, tan pronto, compra un equipo de fútbol como receta comprimidos contra la diarrea crónica, paseó su palmito durante los años noventa por los estudios de Antena 3 Televisión, perpetrando artefactos como "La salud es lo que importa", "De tú a tú" o mi favorito, "Viva la vida".

Recuerdo que era muy estimulante contemplar su rostro sonriente a tempranas horas de la mañana saludando gentilmente a los espectadores con un "buenos días, con alegría" que, realmente lograba que olvidáramos el madrugón y nos dispusiéramos a desayunar con optimismo y buen humor. El problema es que, a los pocos segundos, iniciaba el anticipo de los temas a tratar durante la mañana y era entonces cuando se te cortaba la leche del café y, era difícil no echar la magdalena. Cáncer terminal, vasectomías a pelo, trepanaciones sin censuras. Imagino que trataría otros temas en las numerosas horas del programa, pero, al menos a un servidor, se le quitaban las ganas de todo y acudía a sus clases sumido en pesadillas en las que ensaimadas gigantes introducían perlas de Manacor por mi garganta mientras Bartolomé reía en la distancia, desenfundando el escalpelo.

De modo, queridos amigos, que, si lo que uno quiere es, expulsar la pereza de nuestro cuerpo, levantarse como un resorte de la cama, desayunar con una sonrisa en la cara y afrontar el día con las pilas en carga máxima, olvídense de la televisión y del hiperactivo doctor y no duden en escuchar el cuarto movimiento de la sinfonía número 104, "Londres" de mi adorado Franz Joseph Haydn. Los días cunden más. Palabrita.


sábado, 11 de octubre de 2008

Idioteces castizas

Resulta paradójico comprobar cómo el único modo de garantizar las libertades de un individuo en la sociedad es a través de la estricta limitación de la de los demás. Las leyes se expanden con tal celeridad que resulta difícil atravesar una linea sin arriesgarse a chocar con alguna norma que lo impida. Ya lo dijo Napoleón Bonaparte, con tantas leyes, nadie está seguro de no ser ahorcado. Y, como tantas veces ocurre cuando la cantidad prima sobre la calidad, muchas de esas leyes no sólo resultan injustas e, incluso, inmorales, sino que incluso, en ocasiones, se precipitan violentamente en la estupidez.

Ayer, sin ir más lejos, el Alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, se ha sacado de la manga una ordenanza municipal que, entre otras medidas, prohibe la existencia de hombres- anuncio y la entrega de publicidad en la vía pública. La primera norma pretende hacer desaparecer tan añeja figura por considerar que "ataca la dignidad de la persona". Imagino que, Fernando Alonso o Paul Gasol no pisarán en los próximos años el centro de la capital, por miedo a que les apliquen la normativa. Si bien sus emolumentos son muy superiores a los de un humilde hombre anuncio, no dejan de ser personas que portan publicidad de una determinada marca a cambio de una retribución. Respecto a la vejada dignidad de los hombres anuncios, la verdad, creo que cualquier "mileurista" que se deje la vida por un sueldo miserable en uno de los múltiples contratos temporales que se firman en Madrid, tendría mucho que decir sobre el tema.

Por su parte, la prohibición de repartir publicidad en las calles no sólo priva de un importante medio de obtener ingresos a multitud de comercios sino que además provoca un asombroso desplazamiento de la culpa del lamentable estado de limpieza del centro de la ciudad. Y es que quienes afectan directamente a la imagen de las calles no son quienes reparten papeles en la calle ni las empresas que los contratan sino los orangutanes, vestidos de ciudadanos, que sin apenas mirar lo que les entregan, lo estrujan y lanzan a la vía pública. A ellos es a quienes hay que aplicarles las leyes que ya existen.

Con medidas como éstas, mi ciudad se convierte, día a día, en un peligroso campo de minas esparcidas sin orden ni concierto, por el que es difícil pasear sin sentir en la nuca el aliento de alguna norma estúpida que venga a estropearte la tarde. Porque prohibir la entrega de publicidad con la excusa de que ensucian la calle es tan estúpido como prohibir el comercio de pipas porque la gente escupe las cáscaras al suelo cuando las comen. Iba a decir que eso aún está permitido, pero me pongo algo encima y bajo la tienda de la esquina a comprar unas cuantas bolsas. Por si acaso.

martes, 7 de octubre de 2008

Morgan, el plúmbeo


Su presencia en una película suele ser garantía de calidad. Sin entrar en mucha profundidad, obras como "Cadena Perpetua", "Sin perdón" o "Million Dollar Baby" así lo acreditan. Pero no es menos cierto que cuando Morgan Freeman se pasea por una pantalla, las posibilidades de sufrir un discurso plomizo y aburrido sobre la reproducción asexual del escarabajo pelotero aumentan de manera exponencial.

Da igual que su papel sea el de un curtido policía de turbio pasado, un presidiario que busca la reinserción o el jefe de una hermandad de asesinos huidos de Matrix. En algún momento y sin mediar preaviso, Morgan desplegará una chapa de plomo sobre el infortunado protagonista y para su deseperación y la de los sufridos espectadores iniciará una cháchara incesante y monocorde, generalmente con obvia moraleja, que dejará a su víctima con el esfínter dilatado hasta nuevo aviso.

Además, al tratarse de un "secundario de lujo" y "un actor de carácter" perpetra sus crímenes verbales con un aire de superioridad bastante cargante y, normalmente, en pie frente a su presa, con el semblante pétreo y un aire de resabiadillo muy estomagante, mientras observa el auditorio con un aire de "déjame que te cuente, limeño" que echa de espaldas.

Es una pena, porque, en general, participa en proyectos altamente interesantes, pero su incontinencia verbal me lleva a huir acobardado de aquellas películas en las que este hombre asoma la nariz. Tan pronto como se dé anuncio a su papel de miembro de una asociación de sordomudos volveré a intentarlo, pero mientras tanto, Morgan, ahí te quedas con tus comidas de oreja y tu voz en off. Parafraseando a Joaquín Sabina, estas orejas no sufren más por ti.

domingo, 28 de septiembre de 2008

El novio de mi tía


En mi familia, Paul Newman siempre fue el novio de mi tía Maribel. Se le extraviaba la vista cuando hablaba de él y corría a casa cada vez que emitían una de sus películas por televisión, de lo que le informaba con un puchero de celos fingidos su marido que, incluso, le preguntaba si quería que se fuera a dar una vuelta, para que estuvieran más cómodos. Jamás llegó a conocerlo y, en realidad, de haberlo hecho, nunca nada hubiera pasado. Mi tía besaba por donde pisaba su marido y el gran Paul sólo tenía ojos para su adorada esposa, Joanne Woodward, con la que ha estado casado durante cincuenta años y hasta el mismo momento de su muerte, en uno de los matrimonios más estables de la historia del cine.

No es de extrañar que mi tía se rindieran a sus encantos. Como escribe Maruja Torres, Paul Newman era "guapo a morir". Y lo fue durante toda su vida, desde sus deslumbrantes treinta hasta sus interesantes setenta, sabiendo envejecer con dignidad y sin nunca pretender detener el tiempo. Mientras sus compañeros de generación permitían a sus cirujanos plásticos comprarse mansiones en las Bahamas, él se dedicaba a sus coches, a sus películas, a su mujer y a sus hijos, que tenían la suerte de contemplar cada día sus legendarios ojos azules, aquellos en los que, como decía su novia madrileña, "una se podría bañar toda la tarde".

Su filmografía es, tal vez, la más redonda de de entre las de sus contemporáneos. Resulta complicado encontrar una película que no esté a la altura. Muy al contrario, la mayoría son clásicos absolutos del cine, como "Marcado por el odio", "El largo y cálido verano", "Dos hombres y un destino", "El buscavidas"o "Veredicto final", entre otras. Tuvo que esperar a realizar uno de sus trabajos menos destacables en "El color del dinero" para que la Academia le otorgara el premio que llevaba años negándole, y se marchó del cine por la puerta grande, dosificando sus últimas participaciones en el cine hasta concedernos en su última interpretación un trabajo inconmensurable, apabullante y, nuevamente despojada de premios en esa pequeña obra maestra que es "Camino a la perdición", donde el novio de mi tía, con casi ochenta años y poco más de media hora en pantalla, logra deslumbrar con abrumadora energía.

Al final, al igual que le ocurrió hace muchos años a su ignorada novia española, el maldito cáncer le ha lanzado por la borda mucho antes de lo debido y, por supuesto, sin permitir que mi tía lograra su sueño de conocerlo. Quizás ahora que ambos están muertos y que comparten causa, pueda ella, finalmente, hacer esa foto con la que soñó toda su vida. Les deseo suerte a ambos de todo corazón.

jueves, 25 de septiembre de 2008

En su presencia

No creo en Dios. Si tuviera que definir de algún modo mis ideas religiosas, debería definirme como agnóstico, aunque, en realidad, es un tema que no me preocupa. Pero, si me equivoco, si realmente existe y, en algún momento tengo que presentarme ante Él para rendir cuentas, tengo la certeza de que "Beim Schlafengehen ", de Richard Strauss, sería la música idonea para acopañar ese encuentro. Strauss es, aquí y sin discusión alguna, Dios. Y Elisabeth Schwarzkopf su profeta. Música como esta no puede ser de este mundo, sólo divina.

domingo, 21 de septiembre de 2008

20.000 euros


El diario británico "Telegraph" publicó hace unos días un reportaje que recogía los veinte mejores montajes fotográficos que han aparecido en los últimos años en diversos medios de comunicación, ya sean escritos o digitales. Por cortesía del Photoshop, allí estaban recogidas, entre otras, imágenes magistralmente trucadas de unos submarinistas a punto de ser devorados por un colosal tiburón, al primo del escualo atacando un helicóptero en pleno vuelo o, quizás la que más dudas ha suscitado acerca de su carácter amañado, la que recoge al unicelular de George Bush siguiendo atentamente la lectura de un libro colocado al revés en sus manos.

Al parecer, es intención del diario hacer este reportaje con periodicidad anual. Por eso, cuando hace unos días, vi el cartel que recoge la fotografía que acompaña esta entrada en la Parroquia de Tomás Moro, en Majadahonda, intenté ponerme en contacto con ellos para que la incluyeran en la edición del año que viene. Pero, por increíble que parezca, no se trata de un montaje.

Helmut Newton y yo nunca coincidimos en clase y eso se nota en la pésima calidad de la instantánea. No obstante, creo que el mensaje se lee con facilidad. Sobre una imagen de la parroquia a medio construir, se puede leer el siguiente mensaje: "Tenemos que pagar 20.000 € mensuales del préstamo. ¡Necesitamos tu suscripción!" No me he puesto a hacer números, pero, para semejante cuota, debe tratarse de una deuda considerable.

Eso sí, hay que reconocer que, como ocurre en las películas de gran presupuesto, cada euro gastado en la obra luce con descaro: diseño vanguardista y contenido en el recinto, capillas separadas por enormes paneles acristalados e insonorizados, madera de primera calidad en todo el suelo, bocas de ventilación y/o calefacción bajo los asientos, servicios para los feligreses, etc, etc. Reparar, lo que se dice reparar en gastos, han reparado poco. Y, en realidad, eso me parece bien, por mucho que se pasen el seminal tema de la austeridad y la pobreza tan arraigado en sus principios por el mismísimo arco del triunfo. Con su dinero, cada uno hace lo que quiere. El problema es que, por lo que parece, no disponían del suficiente.

Y bien está que uno pida lo que necesita para sobrevivir a aquéllos en quienes confía o, como en este caso y mejor dicho, a aquéllos que confían espiritualmente en ellos, pero mucho me temo que no es la necesidad, en esta ocasión, lo que ha llevado a esta gente a apelar a la conciencia de sus fieles para colocar los cimientos de este delirio de grandeza. Del mismo modo que Jesús expulsó a los mercaderes del templo, no tengo dudas de que, esta gente pondría de patitas en la calle a un mendigo que en sus inmaculadas y modernas instalaciones, como decía el gran humorista Eugenio en uno de sus chistes más celebrados, pidiera a los que por allí recalan, solomillo en lugar de limosna con la excusa de ser aquél el día de su cumpleaños.

Poca diferencia veo en el carácter gratuito e insolente de ambas peticiones. Ambas me parecen excesivas, indecentes y corruptas de raíz. Y, si alguna existe, es que el indigente no tiene fe a la que apelar perversamente y, por tanto, nunca logrará lo que busca, cosa que, por lo visto si han conseguido los que vienen reuniendo esos 20.000 € mensuales, a los que, sin ser demasiado piadoso, es fácil imaginar no pocos fines mejores a los que ser destinados.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Placido Domingo para un puñetero lunes


Aunque el ego le juega a veces malas pasadas y le lleva a grabar esperpénticos discos de rancheras, a dar cuerpo al nuevo y alucinógneo himno del Real Madrid o a sentar las bases de engendros como Il Divo o The Ten Tenors con aquel infumable sacacuartos que fue el invento de los Tres Tenores, sería una tremenda injusticia no reconocer que Plácido Domingo ha sido uno de los tenores más importantes de la historia. De hecho y como recogió recientemente la encuesta encargada por BBC Music, el mejor, por mucho que mi rendida admiración por el gran Carlo Bergonzi al que ya hace unos meses rendí homenaje, aquí me lleva a no suscribir por completo el veredicto. Pero, es indudable que nos encontramos ante uno de los grandes.

Y no sólo por su voz que ya maravilló en su debut como barítono hace casi cincuenta años. Además de eso, nos encontramos con un actor de carácter, expresivo y especializado en papeles de hombres devorados por la pasión (el Canio de "Payasos" o su impecable Don José en ese torrente de emociones que es "Carmen"). Por si fuera poco, el hombre es, además, un más que solvente director de orquesta (la "Madame Butterfly" que protagonizó desde el foso del Teatro Real hace un año y de la que también di buen a cuenta en este rincón fue esplendorosa) y un verdadero todoterreno musical que nunca ha rechazado un reto, lo que le ha permitido enfrentarse a Verdi, Bizet, Puccini e, incluso a Wagner y Tchaikowsky, con lo que eso implica en cuanto a idioma, tesitura y expresividad vocal y física.

Septiembre es mes de buenos propósitos. Todos dejamos de fumar, rellenamos la ficha de algún gimnasio, enterramos los alimentos que más nos gustan (y que suelen coincidir con los menos beneficiosos para nuestro organismo) y empezamos alguna colección que, con toda seguridad dejaremos inconclusa. Este año no es una excepción y las tiendas se llenan con toneladas de cartón que encierran en un muro de plástico todo tipo de libros, piezas de construcción, vasos, muñecas y soldaditos de plomo. Entre todas,destaca la que Altaya ha dedicado a los grandes momentos operísiticos del gran Plácido. Algunos de los tesoros más grandes de la música del siglo pasado ( "Il trovatore", con Karajan a la batuta, "Carmen", junto a Elena Obraztsova, su incandescente interpretación en "Sansón y Dalila" junto a Olga Borodina) se encuentran agazapados en esos DVD que intentan hacerse un hueco en la desmesurada oferta de este incio de curso. Sería una pena dejarla escapar. Un poco de Plácido, cada lunes, ayuda a pasar la semana.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Caviar para cerdos


Lo dicen sin sonrojo, a pecho descubierto. Miran a la cámara en el plató correspondiente cada viernes o sábado noche y afirman ser periodistas. No sólo eso. Además, no les tiembla la voz a la hora de decir que el haber obtenido una foto de la Duquesa de Talycual haciendo aguas mayores en un parque u obtener las declaraciones de un individuo que dice que el famoso Pepito Pérez le ha querido petar el caca es, ni más ni menos que periodismo de investigación. Casi nada.

Cuando se me pasa la risa (o la indignación, según el día), acostumbro a ojear nuevamente "Cabeza de turco" la obra que escribió hace veinte años el, éste sí, periodista alemán Günter Wallraff y me resulta difícil resistir la tentación de enviárselo a estos menesterosos miserables para que comprendan finalmente qué es aquello a lo que se refieren tan habitualmente y con tan poca puntería.
Porque el amigo Wallraff, intentando poner de manifiesto la explotación a la que eran sometidos los inmigrantes turcos en la próspera y envidiada Alemania de los ochenta y, al mismo tiempo, denunciando los inconcebibles abusos a los que las grandes empresas multinacionales sometían a sus empleados menos beligerantes, asumió durante dos años la falsa personalidad de Alí, un inmigrante turco dispuesto a realizar cualquier tipo de trabajo y en cualquier clase de condiciones.

Ya en el prólogo, el autor deja claro lo vivido en aquellos meses. "En plena República Federal he vivido situaciones que, de hecho, sólo están descritas en los libros de historia del siglo XIX". Con Wallraff camuflado tras los rasgos de Ali, asistimos a un verdadero catálogo de los horrores en los que todo queda al descubierto: el racismo, la miseria, el integrismo católico (Alí intenta, sin éxito bautizarse en una docena de iglesias sin que encuentre sacerdote que lo acepte), el abuso inconcebible de poder por parte de las empresas (el capítulo dedicado a las viviencias de Alí en la cadena de hamburgueserías, Mc Donald's es sobrecogedor) y el escaso valor de la vida de aquellos a los que llamamos iguales, pero que hacen buena aquella máxima orwelliana de que todos somos iguales, pero algunos son más iguales que otros.

La obra es excepcional, apasionante, valiente y causó una tormenta periodística en Alemania de las que no se recuerdan. A un lado, los que vieron lo que estaba ante sus ojos y no lograban distinguir. En el otro, los que vieron sus bolsas de basura abiertas de par en par e intentaron cerrarlas para evitar que el mal causado siguiera expandiéndose. Y en el medio, un Wallraff enfermo, agotado y, sobre todo, humillado y asqueado por aquello que no parecía existir. "Aun no he llegado a saber cómo asimila un extranjero las humillaciones cotidianas, los actos de hostilidad y de odio, pero sí sé ya lo que tiene que soportar y hasta que extremos puede llegar en este país el desprecio humano."

Descatalogado desde hace años, hace poco he vuelto a verlo en la colección de Compactos de Anagrama. Si no fuera porque dudo que sepan leer y, en caso de saber, no creo que lo entiendan, se lo enviaba a todos los patiños y mariñas de la televisión para que moderen su vocabulario, amplíen sus conocimientos y aprendan de una vez por todas que para hacer periodismo de investigación, lo primero es ser periodista y no mamporrero de tercera regional.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Algunas certezas


En las tres semanas que acaban de cumplirse desde el nacimiento de la heredera, hay una serie de conceptos que se han convertido en dogma para el que suscribe. La primera es que el llanto de un niño no es sólo ensordecedor y multiforme, capaz de expresar todo un arco incomprensible de sensaciones, sino que poseen la particularidad de convertir a Job en un impulsivo visceral.

Tampoco hay espacio para la duda cuando de halagar a la madre se trata. Y no me refiero a la propia, auténtico titán capaz de crear un muchachote sano y bien alimentado como el que abajo fima, que colabora en su justa medida para nutrir las arterias productivas del país sin, por ello, haber necesitado libros sobre el sueño o el modo de masajear los genitales de sus descendientes, saca leches eléctricos, esterilizadores, humidificadores ionizados, cucos o sillas de paseo homologadas. No, me refiero a la que, además, es esposa de lujo y fuente inagotable de energía y buen humor, que pasea coqueta su remendada cesárea por toda la ciudad sin que sea posible recordar más de dos o tres ocasiones en las que las fuerzas hayan flaqueado momentaneamente y la marea de la nueva situación lograra hacerla tragar agua. Junto a ella, todo es posible.

Por último, también es incontestable que la llegada de la bella Patricia Winot absorbe casi todo el tiempo del Señor Winot, lo que, inevitablemente, repercute en la frecuencia con la que este blog es actualizado así como en la presencia de un servidor en mis habituales lugares de lectura y comentario que regentáis los que por aquí pasáis a verme. Me he planteado muy seriamente dejar el blog en "pausa", hasta un momento más propicio, pero sé que, nunca recuperaría el ritmo y, con toda seguridad, jamás volvería a iniciarlo. Pero lo cierto es que me gusta este mundo de los blogs en el que, como en tantos otros, mi querido amigo Otis me inició (culturales, se entiende) y, me apetece mucho que, dentro de algunos años, mi hija pueda adentrarse en estos textos y, a lo mejor, encontrar palabras o frases que la estimulen, la ayuden o, sencillamente, le den que pensar.

Además estáis los que por esta escombrera de ladrillos paseáis habitualmente. A la mayoría no os conozco en persona. Y, sin embargo, a veces, me sorprendo pensando en que estará haciendo Azid Phreak por su Cantabria natal o como me las apañaré para conocer a la Princesa el día que, finalmente, viaje a Valencia. Desde que inicié esta aventura hace ya unos cuantos meses, sois muchos quienes habéis pasado por aquí dejando vuestra impronta y es larga y jugosa la lista de lugares interesantes y de obligado conocimiento que gracias a vosotros he conocido.

Por ello, me he decidido a mantener el blog, si bien, mis largas peroratas sobre el sexo de los ángeles deberán convertirse obligatoriamente en breves apuntes sobre, eso sí, lo que se me pase por la mente. Incluso, si mis jurásicos conocimientos de informática los permiten, procuraré coordinar este cambio de orientación con una remodelación visual del blog, pero por ahora, voy a poner el chupete a la nena, que va a despertar al vecindario. Mañana ya veremos.

domingo, 3 de agosto de 2008

Damas y caballeros......Patricia Winot

Con unos inconcebibles cuatro kilos y medio y luciendo más de medio metro de altura apareció finalmente hace una semana la esperada Patricia Winot Flanching, única heredera del emporio blogosférico Winot & Flanching, Sociedad Ilimitada, belleza de alto calibre y, desde el momento en el que hizo acto de presencia, sol alrededor del que todo gira.

Su llegada ha sido, como diría nuestro presidente, un proceso largo, duro y difícil. Anunció su llegada con casi veinte horas de adelanto y en ese plazo, nos dio tiempo a ir y volver del hospital un par de veces, padecer a una comadrona que haría retroceder aterrorizado al mismo Hannibal Lecter y una espera de varias horas en la que la adorable Señora de Winot fue asaeteada por terribles contracciones (no hay nada peor que ver sufrir a la persona que amas y no poder hacer nada para evitarlo) y por las manos innobles y carentes de tacto de la comadrona Krueger.

Finalmente, apenas pasadas las nueve de la noche, una enfermera me trajo un paquetito rosa, lleno de pelo que chupaba con ansiedad cuanto quedaba a su alcance y que luchaba con sobrecogedora energía por abrir los ojos y echar un vistazo a lo que, hasta ese momento, era oscuridad, calor y bienestar y que, en un parpadeo, había cambiado por siempre jamás. Decir que ese momento se grabó a fuego en mi mente puede parecer una obviedad, pero no por ello deja de ser cierto.

Desde entonces hasta ahora, Patricia se ha encargado de demostrarnos que en el tema de la paternidad, todos partimos de cero y de poco valen cuantas experiencias previas tengamos. Al igual que ella ha llegado a un mundo que no comprende, tampoco nosotros pasamos a vivir en el mismo universo en el que nos desarrollábamos. La vida se voltea y el engranaje que la hace girar demuestra que sus posibilidades son infinitas y que lo habitual puede convierte en extraordinario de un día para otro.

Patricia es voraz. Y exigente. Reclama lo que necesita y, por ahora, además de alimento, cariño y ciudados, lo que más precisa es tiempo, dedicación. Minutos, horas, días. Cualquier segundo es bueno para descubrir algo nuevo que la tranquilice, que la sacie o que la haga feliz y no duda en pedirlo con fuerza y con constancia, de día y de noche. Pero es buena pagadora y cumple gentilmente con su parte del trato. Si vosotros pudierais ver las gestos, los mohines o las miradas con las que ella paga por este sacrificio, estoy seguro de que también aceptaríais gustosos el acuerdo.

viernes, 18 de julio de 2008

Cantando y bailando


Cuando esta mañana el dueño del bar donde acostumbro a tomar café me ha saludado entonando una canción con inusitada habilidad me he quedado francamente sorprendido. Pero, cuando los clientes que, a tan temprana hora, dormitaban sobre la barra, se han levantado de golpe y se han marcado una ajustada coreografía que incluía mortales y piruetas no podía dejar de pensar si estaba soñando. Lo mejor es que yo les he contestado a todos cantando con no poco estilo y aplomo. Raro, ¿no?

Y, sin embargo, esta situación que de haber ocurrido en realidad, me habría llevado a preguntar a los parroquianos matinales si quedaba lejos el sitio donde habían adquirido los cigarritos de la risa que les llevaban a actuar así, se convierte en algo cómodamente instalado en la cotidaniedad cuando de cine musical se trata. El poder de las películas no solo logra que creamos en los fantasmas, o que nos veamos capaces de conseguir que la chica de nuestros sueños abandone al guapo ejecutivo de noble corazón. También logra que esa utópica pero ilusionante imagen de gente que canta y baila a nuestro alrededor en el día a día, resulte no sólo creible sino atractiva y deseable.

En la actualidad, el género está en franca decadencia. Apenas surgen musicales mínimamente aceptales y el cine, hoy, a tono con la realidad grisacea que nos ha tocado en suerte, prefiere historias más centradas en el lado sórdido de la vida y deja de lado a esa gente imposible que ama, llora y se divierte bajo las notas de una orquesta invisible que tejen para ellos la banda sonora de sus días. Afortunadamente siempre nos quedará la oportunidad de imaginar lo que sería algo así a través de músicales tan intemporales e irrepetibles como los que siguen.

CANTANDO BAJO LA LLUVIA (STANLEY DONNER Y GENE KELLY, 1952): No sólo es le mejor musical de todos los tiempos, sino una obra cumbre del cine. Fresca, divertida, ácida, romántica. Números como "Make'em laugh", el baile onírico con la bellísima Cid Charise o el incomparable "Singin' in the rain" que fue rodado en una sola toma y con el amigo Gene sudando a cuarenta grados de fiebre son hitos inigualados del cine y fuente de energía positiva desde hace más de medio siglo. A pesar del tiempo transcurrido y de lo mucho que han cambiado las cosas, el tiempo no ha hecho mella en este monumento lleno de humor (la primera aparición de Gene Kelly contando sus orígenes), buenas interpretaciones (mención especial a la inmensa Jean Hagen) y unos números musicales como pocas veces se han visto en una pantalla. Por favor, que a nadie se le ocurra perpetrar un "remake".

WEST SIDE STORY (ROBERT WISE Y JEROME ROBBINS, 1962): Ni más ni menos que diez oscars se llevó esta revisión del mito de Romeo y Julieta trasladada al conflictivo West Side de New York. Por obra y arte del cine, Capuletos y Montescos se convierten en Jets y Sharks, bandas callejeras enfrentadas por el control del barrio, mientras que María y Tony sustituyen a los eternos amantes creados por Shakesperare hace más de cuatrocientos años. El famoso "America", "I feel pretty", "Tonight" o el estremecedor "Somewhere", del que años después, Tom Waits hiciera una versión no menos magistral, han sonado en mi tocadiscos primero (de hecho, fue el primer LP que compró el que suscribe en toda su vida) y en mi Ipod después sin interrupción destacable desde hace años. Una obra maestra.

CABARET (BOB FOSSE, 1972): Entre ese iniciático "Willkomen, bienvenu, wellcome..... im cabaret, au cabaret, to cabaret" con el que el genial y justo ganador del oscar, Joel Grey nos introduce en la película, hasta ese desolador crisol de rostros deformados con el que concluye esta genialidad del nortemaericano Bob Fosse asisitmos a algunos de los números musicales más grandes de la historia. Magnífico coreógrafo, melómano empedernido y espléndido director, Fosse crea maravillas como "Cabaret", el celebre "Money,money", o esa maravilla que es "Maybe this time". A pesar del odio irrefenable que siento por el elefantuno Michael York y lo mal que me cae Liza Minelli en general y en esta película en particular, sus poco más de dos horas, solo puede definirse como magistrales. Sin embargo, el gran Bob Fosse no se quedó contento con pasar a la historia por esta obra y, siete años después, ofreció a quien quiso verla, otra obra maestra de nombre.......

ALL THAT JAZZ (BOB FOSSE, 1979): En esta ocasión, el afan experimental y la tétrica temática de la película, una especie de "Cronica de una muerte anunciada" pasada por la batidora musical de Fosse, impidieron el pleno en crítica y público, pero que nadie se engañe, "All that jazz" es una obra maestra del cine. El recientemente fallecido Roy Scheider, se embarcó en esta paseo por la muerte tras vérselas por segunda vez con un escualo con malas pulgas y, quizás de esa experiencia y por la apabullante y narcotizada mirada de Fosse surgió un musical majestuoso, impresionante y espectacular que mezcla Vivaldi con melodías modernas sin sonrojo alguno. "Bye, bye love", el explosivo y perturbador número final de más de diez minutos de duración es un espectáculo verdaderamente incomparable al que un servidor nunca se aburre de asisitir.

MOULIN ROUGE (BAZZ LUHRMANN, 2001): En el año en el que el paranoico Stanley Kubrick situó su aburrida odisea espacial, vio la luz el último gran musical que ha dado la industria del cine. Reconozco que no entré a la primera en el anfetamínico mundo del director australiano. Pero tras un segundo intento, dejando a un lado todo lo visto hasta entonces y permitiendo fluir las imágenes sin el filtro de la tradición, no pude sino rendirme ante el despliegue de talento del que Luhrmann hace gala para contar esta, eso sí, tópica historia de amores imposibles que la pirotecnia visual del australiano convierte en un espectaculo deslumbrante. El carisma abrasador de una bellísima Nicole Kidman y el sorprendente Ewan Mc Gregor, muy alejado de sus patochadas habituales se cruzan con vertiginosos números musicales y arreglos imposibles que adaptan a los nuevos tiempos grandes clásicos del pop y el rock de los ochenta y noventa como "Roxanne","Your song" o "The show must go on". Con películas así, uno se reconcilia con la vida. Lástima que no salgan más

viernes, 11 de julio de 2008

Cada miércoles


Cada uno tiene sus pequeños vicios ocultos, sus secretos inconfesables. Pequeñas perversiones que desentonan por completo con nuestra forma de pensar y que, con no poco pudor, nos cuesta reconocer. Imaginemos a un Ferrán Adriá que, en plena entrevista, sobre el sorbete de nitrógeno sublimado soltara sin mediar preaviso que, cuando el hambre aprieta, cierra sus fauces sobre una hamburguesa gigante del Mc Donalds. Indudablemente está en su derecho, pero no dejaría de resultar chocante y llamativo.

Sin duda no tan llamativo y chocante, pero igualmente, secreto e inconfesable es el vicio que me está llevando desde hace semanas a acostarme todos los martes a altas horas de la madrugada para no perder un minuto de la edición 2008 de......... ¡¡¡¡¡¡ Operación Triunfo!!!!

Sí, amigos. El adalid de la lucha contra la telebasura, el melómano que se recrea en los mejores temas del rock'n'roll y que sería capaz de retar a duelo con florete a quien se ponga por delante por una buena entrada para el Teatro Real, cada madrugada de martes se desloma en su cama con los ojos como ventosas e inconfundible expresión de pecador reciente, anhelando la gala de la semana que viene como maná caído del cielo.

Podría entrar a analizar el sustrato sociológico y el mecanismo sicopedagógico que nos incita a mi muy embarazada mujer y a un servidor a saltar de alegría cuando nuestro favorito salva el pellejo o cuando el inenarrable Risto Mejide escupe veneno en sus comentarios a aquellos que más detestamos. Sin embargo, no lo voy a hacer ya que, además de muy pesado, sería falaz e inadecuado. "Operación Triunfo 2008" hay que vivirla con el estómago. Nada racional puede explicarlo.

Por eso mismo, queremos que la tremenda Virginia gane el concurso y, para ello, estamos dispuestos a dejarnos un par de euros en mandar mensajes o llamar a carísimos teléfonos especiales para que eso se produzca. Y por supuesto, cuando sea editado su disco, ambos haremos cola para llevarnos a casa su voz extraña y encantadora.

Por la misma y visceral razón, odiábamos al llorica de Iván y a la pedorra de Esther, siempre escocida y pegada a esa versión de Bisbal con enfermedad degenerativa que era su padre. Las expulsiones del impresentable de Jorge "el terror de las nenas" y de la muy varonil Sandra han motivado las últimas aperturas de botellas de cava en mi casa.

Las trifulcas entre los miembros del jurado aunque claramente preparadas al milímetro nos resultan creíbles y no vemos el momento de que Risto y Noemí dejen fluir la tensión sexual que les une y tras desangrarse a palabras se fundan en un beso apasionado que haga brillar la calva de Javier Llano y cierre la bocaza de la aburridísima Coco Comí y su incesante cháchara.

Además, está el gran Jesús Vázquez, todoterreno televisivo que convierte los errores en aciertos y el gran histrión que es Ángel Llacer que, afortunadamente, ha mandado fuera de las pantallas al palizas de Kike Santander que sumergía en el sopor con sus interminables parrafadas a concursantes y espectadores por igual en anteriores ediciones.

Cada miércoles cuando suena, siempre demasiado pronto la alarma que me indica que da inicio un nuevo día, me odio por malgastar el día anterior mis horas de sueño ante el televisor para ver a un grupo de seres a los nada me une y que nada bueno me proporcionarán en el futuro. Cada miércoles me digo que es la última vez, que el martes que viene, olvido mi cita con Virginia y los que intentan inútilmente arrebatarle el título de ganadora y, en su lugar, me enfrasco en la lectura de un buen libro, veo una película de calidad o escucho nuevamente la "Tosca" de María Callas. Y así, cada miércoles.

sábado, 5 de julio de 2008

Carta a Miguel

Estimado Miguel:

Lo que tengo que decirte es breve y probablemente anecdótico. No quiero importunarte en estos momentos. Seguramente, estarás reposando tras la intensa semana que llevas arrastrando tras tu acto de rebeldía en el Congreso. Desde tu debate con Gallardón, fotografía en mano y tu rechazo al escaño que tus votantes te asignaron en las elecciones municipales de hace unos meses, nunca habías estado tan en boca de todos. En fin, que me voy por peteneras y, al final, me voy a quedar sin decir lo que quiero decir.

Me encantan las corbatas. Por razones de trabajo, las uso desde que tenía veinticinco años y puedo decir que dispongo de una muy respetable colección de ellas. Nunca he sido un vanguardista en mi forma de vestir. Pero si en algo me he permitido alguna salida de tono (ligera, la verdad, nada grave) ha sido en las corbatas. Me gustan de colores vivos, con filigranas, con topos, lisas y con dibujo, de lana, de seda, estrechas, gruesas. Además, dentro de mi escasa habilidad con las manos, puedo presumir de saber hacer todo tipo de nudos (Windsor, cruzado, doble). En resumen, y por no hacer muy largo el tema, que seguro que andas liado, debo reconocer que me gustan las corbatas.

Nunca he entendido, por tanto, su mala fama. En realidad, una corbata no es mas que un trozo de tela que, incomprensiblemente, una vez, alguien se anudo alrededor del cuello (algún suicida frustrado, tal vez) y creo escuela. Sin embargo, por llevar una, te pueden acusar de imperialista, capitalista, alienado, facha y, desde tu actuación del miércoles, enemigo del medio ambiente y no descarto que terminen acusándonos de ser siervos de George Bush o detonantes del deshielo del Ártico. Los sindicalistas evitan el contacto con ellas y cuando los políticos pretenden acercarse al ciudadano las abandonan a su suerte y reniegan de su presencia. Francamente, me parece mucha tela y disculpa el chiste fácil.

Si lo que se pretende es controlar el uso compulsivo del aire acondicionado en el país en general y en el Congreso en particular, me parecen mucho más útiles otros medios que condenen a las sufridas y vistosas corbatas al ostracismo. A bote pronto se me ocurre, por ejemplo, la instalación de baldes de agua en el suelo de los escaños para refrescar los pies, la obligatoriedad de las bermudas, la sustitución de las camisas de manga largas por amplias y coloridas guayaberas venezolanas, la instauración del abanico toledano como medio oficial de ventilación respetuosa con el medio ambiente o los zapatos de rejilla con plantilla transpirable. Otra cosa es que lo que se pretenda sea desviar la atención del público desde lo principal (bochornosa comparecencia de tu presidente, tibios apoyos mediáticos y datos económicos que provocan la congelación de las sonrisas) hasta lo anecdótico y pueril, corbata mediante.

Por eso, Miguel, y para no crear confusión acerca de tus intenciones (porque hay gente para todo, qué te voy a contar) te emplazo a que busques otro modo de luchar por un titular socorrido o, en su caso, por el medio ambiente. Eso sí, deja siempre la corbata en el bolsillo de la chaqueta. Nunca se sabe si algún día la necesitarás para hacerte un torniquete en el brazo que te seccione el sablazo de la luz, la gasolina o la hipoteca. Si no la llevas y pierdes la extremidad, no podrás ponérte corbata posteriormente. Aunque el tiempo acompañe.

Un cálido saludo,

T.W.

sábado, 28 de junio de 2008

Vida y música

Hace algún tiempo, emitieron un reportaje por televisión que analizaba la importancia de la música en las películas. Secuencias de arrebatadora fuerza y dramatismo quedaban en brisa mañanera cuando eran nuevamente emitidas sin la presencia de la música. A mi vida le pasa algo parecido.

La música siempre ha estado presente en mis días. Imposibilitado de nacimiento para el manejo de cualquier instrumento musical ajeno al triángulo o la zambomba, el encantamiento al que me sometió la música desde mi infancia me llevó a desarrollar una voracidad auditiva ciertamente insaciable. Desde pequeño escuchaba todo tipo de estilos: los cantautores de mi madre, las coplas de mi padre y las decenas de discos que mi tío traía de Alemania y que hacíamos sonar en un jurásico tocadiscos que aun respira en algún remoto lugar de mi casa paterna.

Para mí, "Have I told you lately that I love you", de Van Morrison siempre irá íntimamente unida a mis primeras citas con quien hoy es mi mujer, "Lust for life" me hara recordar eternamente la universidad y el preludio del primer acto de la wagneriana ópera "Lohengrin" es, por siempre jamás, el día de mi boda. Si tuviera que editar un disco que incluyera la banda sonora de mi vida, tendría por delante una ardua tarea, pero, sin duda, algunas de estas canciones estarían incluidas.

ALL ALONG THE WATCHTOWER (BOB DYLAN): Hasta Bryan Ferry (gran artista, pero con un estilo a años luz del requerido por este bombazo guitarrero) se ha lanzado a versionar este clásico de Bob Dylan y ha salido victorioso. ¿Mi versión favorita? Sin duda, la incendiaria lectura del inigualable Jimi Hendrix. Un prodigio.

GIMME SHELTER (THE ROLLING STONES): Facilmente podría llevar diez años sin escucharla y Martin Scorsese la sacó de mi limbo mental al introducirla con su habitual buen gusto musical en los primeros planos de "Infiltrados". Ideal para levantarse por las mañanas con las pilas en carga total.

LONDON CALLING (THE CLASH): Fue mi primer contacto con esta tremebunda banda y, aunque luego descubrí sus primeros discos y encontré temas aún mejores, siempre tendrá un sitio especial en mi discoteca vital. La portada del disco del mismo nombre, con Paul Simonon machacando su bajo contra el suelo es todo un emblema en la historia del rock.

WISH YOU WERE HERE (PINK FLOYD): Alguien busca en la radio una emisora a su gusto. Tras varios segundo, el sonido se aclara y alguien toca unos acordes con su guitarra. Al anónimo oyente parece gustarle y al poco rato le escuchamos puntear sobre las notas que emite la radio. Las dos melodías se acoplan, la peculiar voz de Roger Waters comienza a sonar y..... el resto es historia.

HOTEL CALIFORNIA (THE EAGLES): Los seis minutos y pico mejor aprovechados de la historia del rock. Inquietante, oscura y con un solo de guitarra que rompe esquemas. Stephen King y Stanley Kubrick le deben mucho a este tema. Durante una época, llegué a grabar la parte del solo en una cinta (¡¡una cinta, qué tiempos!!) hasta que llené los sesenta minutos. Obsesivo que es uno.

LATELY (STEVIE WONDER): Con apenas trece años, huérfano y ciego desde el nacimiento, el señor Wonder ya grababa temas para la mítica Motown. Desde entonces y hasta ahora, su carrera es deslumbrante. Pop, soul, reagge, rock and roll. Todo ha pasado por sus manos y en todo ha destacado. A mi me ganó con sus baladas y concretamente, con ésta de 1981, pero nadie debería perderse algunos trallazos que han sido revisados, entre otros, por gente tan, en principo alejada de su estilo como Red Hot Chilli Peppers o Stevie Ray Vaughan, entre otros.

DIAMOND DOGS (DAVID BOWIE): El camaleón del rock desatado por completo. Desde la alucinógena portada del disco del mismo nombre, con Bowie convertido en una especie de híbrido entre perro y humano, vemos claramente que lo que se nos viene encima es único e irrepetible. Todas las canciones son de primera calidad, pero "Diamond dogs"es caso aparte. Con este tema guitarrero y obsesivo se abrió para un servidor el inigualable mundo del gran Duque Blanco. Ninguna prisa por salir de él.

IT´S NOT UNUSUAL (TOM JONES): Que levanten el dedo del ratón los que no se hayan desmelenado en una discoteca o en una fiesta al ritmo de este temazo. Los pasajeros de "Vacaciones en el mar", seguro que lo bailaban a menudo. Y en general, es garantía de éxito cuando una fiesta languidece. Siendo una canción tan popular, no conozco versión alguna de la mismo. Es lo que pasa cuando se logra la perfección.

LIKE A HURRICANE (NEIL YOUNG): ¿Qué hubiera sido del grounge sin el gran Neil Young? Nada, posiblemente. Sus guitarrazos inmisericordes, sus atmósferas oscuras y opresivas y la excepcional poesía de sus letras que en esta canción alcanzan cotas deslumbrantes, fueron pilares fundamentales para el posterior nacimiento del movimiento musical más importante de los noventa. He intentado encontrar una canción mala en alguno de los más de cincuenta discos del canadiense. Sigo buscando.

CRYING (ROY ORBISON): Al gran Roy ya le dediqué su propia entrada hace un buen montón de meses y a ella remito al que esté interesado en su atribulada existencia (La aguja en el pajar). Sus buenas canciones se cuentan por docenas, pero ésta me llega de manera especial. La escuché por primera vez en una versión moderna que Big O cantó junto a K.D. Lang en sus últimos años y, sin duda, no es recomendable en días oscuros o tristes. Melancolía sublimada.

ALLISON (THE PIXIES): Un recorrido por la música que ha marcado mis días no estaría completa sin la banda de Boston con el inconmensurable Black Francis a la cabeza. Duraron poco y he oido que han vuelto recientemente, pero, prefiero no arriesgarme a que me defrauden y guardar en el recuerdo sus maravillosos cuatro primeros discos, entre los que destaca esta bomba de relojería que pasa en un suspiro y que marcó su cénit insuperado.

WELCOME TO THE JUNGLE (GUNS'N'ROSES): A pesar de que sus últimas apariciones, con tan solo el megalómano Axl Rose como superviviente de la formación original, han resultado patéticas y lamentables, no hay que olvidar el peso específico que esta banda tuvo durante los últimos años ochenta. A la espera de que el eternamente retrasado "Chinese democracy" salga a la venta a finales de año, me quedo con la fuerza arrasadora con la que irrumpieron en la escena discográfica allá por 1987 con Axl chirriando este mítico "You know where you are? You're in the jungle, baby. You're gonna dieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee".

martes, 17 de junio de 2008

Fácil, fácil


En el centro de Madrid, e imagino que en el de la mayoría de las grandes ciudades, suele ser habitual padecer el acoso de una nube de sujetos que, cada pocos pasos, sale a tu encuentro a solicitar, cuando no a exigir y generalmente en forma de firma autógrafa, tu apoyo para una asombrosa multiplicidad de causas y campañas que van desde la instauración de la república a la defensa del hábitat natural del mapache azteca.

Normalmente no suelo hacer mucho caso a este tipo de iniciativas. O bien me repele el modo en el que el voluntario de turno intenta minar tu resistencia por la vía del cargo de conciencia o apelando a tu falta de solidaridad o bien es la causa defendida la que, sencillamente, no logra traspasar la coraza que crea la vida cotidiana en una ciudad como la mía. Pero, a Dios pongo por testigo que si hubiera encontrado algún respetable cruzado que pidiera firmas para que al pamplinas de Federico Jiménez Losantos le bajaran un poco los humos a golpe de condena judicial, hubiera firmado con sumo gusto y no poco desparpajo para apoyar tan noble causa.

Suelen desagradarme profundamente las personas que tienen el convencimiento de que las opiniones, cuanto más vulgarmente se expresan, más cerca se encuentra el mensaje de alcanzar a sus destinatarios. Esta actitud no sólo muestra el convencimiento de que existe una profunda necedad congénita en aquellos a quienes va dirigido, sino que, además pretende colocar en una injustificada primacía a quienes utilizan este medio para lanzar sus proclamas. Si a eso le añades que tampoco puedo soportar a quienes insisten en denunciar que en el desfile todos marcamos mal el paso menos ellos, es obvio que pocas cosas nos unen al amigo Federico y a un servidor.

Decía Montesquieu que la libertad es el derecho a hacer lo que las leyes permiten y pocas cosas más ciertas existen en una sociedad que pretenda convivir de manera pacífica. Seas periodista, cura, portero de discoteca o mamporrero, existen una serie de normas que limitan tus derechos y los interconectan con los de quienes te rodean, sean éstos otros periodistas, jueces o, por supuesto, alcaldes. Por tanto, si las leyes establecen que injuriar o calumniar a un ciudadano, acusándolo de encubridor, corrupto, traidor y otras lindezas es constitutivo de delito y su comisión lleva aparejada una pena determinada, no hay libertad ni libertinaje de expresión que ampare semejantes hechos y permita la impunidad de quienes de tal modo acusan sin más prueba que la convicción moral o la iluminación divina.

Si el amigo Losantos considera que para transmitir una determinada opinión es preciso insultar, injuriar y humillar a una persona no seré yo quien se lo vaya a impedir, aunque me parezca el modo más fácil, obvio y simple de hacerlo. Pero tampoco será un servidor el que se mese los cabellos y hable de conspiraciones y variadas traiciones cuando una, o mil, de sus víctimas dialécticas, se salga por la tangente y le meta una querella en condiciones. Conmigo que tampoco cuente para defenderle como eje de la libertad de expresión y prueba viviente de que en mi país existe una mordaza mediática que asfixia a nobles y voluntariosos periodistas porque quienes eso pretendan y a tales efectos me acosen en la calle, bolígrafo en ristre se encontrarán con un sonoro "anda y que le den al capullo de Federico". Porque ser zafio y ordinario en la defensa de una causa es muy fácil y, en realidad, está al alcance de cualquiera.

martes, 10 de junio de 2008

Todo es posible


Acaba de llegar una carta de mi banco en la que me informan de que el tipo de interés de mi hipoteca ha subido al más puro estilo "Toy Story", es decir, "hasta el infinito... y más allá". Yo pensaba que sería por la crisis y por la espantosa gestión de la inflación que han realizado los Bancos Centrales de medio mundo, pero como resulta que, según el gobierno, no hay crisis y que los mencionados Bancos Centrales no hacen más que recomendar actuaciones para paliarla, por mucho que hayan colaborado en gran medida en crearla, la verdad es que ando despistado. De todos modos, no pienso callarme. Lo llevan claro.

Para empezar, voy a bajar a la sucursal y les voy a montar un circo que ríete tú del de Ángel Cristo. Espero que los miembros (y miembras) de la plantilla atiendan mi petición y devuelvan a la corteza terrestre mi tipo de interés. Si no es así, me voy a ver obligado a recurrir al teléfono onanista que ha puesto en marcha el Ministerio de Igualdad con alguno de sus 43 millones de euros de presupuesto para no terminar en la cárcel, como acabará el miembro del Foro de Ermua que golpeó con su idem la bota de un pacífico nacionalista vasco hace unos meses y que ha sido denunciado por el agredido y su malherido calzado. Al pobre (o pobra) que le toque en suerte atender mi llamada, le va a caer una lluvia de tortas auditivas capaz de clausurar el trasvase del Ebro a Barcelona. Y no paro aquí.

Si me veo obligado a salir con un no por respuesta de mi sucursal, me voy a plantar en el portal de mi casa con la selección rusa de fútbol y con semejantes paquetes voy a bloquear la entrada al edificio y no voy a dejar pasar ni a un solo vecino a su casa. A lo mejor, hasta les insulto y, si alguno supera la barrera, lo que tampoco parece tan difícil, le llamo esquirol o antipatriota o me cago en sus muelas. Ya veré. Sí, ya sé que no tienen la culpa, pero a los transportistas va a funcionarles un sistema parecido y les compensarán por la subida del combustible (que al parecer no sube para los demás), de modo que no veo razones para que no me sirva y me bajen el tipo de interés. Ya os contaré, pero seguro que triunfo. En este país todo es posible.

viernes, 6 de junio de 2008

Vértigo


El vértigo es una disfunción cerebral que impide asimilar la contradictoria información obtenida de nuestros sentidos. Parados al borde de una azotea, los pies transmiten una sensación de firmeza y seguridad que es desmentida por los datos que proporcionan nuestros ojos que solo contemplan un absoluto vacío donde debería haber tierra firme. Eso explica las nauseas, los desvanecimientos, los mareos de diversa intensidad y otras sensaciones francamente desagradables.

Algo similar padezco cuando observo con estupor lo que aficionados en general y críticos en particular manifiestan acerca de determinadas películas que gozan de un incomprensible crédito y cuyas virtudes quedan para un servidor en entredicho cuando las recuerda o, lo que es peor, guiado por la entusiasta acogida, se anima a descubrir el tesoro escondido para descubrir que de lo escuchado o leído a lo presenciado, media un abismo de imposible superación. No tendría duda a la hora de elegir los truños más sobrevalorados de la historia del cine. Sin duda serían éstos.

MEMORIAS DE AFRICA, DE SIDNEY POLLACK (1985): Sí, la banda sonora es un clásico indiscutible y John Barry es un gran compositor, a pesar de plagiarse con apasionado esmero. Pero casi tres horas de postales africanas, con el acartonado Robert Redford en plan Coronel Tapioca, un Klaus María Brandauer con expresión perpetua de estreñimiento crónico y una Meryl Streep que se pasa la película ostentando su habilidad para lograr acentos imposibles, es mucho para un servidor. Quizás debería guardar un poco de luto por el fenecido Pollack, pero nunca pude perdonarle este tostón aburrido, pretencioso y soporífero que, no obstante goza de un incomprensible prestigio público. "Yo tuve una granja en África" ¿Y?

2001: UNA ODISEA EN EL ESPACIO, DE STANLEY KUBRICK (1968): Capaz de lograr monumentos eternos al cine como "Senderos de Gloria" o "Atraco perfecto", el megalómano Kubrick supo vivir del cuento durante toda su vida y creo alrededor de su filmografía un halo de inveterada santidad que impedía calificar como lo que son, horrores rancios y petulantes, artefactos infumables como "Barry Lyndon", "Eyes wide Shut" y, por supuesto, la insoportable e incomprensible sucesión de imágenes que componen esta odisea en la vacuidad absoluta, que es "2001". Si Richard Strauss supiera que su magistral "Así habló Zaratrusta" será recordado para siempre por ilustrar unas imágenes de monos poniéndose las pilas a ritmo de hueso homicida seguro que pediría explicaciones.

TODAS LAS MAÑANAS DEL MUNDO, DE ALAIN CORNEAU (1991): Algún sujeto sublime y a muchos años luz de mi aborregada y grumosa mente ha escrito en Filmaffinity que esta película es "una verdadera delicia para el estado meditativo" (¿quizás quiso decir vegetativo?). No contento con eso, anuncia que esta tópica y típica historia entre maestro y alumno aplicado es "un regalo para los que gustan de la música serena, introspectiva, clásica, barroca". Y, ahí, no le quito la razón, la banda sonora de la película, compuesta por obras de Lully o Couperin es espléndida y de obligada audición, pero....... ¿era necesario poner todas esas imágenes amaneradas y artificiales que aburren sin remisión e impiden disfrutar de lo que realmente tiene valor? Creo que no.

EL PIANO, DE JANE CAMPION (1993): Además de contener uno de los gazapos más memorables de la historia del cine, (en el que no entraré por si queda alguien en algún bosque perdido del Amazonas que no haya visto la película, pero que incluye el milagro de hacer leer a los analfabetos), la película de la gélida Jane Campion pretende llenar la pantalla de pasión animal y lo que logra es que nos subamos el cuello de la chaqueta y apañemos un sueñecito mientras la odiosa Holly Hunter y su repelente hija, cortesía de la oscarizada Anna Panquin le perturban la siesta al caracartón de Sam Neill con una música a cargo de Michael Nyman que no sólo resulta anacrónica sino, directamente, insoportable y que fue escuchada hasta en lo pasillos del tanatorio durante el año de su estreno, lo que no ayudo a hacerla más llevadera.

EL ÚLTIMO TANGO EN PARIS, DE BERNARDO BERTOLUCCI (1973): Imagino que fue el calentón que se vivía en este país por aquella época lo que llevaba a los españolitos de los setenta a dejarse medio sueldo en viajar a Francia para ver este despropósito absoluto del sorprendentemente admirado Bertolucci (responsable de algún otro engendro como "El último emperador") con un Marlon Brando en las últimas declamando frases de parvulario e intentando inútilmente crear un mínimo de química con María Schneider, de la que poco se supo desde entonces. Entiendo que fuera saludada en la época como una obra maestra de turbio erotismo; con la pasta que se dejaron viajando a París, como para reconocer que era un ladrillo de primera categoría bañado en bromuro.