miércoles, 28 de octubre de 2009

Algo pasa con Esther


La disputa acerca de la naturaleza esencialmente bondadosa o maligna del ser humano es tan antigua como estéril y obedece a esa terca insistencia que mantenemos en clasificar y unificar a todos bajo un mismo patrón, negando así la evidencia de que cada uno es como es y no existe un hilo mágico que a todos nos una y en el que todos podamos ser incluidos. Lo que sí creo es que, como dijo el poeta romano Juvenal hace una eternidad, nadie se hace perverso súbitamente. La maldad, como la clase, no se logra: se nace con ella. Una idea similar parece tener el cineasta catalán, Jaume Collet Serra que con su última película, "La huérfana" da una extraordinaria y muy recomendable vuelta de tuerca sobre este tema.

La dramática pérdida de su tercer hijo, lleva a al matrimonio formado por Kate (Vera Farmiga) y John Coleman ( Peter Sarsgaard) hasta un orfanato en el que traban casualmente contacto con Esther (Isabelle Fuhrman), huérfana de origen ruso, educada, amable y dotada de una especial habilidad para el dibujo que cautiva a la pareja de inmediato. Pocos días después, Esther es adoptada por los Coleman y entra a formar parte de la familia sin otros problemas de adaptación que los derivados de sus peculiares costumbres higiénicas y sus estrafalarios vestidos con muñequeras y cintas de tela negra que cuelga rodeando su cuello. Como todo buen amante del genero de suspense ya se ha imaginado, a estas alturas hay algo oscuro y perverso bajo esa dulce y amable fachada que Esther se preocupa por mantener intacta.

El guión, obra de David Johnson sobre un argumento del debutante Alex Mace, maneja no pocos tópicos vistos en películas como "De repente, un extraño", "El buen hijo" o, especialmente, "La mano que mece la cuna". Pero "La huérfana" es capaz de desligarse de los lugares comunes más manidos de estas obras y, sobre todo retorcer dolorosamente los sobrantes para coronarlos todos ellos con uno de los giros de guión más espectaculares e inimaginables que se recuerdan. Es cierto que la cinta avanza morosa durante su primera media hora y que el tramo final, aunque efectivo e inquietante, peca de convencional y reiterativo, pero, todo se perdona cuando entre ambas partes, se desarrollan noventa minutos que dejan, literalmente, sin aliento.

Y aquí es donde el director catalán, da la razón a quienes admiramos su sentido de la planificación y su dominio del ritmo en "La casa de cera", su fallido debut de hace unos años y del que lo único salvable era, precisamente, su labor tras las cámaras. En "La huérfana" Collet- Serra logra manejar una atmósfera de creciente irrealidad, enfermiza y retorcida que estalla súbitamente en momentos de tensión extraordinarios, como, la secuencia en el parque infantil entre Esther y una compañera de colegio o el momento en el que el coche de los Coleman se desliza carretera abajo con uno de sus hijos atrapado en el interior. El modo en el que el director catalán pone en imágenes el mencionado y asombroso giro argumental es, sencillamente, redondo.

Respecto a los actores, gana claramente la partida la espectacular Isabelle Fuhrman que con apenas 12 años, debuta en la pantalla, con una interpretación magistral, inconcebible en una niña de su edad, que tan pronto es capaz de irradiar una fragilidad conmovedora (ver el primer encuentro con John, quien se convertirá en su padrastro) como convertirse en una bestia abominable sin el menor rasgo de humanidad (la secuencia en el puente helado o la desquiciante escena en el hospital en el tramo final de la cinta). La bella y excelente Vera Farmiga da correcta réplica al torbellino generado por la joven actriz y el pobre Peter Sarsgaard, como es costumbre, pasea su aburrida inexpresividad por las dos horas largas de metraje, completamente devorado por las féminas de la función.

Queda, pues, claro que "La huérfana" es un producto artesanal, excepcionalmente bien rodado, con excelentes interpretaciones y con una sorpresa en su interior a la altura de las mejores. También queda claro que la historia maneja situaciones ya vistas en otras películas y que no sale de los derroteros más clásicos del cine de suspense y terror de mediados de los noventa, sin aportar demasiadas novedades ni huir de los lugares comunes. ¿Una copia? Como decía Brian de Palma cuando le acusaban de plagiar el cine de Hitchcock, hasta para copiar hay que tener talento. Y a Jaume Collet- Serra, le sobra.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Ojos de cordera















La relación entre jefe y subordinado es, por naturaleza, artificial y descompensada. A pesar del interés que pueda existir (o no) por una o ambas partes en teñir de amistosos los vínculos de poder, la amenaza latente de que los galones de uno devuelvan al otro a su posición subordinada crean un precario equilibrio en este tipo de relaciones que tienden a deshilacharse al menor contratiempo.

En este sentido, no tengo la menor idea del tipo de relación que mantiene el presidente del gobierno con su vicepresidenta económica, Elena Salgado, pero de lo que sí estoy convencido es que después de la encerrona que le montó su jefe ayer en el Congreso, colocándola de primer violín en la defensa de los Presupuestos Generales del Estado, a la señora ministra se le habrán quitado las ganas de, siquiera, tomar el mismo ascensor que el presidente. Soltarla ayer en un hemiciclo incandescente a defender unos presupuestos que el mismo Julio Verne calificaría de fantasiosos, sin más defensa que un manojillo de papeles y tres consignas mal digeridas roza la crueldad y no sé si, incluso, debiera tipificarse como delito en legislaturas venideras.

Ver a la ministra aferrarse a sus folios, con los ojillos chicos y visiblemente nerviosa , balbuceando insensateces mientras le caían las tortas (y los fríos e incontestables hechos) de izquierda y derecha, ha sido uno de los momentos políticos más deprimentes de los últimos años. Y su jefe, mientras tanto, desde la barrera, con la sonrisa puesta y en pleno salto mortal hacia atrás, insólitamente ausente en una de las intervenciones parlamentarias más importantes del año. Prefiero no pensar en la que se hubiera montado si Rajoy hubiera enviado a Montoro a replicar a Zapatero de haber sido éste el ponente en el debate.

Con todo y con eso, lo que es quizás peor es que, en realidad, Elena Salgado tuvo suerte de caer en las tiernas manos de un gallego más proclive al sopapo educativo que a la dentellada inmisericorde. De haber sido el hipermineralizado y vitaminado Aznar el encargado de replicar a la ministra, no hubieran quedado de ésta ni los huesos. El que no se consuela es porque no quiere, como dicen por ahí.

sábado, 17 de octubre de 2009

Tiki-taka

Me gustan las personas que intentan dotar de originalidad a las cosas cotidianas. Todo puede llevarse a cabo "como siempre" o "de una manera especial". En el primer caso, estamos ante una apuesta segura, un caballo ganador sobre el que, sin duda, no cabrá la polémica. En el segundo, el riesgo asumido al cambiar las normas generará, con toda seguridad, un debate que polarizará las opiniones. Indudablemente, el comentarista deportivo de la cadena televisiva La Sexta, Andrés Montes pertenecía a este segundo grupo.

Como suele pasar con aquéllos que rompen las normas, por muy tangencial y poco relevante que sea el segmento al que esas normas se aplican, Montes generó desde el principio no pocas suspicacias. Su aspecto estrafalario, sus gafas imposibles, sus trajes cromáticamente incompatibles o esas pajaritas anacrónicas y cegadoras resultaban toda una provocación en un mundo de comentaristas deportivos con chaquetas de excelentes telas y corbatas combinadas con mimo y detalle. A mí, personalmente, me resultaba un tanto cargante mientras aparecía en pantalla con su calva y perfectamente circular cabeza brillando bajo los focos de cualquier estadio o pabellón deportivo.

Pero cuando su imagen desaparecía y sólo quedaba su voz, no podía dejar de imaginármelo, con una copa en la mano, en el salón de su casa, comentando con sus amigos las imágenes emitidas a través de la televisión, con los pies sobre la mesa. Sólo así podía disfrutarse de sus retransmisiones cojitrantas, plagadas de erratas, diálogos surrealistas y expresiones que ya son historia de la televisión como "Wilma, ábreme la puerta", "la vida puede ser maravillosa" o ese "tiki taka, Salinas" que tanto hizo por su popularidad y que, incluso, si no recuerdo mal, le valió un contrato, imagino que jugoso con El Corte Inglés.

Con el tiempo, empezó a agradarme incluso cuando, antes de los partidos, desbarraba con los que le acompañaban en la cabina de comentaristas. Los espectadores percibían la existencia de una química, un buen ambiente y una camaradería castrense entre Montes, Epi, Iturriaga o Salinas que predisponía al entusiasmo y permitía afrontar el partido correspondiente con la clara sensación de que efectivamente, la vida (deportiva) podría ser maravillosa. Y algo seguramente, tuvo que ver esa actitud, porque las cosas que los equipos españoles de fútbol y baloncesto han hecho en los años en los que Montes retransmitía sus encuentros no tienen precedentes.

Por eso mismo, me entristeció que, hace unas semanas, tras lograr la selección española de baloncesto el Campeonato de Europa celebrado en Polonia, Montes anunciara en directo que se marchaba de La Sexta para empezar una nueva etapa en su carrera. Las malas lenguas dicen que los directivos de la cadena empezaban a cansarse de su verbo vertiginoso y descompensado. Las buenas, por su parte, dicen que Andrés quería un poco de "tiki taka", un cambio que le permitiera seguir igual. Pero, desgraciadamente, nunca lo sabremos, ya que esta noche, en su piso de Madrid, su vida (maravillosa, por supuesto) ha tocado fin de una manera seca e inesperada cuyas circunstancias aún no están claras. En realidad, poco importan.

Dicen que la importancia de las personas se calibra por el espacio que dejan libre cuando se van y lo que se tarda en volver a llenarlo.Si es así, la empresa de colmar el hueco que deja Andrés Montes en el mundo del periodismo deportivo va a exigir un esfuerzo a la altura de muy pocos. Suerte al que la emprenda. A ti, Andrés, y te lo dice una persona a la que el deporte y su práctica toca muy de refilón, gracias por todo y buen viaje.

domingo, 11 de octubre de 2009

Tambores de golpe


Hay escritores en cuyas obras pueden rastrearse con facilidad restos de sangre, polvo y sudor; textos en los que se aprecia con claridad el titánico esfuerzo de su autor por hacer que cada palabra encaje al milímetro dentro de cada párrafo; obras construidas sobre un sustrato de incontables borradores y correcciones que, finalmente dan como resultado las palabras exactas para cada momento.

Hay otros autores, por el contrario, cuyos textos parecen fluir sin obstáculo hacia el lector, con una cadencia natural y ligera que parecen no haber necesitado de esfuerzo alguno; obras que, habiendo precisado sin sombra de duda de los mismos andamiajes y tareas que las otras, dan la sensación de haber sido escritos casi del tirón, sin apenas estrategia. El extremeño Javier Cercas es un claro ejemplo de este tipo de escritores y su última obra, la extraordinaria "Anatomía de un instante", toda una declaración de principios literarios al respecto.

Es difícil clasificar "Anatomía de un instante" en un género literario concreto. Es, por supuesto, un libro de historia, centrado en uno de los hechos más oscuros de nuestra democracia, el golpe de estado del 23 de febrero, sus fuentes, sus hechos, sus conjeturas y sus consecuencias. Pero también y así lo cuenta Cercas en el prólogo, estamos ante una novela, una novela policíaca que introduce, tangencialmente, elementos de "Los tres mosqueteros" y los sumerge en una maraña de hechos (el trabajo de investigación del extremeño es prolijo y cuidado al mínimo detalle) que gira fundamentalmente en torno a aquéllos que permanecieron en pie mientras las balas se incrustaban en el techo del Congreso aquella tarde de 1981 (Adolfo Suarez, Santiago Carrillo y el general Manuel Gutiérrez Mellado) y sus némesis golpistas (el general Armada, el teniente coronel Tejero y el general Milans del Bosch).

Utilizando como hilo conductor de la trama las conocidas imágenes captadas de manera clandestina por un temerario cámara de televisión aquella tarde (más de media hora, a pesar de que, habitualmente, emitan apenas unos segundos) "Anatomía de un instante" parte de la destrucción de un mito y la constatación de un hecho infame: por un lado, la imagen cómoda y deseable de que la madurez democrática de un pueblo supo plantar cara a los golpistas y devolverlos a los cuarteles de donde nunca debieron salir y, por otro, la existencia de un caldo de cultivo alimentado por unos y otros (la "placenta del golpe", como la define Cercas) que convertían el golpe de estado en un hecho a la espera del tiempo adecuado. Parafraseando a García Márquez, la crónica de un golpe anunciado.

Para el escritor extremeño, poco dice de un país y de su madurez democrática el hecho indiscutible de que aquella noche pasara a la historia como "la noche de los transistores", con la inmensa mayoría de la población recluída en sus viviendas atisbando por las ventanas a la espera de los tanques. El golpe fracasó en parte por la casualidad y en parte por la actitud de algunos implicados como Tejero, el Rey o los amotinados en la División Acorazada Brunete, pero es injusto, por muy deseable que fuera, considerar que el pueblo español detuvo el golpe por "madurez democrática".

Y es que si algo queda claro en la obra de Cercas es que, en los meses previos al golpe de estado, nadie, ni siquiera la misma Casa Real, dejó de conspirar para sacar de la presidencia del gobierno a Suarez, aquel que "supo hacer lo más difícil (desmontar el franquismo e instaurar la democracia) y fracasó en lo más sencillo (administrar el nuevo régimen)". La prensa, de uno y otro signo, la plana mayor de lo sprincipales partidos políticos del momento, incluidos sus propios compañeros de la UCD, los empresarios, los militares y, por supuesto, los servicios secretos. Todos ellos, "consciente o inconscientemente" añadiendo su "granito de arena a la gran montaña de la consiración".

Ya en su excelente "Soldados de Salamina", Cercas acreditó con holgura esa prosa fluida a la que he hecho referencia anteriormente. Sin embargo, creo que esa maestría es, aún, más meritoria en "Anatomía de un instante", ya que subsiste y se expande incluso dentro de las encorsetadas normas de los libros de historia. Decir que la obra puede devorarse de una sentada es, tal vez, exagerado (son más de 430 páginas con innumerables notas a pie de página) e, incluso, contraproducente ( la multiplicidad de puntos de vista y la existencia de continuos "ecos" en la obra merecen cualquier cosa menos una lectura apresurada), pero es difícil librarse de las redes en las que la prosa de Javier Cercas sumerge al lector y no permanecer con la boca abierta pasando una página detrás de otra, mientras ante nuestros ojos desfilan con asombrosa fluidez las respuestas (algunas, certezas indiscutibles, otras, hipótesis firmemente argumentadas) sobre el único golpe de estado retransmitido en directo por televisión que, cómo no, tuvo lugar en nuestro país una tarde de hace más de 25 años, cuando todavía mucho quedaba por hacer y, de lo hecho, algunos (muchos más de los que pueda parecer a primera vista) quisieron por la fuerza hacer tabla rasa.

viernes, 2 de octubre de 2009

A los que la presente vieren y entendieren


Estimada/o ciudadana/o:

Le imagino al corriente de las novedades de índole fiscal que el faro de Occidente nuestro presidente ha anunciado hace unos días. Los medios de comunicación nacionales y extranjeros, los organismos internacionales y los principales miembros y miembras de nuestra sociedad se han encargado de dotar a las medidas de la difusión que merecen.

A pesar de su deslumbrante carácter social y de exigir con cristalina claridad un esfuerzo superior a los hijos de perra capitalistas las rentas más altas, comentarios dispersos y algunos sondeos realizados por nuestra policía política entidades de reconocido prestigio, hemos creído detectar entre el rebaño los ciudadanos y ciudadanas si no un rechazo, sí una evidente mala interpretación de las imprescindibles medidas correctoras que pondrá en marcha este gobierno para agarrarse a la poltrona superar todos juntos esta dura prueba con la que la historia nos pone a prueba por culpa de Bush, Aznar y el cambio climático .

Es por esta razón que el gobierno da hoy la salida a una nueva iniciativa orientada a lograr de la ciudadanía su voto apoyo a las referidas medidas mediante una campaña orquestada planificada con rigor, criterio y sosiego tendente a hacer comulgar con ruedas de molino llegar a todos los españoles el verdadero sentido de estas medidas malparidas tomadas por el gobierno.

Para ello, contaremos con todos los afiliados y afiliadas al PSOE que , bajo la batuta de la fara de occidente la secretaria de Organización del partido, Leire Pajín recorrerá cada calle, cada barrio, cada municipio, pueblo o ciudad de nuestra nación para hacer llegar a los que van a pagar la borrachera ciudadanos y a las ciudadanas el sentido último de estas medidas fiscales que no es otro que el que siempre ha dirigido la acción de este hatajo de ineptos gobierno: lograr el bienestar propio de todos los españoles.

Ala, a atarse los machos que vienen curvas Un saludo.

DesGobierno de España.