martes, 26 de febrero de 2008

Tengo hambre

Las cosas cambian. Lo que ayer era indispensable y primario se torna hoy en superfluo, apenas previsto y completamente secundario. No hace mucho, salías de casa sin dinero y, aunque estuvieras a quince kilómetros era imprescindible retornar al hogar para poder sobrevivir sin recurrir a la mendicidad. Hoy, sin embargo, la plaga de cajeros automáticos y la enraizada costumbre de pagar con tarjeta de crédito hacen del dinero en efectivo, una especie a extinguir. Nuestros padres nunca lo hubieran imaginado, pero los hechos son los hechos y, hoy en día, los fajos atados con gomas apenas ven el sol salvo en oscuras y clandestinas transacciones no siempre documentadas.

Antes, quedar a cenar con unos amigos o con tu pareja requería únicamente de tres elementos: las mencionadas amistades y parejas, algo de dinero (incluso en efectivo) y un apetito razonable. Hoy en día, tan solo el primer elemento es imprescindible. El segundo está sobrealimentado y el tercero no es solo prescindible, sino, en la mayor parte de las ocasiones, un engorro. Ahora, las prioridades son otras.

En primer lugar, es necesario tener a mano un diccionario (preferiblemente de la RAE) para poder entender lo que el local ofrece en su carta (suponiendo que hayas sido capaz de abrirla, una vez despojada de sus lazos, sobres o doblados imposibles). No hay otro modo de entender el significado de términos como "alginato", "escamoles", "cocina deconstruida""reducción de Pedro Ximénez" o "emulsión de jazmín". Es perfectamente posible pedir algo llamado "ovoides y tubérculos al aceite de módena confitado" y encontrarte una tortilla como un castillo. Imprescindible ser de letras.

No pueden faltar tampoco las gafas de visión nocturna. En los restaurantes modernos, sobran velas y faltan bombillas. El elevado precio de los locales y de las peramanzanas japonesas ha llevado a los restauradores (que son como los mesoneros o taberneros de antaño, pero con estudios de postgrado), a vigilar muy mucho el coste de la luz y por ello, encargan a los decoradores de interior que diseñen espacios muy amplios y "minimalistas" (lo que antes se llamaba soso) con apenas dos lámparas y muchos espejos que reflejen la escasa luz y configuren sombras suficientes para dar la deseada impresión de gruta misteriosa que tanto gusta hoy en día.

Los walkie- talkies también deben acompañarnos en estas ocasiones. La moda de contratar "especialistas en ambiente" (que viene a ser un pinchadiscos de los de toda la vida pero con camiseta de Armani) logra casi siempre que la conversación se diluya entre el "lounge", el "trance" y el "ambient" que surgen de los altavoces situados detrás de cada tímpano. A menos que ensayemos para acudir a "Salsa Rosa" o "59 segundos" es casi imposible hacerse oír y mucho menos escuchar lo que la persona que, intuyes, tienes delante pretende decir. Como los camareros no llevan walkie- talkies, puede ocurrir que en lugar de la cerveza camboyana de malta solicitada, te sirvan un vino australiano de sabor y color indefinible.

Es indispensable que, antes de entrar en el restaurante, hayas solicitado aumentar el límite de tu tarjeta de crédito o, al menos hayas dejado tiritando el cajero de enfrente. Porque, aunque parezca mentira, el precio de la balaustrada de codornices escabechadas al gusto de la abuela sobre cuna de rabanitos y coulies de frambuesas salvajes de Malasia equivale al salario mínimo interprofesional. A poco que hayas pedido una botella de agua mineral gaseosa de mineralización equilibrada, la tranquila velada puede convertirse en un roto de considerables proporciones.

Por último, nunca, repito, nunca, debe acudir uno a estas cenas con hambre. La alimentación copiosa no está de moda. La comida debe ser microbiótica y, por contagio, microscópica. Poco, pero exquisito. Domina tu apetito y serás más feliz. Paga el gramo a precio de kilo. Abandonadas a su suerte en platos de colosales e innecesarias proporciones, las semillas de polen tostadas al aceite de manzana con perfume de Madagascar se tornan en meros aperitivos de bar de cuarta regional que dejan la cartera en estado terminal, la garganta como si hubiéramos hechos gárgaras con chinchetas y el estómago en mínimos históricos. Si es cierto que el hambre hace ladrón a cualquier hombre es muy recomendable evitar este tipo de restaurantes. Las tentaciones, cuanto más lejos, mejor.

23 comentarios:

Anónimo dijo...

"En primer lugar, es necesario tener a mano un diccionario (preferiblemente de la RAE) para poder entender lo que el local ofrece en su carta"

Totalmente de acuerdo. Qué pijada de nombres que les ponen a las cosas para un trozo de carne (o pescado) con un poco de salsa encima. Y luego viene el sablazo a la hora de pagar. ;).Lo que yo digo, donde haya un buen filete con patatas que se quite todo lo demás. ;)

Anónimo dijo...

Es bien sencilla la razón por la que los restauradores acaban por implementar este tipo de cocina en sus locales. Todos conocemos el coste de la materia prima en alguna que otra calidad y podemos tener una noción de la razonabilidad del precio que se pide a cambio de la merluza que nos sirven.

Pero mezclando elementos exóticos y por ello poco habituales de nuestras cestas de compra (aunque no necesariamente mas caros), logran evadir la fiscalización que podríamos hacer de sus precios y así, huérfanos de referencia nos piden precios incontrastables.

Es lógico que el presente de la restauración sea exótico y con apariencia de exquisito, deja mucho más márgen.

Su ignorado amigo,

JM

Faraonika dijo...

Por suerte todavia exiten los restaurantes de los de toda la vida, menos glamurosos sí, pero en donde la comida llena el plato xD

Respecto a lo que comentas del dinero y las tarjetas, ayer mientras estaba desayunando debajo de mi casa, un hombre pagó su desayuno ¡Con él móvil!!!Confieso que no pude dejar de mirarlo, según parece ahora puedes incorporar la tarjeta al móvil y pagar mediante el bluetooth, increíble...

Lsodio dijo...

por suerte vivo en una ciudad pequeña y aquí los restaurantes aún sirven chuletas de cabrito con patatas fritas. El precio está disparado pero sé lo que como (que ya es algo).

Priscila dijo...

Cada vez nos lo complican más, ahora ya noe s reducción de Pedro Ximenez, sino de PX, ahora las cartas ya no llevan precios e incluso en algunos ni hay cartas, te aconseja el camarero con lo que estás totalmente vendido. Pues a mi personalmente me da verguenza preguntar los precios cuando la carta no los lleva, por eso muchas veces acabo pidiendo vino de la casa.

Lo que comenta Faraonika no lo sabía, pero no me extraña, antes la escusa era:
Cliente: No llevo dinero.
Vendedor: no pasa nada te saco el datafono.
Ahora será:
Cliente: no llevo tarjeta.
Vendedor: no pasa nada, saca el móvil y no me digas que no tienes bluetooth que hoy regalan móviles con bluetooth hasta en el DIA.

Ahhhhh el mundo del Marketing y la publicidad nos está alienando.
Son unos cabrones (me incluyo pues trabajo en este área)

Anónimo dijo...

Los Natillas no nos vemos representados en este segmento de la Nueva Cocina.

Nos gusta el cocido, el chuletón y un buen bacalao al ajo arriero.

Pero sabemos que el proceso de reducción PX es tan simple como el de la evaporación de los alcoholes y es algo bastante viejo y usado con generosidad y abundancia en nuestra gastronomía.

Vendemos un SEAT 127 Fura (como nuevo, único dueño, siempre en garaje, Full Equip)

Natillas boys

sonia f dijo...

Cuesta muchos años de salir y salir y salir el hacerse con una agenda decente de sitios donde comer bien, no sea sinónimo de atraco.

En Valencia, aunque todo ha subido; aún quedan unos cuantos sitios donde comer estupendamente sin que te ROBEN (Priscila, tenemos que ir un francés súper chuli!!!!)

Para ampliar conocimientos, señores, seguiremos saliendo y saliendo y saliendo...

...jejejejejejejejejeje...

Tarquin Winot dijo...

Pijos...y largos, mi querida osezna. Un plato, ahora, ocupa un par de lineas de una carta. Hay que tomar aliento antes de pedirlo al camarero.

Tienes razón, mi, nosebienporqué, ignorado amigo. Deconozco como se mueve el mercado de la batata dulce de Nueva Zelanda, por lo que mis posibilidades de que me endosen un clavo del doce por ello es coser y cantar.

No tardaremos mucho en pagar con la huella digital o con una foto retinal, Faraonika. Tiempo al tiempo.

Aunque el cabritillo se haya subido a la parra, al menos, terminas con la panza llena y el sopor post-alimenticio que indica cuando ha tenido lugar un banquete en condiciones.

No sabía yo lo de las cartas humanas. No pediría jamás ni un vaso de agua en un sitio con semejante indefensión para el consumidor.

Anoto sus preferencias, entrañables miembros (con perdón) del Clan Natillas y paso a mi departamento de pulicidad el tema de su coche. Se lo van a quitar de las manos, me da la impresión.

Di que sí,princesa. Trabajo de campo. Observa, compara y......vuelve a observar y comparar y .....

lucy liu dijo...

Aunque por suerte aún nos quede el bar de la esquina para tomarnos una ración de oreja, también esa ración de oreja está por las nubes.Sinceramente, después del trabajo de campo al que se refiere nuestra amiga Princesa...llego a la conclusión de que como en casa no hay nada. Y es que en esta ocasión el consabido dicho de Hogar dulce hogar nos viene al dedillo.

sonia f dijo...

Lo único malo es que si me achispo en casa me siento alcohólica, y si lo hago en un sitio cuqui y estupendo me parece la mar de divertido.

(Nota de la autora: la tal princesa para achisparse tan sólo necesita dos copas de vino, eh? no vayan Ud. a pensar...)

BUDOKAN dijo...

Hola Tarquin, muy precisa reflexión sobre la pos modernidad y sus diferentes accesorios. Hace poco estuve de vacaciones en la montaña y me di cuenta de que la sencillez aún existe. Saludos!

Tarquin Winot dijo...

Dulce, salado, agrio..... como en casa en ningún sitio....si sabemos cocinar. Poco a poco, uno se anima, pero, entre los fogones y un servidor existió desde siempre un profundo respeto mutuo.

Mira que no te hacía yo, tumbando botellas en la soledad de tu pisito. Dos cervezas, vale...pero ni una más. ¡Que no me entere yo!

Así como te digo que la sencillez culinaria cuadra bastante con mis inquietudes, Budokan, mi naturaleza urbanita me suele llevar bien lejos del campo y más para comer. Soy poco pastoril, me temo.

Hatt dijo...

Jajaja.

Y si no siempre quedarán los sitios con tablas de ibéricos, quesos, patés, en las que se presentan en forma de montañas...

Un saludo.

FERNANDO SANCHEZ POSTIGO dijo...

Yo soy de poco comer y comida clásica. NO hay nada como la comida casera. un abrazo.

Tarquin Winot dijo...

Ibéricos en forma de montaña..... eso sí que es creatividad con fundamento, Hatt y no las patochadas de los "genios deconstructivos".

Aún hay algo mejor que la comida casera, Fernando...... ¡la comida de mamá! Seguro que en eso estamos todos de acuerdo.

Anónimo dijo...

Yo no.

Mi mamá cocina que da asco, vaya infancia.

Tarquin Winot dijo...

Es la primera vez que escucho a alguien criticar la comida materna. Las hay mejores y peores, pero.... ¿un asco? Pobrecita, seguro que lo hacía con la mejor intención.

Anónimo dijo...

En mis tiempos de facultad en Barcelona todo era más simple:existía el "completo".Te sentabas en una mesa,no importaba donde, y al instante tenías ante tus narices tu plato con tu chuletón, patatas, huevos y pimientos fritos.Sin tarjetas,por DIEZ o DOCE duros o algo más si terminabas tu particular ágape con un "carajillo" de ron Pujol.

Durante el servicio militar dilapidaba el sueldo del banco en percebes,centollos y toda clase de mariscos regados con J.Walker "black level".El "lacón con grelos" ya no era para mí.Jamás comí el "rancho" con la tropa,imaginad a todo un secretario del TeCo haciendo de la cocina su distrito,¡si hasta fermentábamos nuestro propio yogur!.

Y la cúspide de la evolución gastronómica vino con la boda...hacedme caso:si os enamoráis  hacedlo de una buena cocinera,eso es media vida,la otra media no tiene mejor paladar.

Los presuntuosos "gourmets" sofisticados estarán de enhorabuena porque la expansión del "low-cost" ya ha llegado a la restauración...¡pobres infelices!

Tarquin Winot dijo...

Algo había oido de esta historia que comentasde los restaurantes "low cost".

En Madrid existe algo parecido, pero que indudablemente no pueden calificarse de "Gourmets".

Restaurantes con todo el aspecto exterior de un local de alta gama, con platos, en aparencia, elaborados y de los que sales con razonable satisfacción por apenas quince euros (o 20 con una modestísima botella de vino). En realidad, tras "Tosta de pastel de atun al vinagre de módena" se oculta un trozo de ensaladilla rusa sobre pan tostado, pero, creo que nadie sale de allí decepcionado, porque nadie podría esperarse nada más caro o elabotrado por ese precio. No me parece mala alternativa siempre y cuando no te dejes deslumbrar por el aparatoso y lucido envoltorio.

meg dijo...

JM dijo:
Pero mezclando elementos exóticos y por ello poco habituales de nuestras cestas de compra (aunque no necesariamente mas caros), logran evadir la fiscalización que podríamos hacer de sus precios y así, huérfanos de referencia nos piden precios incontrastables.

Lo malo de todo esto es que esos elementos exóticos son de baja calidad, pero el snob no lo nota. Lamentablemente tenemos que soportar constantemente a ridículos imitadores de Adriá que, dkcho sea de paso, tampoco es un chef alque acudir de vez en cuando. Con una sola vez basta. A mí me bastó y me sobró después del sorbete de humo. Y pagué demasiado por sus experimentos de laboratorio.

Tarquin Winot dijo...

Ya se sabe, Meg, que la linea que separa lo sublime de lo estúpido es extraordinariamente delgada. Y en este sector, la gente tiene los pies muy grandes.

Anónimo dijo...

por lo que leo de sus pormenorizados análisis, el precio del plato es directamente proporcional a nuestra incapacidad de imaginar como va a ser el plato que nos van a plantar en los morros.

tienen razón en que parece que ahora para abrir un restaurante basta con tener un decorador moderno-retro-kitch y un cocinero medianamente solvente (tampoco tiene que ser un genio). yo por mi parte me apunto a los que no necesitan grandes audacias culinarias para disfrutar de la comida. y además en madrid he descubierto uno de los grandes placeres para el paladar y garantía de estómago a reventar: el cocido madrileño. ¡¡Dios, qué invento!!

Tarquin Winot dijo...

Bienvenido, Mobe (a menos que seas la abreviatura de Mobemento, en cuyo caso, será un "cuánto sin verte"). Lo del cocido madrileño es caso aparte. En casa de mi madre, es un auténtico ritual que se cumple a rajatabla: primero la sopa. Indispensable dejar un buen puñado de fideos para el segundo asalto. Posteriormente los garbanzos, con un chorrito de aceite de oliva por encima. Y después..... ¡ay, después! Tocino entrevelado, chorizo, patata, zanahoria, morcillo.... Muero.