Hablo a menudo de Fernando Savater. En mi opinión, el filósofo y escritor vasco es una de las mentes mejor engrasadas de este país y sus opiniones marcan un punto de inflexión en cualquier debate en el que participe.
Por si fuera poco equipaje, Savater ha demostrado en multitud de ocasiones que si de coraje y valentía se habla, también hay que tenerlo en cuenta. Así, mientras la mayoría de nosotros criticamos desde el salón de nuestra casa, la violencia de la basura etarra y la podredumbre del nacionalismo radical de Batasuna (en cualquiera de sus nomenclaturas), Savater les escupe en la cara y en su propia casa a través de la palabra escrita y de la enunciada, a través de libros y artículos o en conferencias y debates de los que ha salido vivo de milagro en múltiples ocasiones.
Savater no tiene que demostrar nada a estas alturas de la vida. Quienes utilizamos el cerebro para otras actividades que no sean absorber consignas cocinadas en el recelo y la envidia, sabemos que este hombre es un demócrata y un luchador por las libertades como hay pocos en este triste país en el que vivimos. También sabemos que jamás ha levantado un puño contra sus enemigos, solo la voz y con la única finalidad de hacerse oir sobre los abucheos de quienes salivaban por despedazarlo a golpes. Y por supuesto, sabemos que si a alguien y por alguien Savater daría su vida es por las víctimas de los terroristas y por el fin de la violencia.
Pero en esta España nuestra la memoria es frágil, por mucho que algunos digan que es histórica y han bastado unas palabras poco afortunadas del escritor vasco, sacadas, además de su contexto, y en las que confesaba "haberse divertido con el tema del terrorismo", para que sus enemigos se hayan lanzado en picado para acusarle hasta del hundimiento del Titanic. Alguno, incluso, ha dicho que si la Audiencia Nacional no iniciaba un proceso por apología del terrorismo, eludía sus funciones. También y como era de esperar, dada su activa militancia en Unión, Progreso y Democracia (UPD), no han sido pocos los que han aprovechado para dar un par de derechazos al partido, su ideario y, como no, a sus directivos, con Rosa Díez a la cabeza.
Es patético, pero ha sido necesario que Savater salga hoy a la palestra a matizar sus declaraciones y aclarar a quienes no han perdido el tiempo en precipitarse sobre su yugular que la lucha contra el terrorismo ha sido de tan radical importancia en su vida que"si ETA no se hubiera cruzado en su vida probablemente hubiera tenido que dedicarme a estar en la academia y cosas así, que me hubieran aburrido y luchar contra el terror me ha gustado mucho más (..) lo cual ha tenido la contrapartida del dolor provocado por los amigos que hemos perdido y por haber visto sufrir a mucha gente". Tranquilo, Fernando. La mayoría de nosotros, no necesitamos este tipo de explicaciones: nosotros sí tenemos memoria
Por si fuera poco equipaje, Savater ha demostrado en multitud de ocasiones que si de coraje y valentía se habla, también hay que tenerlo en cuenta. Así, mientras la mayoría de nosotros criticamos desde el salón de nuestra casa, la violencia de la basura etarra y la podredumbre del nacionalismo radical de Batasuna (en cualquiera de sus nomenclaturas), Savater les escupe en la cara y en su propia casa a través de la palabra escrita y de la enunciada, a través de libros y artículos o en conferencias y debates de los que ha salido vivo de milagro en múltiples ocasiones.
Savater no tiene que demostrar nada a estas alturas de la vida. Quienes utilizamos el cerebro para otras actividades que no sean absorber consignas cocinadas en el recelo y la envidia, sabemos que este hombre es un demócrata y un luchador por las libertades como hay pocos en este triste país en el que vivimos. También sabemos que jamás ha levantado un puño contra sus enemigos, solo la voz y con la única finalidad de hacerse oir sobre los abucheos de quienes salivaban por despedazarlo a golpes. Y por supuesto, sabemos que si a alguien y por alguien Savater daría su vida es por las víctimas de los terroristas y por el fin de la violencia.
Pero en esta España nuestra la memoria es frágil, por mucho que algunos digan que es histórica y han bastado unas palabras poco afortunadas del escritor vasco, sacadas, además de su contexto, y en las que confesaba "haberse divertido con el tema del terrorismo", para que sus enemigos se hayan lanzado en picado para acusarle hasta del hundimiento del Titanic. Alguno, incluso, ha dicho que si la Audiencia Nacional no iniciaba un proceso por apología del terrorismo, eludía sus funciones. También y como era de esperar, dada su activa militancia en Unión, Progreso y Democracia (UPD), no han sido pocos los que han aprovechado para dar un par de derechazos al partido, su ideario y, como no, a sus directivos, con Rosa Díez a la cabeza.
Es patético, pero ha sido necesario que Savater salga hoy a la palestra a matizar sus declaraciones y aclarar a quienes no han perdido el tiempo en precipitarse sobre su yugular que la lucha contra el terrorismo ha sido de tan radical importancia en su vida que"si ETA no se hubiera cruzado en su vida probablemente hubiera tenido que dedicarme a estar en la academia y cosas así, que me hubieran aburrido y luchar contra el terror me ha gustado mucho más (..) lo cual ha tenido la contrapartida del dolor provocado por los amigos que hemos perdido y por haber visto sufrir a mucha gente". Tranquilo, Fernando. La mayoría de nosotros, no necesitamos este tipo de explicaciones: nosotros sí tenemos memoria