miércoles, 31 de mayo de 2017

La flor más grande, triste y bella del Bierzo

Creo que es la primera vez en más de diez años de vida de esta su escombrera predilecta que dedico una entrada a un disco de rock. Ha habido múltiples textos dedicados a la música, por supuesto. Incluso recuerdo un par de ellas dedicada a bandas sonoras del gabacho Alexandre Desplat. Pero ninguna dedicada a glosar las virtudes de un album en el sentido moderno de la expresion. De modo que pueden hacerse una idea de las sensaciones que me han producido los once temas contenidos en "How big, how blue how beautiful", el tercer trabajo de la banda británica Florence and The Machine y al que, por ahorrar energías, me referiré desde ahora como HB3.

Al frente del grupo se encuentra Florence Welch, una pelirroja etérea nacida en Londres hace poco más de 30 años y de la que tuve noticias a través de una versión del clásico "Stand by me" que me cautivó en pleno corazón del Bierzo, durante el último Cinefranca (para los que no tengan la menor idea de lo que les estoy hablando, que sepan que se están perdiendo el mejor festival cinematográfico- gatronómico- musical de cuantos se celebran en este país. Les dejo su web por si no quieren pasar más tiempo en la ignorancia http://eventosarmiento.es/. Háganse un favor y acérquense el año que viene. No lo lamentarán). Por eso, por lo que a mi respecta, Florence siempre será una chica del Bierzo. Este es, tal vez, el mayor halago que la voy a soltar en esta entrada. Pero, sin duda, no será el único.

Vaya por delante que los dos discos previos del grupo son dos sólidas piezas musicales que responden al nombre de "Lungs" (2009) y "Ceremonials" (2011) y que contienen temas abrasadores como "Dogs days are over", "Drumming song", "Shake it out", "Spectrum" o "Lover to lover". En ellos ya destaca el ragnarök vocal de la muchacha y su gusto por las atmósferas y las gasas melódicas envolviendo guitarrazos y ritmos machacones con sabor a soul. La voz de Florence es de una potencia descomunal. Se gusta y aprovecha para explayarse en un "aquí estoy yo" que, en ocasiones puede resultar un poco indigesto. Parece más empeñada en acreditar la enorme fortaleza de sus cuerdas vocales que sus habilidades para la entonación y el sentimiento. Como compositora ya queda claro que es un talento indiscutible.

Y en 2015 llega HB3·y las (escasas) sombras de su música desparecen. Once temas como once soles. Todo lo anterior, el rock directo, las armonias vocales, los arreglos de viento, Motown, todo, sigue ahí. Pero elevado a la enésima potencia, puliendo las aristas, perfeccionando un estilo de hacer música que solo está al alcance de ellos porque solo ellos tienen el becerro de oro, la apabullante de voz de Florence que, en esta ocasión, dedica todos sus esfuerzos a transmitir, a entonar, a deshacerse en sus canciones y a recorrer todas las octavas por las que su privilegiada garganta es capaz de deambular. Es imposible decantarse por un tema. ¿la galopada inicial de "Ship to wreck"? ¿El single perfecto que es "What kind of man"? ¿o a lo mejor es preferible la montaña rusa de ritmos que es "Delilah"? A veces creo que "Third eye" es la que se lleva el gato al agua pero luego entra en danza la melodía inabarcable de "Various storms & saints" y me vuelve a entrar la duda. 

Yo a estas cosas suelo llegar tarde. Florence and the Machine llevan casi diez años en el escaparate musical, han ganado docenas de premios, han puesto música a películas y a su vocalista le ha dado tiempo a superar su dislexia, coquetear con el alcohol y ser abanderada de varios maestros de la moda. Y Tarquin en su nube. Con su Haydn, su grunge y sus bandas sonoras. A por uvas, por resumir. A mí, Florence and the Machine me los trajo el Bierzo y Cinefranca y es una de las muchas cosas grandes que descubrí allí. A ustedes se lo pongo más fácil. Solo tienen que pulsar play un poco más abajo para ver si esta epifania musical que tengo es solo cosa mía.


miércoles, 3 de mayo de 2017

Clonando lombrices (II)

Segunda entrega de la sección de reseñas express más lombricera y enladrillada de esta su escombrera favorita. Si alguien desea saber las razones que me llevan a otorgar tan, en principio, poco apropiados clificativos a una de mis criaturas, no tiene más que pinchar aquí y comprobar que no sólo son apropiados sino, también, en lo que a anélidos se refiere, admirativos y, por supuesto, merecidos.

No me enrrollo más, que, la verdad sea dicha, la cosecha cinematográfica de estos últimos meses ha sido enorme y, a pesar de un par de borrones, razonablemente interesante. Algunos de los titulos reseñados tienen ya su tiempo, pero aquí, de lo que se trata es de hablar de cine y no del tiempo, de modo que el que quiera la más rabiosa actualidad que acuda al Fotogramas del mes que, imagino, todavía se publica. Vamos al turrón.

- 50 sombras más óscuras: La verdad es que no defrauda. Uno se espera una mierda en papel celofán y exactamente eso es lo que uno se encuentra. Tan excitante como frotarse el prepucio con una ortiga, la nueva aventura sadopija de Anastasia y Christian (la pareja con menos química desde los tiempos de Caponata y Don Pimpón) es un truño se mire por donde se mire. ¿Que qué hacen allí Kim Bassinger y Marcia Gay Harden? Ganarse la vida, imagino. Poco más (•).

- El día del patriota: Muy apreciable recreación de los atentados de Boston de 2013. Salen Kevin Bacon y un contenidísimo Mark Whalberg que bordan sus papeles y si la dividiéramos en cuatro partes, podríamos decir que las dos primeras son brillantes pero sin exagerar y la cuarta parece rodada con el freno de mano. A cambio, el director Peter Berg ofrece un tercer acto que es así, a las bravas, lo mejor que se ha visto en una pantalla de cine el año pasado. Ahí lo dejo, señores (***).


- Pet: Una de terror claustrofóbico con giro inesperado. Mis favoritas, para que lo voy a negar. Un tipo obsesionado con una rubia de bandera (la espectacular Ksenia Solo) decide secuestrarla para eliminar la competencia y así, en unos años, lograr ligársela. El planteamiento es inverosimil y los personajes caen bastante gordos en general, pero el mencionado giro, la coherencia de su absurda idea inicial y un final de los de traca salvan del naufragio el proyecto y le permiten recibir dos estrellitas (**).

- La bella y la Bestia: Que sí, que no aporta nada, que es un gasto innecesario y que para copiar una buena película ya tenemos a Gus Van Sant. Pero es que sale Emma Watson, que es una Diosa encarnada, la historia es irresistible, está magníficamente rodada y las canciones me han acompañado desde hace más de 20 años. Además, a las herederas les encantó. ¿Que cuántas estrellas? ¿Ustedes qué creen? (****).

- Tarde para la ira: Sangre, polvo y tortilla de patatas. A Raúl Arévalo le encanta el cine y, espcialmente, las películas de Sam Peckinpath. Y eso se nota. Cine negro ineludiblemente español e indiscutiblemente brillante. La secuencia inicial y la del gimnasio son desde ya mismo, referentes del universo cinematográfico patrio. Sí, vale, el Goya a Manolo Soto es un exceso y más si uno piensa que Luis Callejo se ha quedado compuesto y sin novia, pero eso no desmerece ni un tanto así la que, posiblemente sea la mejor película española de los últimos diez años (****).

- Logan: La crítica la ha puesto por las nubes y eso puede hacer que muchos se acerquen con cautela. Pero es que la ultima entrega del mutante más violento del Universo Marvel es buena. Muy buena a pesar de los niños (los que la hayan visto ya saben de lo que hablo) y lo es, quizás por ser la menos Marvel de todas las que Marvel ha hecho: hay tacos, y sangre a  raudales. Nos hay escenas post créditos ni cameo de Stan Lee. Y sale, Hugh Jackman que no interpreta, sino que simplemente ES Lobezno. Ya están tardando (***).

-Múltiple: El hombre que escribió el final de la última gala de los Oscar (lo dijo él mismo en su cuenta de Twitter. De lo mejor del año en la red del pajarito azul) demuestra que lo de "La visita" no fue casualidad y que tras unos años más pérdido que Tarzan en Almería, ha vuelto a ser el artista total que deslumbró con "El sexto sentido" o "El protegido". Atención a la escena tras los títulos de crédito que esconde la verdadera sorpresa de esta cinta malsana, angustiosa y que esconde una de las mejores interpretaciones de los últimos años cortesía del camaleónico James McAvoy (***).

- Kong. La isla Calavera: Si hay una película sin pretensiones estrenada este año, esa es sin duda la nueva aproximación al universo del primate más popular del cine, con permiso de Chita. Todo lo bueno de King Kong (las palizas con otros bichos trasnsgénicos, el enfrentamiento de los desdichados humanos con una selva asesina) y nada de lo aburrido y cursi del mito (aquí no hay zoofilia, mis pervertidos amigos. Y eso que Brie Larson luce espléndida). Serie B de primera categoría. No encontrarán aquí el sentido de la vida, pero sí lo intensa que puede llegar a ser (****).

- Que Dios nos perdone: Dudaba entre la elegancia formal de "El hombre de las mil caras" y el encanto animal de "Que Dios nos perdone". Pero, finalmente, me ha podido mi tendencia al exceso y me decanto por nuestro "Seven" castizo, a pesar de sus agujeros de guión y su final precipitado. Magnífica muestra de lo que se puede hacer en nuestro país con buenos actores, brillantes soluciones formales y muchas ganas de meter el dedo en el ojo. Rediez, que ejercicio tan bueno para el cine español ha sido el 2016 (***).

- Negación: La gran decepción del año. Un tema apasionante (La negación del exterminio judío por los nazis en la Segunda Guerra Mundial y los límites de la libertad de expresión), un plantel de actores de primera fila (Tom Wilkinson, Rachel Weisz), un guión lleno de frases memorables ("No puedo debatir con alguien que niega el Holocausto, del mismo modo que no puedo debatir con alguien que dice que Elvis sigue vivo") pero una realización tan plana, tan banal, tan carente de ritmo e interés que, a los pocos minutos, uno está deseándo que salgan los títulos de crédito. Se salva del punto negro por los actores, por la secuencia en Auschwitz y, desgraciadamente, por poco mas (*).