Creo que es la primera vez en más de diez años de vida de esta su escombrera predilecta que dedico una entrada a un disco de rock. Ha habido múltiples textos dedicados a la música, por supuesto. Incluso recuerdo un par de ellas dedicada a bandas sonoras del gabacho Alexandre Desplat. Pero ninguna dedicada a glosar las virtudes de un album en el sentido moderno de la expresion. De modo que pueden hacerse una idea de las sensaciones que me han producido los once temas contenidos en "How big, how blue how beautiful", el tercer trabajo de la banda británica Florence and The Machine y al que, por ahorrar energías, me referiré desde ahora como HB3.
Al frente del grupo se encuentra Florence Welch, una pelirroja etérea nacida en Londres hace poco más de 30 años y de la que tuve noticias a través de una versión del clásico "Stand by me" que me cautivó en pleno corazón del Bierzo, durante el último Cinefranca (para los que no tengan la menor idea de lo que les estoy hablando, que sepan que se están perdiendo el mejor festival cinematográfico- gatronómico- musical de cuantos se celebran en este país. Les dejo su web por si no quieren pasar más tiempo en la ignorancia http://eventosarmiento.es/. Háganse un favor y acérquense el año que viene. No lo lamentarán). Por eso, por lo que a mi respecta, Florence siempre será una chica del Bierzo. Este es, tal vez, el mayor halago que la voy a soltar en esta entrada. Pero, sin duda, no será el único.
Vaya por delante que los dos discos previos del grupo son dos sólidas piezas musicales que responden al nombre de "Lungs" (2009) y "Ceremonials" (2011) y que contienen temas abrasadores como "Dogs days are over", "Drumming song", "Shake it out", "Spectrum" o "Lover to lover". En ellos ya destaca el ragnarök vocal de la muchacha y su gusto por las atmósferas y las gasas melódicas envolviendo guitarrazos y ritmos machacones con sabor a soul. La voz de Florence es de una potencia descomunal. Se gusta y aprovecha para explayarse en un "aquí estoy yo" que, en ocasiones puede resultar un poco indigesto. Parece más empeñada en acreditar la enorme fortaleza de sus cuerdas vocales que sus habilidades para la entonación y el sentimiento. Como compositora ya queda claro que es un talento indiscutible.
Y en 2015 llega HB3·y las (escasas) sombras de su música desparecen. Once temas como once soles. Todo lo anterior, el rock directo, las armonias vocales, los arreglos de viento, Motown, todo, sigue ahí. Pero elevado a la enésima potencia, puliendo las aristas, perfeccionando un estilo de hacer música que solo está al alcance de ellos porque solo ellos tienen el becerro de oro, la apabullante de voz de Florence que, en esta ocasión, dedica todos sus esfuerzos a transmitir, a entonar, a deshacerse en sus canciones y a recorrer todas las octavas por las que su privilegiada garganta es capaz de deambular. Es imposible decantarse por un tema. ¿la galopada inicial de "Ship to wreck"? ¿El single perfecto que es "What kind of man"? ¿o a lo mejor es preferible la montaña rusa de ritmos que es "Delilah"? A veces creo que "Third eye" es la que se lleva el gato al agua pero luego entra en danza la melodía inabarcable de "Various storms & saints" y me vuelve a entrar la duda.
Yo a estas cosas suelo llegar tarde. Florence and the Machine llevan casi diez años en el escaparate musical, han ganado docenas de premios, han puesto música a películas y a su vocalista le ha dado tiempo a superar su dislexia, coquetear con el alcohol y ser abanderada de varios maestros de la moda. Y Tarquin en su nube. Con su Haydn, su grunge y sus bandas sonoras. A por uvas, por resumir. A mí, Florence and the Machine me los trajo el Bierzo y Cinefranca y es una de las muchas cosas grandes que descubrí allí. A ustedes se lo pongo más fácil. Solo tienen que pulsar play un poco más abajo para ver si esta epifania musical que tengo es solo cosa mía.