lunes, 28 de mayo de 2007

La venganza de Richard Clayderman


Algunos de los peores momentos de mi vida los he vivido frente al televisor y no creo ser el único. ¿Quién ante alguno de esos odiosos anuncios de detergentes en los que un señor o señora, generalmente de blanco, aplasta un tomate hasta la pulpa en la camisa de un transeúnte despistado, no ha sentido la necesidad, no sólo de, por supuesto, no volver a comprar el producto en cuestión sino también el deseo de ametrallar a la salida del supermercado a todos aquellos que lo llevaran en la mano? Semejante publicidad debería ser delito y suponer la decapitación inmediata del equipo creativo como medida cautelar ineludible. Más aún, propongo que dicho castigo sea aplicado al equipo directivo de la empresa que, ante semejante anuncio, no le introduce rectalmente el proyecto al involucionado publicista.


Por ejemplo, candidato número uno a este nuevo delito sería el equipo de tocinetes y albarcazas que han diseñado la nueva campaña del Renault Megane, coche contra el que, hasta el momento, no tenía nada en contra. Por si alguien todavía no lo ha visto, voy a describirlo siquiera brevemente. Mas gilipolleces en cuarenta y cinco segundos es casi imposible.


Mientras un hada hace nevar sobre una carretera de curvas imposibles, una grúa montada sobre un elefante derriba un puente. En otro orden de cosas, el pavimento de una carretera se transforma en pastillas de jabón al mismo tiempo que una prima hermana de la primera hada tira de una vaca a la que le han colocado una trompetilla en la oreja. Cambia el panorama y un superman meningítico se rompe los morros contra el asfalto frente a un poste lleno de indicaciones que un chino acaba de colocar. Menos mal que el superhombre abandona la carretera a supervelocidad porque su superculo podía verse comprometido por dos piedras que entran por la derecha entregadas con fogosidad a un saludable fornicio mineral.....


Un pequeño inciso para tomar aliento, porque aún falta lo mejor. Sigo.


.... Tras el polvo pétreo y surcando los cielos, dos docenas de ciclistas esculturales en bikini casi arrollan a Richard Clayderman y a su piano que casualmente pasaban por allí camino de su próximo concierto en la residencia de ancianos que regenta su padre. Tras este momento de tensión, un señor en un Megane le pide una maratón a una tránsfuga del Burger King y acto seguido, el coche vuelve a devorar kilómetros, pasando a escasos centímetros de, mira tú por dónde, una maratón.


Esta sucesión de masturbaciones mentales viene acompañada por la melodía de "Neverending story", odiosa canción que compuso aquel desertor de "La bola de cristal" que se llamaba Limahl y que, misteriosamente, triunfó en los ochenta. La guinda la pone la letra que le han plantado a la canción y que no tiene desperdicio:


Nieve,
Curvas imposibles
y una obra sin razón
Jabones,
Una vaca sorda
y carteles sin comprensión...
(Incomprensible no debía rimar, imagino)

Un superhéroe herido,
Rocas en reproducción...
Ciclistas que distraigan,
Y Richard Clayderman
en su piano sin control...
Y una maratón...

La brigada antivicio debería hacer una redada en las oficinas de esta agencia de publicidad. Es imposible que una mente libre de sustancias sicotrópicas pueda imaginar semejante despropósito. Lo de las vacas y el empedrado de jabón, podría pasar, pero lo de las piedras sodomizándose, lo del superhéroe y, por favor, lo del pobre Richard Clayderman.

¿Pero qué os ha hecho este pobre hombre para tratarlo así? Vestido de blanco, víctima clara del tomatero del que hablaba al principio, vagabundeando por las carreteras a la caza de un oyente que no se dé a la fuga, sonriendo como un imbécil cuando está a punto de perecer bajo una nube de ciclistas (casi) en bolas, para luego desaparecer sin más de nuevo en el olvido. Ni siquiera han cogido una de sus canciones y se han decantado por la del fumado de Limahl. Si yo fuera tu, Richard, los buscaba y los mataba a todos a canciones, que sepan lo que es sufrir. Como lo hacemos nosotros con su mierda de anuncio.

viernes, 25 de mayo de 2007

Manzanas traigo


Que la justicia y la ley mantienen, en muchas ocasiones, un auténtico diálogo de sordos, creo que es algo indiscutible. En multitud de ocasiones, asisitimos a situaciones claramente injustas que, sin embargo, están amparadas por la ley y a otras que siendo contrarias al más elemental sentido de la justicia ni siquiera son recogidas por el ordenamiento jurídico y, en consecuencia, no son ilegales. Manipulando un poco al magnífico escritor uruguayo Eduardo Galeano, podríamos decir que, en muchas ocasiones, la ley rasca y rasca bien, pero rasca donde no pica.


Por ejemplo, acabo de escuchar que, hoy, tras el Consejo de Ministros, el gobierno ha anunciado la aprobación de un decreto a través del cual se establecen los procedimientos a seguir para impedir que "aquellos que han cometido un delito doloso de homicidio o lesiones, cuando la víctima fuera cónyuge o ex cónyuge, o hubiera estado ligada a él por análoga relación, puedan acceder a algún tipo de pensiones o beneficios sociales ligados a esa condición". En otras palabras, la nueva ley va a impedir que el cabronazo que quema viva a su mujer o la apalea hasta la muerte asi como el que acosa día y noche a su ex- mujer hasta que la cose a puñaladas delante de sus hijos, ese hijo de la gran puta, ya no va a poder acceder a la pensión de viudedad que el Estado concede a las personas a las que se les muere su cónyuge.


Si no lo he entendido mal, la aprobación de esta norma implica que hasta ahora, el mierda que masacraba a su esposa, si no llevaba su miserable cobardía a las justas consecuencias y se volaba la cabeza con la misma escopeta con la que acababa de dejar huérfanos a sus hijos, una vez cumplida su condena, podría solicitar (si la Administración no se la ofrecía por voluntad propia) que todos nosotros con nuestros impuestos, le pagáramos los carajillos que , quién sabe, le animaran a buscar a sus hijos y acabar la faena. Seguro que lo he entendido mal.


Porque si lo he entendido bien y eso estaba ocurriendo hasta la aprobación del decreto, quiere decir que nadie se había dado cuenta de que concederle una pensión de viudedad al que se ha quedado viudo por voluntad propia es una aberración. Lo cual implica, a su vez, que ese insulto a la justicia era completamente legal, una situación perfectamente integrada en nuestro ordenamiento jurídico. Y no estamos hablando del régimen legal de los espacios naturales en Marte, estamos hablando de uno de los temas con los que más se llenan la boca nuestros dirigentes, creando monstruosidades lingüísticas como "violencia de genero" o llamando agesores a los que no son sino asesinos que, a veces, fallan, pero no por ello pierden su intencionalidad. Estamos hablando de uno de los temas que más preocupan a los ciudadanos desde hace varios años. Estamos hablando de muerte, de dolor, de huérfanos y ninguno de nuestros dirigentes ha movido un dedo hasta ahora.


Si en vez de aprobar imbecilidades revisionistas, leyes de memoria históricas y demás memeces populistas, nuestros políticos y legisladores se dedicaran más a observar el mundo en el que vivimos, no tendríamos que asisitir indignados a este tipo de espectáculos ni ver como entran en vigor leyes ya injustas por tardías desde su mismísma concepción.

jueves, 24 de mayo de 2007

Polos opuestos


En 1971, se estrenó la película norteamericana "Harold y Maude" de Hal Asby. Y menos mal que lo hizo en esas fechas; hoy en día, una película tan marciana y atrevida como ésta, sencillamente no hubiera podido rodarse. Pero entonces corrían otros tiempos y la mismísima Paramount puso el dinero para que se rodara esta cinta imprescindible que, tras varios intentos fallidos he podido localizar recientemente.

Harold es joven y adinerado. Vive con su madre en una enorme mansión y pasa la mayor parte de su tiempo asistiendo a entierros (a los que acude conduciendo su propio coche fúnebre) y escenificando los más variopintos sistemas de suicidio. Con semejantes aficiones, no es de extrañar que su madre (impagable Vivian Pickles) intente reconducir la vida de su hijo hacia otro tipo de diversiones más acordes con su edad y con su condición de ser vivo. Su primera medida es intentar encontrar a la mujer adecuada y para ello, concierta varias entrevistas con otras tantas jovencitas, a las que Harold somete a todo tipo de bromas macabras y sangrientas. Ni los sicólogos, ni los sacerdotes, ni los militares (tronchante el tío Víctor, oficial manco que fue "mano derecha del general Mc Arthur") logran sacar a Harold de su mundo, tan frío y triste como esa inmensa casa en la que vive y en la que nunca parece escucharse ruido alguno.

Maude, por su parte, es el polo opuesto. Octogenaria, vivaz, anarquista, creativa y excéntrica, su mundo es la otra cara de la moneda. Adora cantar y bailar, gusta de disfrutar de la vida con los cinco sentidos (incluido el del olfato, para el que inventa el increible odorífico que recrea el olor del roastbeef, el de los libros viejos y el de las granjas mejicanas...entre otros). Para Maude, no existen las leyes (imprescindible la secuencia en el puente con el policia motorizado), lo único importante es la vida, la naturaleza, comunicarse con ella en todos los niveles.

Que esta increible historia de amor resulte mil veces más creible que cualquiera de las que se ven en las comedias románticas que se estrenan ahora, es sólo uno de los méritos de esta espléndida película. Han pasado más de treinta años desde que se estrenó y, por supuesto, eso se nota en algunos mensajes un poco trasnochados, típicos de los setenta, pero es difícil encontrar hoy en día, películas tan vitales y atrevidas como ésta. Su negrísimo sentido del humor (memorable la secuencia del suicidio en la piscina), la magnífica fotografía, los actores (todos, sin excepción), la banda sonora de Cat Stevens, todo es redondo en esta pequeña joya. Merece la pena.

lunes, 14 de mayo de 2007

Imprescindible


"Sólo me faltan seis meses y veintiocho días para estar en condiciones de jubilarme. Debe hacer por lo menos cinco años que llevo este cómputo diario de mi saldo de trabajo. Verdaderamente, ¿preciso tanto el ocio?" Así empieza "La tregua", la novela de Mario Benedetti que acabo de terminar y que, sinceramente, me ha dejado impresionado.

Para mi vergüenza, debo reconocer que nunca hasta ahora había mostrado el menor interés por la obra de este genial uruguayo y que si, finalmente, di el paso, no fue por voluntad propia sino por el compromiso de lectura que se adquiere con los libros que a uno le regalan. Sobre todo si el que lo regala ya ha demostrado en varias ocasiones un incontestable buen gusto en estos temas.

Adoptando la forma de un diario (me niego a escribir íntimo, ¿cuál no lo es?), Benedetti recoge algo más de doce meses en la vida de Martín Santomé, por lo que a mi respecta, uno de los personajes mas entrañables y mejor construido de la literatura del siglo XX. Viudo, funcionario a punto de jubilarse, padre de tres hijos con los que parece mantener más el equilibrio que las relaciones y, sobre todo en constante lucha con el tiempo; con el que se le viene encima tras la jubilación que adopta la forma del ocio sin objeto "porque, entonces me pasarán sin duda muchas menos cosas que ahora" y, también con el pasado, infectado de frustración y que le persigue pidiéndole cuentas. "La seguridad de saberme capaz para algo mejor me puso en las manos la postergación que, a fin de cuentas es un arma terrible y suicida". En este sentido, el nombre del libro cuadra al céntimo con la historia que en él se cuenta: una verdadera tregua, una puerta abierta en esa vida amagada, oscura, terrible, ya que "lo más trágico no es ser mediocre pero inconsciente de esa mediocridad; lo más trágico es ser mediocre y saber que se es así y no conformarse con ese destino que, por otra parte, es de estricta justicia".

A pesar de lo que puede parecer y aunque el pesimismo no abandona el personaje en toda la obra, "La Tregua" no es un catálogo de personajes dolientes y quejumbrosos. La novela respira auténtica vida y, en consecuencia, junto a momentos de una intensidad dramática asombrosa (la entrada del jueves trece de febrero, por ejemplo) se acomodan otros instantes de verdadera poesía en prosa (entrada del lunes, doce de agosto). Además, la estructura adoptada por el autor, que distribuye la obra en múltiples entradas (cada una para un día concreto y cronológico), de no más de dos páginas las más largas y de apenas una linea las más cortas, le permite reflexionar sobre lo que le viene en gana (Dios, el amor, la paternidad, el deseo, la historia, la política o el poder entre otros temas) y aderezarlo todo con un sentido del humor elegante o con una amargura implacable según le pida el cuerpo en cada momento. Como la vida misma.
Y todo eso, maravillosamente escrito, con estilo y maestría, sin que el interés de la historia decaiga ni se disperse ni un sólo segundo, rodeando a los personajes principales con un manto de secundarios construidos con una minuciosidad y un cuidado como es difícil encontrar. Una obra maestra. Lectura obligatoria. Imprescindible.

sábado, 12 de mayo de 2007

Resurgen los Borgia

En esa obra maestra eternamente infravalorada que es "El Padrino III" (siempre a la sombra de sus hermanas mayores), Michael Corleone abandona una reunión en El Vaticano en la que se ha visto traicionado y manipulado por una corte de banqueros, religiosos y políticos. Todavía preguntándose como es posible faltar tanto a la palabra dada, exclama para el que quiera oírle que "resurgen los Borgia", en referencia a la familia de intrigantes y pendencieros valencianos de enorme peso político y cultural durante el Renacimiento. Al parecer, esta gente no tenía el menor problema en mentir, manipular, traicionar y pisotear a quien se le pusiera por delante, con tal de alcanzar sus objetivos, generalmente el poder en todas sus vertientes. Incluso matando.


Todo esto me ha venido a la cabeza, mientras veía las primeras imágenes de nuestros queridos políticos poniendo en marcha ese circo que son las campañas electorales. Municipales, en este caso. Y es que, salvando las distancias (ellos únicamente matan de aburrimiento), éstos tampoco tienen el menor reparo en mentir, atacar, falsear y manipular cuanto pasa por sus manos para llevarte al huerto electoral. Y luego, borrón y cuenta nueva. Nunca tienen culpa de nada. La herencia recibida, el PSOE, el PP, la guerra, la ETA, el tiempo, el ciclo económico alcista, el bajista, el maestro armero.... Cualquiera menos ellos. Y si mañana tengo que decir que no a lo que ayer afirme con el corazón en la mano, no pasa nada. Hay asesores y, sobre todo, noticias que sepultarán mis incoherencias en el olvido.


Importa poco que los actos sean claramente electorales y que, en realidad, les importe bien poco si gana el Getafe, el Barcelona o el lucero del alba. Se piensan que somos imbéciles y que, por lo tanto, si vemos a Gallardón en la portada de la revista Zero, eso quiere decir que es un político abierto (con perdón) a todo tipo de orientación sexual y, por tanto, flexible y con una forma de gobernar orientada a todos los ciudadanos, sin discriminación alguna. Por el contrario, la verdad es que salir ahora en la revista busca, simplemente arañar algunos votos de los homosexuales más indecisos sin, por ello, perder votos de los simpatizantes de su partido, que no dejarán de votarle por muy poco que les atraiga el amigo Alberto. Matemática pura.

Además, los programas electorales son un gazpacho de vaguedades y topicazos tan indigesto que, en general, siempre dejan hueco para la huida. Por ejemplo, el lema del PSOE. "Haremos más". Según ese moderno Cicerón que es Pepe Blanco "se pretende trasladar a los ciudadanos que los socialistas haremos más, precisamente porque miramos adelante. Porque el pasado no nos ata y el futuro nos ocupa, pero no nos asusta”. Yo tampoco veo sentido alguno en esa frase. Supongo que al ser un tipo algo disperso, en su mundo, todavía gobierna Azaña y por eso habla del futuro, es decir, de la guerra civil y la de Irak, del Prestige y del presidente del gobierno, Jose María Aznar. Terrorífico. Y Nicolás Redondo Terreros con carnet de militante de base.
Aprovechemos ahora que salen a la calle, que besan niños, visitan las obras, se tragan las charlas sobre la fabricación de las planchas de plomo rodiado que les sueltan los encargados de las empresas que van a visitar dentro de su estudiadísimo itinerario electoral o te llaman por teléfono pidiéndote el voto, para, por lo menos, decirles que no nos tomen por tontos, que no hagan promesas que no pueden cumplir, que se echen flores cuando proceda, pero que, por la misma razón no pasen palabra cuando se equivocan y reconozcan los errores sin medias tintas, que no usen las desgracias como armas arrojadizas y, sobre todo que no olviden que si tienen lo que tienen, es por nosotros. Seguro que nos escucharán. Aunque el 28 de mayo ya se les habrá olvidado.




jueves, 10 de mayo de 2007

Hasta los simorghs


Decía Julio Caro Baroja que un pedante es un estúpido adulterado por el estudio y, de verdad que no se me ocurre mejor definición para referirme a José María Sánchez- Verdú y a ese inmenso despropósito que es "El viaje a Simorgh", la ópera que recientemente ha estrenado en Madrid y a una de cuyas representaciones asisití hace unos días.

Que a este hombre le vendría bien una cura de humildad, se ve claro por el torrente de sandeces que ha venido soltando por los medios de comunicación en los últimos días. Sólo un par de perlas:

"Esta ópera tiene muchos sustratos, como la Biblia o cualquier obra de Joyce". Nada menos. La Santísima Trinidad de la cultura y el arte: Díos, Ulíses y.....Verdú. Todavía se molestará por ponérle el último.

"Cuanto más completa sea la formación de la persona, más aspectos podrá apreciar en la obra". Es decir, que si el libreto te parece una memez sin fondo, la ¿música? una sucesión de zumbidos sin orden ni, nunca mejor dicho, concierto y la puesta en escena lo más simplón visto en un teatro en años, la culpa no es sino de tu formación. Escasa, inconsistente y por supuesto, mortalmente insuficiente para llegar a todos los "sustratos".

"Todos tienen que habituarse a mi lenguaje. Puede parecer egocéntrico, pero no puedo renunciar a mi personalidad en función de varios intérpretes." Faltaría más, José María. Intentar aportar algo a tu obra. Desde luego, estos cantantes, meros cables conductores de tu arte, qué ansias de protagonismo. No te preocupes, que no parece egocéntrico. Lo es, sin más.

De veras que asistí a la representación con una mente abierta. Pero nada más empezar me di cuenta de que, conmigo, la punta de lanza del señor Verdú estaba dando en hueso.

Una filmación sobre el escenario fruto de una mala digestión de los títulos de crédito de "Seven" inician el esperpento. En unos minutos y como toda obra "moderna" que se precie, aparecen varios hombres desnudos dejándose el culo como la bandera de Japón, mientras algunas cantantes gritan como si las escaldaran vivas, vestidas con miriñaques o, por confundir un poco, con batas de enfermeras. Se apagan las luces y al borde del escenario, un señor con frac y gafas de sol aporrea con su arco un violín con luces que parpadean en varios colores mientras dos docenas de figurantes vestidos de pájaros se mueven como si los acabaran de sacar de una coctelera. Gente que anda incomprensiblemente despacio de aquí para allá, chillidos fuera de lugar, el tío del frac destrozando el violín (en otra de sus declaraciones, el amigo José María dice que los músicos sacan sonoridades nuevas a sus instrumentos. Para la próxima, el violinista en vez de utilizar el arco, para masacrar su instrumento, podría utilizar el prepucio y, así, al menos, resultaría escándaloso y no simplemente estúpido), personajes que, de repente, comienzan a recitar a San Juan de la Cruz. En fin, una imbecilidad sin nombre.

Y qué decir de la música. Por supuesto, no hay manera humana de localizar una melodía, una armonía, ni siquiera es música atonal o cromática. No hay nada, vacío absoluto. Todo son chirridos, notas agudísimas, casi dañinas. Ni acompañan la acción, ni la aclaran. Todo el mundo va a su aire. Da la sensación de que el chirrido o la nota superviviente al genocidio melódico del compositor han sonado en ese momento, pero podría haber sonado un segundo o diez minutos antes, o después. Para estos compositores "modernos", conceptos tales como la melodía o el contrapunto son arcaícos y rancios. Para ellos, la música actual no necesita de esas ideas arcanas sino que utilizan ideas tan pedantes e insufribles como "música fluida" o "musica del aire". Tonterías. El contrapunto no es arcaíco. Es difícil. Y por eso, esta gente nunca podrá ser capaz de componer otra cosa que la banda sonora de un matadero de cerdos en hora punta.
Al parecer, los críticos más artísiticos y vanguardismo han destacado por su belleza, los cuadros finales. Ahí reconozco que no puedo opinar. A los ochenta minutos de calvario abandoné el teatro, enrabietado, indignado y hasta los mismísimos simorghs de tanta modernidad vacía y presuntosa. Por lo que a mí respecta, una y no más.

martes, 1 de mayo de 2007

El principe valiente


Está en tercera posición dentro de la linea de sucesión a la corona británica. Hasta el momento, sus mayores aportaciones a la historia son ciertos escarceos con el alcohol, un par de partidos de polo y un disfraz de nazi que dio alas a la prensa inglesa durante meses. Aparentemente no reinará gracias al cielo, porque, por lo poco que se sabe de él, muy listo no parece. Sí, es joven, la testosterona le chorrea por las orejas y todos hemos hecho cosas poco recomendables, pero, claro, él vive en un palacio, no madruga, no tiene hipoteca y, lo que se dice, con el sudor de su frente, me da que no se gana el pan. Más bien con el de los demás.


Por eso, cuando la vida te bendice (o te maldice, según se vea) con una corona o con un título como "príncipe", todo cuenta, todo se analiza y cualquier decisión que tomes, desde el disfraz que usarás en tu fiesta o los copazo que te endosarás el viernes, debe estar medida al milímetro, porque no es Harry el que sale en la prensa sopesándole las tetas a su compañera de mesa sino el que, quién sabe, representará a sesenta millones de británicos algún día o, si no lo hace, el hijo o el hermano del que lo hará, que para el caso es lo mismo.

En consecuencia, la idea que se le ha puesto al niño en las narices de ir a pegar tiros a Irak es cuanto menos, imbécil y, si se produce, más vale que nadie haga ni caso a sus deseos de acción y lo encierren en un bunker durante el semestre que andará pululando por allí. Porque como alguno de los centenares de comandos chiies que ya andan como locos planeando su secuestro lo pillen por banda, el impacto mediático que tendría el hecho es incalculable. Eso sin contar la moneda de cambio con la que se harían o el efecto que causaría su ejecución si llega el caso ( y a éstos tíos no le temblaría el pulso si hay que hacerlo). Por si fuera poco y, precisamente, para intentar evitar que culquiera de estas circunstancias se produzca, el principe valiente viajará a Basora (no había otro sitio, parece) con una unidad especial que lo protegerá día y noche. O, dicho en otras palabras, que se jugará día y noche la vida para que el niño pueda dirigir la unidad de exploración que le han asignado y cuyos miembros deben andar con el escroto comprimido.
Más le valdría a este muchacho dejarse de chorradas y centrarse un poco en el papel que, para bien o para mal, le ha tocado interpretar. Y si quiere acción, que se compre una Play Station.