sábado, 16 de noviembre de 2013

Straussiado

Posiblemente por haber pisado hace poco las calles que lo vieron nacer (coming soon, "Volando voy: Munich"), en las últimas semanas no dejo de escuchar la música de Richard Strauss (1864-1949) . Algo debió de adherirse a mis zapatos aquel fin de semana festivo y cervecero del pasado mes de octubre y desde entonces, ando paseandome de nuevo, tras una prolongada ausencia, por sus composiciones, tan frías y mecánicas para unos como cálidas y deslumbrantes lo son para otros.

Yo tuve la suerte de entrar a través de las "Vier letzte Lieder", sus cuatro últimas canciones para soprano y orquesta, compuestas por el maestro con la muerte ya rondándolo y no pude tener mejor pórtico para introducirme en su música: son obras de una belleza tan incomparable que resulta casi imposible resistirse a su encanto. De hecho, la tercera de ellas, "Beim schlafengehen", con texto de Herman Hesse, es, probablemente, una de las melodía más hermosa jamas creada por el hombre. Compruébenlo ustedes mismos y escuchen la versión de Kiri Te Kanawa que aquí les dejo. Solo les digo que hasta el maestro Solti, que dirige la orquesta se tiene que secar las lágrimas durante la ovación final.





En su libro "El mundo de ayer" (una obra maestra, no se lo pierdan), Stefan Zweig comenta el periodo en el que colaboró con Strauss escribiendo el libreto de su ópera "La mujer silenciosa" y recoge allí un comentario del compositor en el que reconoce que no se le ocurren melodías largas, "como a Mozart", pero que, sin embargo, "se desenvuelve bien con temas cortos a los que, eso si, invierte, parafrasea y saca todo su jugo". No estoy del todo de acuerdo, pero es cierto que su música parece ir a ninguna parte y a todas a la vez. Y, quizás por esa razón, sus composiciones resulten tan visuales (fue un maestro de los poemas sinfónicos) y tan sugerentes (hace poco leí que la música de Strauss casi podía "olerse"). Si no, que se lo digan a Kubrick o Lynch que han usado la música del maestro como emblemáticas escenas de clásicos de la categoría de "2001" o "Corazón salvaje", respectivamente o prueben a escuchar "Till Eulenspiegel" (aquí les dejo una buena opción, aunque hay muchas, es una de sus obras más populares) y comprobarán lo fácil que es "seguir" la historia del pillo germano.

Strauss también sabía dirigir. Muy completo el hombre
Consagrado como estaba en el momento de la llegada de los nazis al poder, Strauss, en parte para que lo dejaran en paz y poder así dedicarse a su trabajo, en parte para proteger a su familia y amigos (judíos, muchos de ellos, como el propio Stefan Zweig) y, en parte, justo es decirlo, para no ver perjudicado su prestigio y, por tanto, su elevado nivel de vida, jugó un poco a reír las gracias a los alegres muchachos de Hitler: aceptó galardones, premios y puestos y mantuvo una enervante pasividad que, sinceramente, no le llevó a ser el tipo más popular del barrio judío. Al final, también termino a tortas con la Gestapo y acabo huyendo a Suiza, con el prestigio artístico más o menos intacto, el perdón de muchos de los que no entendieron sus tibiezas con los nazis (Zweig se lo concede en el libro antes mencionado ¿Les he dicho ya que es una obra maestra? ¿Sí? Uy, pues perdonen ustedes) y con tiempo para regalarnos todavía obras tan hermosas como las mencionadas "Vier letzte Lieder" este concierto para oboe con cuyo segundo y estremecedor movimiento cierro la prolija descripción de mi "straussamiento" no sin recomendarles fervientemente que se atrevan también a "straussiarse"sin prisa ni brújula en el bosque musical de este genio, posiblemente el último que ha dejado su firma en el mundo de las partituras.

2 comentarios:

Mister Lombreeze dijo...

Hostias, qué casualidad Mr. Wintot!.
Para mí, uno de los mejores orquestadores de todos los tiempos y ya sabes cuál es mi canción favorita: la misma que la de Lynch.

Hay mucho claroscuro en su filonazismo... pero ésa es otra historia. El que esté libre de pecado...

Escuchar la Sinfonía Alpina o cualquiera de sus poemas sinfónicos en directo es una experiencia inolvidable.

Un súper genio que se infravaloraba a sí mismo. El tiempo lo está poniendo en su sitio.

Tarquin Winot dijo...

Uno de los mejores orquestadores, amigo Lombreeze y el que más supo sacar de instrumentos poco utilizados, generalmente de viento, en sus atronadoras obras. Un fenómeno, el hombre y con una habilidad para tocar la fibra sensible (que no sensiblera, como pocos.

El concierto de oboe que he puesto en la entrada y que no conocía hasta hace un par de semanas, me tiene loco y cada vez que lo escucho, se me pone un nudo en el estómago modalidad adolescente con picores.